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¿Quién responderá al desafío de Hugo Moyano?
Por Mariano Grondona
.Domingo 24 de octubre de 2010 Para LA NACION
Hace veinte años el historiador británico Paul Kennedy publicó El auge y caída de los grandes poderes, un libro que sería traducido a 23 idiomas. La tesis que le valió a Kennedy este extraordinario éxito editorial es que el cáncer de los imperios, desde Alejandro Magno hasta nuestros días, ha sido la extralimitación. Los imperios mueren de gula porque conquistan un espacio tan vasto que después no lo pueden asimilar.
La historia está poblada de grandes indigestiones. Cuando ya dominaba a Europa Occidental, ¿qué locura llevó a Napoleón a no conformarse con lo que ya tenía para invadir nada menos que a la inmensa Rusia hasta que la nieve derritió a sus ejércitos? Esta pregunta que Kennedy plantea a los imperios, ¿no podría extenderse a los individuos excesivamente ambiciosos? Cuando tomó el poder en 2003, Kirchner pudo haberse contentado con dejarse llevar por el poderoso "viento de cola" que todavía hoy favorece como nunca a las exportaciones argentinas, pero lo encandiló la "tentación napoleónica" que desembocaría en su fatídica pretensión de conquistar todo el poder por todo el tiempo, una aspiración tan extrema que hoy lo ha puesto contra las cuerdas. ¿Es, por otra parte, Kirchner el único afectado por la "gula imperial" entre nosotros? Esta enfermedad que promete el cielo mientras prepara el infierno, ¿no afecta, asimismo, a su émulo Hugo Moyano?
Las instituciones republicanas están pobladas de protagonistas habitados, al contrario, por ambiciones limitadas porque sólo aspiran a llenar el ciclo que les ha tocado. Nombres como los de Aylwin hasta Bachelet y Piñera en Chile, Cardoso hasta Lula en Brasil, Sanguinetti hasta Mujica en Uruguay, enhebran como las cuentas de un rosario la prosperidad de sus naciones. Pero la historia abunda en la condena de aquellos héroes desmedidos a los que la sabiduría griega fulminaría en sus tragedias por haber pretendido competir con los dioses.
El pecado más grave que podía cometer el ser humano era, según los griegos, la hubris o desmesura, la pretensión alocada de trascender la condición humana que también perdió, según la Biblia, a Adán y Eva. Las venerables advertencias de las culturas judeocristiana y helénica de las cuales provenimos ayudaron muchas veces a sofrenar las ambiciones desmedidas, pero otras veces resultaron insuficientes para prevenir los excesos que conducen al abismo. Si sabemos desde la antigua sabiduría que aquellos que la ignoran terminarán mal, lo que no sabemos, en cambio, es cómo terminarán mal, cuál será la ruta exacta de su desvarío. De ahí que, mientras dura la pretensión del ambicioso, él y quienes lo rodean pueden deleitarse anticipando ese triunfo que, finalmente, no les llegará. Esta duda "procesal" vale, para el "final anunciado" de Hugo Moyano.
¿En qué "se pasó" Moyano?
Se nos replicará que Moyano no ha hecho otra cosa que repetir la trayectoria de sus antecesores al frente de la CGT. ¿No es ésta acaso un "factor de poder" a partir del momento en que la exaltó Perón en 1945? Desde este año, la central de los trabajadores ha mantenido su enorme influencia a un punto tal que ni sus aliados en el peronismo ni sus rivales en el radicalismo, ni los militares, han conseguido redimensionarla. Los gobiernos anteriores, después de aspirar a contener el poder sindical, terminaron rindiéndose ante él.
El propio Raúl Alfonsín denunció el "pacto militar-sindical" antes de su gran victoria de 1983, ¿pero qué siguió después? La reconciliación casi inmediata con el sindicalismo y la entrega anticipada del poder en 1989, en medio de grandes convulsiones acentuadas por los paros de la CGT. El general Onganía monopolizó el poder en 1966. ¿Pero qué siguió después? Que Onganía fue el primer presidente en asignarle al sindicalismo lo que es todavía hoy su principal sostén: el monopolio de las obras sociales.
Pero estas sucesivas concesiones de todos los gobiernos tuvieron una contrapartida: la invariable moderación del movimiento sindical que, a cambio de no ser investigado, nunca pretendió apropiarse del poder político. Cuando Perón convirtió a la central obrera en la "rama sindical" de su movimiento, le dio el segundo asiento del poder; nunca el primero. Si los sucesivos gobiernos siempre respetaron el feudo sindical, por otra parte, nadie se animó a invadir el poder político desde el feudo sindical. Nadie, hasta Moyano. La hubris de éste consiste entonces en que, animándose más allá del límite que habían aceptado sus antecesores, ya no se contenta con dirigir una rama del poder total sino que, por haber trascendido el límite histórico de la ambición sindical, ahora quiere convertirla en tronco. Moyano invade los espacios hasta ayer reservados a los demás sindicatos. Controla todas las rutas de un país que se ha quedado sin ferrocarriles. Preside el vasto aparato político del kirchnerismo bonaerense. So pretexto de participar en sus utilidades, quiere intervenir en la gestión de las empresas. Aspira a vetar desde ahora a Julio Cobos. Hasta tiene la fantasía de emular a Lula. ¿Alguien podrá detenerlo?
Fascismo o democracia
Cuando el rey de España Carlos V tenía por rival a Francisco I de Francia, exclamó con ironía: "Mi primo Francisco y yo estamos de acuerdo: los dos queremos Milán". Si Moyano aspira al poder político, Kirchner vendría a ser su primer obstáculo porque él, lo mismo que Moyano, "quiere Milán". Kirchner, de llegar de nuevo a la presidencia, podría tener como meta inmediata la destrucción política de Moyano, ¿pero qué pasará si no le siguen dando las encuestas? ¿Qué haría en tal caso Moyano? ¿Lo acompañaría, solícito, hasta el cementerio?
Lo que llamaríamos el "kirchnerismo moderado" que, a la inversa del "ultrakirchnerismo", no quiere seguirlo a Kirchner hasta el cementerio, se divide hoy en dos corrientes. Una, dominada por Moyano, gravita sobre la clase obrera. La otra pertenece a la clase media, que rechaza categóricamente a Moyano y empieza a considerar seriamente a Daniel Scioli como una alternativa frente a Kirchner en estos momentos en que la agresividad del ex presidente ha desembocado en la creación de un clima hostil, propicio para crueles enfrentamientos como el que acaba de costarle la vida al militante Mariano Ferreyra. En el seno de su propio frente, Kirchner no tiene, pues, uno sino dos rivales: a su izquierda Moyano, Scioli a su derecha.
Lo que habrá que tener en cuenta, de todos modos, es que el frente sindical que alienta Moyano es un residuo corporativista, fascista, sencillamente incompatible con la Argentina republicana. En todos los países democráticos prevalece la libertad de asociación que conduce al pluralismo sindical. Alguna vez la democracia argentina tendrá que desembarazarse por ello del monopolio sindical que encarna Moyano, un monopolio que, por sus gravísimos índices de corrupción, es vulnerable a cualquier investigación judicial que merezca este nombre. Y aquí reaparece otra vez Kirchner porque, si Norberto Oyarbide es el juez al que aquél tiene cautivo, la prisión de Juan José Zanola podría sugerir otra pista: que el propio Kirchner le haya enviado a Moyano la señal de advertencia de que, tan sospechado como Zanola, podría terminar como él entre rejas.
Si Moyano y sus "pibes" han emprendido una lucha en serio por el poder total, habría que recordarles que, para aquellos que padecen la hubris del poder, a medida que la meta se acerca, aumentan los riesgos. Todo o nada: he aquí la consigna que comparten Kircher y Moyano en medio de una Argentina que, contra ambos, desde el 28 de junio de 2009 quiere ser republicana

Un crimen que cuenta con muchos autores
Joaquín Morales Solá
.Domingo 24 de octubre de 2010  LA NACION
Escuchen a Moyano y a Bonafini , aconsejaba hace poco un funcionario kirchnerista. Indicaba que esas insistentes palabras de amenazas y de diatribas revelarían lo que el kirchnerismo quería. Ellos eran (son, todavía) los voceros más auténticos del oficialismo en su hora declinante. ¿Alguien creyó que las palabras violentas quedarían reducidas sólo a la retórica? Si alguien hizo esa conjetura, mostró más ignorancia que ingenuidad: las palabras siempre les abren las puertas a los hechos.
A Mariano Ferreyra lo mataron las palabras de un país inútilmente fanático y excesivo. Esa muerte injusta, empotrada entre demasiadas muertes, fue la consecuencia, además, de un cóctel explosivo en el que se mezclan la deserción del Estado, el enorme poderío de una corporación sindical vitalicia y corrupta y las necesidades insatisfechas de muchos argentinos desamparados.
La culpa de los Kirchner es haber habilitado a jugadores que desprecian el juego democrático. Moyano viene de la derecha sindical más rancia y retrógrada, que percibe a la democracia dentro de los gremios como un enemigo que debe ser batido. La democracia como sistema político fue siempre un enemigo para ese sector sindical. Bonafini es una estalinista hecha y derecha, que en su momento prefirió la división de las Madres de Plaza de Mayo antes que aceptar el disenso interno. Hace poco habló con desprecio en público hasta de la otra referente de las Madres, Nora de Cortiñas, que lideró hace muchos años el cisma contra Bonafini. Moyano boicotea empresas y diarios con sus camiones, y Bonafini promete la justicia de este mundo (violenta y con mano propia) a cualquiera que no piense como ella.
La pareja presidencial siente cierto deleite por esos métodos, vengan de la derecha o de la izquierda. Les sirven, hay que aceptarlo, para atemorizar a los argentinos pacíficos. Resulta que, entre tanto, los burócratas sindicales se olvidaron del casi 40 por ciento de trabajadores en negro y relegaron más aún a los desocupados. La izquierda antikirchnerista, que milita sobre todo en el Partido Obrero y en el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), se fue haciendo del liderazgo de los que no tenían líderes.
Moyano profundiza cada vez más el conflicto con sus desmesurados proyectos de poder. Su persistente avance sobre las empresas privadas, en un mundo frágil y en crisis, sólo arroja más trabajadores al salario en negro. Las pequeñas y medianas empresas son las que optan por salir de la formalidad para esquivar los desenfrenos moyanistas. ¿Injusto? ¿Insensible? Tal vez, pero los problemas no se solucionan empeorándolos.
Los trabajadores en negro, los que padecen la desigualdad laboral y los desocupados son los que luego buscan la protección de las organizaciones de izquierda. La izquierda y la derecha sindicales están siempre en la frontera de una lucha violenta. Es así desde hace más de 40 años. A veces cruzan ese límite y a veces, también, esas refriegas esparcen un humo con olor a sangre y a muerte. Es lo que sucedió el miércoles ingrato.
Cinco días antes, en River, el líder de la Uocra, Gerardo Martínez, le hizo una confesión a un político kirchnerista después de ver la exhibición de poder de Moyano: Esto terminará mal, murmuró. Moyano no tiene culpa en el crimen de Ferreyra, pero su prepotencia hace escuela entre la vieja y corroída dirigencia sindical. El ferroviario José Pedraza es un dirigente importante desde hace 40 años, aunque alcanzó la jefatura de su gremio hace 25 años. Pedraza forma parte de una generación de burócratas que se siente amenazada ahora por el crecimiento de la izquierda sindical, a la que aquella generación odió siempre. El ascenso de la izquierda es proporcional a la vetustez de la antigua dirigencia. Los Kirchner no han hecho nunca nada para promover una renovación pacífica de la jerarquía sindical.
Peor que eso: el kirchnerismo empezó cautivado por dirigentes presentables, como Susana Rueda, que integró un triunvirato que condujo la CGT durante los primeros años de Néstor Kirchner, y como Víctor De Gennaro, el histórico líder de la CTA. Pero se dejó llevar por los consejos del ministro Julio De Vido, padrino político, en su momento, de Moyano y de Pedraza.
Kirchner empezó a virar hace unos tres años y le pidió a Carlos Tomada, ministro de Trabajo, que hiciera el esfuerzo ( sé que no es agradable , le decía) de hablar con Moyano. Moyano se hizo entonces de las acciones de un ferrocarril, bregó hasta que consiguió controlar la oficina estatal que distribuye el dinero de las obras sociales y se dedicó a vaciar de afiliados a los otros gremios. Kirchner lo consintió; los atropellos del camionero le gustan. Ahora es Moyano el que decide si le atiende el teléfono a Tomada.
Los Kirchner hablan como si controlaran el orden público. Han hecho una rara ensalada en la que coexisten el discurso violento de los líderes del gobierno y el abandono del espacio público por parte de las fuerzas de seguridad. Han desertado de la misión elemental de cualquier Estado de prevenir o de contener el desorden, mientras la palabra oficial atiza el fuego de la violencia. Ni Hugo Chávez es tan chapucero para controlar un país. No se sabe aún si la Policía Federal fue cómplice de la banda armada que acabó prematuramente con la vida de Mariano Ferreyra, pero es seguro que no estaba donde debía estar en el momento en que tenía que estar. ¿Ausencia excepcional? Es la norma.
El matrimonio presidencial nunca busca una solución para resolver un problema, sino un culpable para echarle encima el vaho de una conspiración. El caso del blogger K , que en un par de horas consiguió una información vieja del diario El Cronista para culparlo a Duhalde, desnuda muchas cosas. En primer lugar, exhibe la forma perversa con la que el kirchnerismo está usando la extraordinaria herramienta que proporciona Internet. También muestra la injerencia de los servicios de inteligencia en el mundo de bloggers y foristas. Ningún blogger , por más fanático que sea, construye semejante trama actual con una información vieja.
El sindicalismo, tal como está, condiciona la vida de cualquier futuro gobierno, tal como lo anticipó Moyano en un ataque involuntario de sinceridad antidemocrática. Julio Cobos, blanco de la amenaza moyanista, deslizó entre íntimos que anunciará en los próximos meses la futura creación de una especie de Conadep de la corrupción, en la que caerán el kirchnerismo y sus aliados, Moyano entre ellos. El proyecto tiene más sostén del que parece. Un papel está circulando entre los principales líderes opositores de la Cámara de Diputados. En él se establecen cuatro o cinco políticas de Estado para un eventual gobierno antikirchnerista; incluye una cláusula especial sobre la investigación de la corrupción en estos años; Moyano también está incluido.
¿Podrán? Depende mucho, por ahora, de la izquierda que vuelca la balanza parlamentaria. El bloque que lideran Pino Solanas y, de algún modo, Hermes Binner, dejó a la Cámara a un paso de darle al Gobierno un triunfo que no había conseguido ni con denuncias falsas ni con los insoportables modos patoteriles de Guillermo Moreno. Es el proyecto inconstitucional que desguazaría a la actual propiedad privada de Papel Prensa. Solanas y Binner se manifestaron mortificados luego por haber caído en una trampa . Ya se verá si fue una trampa en la que cayeron o un ardid que ellos urdieron. Una cosa es la ideología y otra cosa es la ideología al servicio de una venganza personal contra el periodismo independiente, sometido en los últimos tiempos a la persecución de los que mandan y sus fuerzas de choque.
El periodismo figura, en verdad, en los primeros lugares entre las próximas víctimas de una violencia que vacila permanentemente entre la frivolidad de las palabras y la devastación de los hechos.

Una fórmula (virtual) para 2011: Néstor Kirchner-Carlos Menem
Hebe de Bonafini acusa al presidente de la Corte de Justicia, Ricardo Lorenzetti, de recibir “dinero y sobres”; Clarín desmiente reunión de Héctor Magnetto con Ricardo Lorenzetti; y la vicepresidenta de la Corte Suprema de la Nación, Elena Highton de Nolasco, dice no conocer Héctor Magnetto. Lo concreto es que las facturas de luz y gas llegarán a los clientes residenciales de mayores consumos con subas de hasta +217% y el ABL sería incrementado por Mauricio Macri +30%. NK confía en el poder electoral de la nueva grilla para la TV por cable y del 1 a 1 -atraso cambiario que lo reencontrará con Carlos Menem-.
 JORGE HÉCTOR SANTOS
 CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). Considerando las agraviante acusaciones que sostuvieron los Kirchner contra quien, en tiempos anteriores, ellos consideraban "el mejor Presidente que tuvo la Argentina", Carlos Menem, obliga a reflexionar la decisión de impulsar un atraso cambiario 2011 para buscar la re-reelección del matrimonio presidencial.
Los Kirchner acaba de reencontrar a la sociedad argentina con un fantasma complicado: la inflación en dólares, de los días finales de la Convertibilidad.
Teniendo en cuenta que los Kirchner siguen teniendo una bocanada majestuosa de viento a favor de la economía mundial -que ellos siguen vaciando en el basurero de las oportunidades perdidas- cabe preguntarse si no pueden cumplir el sueño que no pudo alcanzar Menem, el 3er. mandato consecutivo.
Así, los Kirchner devendrían en los mejores alumnos de Menem, quien a su vez se autodefinía como el mejor alumno de Juan Perón. El peronismo podría dormir en calma: encontró su eslabón perdido.
Así, en 2011 Kirchner-Menem vuelvan a unirse para desgracia de los argentinos en una fórmula virtual de mal manejo de la economía.
La elevada inflación en dólares -de la que viene hablando en forma insistente Urgente24-, merece un capítulo aparte que queda expresado en la opinión de diversos economistas entre las que se destacan la de Miguel Kiguel, hoy director ejecutivo de EconWiews y antes un coprotagonista de la tragedia de los '90, quien señala “  
"La inflación terminó con el tema del dólar caro y ahora nos aproximamos a un nuevo 1 a 1".
Kiguel estima que en un hipotético escenario para 2011 con un dólar a $ 4,30 y una inflación del 28% anual se estaría en el equivalente a un dólar de $ 1,06 (en términos reales), lo que "sería un problema para muchas empresas". El economista se preguntó "si será verdad que hace bien un poquito de inflación" (parafraseando al secretario general de la CGT, Hugo Moyano). "La experiencia muestra cuando la tasa de inflación supera el 10% anual empiezan efectos muy negativos”.
Las causas de la inflación para Kiguel son:
“Que hubo un tipo de cambio alto, un aumento del gasto público y una política monetaria que no buscó controlar la inflación, sino convalidarla, durante todo este período".
“Salir de un escenario en el que la inflación ya es del 25% será algo lento y costoso".
“Las causas de que la Argentina tenga un riesgo país elevado es el efecto tren fantasma: el tema del campo, las AFJP, el fondo de desendeudamiento y ahora Fibertel; seguramente van a aparecer más fantasmas y hasta que no salgamos del tren, es muy difícil que el riesgo país caiga".
Para Ricardo Arriazu, otro protagonista de tragedias por rezago cambiario (arquitecto de la 'tablita' 1978-1981):
“Existe un problema fiscal que el Gobierno evita mostrar al incluir las ganancias del fondo de reserva de la Anses y del Banco Central en las cuentas públicas”.
Para Carlos Melconian (gran simpatizante de Domingo Cavallo en el 1er. lustro de los '90 y a quien Eduardo Duhalde quiso hacer ministro y los Kirchner lo imaginaron en el BCRA):
“El Gobierno hace uso de la maquinita de imprimir billetes”.
“Las exportaciones de soja y el ingreso de dólares que permite compensa las salidas de divisas que existe”
"A Fernando De la Rúa le estalló todo con un tercio de la fuga de capitales que existe hoy".
“Tener una inflación del 25% en un mundo que hoy, a nivel general, no tiene ese problema es un montón".
Por lo tanto, la bonanza económica a nivel macro que vive la Argentina puede verse ensombrecida por la persistente inflación, habiendo sido el tipo de cambio alto uno de los pilares del llamado modelo económico de los Kirchner, el cual se está consumiendo por tener el dólar atado. De esta forma para finales de 2011 podría regresar el nivel del 1 a 1 que tanto se criticó en la época de la convertibilidad.
Mientras semejante incierto y doloroso camino se transita:
Tras la quita de subsidios que decidió el Gobierno en las facturas de luz y gas, ambos servicios van a llegar a los clientes residenciales de mayores consumos, con subas de hasta +217%.
 A esto se suma otra demostración de la inflación: un aumento en las tarifas de peaje de la ruta 2 y la 11, que unen distintas localidades de la Costa Atlántica bonaerense con la Ciudad de Buenos Aires y La Plata. Los conductores que circulen por la ruta 2 deberán abonar en el peaje Samborombón $ 14, en lugar de $ 11. En la estación de peaje de Maipú, las tarifas a abonarse serán de $ 8 en vez de $ 6. En la ruta 11, en el paraje La Huella, un automóvil deberá abonar $ 12, en lugar de $ 10. En el peaje General Madariaga se incrementará de $ 4 a $5 y en el peaje Mar Chiquita se pagará $6 en lugar de los $ 5 que se pagaban hasta ahora.
 Estos aumentos se suman al +20% de incremento en los seguros de los autos para este año.
A lo que hay agregarle los constantes incrementos que vienen registrando los productos de consumo masivo.
 También los autónomos sufrirán un incremento de +16,9% en los aportes jubilatorios.
 Además, Mauricio Macri pretende aumentar el ABL hasta +30% en 2011.
 Toda una catarata de sinsabores tanto para el bolsillo de los que menos tienen como para la atormentada clase media.
 Pese a todo los Kirchner Menem quieren consolidarse en el poder apretando hasta a la Justicia con la verborragia de Hebe de Bonafini, quien en un comunicado difundido por su asociación con el discurso de la dirigente, en el marco de los tradicionales 'Jueves en la Plaza con las Madres', volvió a acusar a la Corte Suprema, tal como ocurrió el martes 28/09 en el acto frente a tribunales. Pero esta vez dirigió sus ataques específicamente al presidente del tribunal, Ricardo Lorenzetti.
 
Bonafini aseguró que:
  “(Ricardo) Lorenzetti se reunió con (Héctor) Magnetto y con algunos otros, no en la Corte solamente sino fuera de la Corte, por eso La Nación sacó que ellos tienen 6 votos. ¿Quién les dijo que tienen 6 votos? No solo turros hay que decirles, mucho más que turros”.
“Y si hay gente honesta y proba y son buenos, como algunos que son casi nuestros amigos, que se vayan, que se vayan, que renuncien a la Corte, no se pueden quedar”.
“Porque donde hay un tipo que comete delito todo lo demás queda sucio. No hay cosas limpias si Lorenzetti se reúne por atrás y recibe dinero y sobres y lo que sea, los demás también están envueltos en esto. Si ellos son honestos y son serios, como pareciera que hay algunos, se tienen que ir, no se pueden quedar. O sea que lo que decimos los pueblos y las movilizaciones siempre nos vamos quedando cortos porque esto que hoy, esto que hoy está pasando en el querido país de Ecuador, nuestros compañeros, es muy grave. Son pruebas. Ya tienen Chile, tienen Colombia, tienen Honduras y van por más. Bueno, Panamá nunca fue de ellos”.
“Yo cuando hablé el otro día (en referencia al martes 28/09) se asustaron de lo que dije, creo que me quedé corta porque el golpe, lo que pasó en Honduras, tuvo su centro en la Suprema Corte, la Suprema Corte de Honduras hizo el golpe y la única que se arriesgó fue nuestra Presidenta que tomó el avión ese que tuvo que volver. Y Honduras tuvo el golpe como ellos quisieron y después hicieron elecciones como si nada pasara. Por eso compañeros no podemos ser tibios ni débiles. Ellos están rondando por ahí”.
Ante esto, Clarín desmintió las versiones de voceros del oficialismo:
“Para intentar justificar el ataque del martes a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, voceros del oficialismo aludieron a supuestas reuniones personales entre miembros de dicho Tribunal y directivos del Grupo Clarín, que se habrían concretado en los últimos días. Frente a esto, Clarín hace saber que esas versiones son falsas. Ningún directivo del Grupo Clarín mantuvo tales encuentros.
El único contacto de este año tuvo lugar en el mes de abril, en el marco de una visita institucional de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) al alto Tribunal. Este encuentro, de cuya comitiva participó el CEO de Clarín, Héctor Magnetto, fue oportunamente informado por dicha asociación.
Más allá de que las reuniones entre empresarios y representantes de cualquier poder del Estado son absolutamente normales y legítimas en cualquier democracia del mundo, en este caso se trata de una versión falsa”.
 
La Corte Suprema sostiene lo mismo que Clarín:
Esta semana, desde la Corte, voceros de (Ricardo) Lorenzetti señalaron que el único contacto del presidente del Tribunal con (Héctor) Magnetto había sido esa reunión de abril. Y resaltaron que es una práctica habitual del Tribunal recibir a en audiencia a diversos sectores.
“Acá la Corte recibe a todos, ya sean privados o del Gobierno, y va a seguir haciéndolo”.
La vicepresidente de la Corte Suprema también se refirió al tema el 30/9, en el marco de su participación del “VI Congreso Mundial de Mediación” en la ciudad de Salta.
La vicepresidenta del máximo tribunal de la Nación habló con la prensa:
 “Yo no lo conozco y no he recibido nunca a Héctor Magnetto. No lo he visto nunca”.
En la disputa judicial hay un enorme componente mediático. En ese contexto, la nueva grilla de la TV por cable es prioridad para el gobierno:
El Gobierno avanza con los cambios en la grilla del cable, que rigen desde hoy, 1/10:
* Cablevisión, el principal operador, se acogerá al fallo que suspende la medida (Juez de Dolores el viernes pasado).
* Supercanal: Readecuará la grilla conforme a los términos de la resolución 296/10.
* Telecentro: Empresa del grupo Pierri readecuó su grilla la semana pasada.
* Red Intercable: Empresa [mandataria de más 200 pymes] gestionó ante Afsca la provisión del equipamiento para poder cumplir con los cambios.
* Colsecor: Esperan los decodificadores que permitan incorporar las señales.
* DirecTV: No emitió comunicación aunque el Gobierno afirma que cambiará su programación.
  Los temas importantes de los Kirchner se reducen a ganar las elecciones 2011 mientras el país se complica a diario en un escenario de inflación creciente pero aún reprimida + la anabólica inyección de dinero a través del BCRA para mantener el consumo de un mercado deprimido.
Las caminos en la Argentina, producto de la mala gestión siempre conducen al mismo resultado. Por eso es oportuno plantea la realidad, aunque sea en lo virtual, de la fórmula Néstor Kirchner y Carlos Menem a quienes el tiempo, fiel testigo de todo, parece reencontrarlos en una nueva frustración para desdicha de la sociedad que creyó haberlo visto todo.

Un conflicto al límite de la racionalidad
Joaquín Morales Solá  LA NACION
.Martes 28 de setiembre de 2010
No deja de ser excéntrico proclamar la necesidad de la austeridad del Poder Judicial desde una suite en el rascacielos del lujoso Four Seasons de Nueva York. El problema, sin embargo, no se refiere a las contradicciones de la economía, sino al momento de mayor tensión institucional durante la era kirchnerista. El Poder Ejecutivo desató en las últimas 48 horas una batería inédita de atropellos retóricos y prácticos contra la Corte Suprema de Justicia. El ritmo de la crisis es ciertamente preocupante, sobre todo porque los Kirchner juegan otra vez a vencer o a ser vencidos.
La Presidenta dice que va a ir a la justicia internacional para defender su andanada de decisiones contra los medios audiovisuales. Su esposo, el hombre fuerte del país, apretó el acelerador y presionó públicamente a la Corte Suprema para que no se expida en contra de un pedido oficial sobre la ley de medios. Ayer, tal vez ya resignados ambos líderes, dieron a conocer la última y más polémica decisión: la Corte tendrá el año próximo un presupuesto que se reducirá a casi la mitad de lo que necesita.
Peor aún: el máximo tribunal de justicia del país deberá consultar con el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, cualquier decisión sobre erogaciones presupuestarias. Vale la pena un ejemplo: deberán pasar por el visto bueno de Fernández los anuales aumentos salariales que dispone el Poder Judicial para sus empleados. No obstante, nada es considerado más grave por la propia Corte para el progreso de la justicia que la obstrucción de hecho al proyecto de informatización de los tribunales. Esa herramienta permitiría una justicia más ágil y expeditiva, pero quizás los Kirchner le huyen precisamente a esa pretensión legítima de los jueces.
La decisión del Gobierno contradice puntualmente el pedido público que hizo hace poco el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, cuando reclamó que el tribunal pueda confeccionar el presupuesto del Poder Judicial, como sucede en muchos países serios del mundo. Lorenzetti aspira (¿aspiraba?) a que el Ejecutivo enviara al Congreso, sin modificaciones, un presupuesto redactado por el máximo tribunal. Sería, en todo caso, el Poder Legislativo el que decidiría sobre esos números de la Corte. Más que por una ambición económica, esa propuesta se respaldaba en la constatación de que la economía también hace a la independencia de las personas. Los jueces supremos lo saben.
Los Kirchner, también. Por eso, resolvieron tratar a los jueces de la Corte Suprema como tratan a los intendentes del conurbano o a los gobernadores pobres. A pan y agua, si son indóciles. Dinero abundante y fácil, si son obedientes. ¿Qué otra deducción podría hacerse de una fórmula en la que les sacan a esos jueces el dinero formal del presupuesto, pero los mandan a negociar con Aníbal Fernández las necesidades objetivas? ¿Qué les dirá el jefe de Gabinete si no el eterno sermón de que deben ser buenos para que los Kirchner sean buenos?
El caso podría entenderse si el Estado hubiera decidido un plan global de ajuste presupuestario. Pero no se trata de eso. De hecho, la necesidad de recursos para el programa Fútbol para Todos sigue creciendo. El dinero está. Aerolíneas Argentinas, que transporta sólo al 5 por ciento de los argentinos, tiene un déficit diario de un millón de dólares. No importa. La plata está. En ese contexto de generosidades y caprichos presupuestarios, existe una sola explicación para los recortes que afectarían a la Corte Suprema: se trató de una decisión política con objetivos claramente políticos. El Poder Legislativo deberá decidir ahora sobre esos antojos del kirchnerismo.
El silencio hubiera provocado cierta confusión. No sucedió eso, felizmente para la claridad de las cosas. El domingo y ayer, tanto la Presidenta como su poderoso esposo se despacharon en público contra los jueces de cualquier jerarquía. La jefa del Estado usó los mensajes de Twitter (mecanismo ligero y frívolo que no le sienta bien a ningún jefe de Estado) para zamarrear a un juez de primera instancia de La Plata, que había paralizado la liquidación de Fibertel. Néstor Kirchner avanzó algunos pasos más y se las tomó directamente contra la Corte Suprema, seguramente porque el tribunal deberá decidir en los próximos días sobre una decisión de no innovar en la ley de medios.
La dilación en dar a conocer la opinión del máximo tribunal del país deja firme, mientras no disponga otra cosa, la resolución de no innovar que ya tomó una cámara federal. Fue esta resolución la que provocó un desesperado reclamo del Gobierno a la Corte Suprema para que derogue la decisión de la cámara. Todo indica que una enorme mayoría de jueces supremos, seis contra uno, ratificará que la Corte no se aboca nunca, ni lo hará ahora, a medidas cautelares, sino a cuestiones de fondo. En otras palabras: rechazará el pedido del Gobierno y dejará vigente aquella detestada sentencia de la cámara. Esas noticias enfurecieron al matrimonio presidencial.
El vapuleo verbal y el ajuste presupuestario a la Corte Suprema están llevando el conflicto institucional al límite mismo de la racionalidad. Una marcha con los colores y las palabras del kirchnerismo presionará hoy en los propios ventanales de los despachos de los jueces supremos del país. ¿El motivo? La ley de medios, el mismo que despertó la ira neoyorquina de Kirchner. Los jueces no contestarán a la retórica del kirchnerismo. ¿Para qué? Pero alguien debería poner un poco de cordura en el conflicto, antes de que dos poderes esenciales se precipiten hacia la sima de la crisis

El último recurso de los Kirchner
Por Joaquín Morales Solá-Domingo 26 de setiembre de 2010
Es, dicen, el último recurso en medio de un desierto. Ese auxilio casi imposible consiste en que Néstor Kirchner pueda mostrarse ante el peronismo como un líder en condiciones de domesticar a la Corte Suprema de Justicia y a los medios periodísticos independientes que aún quedan. El peronismo volvería a bajar la cabeza en ese caso. Esta es su deducción. Quizá no sea una estrategia errada, pero tiene un problema sin solución: carece de posibilidades de concretarse. Abandonado por los empresarios con fina percepción de los cambios políticos y en manos de funcionarios chambones y de gremialistas codiciosos, los Kirchner necesitan, en efecto, un cambio urgente de las reglas del juego.
Los empresarios han concluido que la etapa kirchnerista está técnicamente concluida . La frase se escuchó de boca de un importante empresario, que trataba de explicar las notables distancias que los hombres de negocios pusieron con el Gobierno en las últimas semanas. La Corte no gobierna, pero sí debe poner límites. Esa es su función . El duro concepto pertenece a uno de los siete jueces importantes del país. Para unos, la cercanía con los Kirchner es tóxica; para los jueces, la opción de ellos se reduce a elegir entre independencia o sumisión.
Un gobierno embravecido mandó nuevas mareas de inspectores impositivos a casi todos los empresarios más renombrados del país. Ustedes quieren desestabilizar al Gobierno , le dijo a un directivo empresarial un desconocido ministro de Trabajo, Carlos Tomada, otrora valorado por sus condiciones de hombre moderado. Tomada no es el único que cambió los hábitos de paloma por los de halcón. La Presidenta y otros funcionarios de menor jerarquía se despacharon, al mismo tiempo, contra una Corte a la que intuyen golpista. Ese es un viejo e incorregible fantasma de Cristina Kirchner.
El problema esencial de la administración es la vacuidad de sus argumentos, que no pocos toman como el dogma de una religión nueva y confusa. Aníbal Fernández y el gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta, señalaron que la resolución del máximo tribunal sobre el ex fiscal de esa provincia Eduardo Sosa es de "cumplimiento imposible". Ese dictamen sobre Sosa desató la flamante guerra entre el Poder Ejecutivo y la cima del Poder Judicial. Carlos Zannini no fue traicionado en su buena fe cuando lo grabaron diciendo que ellos no habían nombrado a la actual Corte "para hacer esto". Zannini habló ante dos micrófonos visibles.
¿Es de cumplimiento imposible el fallo de la Corte que ordenó la restitución del ex fiscal? El gobernador Peralta firmó un decreto el 21 de diciembre del año pasado en el que dice textualmente que "es voluntad del Ejecutivo provincial acatar el fallo en cuestión". Un mes antes, en noviembre, la Corte Suprema le había ordenado la restitución de Sosa. En el último artículo de ese decreto, el gobernador escribió una frase contundente: "Dar por acatado el fallo". Desdobló las funciones de fiscal y lo nombró a Sosa en una de las dos fiscalías creadas. Peralta notificó a la Corte de su decisión.
En resumen, la Corte lo denunció ahora penalmente y ante el Congreso de la Nación porque el gobernador ni siquiera cumplió con su propia promesa. Ese decreto fue enviado por Peralta a la Legislatura provincial, pero Néstor Kirchner les ordenó a los legisladores santacruceños su inmediato cajoneo. El decreto todavía duerme en los cajones.
El otro argumento es el de la invasión de la jurisdicción provincial, meneado sobre todo por Zannini en aquella reciente grabación. La decisión de intervenir en ese conflicto fue tomada por la Corte anterior hace 12 años, en 1998, y fue repetidamente consentida por la provincia, como se refleja en aquel decreto de Peralta. Los miembros de la actual Corte Suprema se limitaron a hacer cumplir varias sentencias del máximo tribunal sobre el caso Sosa; esas sentencias no pueden quedar incumplidas sin afectar seriamente el Estado de Derecho. ¿Qué razones existen, entonces, para que se considere afectado el federalismo?
Uno de los motivos de la ira kirchnerista contra la Corte es el caso Santa Cruz en sí mismo. La destitución de Sosa tuvo como protagonistas a la actual jerarquía gobernante en pleno. Néstor Kirchner era gobernador de Santa Cruz y a él lo estaba investigando Sosa cuando éste se quedó sin cargo. Cristina Kirchner, Zannini y Julio De Vido eran legisladores o funcionarios provinciales importantes en la época en que sucedió la cesantía del fiscal. Todos cometieron un acto inconstitucional.
El otro motivo es la necesidad del matrimonio gobernante de mostrar al tribunal como un enemigo que debe ser derrotado. Saben que sólo falta que el juez Eugenio Zaffaroni deposite su voto a favor del Gobierno en el caso de la ley de medios para que los Kirchner tropiecen con una medida definitiva de no innovar en el artículo más polémico de la ley, el 161, que ordena la desinversión por parte de los actuales propietarios de empresas audiovisuales en el perentorio plazo de un año. Con seis votos en contra del Gobierno, la Corte nunca desistirá de las buenas formas. El voto de Zaffaroni debe existir para que cobren vida concluyente los otros votos, que ya existen.
Es indescriptible la manera cómo afectó a la Argentina el caso Papel Prensa . El relato corresponde a un alto ejecutivo de la City de Londres, acostumbrado a negociar con bonos argentinos. El caso es dramático, además. Los dos principales diarios argentinos fueron denunciados formalmente por el Gobierno por supuestos delitos de lesa humanidad, con argumentos que oscilan entre la hipocresía y la invención. El testimonio del presidente del directorio de LA NACION ante un escribano, que relató una reunión privada con Lidia Papaleo, es uno de los documentos más claros sobre la manipulación oficial de los derechos humanos. Papaleo no le contó a él razones humanitarias para hacer lo que hizo, sino ofrecimientos oficiales de dinero valuado en dólares y enredos familiares también por plata.
Tal vez uno de los actos más chapuceros del Estado de los Kirchner haya sido presentar una querella contra LA NACION y Clarín pidiendo oficialmente la indagatoria de dos personas que están muertas, Manuel Campos Carlés y Patricio Peralta Ramos. O ni la muerte termina con el odio o el Estado, que sabe escuchar teléfonos ajenos, no sabe investigar en el registro de los argentinos vivos y muertos. Que la espectacular denuncia la haya firmado un simple secretario de Estado muestra que ni el Gobierno está convencido de lo que dice , argumentó un importante juez nacional.
¿Por qué, entonces? En días recientes, durante una reunión con editores de diarios del interior, Néstor Kirchner, que no frecuenta la estratosfera discursiva de su esposa, se explayó con un pensamiento que podría esconder la clave de todo: Los diarios siguen fijando la agenda informativa del resto de los medios y lo seguirán haciendo por mucho tiempo , se sinceró. Los diarios son, así las cosas, la matriz originaria del periodismo que no le gusta.
En esa misma reunión, Cristina y Néstor Kirchner reflotaron un término de los años setenta, "sustitución de importaciones", para anunciar lo que quieren hacer con el papel para diarios. Cerrarán seguramente la importación de ese insumo básico (abierta ahora) y el Estado se hará cargo del suministro del papel a los diarios. Es imposible una noticia peor para el periodismo independiente.
¿Fuerza o debilidad? Debilidad. Hugo Moyano mismo es otro síntoma de la fragilidad del kirchnerismo. Sus proyectos son funcionales a él mismo, aunque los Kirchner deban inclinarse ante ellos. En efecto, sólo un fulminante golpe de poder restablecería el liderazgo del matrimonio en el peronismo. El proyecto es una utopía. Ni la Corte Suprema ni los medios independientes están dispuestos a una rendición tan obscena como inmoral.

Urge descifrar el insólito ADN del ex presidente
Por Mariano Grondona para LA NACION
Domingo 26 de setiembre de 2010
La causa por la cual Néstor Kirchner aventajó de entrada tanto a sus rivales como a sus aliados en la carrera por el poder fue que pudo desconcertarlos de continuo con maniobras imprevistas, conservando en sus manos de este modo el vital poder de iniciativa . Maquiavelo aconsejaba al príncipe abrumar a los grandes y al pueblo con una osada sucesión de inesperados proyectos, para mantenerlos pendientes de él. No hay duda de que Kirchner obra de una manera diferente si se lo compara con los actores que lo rodean o lo enfrentan, y logra así reducir a unos y a otros a una actitud expectante, a una suerte de pasividad que condena a sus aliados a la obsecuencia y a sus rivales al vicio fatal del "antikirchnerismo", cuyo infortunio consiste, al igual que el "antiperonismo" de los años cincuenta, en obrar sólo por reacción, como si oponerse a las iniciativas de Kirchner sin plantear "otras" iniciativas ajenas a él fuera su único libreto.
Decimos de alguien que es "insólito" cuando su conducta es tan infrecuente que la tenemos por única. Kirchner actúa de un modo insólito. Pero no sólo su acción, su estilo, son insólitos. El, en sí mismo, lo es. Ya provenga de un peculiar código genético o de una niñez desafortunada, esa persona que llamamos "Kirchner" no es comparable con ninguna otra. Por eso sorprende una y otra vez. Por eso ha gozado hasta ahora del poder de iniciativa. Pero, para oponerse a él con eficacia, no bastaría con reaccionar tardíamente contra cada una de sus transgresiones al buen sentido de aquellas otras personas a las que consideramos "normales" porque Kirchner, simplemente, no es normal. Sigue su exclusiva senda. Esta originalidad no proviene de una estrategia trabajosamente forjada, sino de las entrañas de su propio ser. Mientras alguien no descifre su ADN, mientras alguien no consiga desentrañar las raíces de un carácter que no es negociable, que es irrenunciable porque es más fuerte que su propio portador, el ex presidente continuará siendo el hombre fuerte de la Argentina. De nada valdrá ni siquiera condenarlo por perverso, como hacen los opositores. El único método para neutralizarlo es entenderlo; es recorrer los intrincados pliegues de su código genético para descubrir recién entonces el antídoto que podría anularlo.
El código K
A fuerza de frustraciones y disgustos, podría decirse que tanto la oposición como los observadores independientes han avanzado laboriosamente en esta crucial tarea. Para apoyarla con fundamento, quizá sería útil recordar el famoso libro 1984, en el cual su autor, el inglés George Orwell, descifró el código genético del totalitarismo. Publicado en 1949, cuando el estalinismo avanzaba hacia la dominación de medio mundo, 1984 advirtió que la puerta de entrada del totalitarismo es la tergiversación del lenguaje político, para alentar a los fanáticos y confundir a los ingenuos. Cuando hablaban de "guerra", así, los protagonistas de 1984 la llamaban "paz", cuando hablaban de "opresión" la llamaban "libertad" y cuando hablaban de "discriminación", la llamaban "justicia". El poder absoluto no era según ellos el despliegue de un mando despótico, sino la obra fraterna del Hermano Mayor, que vigilaba celosamente a los ciudadanos, convertidos en súbditos, hasta en la intimidad de sus casas.
Kirchner alberga en su mente, de un modo comparable, su propio diccionario distorsivo. Como tantos otros políticos, busca el poder. Pero en tanto que la lucha por el poder es para los políticos "normales" una competencia enérgica pero en el fondo amistosa, deportiva, casi un juego, porque saben que quienquiera que prevalezca en ella sólo logrará un poder limitado por los demás poderes y atado al vencimiento inexorable de un plazo, esa misma competencia es para Kirchner una verdadera guerra , a todo o nada, en el curso de la cual la victoria, y la derrota, sólo podrían ser absolutas. Lo decían los romanos en sus guerras: "¡Ay de los vencidos!". Por eso Kirchner le puso a su movimiento Frente para la Victoria, como si obtenerla fuera su único y excluyente objetivo sin consideración por ideales como la libertad, el desarrollo o la justicia social que levantaron otros movimientos políticos. Cuando dijo que "la guerra es la continuación de la política por otros medios", Carl von Clausewitz, el mayor de los estrategos de Occidente, suponía que lo que hay que buscar primero es la paz de la política, de la diplomacia, y que sólo en su defecto los ejércitos se pondrían a marchar. Si tuviera que comentar a Clausewitz, Kirchner diría que la política, aun en democracia, "es la continuación de la guerra por otros medios".
¿Ganar o perder?
A partir de estas primeras nociones, para Kirchner "ganar" no es, como para el común de los políticos, prevalecer por un tiempo hasta que se cumplan los plazos o prepararse para negociar con el vencido circunstancial, porque para él "ganar" es someter y "perder" no es, como acaba de hacerlo notar Natalio Botana, asumir "la aceptabilidad de la derrota", sino preparar la venganza . Así lo ha demostrado en sus combates con el campo y con Clarín . Ya se llamen las Fuerzas Armadas, la Iglesia, la prensa independiente o, ahora, la Corte Suprema, los industriales y hasta la clase media, enfrentada según Cristina Kirchner con sus "morochos", todos aquellos que se animen a discrepar con Néstor Kirchner alargan la lista de sus enemigos. En el umbral de esta lista negra ya figuran personajes todavía dubitativos como Daniel Scioli, los intendentes del Gran Buenos Aires y hasta algunos gobernadores que todavía son capaces de arrastrar los votos que la nula simpatía de Kirchner y su crispación interminable amenazan con ahuyentar.
¿Cómo espera ganar Kirchner si suma sin cesar nuevos enemigos? Su política, ¿no es por ello, en el fondo, irracional ? No necesariamente, porque el ex presidente guarda todavía cerca del pecho algunas cartas no desdeñables. Una de ellas es la bonanza económica que resulta del "viento a favor" generado por la irrupción de China y la India en los mercados internacionales. La otra es la posible influencia de poderosos motivadores psicológicos. ¿No contará acaso la indiferencia política de vastos sectores que, al ver que ahora les va bien, podrían preferir que las cosas sigan como van? ¿No pesará también el miedo que provoca en más de un actor político o económico la agresividad del ex presidente? ¿Y no le servirá de nada a éste, además, la codicia de aquellos que lucran o esperan lucrar con la lluvia de subsidios generados por la corrupción oficial? Kirchner aún apuesta a que no sólo la suerte, empujada por el fuerte viento a favor de los precios internacionales, sino también la debilidad humana de aquellos que le temen o que codician los favores de su escandalosa "caja", vuelquen finalmente en su favor las veleidades del destino.
Kirchner no cree en las virtudes humanas, y éste es otro componente vital de su código genético. Aspira, al contrario, a explotar los defectos humanos cuando la cuenta regresiva llegue al punto final. ¿Se equivocará, acaso, de medio a medio? Su sueño es que, aun cuando los argentinos sean más virtuosos de lo que él supone, la oposición no acierte a encaminarlos hacia un desenlace no sólo "anti", sino también "poskirchnerista", republicano. La historia, en cierto modo, nos desafía. La palabra desafío significa que alguien nos quita la fianza, el "afío", porque ha dejado de creer en nosotros. La antítesis del desafío es la confianza . Los argentinos, ¿la mereceremos de aquí a trece meses?

La palabra degradada
Santiago Kovadloff
Para LA NACION Viernes 24 de setiembre de 2010  
Es difícil decidir si la decadencia de los valores morales y políticos de una comunidad se inicia con la desvitalización del lenguaje o si ésta termina por reflejar la agonía de aquéllos. Sea como fuere, la interdependencia entre lenguaje, moral y política se muestra, desde siempre, como un hecho incontrastable.
George Steiner supo señalar "las presiones que ejerce la decadencia cultural sobre el lenguaje". Ya a comienzos de los años 60, advertía que "los imperativos de la cultura y la comunicación de masas han obligado al lenguaje a desempeñar papeles cada vez más grotescos". La obscenidad de lo grotesco consiste en su ostentación; en la exhibición de la vulgaridad como un bien. Animadores radiales y televisivos, periodistas y dirigentes políticos incorporan a su léxico la grosería y el desplante como si no lo fueran o, peor aún, como si fueran dignos de difusión. Sin disimulo y cada vez con más frecuencia, se hacen eco de esa fascinación por la rudeza verbal, empeñándose en presentarla como garante de autenticidad y cercanía con su público.
Ante semejante caudal de impropiedades y perversiones, se hace indispensable recordar que el lenguaje sólo secundariamente es una herramienta para el suministro informativo. Primeramente y primordialmente, es un signo espiritual: el indicio más alto y más hondo de la índole de los recursos subjetivos con que cuenta o deja de contar una comunidad. Con él, cada uno de los que la integran conoce, se da a conocer y logra autorreconocerse. La palabra no puede decirlo todo, pero lo dice todo de quienes la emplean.
Es cierto que el menoscabo del idioma dista de ser, en los tiempos que corren, un fenómeno exclusivamente argentino. Pero resulta indiscutible que, entre nosotros, una de sus modalidades más usuales, el empleo complaciente de un léxico cloacal, es una práctica asentada.
Nadie ignora que hace ya mucho entró en decadencia la educación, nuestro logro fundamental. Ni que el consenso mayoritario, vulnerado por la involución y el deterioro, ha hecho de la indigencia expresiva un sinónimo desgarrador de la elocuencia. Lo burdo, lo ordinario y grotesco han ido allanando el terreno a algo todavía peor: la circulación progresiva de toda clase de violencias verbales. Y la así llamada clase política no ha vacilado en hacer su propio aporte a ese ejercicio irresponsable de la palabra, convirtiendo al adversario en enemigo y a la disidencia con el propio parecer en un insulto.
El deterioro del idioma ejerce un poderoso influjo sobre la fortaleza de las ideas. Como bien observa Steiner, a medida que ese deterioro se acentúa "el lenguaje deja de configurar el pensamiento para proceder a embrutecerlo." Desentendiéndose de todo compromiso con la ejemplaridad, son incontables los políticos que, década tras década, se han mostrado en la Argentina como promotores de un idioma envilecido por la mentira, la impropiedad y la anemia expresiva.
Seamos claros: donde el lenguaje se corrompe, algo más que el lenguaje se corrompe. El basural en que se lo convierte contamina indefectiblemente el pensamiento. El caso de la dirigencia oficialista actual es, en este sentido, patético. Tener adversarios le repugna y los define como seres despreciables. El destrato que les imparte no tiene límites. Con ello, la política cabalmente entendida tiende a desaparecer. Su lugar, entonces, lo ocupa el despotismo. La intención que lo inspira no disimula su propósito. La demagogia y la intolerancia se dan la mano. La pluralidad de criterios horroriza su propensión al monólogo. En consecuencia, no alienta el debate sino el maniqueísmo. La discrepancia necesaria se transforma, bajo su peso, en confrontación. Y la confrontación, en su caso, en una práctica orientada hacia el exterminio del contrincante.
El deterioro de las instituciones y la indigencia del lenguaje no son equivalentes, pero se complementan. Siendo así, no es casual que en el país coexistan las peores embestidas contra la libertad de expresión y la siembra de inmundicia verbal con la que se trata de embadurnar a sus voceros. Descalificaciones feroces, simplificaciones escalofriantes, agravios que ostentan su desmesura como un logro; amenazas, prepotencias, presiones de neto corte mafioso, conforman la paga constante que reciben quienes, profesando convicciones no oficialistas, se atreven a manifestarlas. Desprecio lapidario, en suma, de ese otro que, al no coincidir con los criterios y procedimientos del poder de turno, se convierte en blanco de un menoscabo sin mengua empeñado en advertirle que algo peor podrá sucederle si no acata la sumisión y el silencio.
La contienda electoral que se avecina probará hasta qué punto la disputa por el poder ha pasado a ser, simultáneamente, un enfrentamiento entre dos concepciones del lenguaje y, por lo tanto, del papel del pensamiento en la construcción de lo político. Una de esas dos concepciones del lenguaje lo entiende como un arma de dominación que debe esgrimirse a expensas de toda alteridad. La otra, no sin vacilación y contradicciones, se niega a dejar de ver en el lenguaje un recurso para el despliegue de la convivencia y la pacificación indispensable. Esta última concepción es hija de las duras lecciones impartidas por la siembra estéril del autoritarismo. Aquélla, en cambio, de la creencia empecinada en afirmar que, a pesar de todos sus vaivenes, sólo el autoritarismo, en un país como el nuestro, puede garantizar una gestión política eficaz.
La degradación del idioma, en buena parte de los políticos, refleja la magnitud alcanzada por la pérdida de valor de las investiduras. Tan extendida está esa degradación que sería injusto suponer que el oficialismo tiene el monopolio del envilecimiento de la lengua. Pero es innegable que en sus filas es donde esa práctica encuentra mayor aceptación.
Más allá de las desmesuras discursivas en las que, con premeditada frecuencia, incurren la presidenta de la Nación y su esposo, resulta evidente que es en su entorno donde proliferan los cultores más decididos de la agresión verbal. Es esta negativa a inscribir el tratamiento de los conflictos nacionales en el marco de un abordaje en el que la palabra no opere como un hacha o una tea, la que se hace notar dramáticamente en la recurrencia al lenguaje cloacal y pendenciero. A ellos les siguen, como es evidente, los agravios personalizados y sin ninguna sutileza ideológica. El más grave de todos es reciente. Recayó sobre el ex fiscal federal Julio César Strassera, figura emblemática de la democracia recuperada. El Gobierno toleró sin inmutarse que un hombre identificado con su gestión lo llamara "hijo de puta". Toleró igualmente que su jefe de Gabinete se refiriera a ese magistrado como a un miserable. Refrendó, en fin, con su silencio cómplice, un comportamiento perverso, que perdurará en la memoria de los argentinos como un signo inequívoco del derrumbe moral de la política. Es que a medida que se transparenta la repugnancia que la independencia de criterio despierta en la sensibilidad autoritaria, recrudecen los ataques contra todos aquellos que no rinden pleitesía a la causa del poder de turno. Allí están, para probarlo, empresarios, sindicalistas, políticos, jueces, intelectuales y periodistas. "Víbora venenosa", llamó al columnista Joaquín Morales Solá esa enardecida abanderada del desprecio en que se convirtió Hebe de Bonafini.
Es indudable que la meta hacia la que se encamina, en política, la degradación de la palabra es la subordinación forzada de toda disidencia a una voluntad despótica. Una nueva estirpe de excluidos comienza a ser forjada por la intolerancia del poder. La integran quienes aspiran a seguir ejerciendo el pensamiento crítico. Así, a la inseguridad conocida se suma una nueva. Transitar por las calles, las avenidas y las rutas es, desde hace mucho, un riesgo radicalizado. Frecuentar libremente la senda de las palabras empieza a serlo también. Dos formas del delito se complementan en la Argentina para multiplicar una misma desolación

Masa pide "menos arquitectos y mas albañiles en la política"

Ell intendente de Tigre, Sergio Massa, y líder del denominado "grupo crítico" de jefes comunales y referentes del peronismo, afirmó que "la política argentina necesita menos arquitectos y más albañiles", al participar en Córdoba de un encuentro organizado por la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
Massa señaló que su concepto apunta a "la necesidad de que los nuevos liderazgos políticos tengan una actitud más humilde, para poner un ladrillo arriba del otro, y no patear el que puso el dirigente anterior".
Invitado por la Comisión Episcopal de Pastoral Social para disertar en el encuentro "Repensando la política 2010" que se desarrolla en Río Cuarto, el dirigente que es visualizado como posible candidato a gobernador subrayó que "la política argentina necesita menos vedetismo y más humildad para concentrar los esfuerzos en trabajar para mejorar la vida de la gente sin mezquindades políticas". Y, según evaluó, para lograr esto "es clave la consolidación de los partidos políticos para construir un modelo de liderazgo que no tenga los vaivenes que ha tenido la política argentina".
El intendente de Tigre también consideró que se debe "salir de la lógica de la promesa fácil de campaña" y sostuvo que durante "los próximos 20 o 30 años los consensos básicos de todos los sectores tienen que estar orientados hacia la seguridad, la educación, y las políticas fiscales y tributarias". 

 

 La discreta rebelión de Daniel Scioli  
Mariano Grondona Domingo 19 de setiembre de 2010
Sean cuales hayan sido los antecedentes genéticos de cada uno de nosotros en particular, los argentinos actuamos en el marco general de una cultura latina . Por eso tendemos a ser extravertidos, conversadores. Dalmiro Sáenz dijo alguna vez que basta verle la cara a un argentino para saber cómo le va. Lo nuestro no es el silencio. De ahí que cada vez que aparece entre nosotros un personaje callado, reservado, nos llama poderosamente la atención, invitándonos a develarlo. Esto vale sobre todo en la vida política que, al decir de los italianos, es por lo pronto un espectáculo , una escenificación. Por esta razón, la trayectoria de dos protagonistas que, moviéndose a contrapelo de aquella ley común de los destinos manifiestos, se caracterizan por la discreción de sus palabras y la sobriedad de sus gestos cual si fueran un enigma envuelto en un misterio, nos atrae irresistiblemente. Uno de ellos se llama Carlos Reutemann. El otro, Daniel Scioli.
Reutemann vive detrás de una muralla de silencio. Muchos suponen que finalmente confesará que es candidato presidencial y que, cuando lo haga, su irrupción en el escenario político será como un terremoto electoral. Algunos especulan todavía con la idea de que la timidez que por ahora exhibe no es el producto de un cálculo astuto sino un rasgo constitutivo de su personalidad, que no se hace el indeciso sino que en definitiva lo es , por lo cual la sorpresa que nos prepara es un "no" definitivo y ya no provisional a la candidatura presidencial. Pero otros imaginan que, cuando llegue el tiempo apropiado, quizás en marzo próximo, Reutemann pronunciará el "sí" revolucionario que ellos esperan porque, más que la expresión de un carácter inevitablemente reservado, su indefinición actual es el producto de una deliberada estrategia que lo ha llevado a hacerse desear , evitando de paso un desgaste prematuro en un país caníbal como el nuestro para que, cuando se le presente finalmente la ocasión, decida salir a escena con la fuerza incontenible de las novedades trascendentales a costa de los numerosos candidatos autoproclamados que hoy lo rodean. Será sólo entonces, según estas tesis, que Reutemann revelará su verdadera intencionalidad.
 
El mensaje de Scioli
Al revés de Reutemann, en cambio, Scioli habla de continuo. Su mensaje formal , repetido hasta el cansancio, es que le es leal a Kirchner. Pero ¿es éste, acaso, su mensaje real ? ¿O lo que en verdad nos quiere decir no coincide con lo que parece decirnos? El mensaje de Kirchner es que debemos seguirlo porque él aspira a la obediencia incondicional de los argentinos. Para el ex presidente, en efecto, competir es enfrentar, ganar es someter y perder es vengarse. Pero ¿es éste, asimismo, el lenguaje de Scioli? Cabe dudarlo porque el gobernador de Buenos Aires, si bien adhiere una y otra vez a su jefe al proclamarle su lealtad, nunca emplea, como él, un lenguaje agresivo. Podría decirse en este sentido que, en tanto que la agresividad de Kirchner es un rasgo constitutivo y por ello irrenunciable de su personalidad, Scioli no es agresivo porque no aspira como él a ser temido sino a ser amado. Si Kirchner quiere intimidar a quienes no ceden a la tentación de aceptar codiciosamente sus ofertas políticas o económicas, Scioli aspira a atraer a todos, seguidores o no, con una suerte de bonhomía que hasta sus mismos adversarios le reconocen. Su verdadero mensaje, en consecuencia, es que, lejos de odiar a quienes no piensan como él, aspira a seducirlos. ¿Se quiere un estilo más opuesto al estilo de Kirchner? Es como si el gobernador quisiera advertirnos que, bajo la cubierta de una absoluta lealtad al ex presidente, esconde cada día más un espíritu disidente.
Esta contradicción entre el Scioli aparente y el Scioli real resulta cada día más clara. Lo es por lo pronto para los intendentes del Gran Buenos Aires, que aunque con un sigilo cada día menos cuidadoso han empezado a rodear a Scioli, que aventaja ampliamente en las encuestas a Kirchner, porque ya no quieren cargar, como lo hicieron en las fatídicas elecciones de 2009, con la pesada mochila de su impopularidad. Pero lo es también para el propio Kirchner, que hace unos días sometió a Scioli a una nueva humillación al reclamarle públicamente que aclare los dichos según los cuales alguien "le ata las manos" en torno del espinoso tema de la inseguridad, quizá porque ya ha empezado a verlo, más que como un fiel adherente, como un peligroso rival.
Contra esto se podría observarse que, piense lo que piense Scioli, la dependencia fiscal de su provincia respecto de la "caja" nacional aún le prohíbe todo gesto formal de independencia porque, si lo tuviera, sobre el recaería una crisis financiera fulminante. Esta objeción sigue siendo verdadera pero ya no tanto como antes, desde el momento en que las finanzas bonaerenses, gracias a un cuidadoso manejo, son menos dependientes que otrora del tesoro nacional.
 
Lo que vendrá
No sólo Scioli y el propio Kirchner parecen entrever un cambio radical de situación. Al declarar que, si decidiera saltar el cerco del kirchnerismo, Scioli sería bien recibido en el seno del peronismo federal, ¿no ha querido otear el propio Duhalde un futuro diferente? ¿Ha habido contactos reservados entre él y Scioli? Para Duhalde, ya convertido en un rival impiadoso de su antiguo ahijado, todo aquello que concurra a derrotarlo de aquí a un año será bienvenido. ¿Debería incluir entonces Kirchner entre sus preocupaciones no sólo el renovado desafío de Francisco de Narváez, que ya lo venció en 2009, y la disidencia cada vez menos disimulada de los intendentes del Gran Buenos Aires, sino también el desafío potencial del gobernador de Buenos Aires?
Si el ex presidente conserva aún el arma nada secreta de las finanzas bonaerenses para reducir al gobernador y a los intendentes a la unidad, Scioli tiene a su disposición otra arma potencialmente devastadora: desdoblar las elecciones del año que viene entre un comicio "nacional" y otro "provincial", como ya otros gobernadores planean hacerlo. Pero Scioli tendría que emplear esta arma devastadora lo más tarde posible para evitar que Kirchner pudiera fulminarlo a tiempo con la desfinanciación provincial.
¿Le valdría a Kirchner emplear otra arma complementaria como el despliegue de nuevas candidaturas no "sciolistas" en Buenos Aires mediante la apelación a la candidatura del inseguro Hugo Moyano como su "aliado final"? Esta suposición se debilita no bien pensamos en la aguda impopularidad que pesa sobre el secretario general de la CGT entre las clases medias, esas mismas a las que la Presidenta, que al revés de Reutemann y de Scioli no se caracteriza por la discreción de su lenguaje, acaba de descalificar en nombre de los "morochos", el nuevo nombre de los antiguos "cabecitas negras", como si esta arcaica denominación, similar a la que empleó en 2008 para descalificar a la vieja "oligarquía vacuna" que ya no existe, todavía sirviera, agraviando de paso a los vastos sectores populares que le retiraron su apoyo en 2009. Pese a sus indudables problemas actuales, ¿es todavía la Argentina la misma que hace sesenta años? Y son Narváez y Scioli además, los "dueños electorales" de la gran provincia, esos enemigos irreconciliables que imagina el ex presidente? ¿O la Argentina de hoy ya no es simplemente esa que aún suponen los setentistas, como ya lo demostró acabadamente el 28 de junio de 2009? Este categórico pronunciamiento, ¿no apunta acaso a otra Argentina más democrática, más republicana, que aquella en la que todavía sueñan los esposos Kirchner?
 
El vértigo de la crisis institucional
Joaquín Morales Solá .Domingo 19 de setiembre de 2010
El último combate del kirchnerismo, esta vez contra la Corte Suprema de Justicia, elevó aún más la temperatura de una ya insoportable crisis institucional. Ese conflicto no está solo. El Congreso padece una parálisis por la obstrucción del Senado. La guerra del oficialismo contra los medios periodísticos independientes se ha convertido en una analogía casi exacta de la batalla contra el campo de 2008. Todo vale. Congreso, Justicia y prensa son los pilares esenciales del sistema político de los argentinos. Cristina Kirchner es una presidenta democrática por elección, pero está cada vez más expuesta a la necesidad de demostrar si finalmente lo es en el ejercicio del poder.
Dos resoluciones de la Corte están siendo ninguneadas por el Gobierno. Una se refiere al antiquísimo caso del ex procurador de Santa Cruz, Eduardo Sosa. La otra es la reciente autorización que dio el tribunal para extraditar al ex guerrillero chileno Galvarino Apablaza, acusado en su país de un crimen y un secuestro. Durante cuatro años, la Cancillería ni siquiera le respondió a la Corte si Apablaza tenía estatus de refugiado político.
Cansado de esperar en vano, el tribunal decidió actuar sin la asistencia del Gobierno. Ahora, la Cancillería podría otorgarle ese estatus al ex guerrillero o también podría no hacer nada. La ley le otorga a la Cancillería la última palabra en materia de extradiciones. El problema es que cualquier cosa que haga ahora en beneficio de Apablaza será en contra de la opinión de los jueces supremos del país. El caso, además, ha tensado otra vez, inútilmente, la relación estratégica con Chile.
En el caso de Santa Cruz, hay una resolución de la Corte que el kirchnerismo no cumple desde hace 12 años. El quinto fallo del máximo tribunal sobre el ex procurador Sosa, cesanteado inconstitucionalmente por Néstor Kirchner en 1995, no es ahora un conflicto entre el Poder Judicial y el gobernador santacruceño, Daniel Peralta. Digan lo que digan, es una colisión directa entre la Corte y Poder Ejecutivo Nacional. Desde la casona de Olivos surgió una orden hacia Peralta, de acatamiento perentorio: no debe cumplir con la resolución de los máximos jueces. ¿En qué país se convertiría la Argentina si el cumplimiento de las decisiones de la Corte Suprema quedara sometido al antojo de los afectados?
En rigor, ése es el punto nodal de la decisión del tribunal. Ni siquiera opinó en sus últimas decisiones si la destitución de Sosa fue buena o mala. Simplemente, hay una decisión de la anterior Corte Suprema que no se cumplió nunca. El precedente, de mantenerse en el tiempo, sería desdichado para el principio republicano de la división de poderes. El precedente de una Corte en condiciones de ponerles límites infranqueables a los caprichos del matrimonio gobernante es, por su parte, lo que éste no puede admitir. LA NACION se encamina, así, a una crisis institucional permanente hasta las elecciones presidenciales del año próximo.
En octubre del año pasado, la Corte le ordenó al gobierno de Santa Cruz que repusiera a Sosa en el cargo equivalente al que ocupaba cuando fue despedido. El cargo que tenía Sosa en 1995 ya no existe, después de la reforma de la Constitución provincial en la que Kirchner introdujo la reelección indefinida del gobernador. La primera orden de la Corte, que el entonces gobernador Kirchner no cumplió, es de 1998. Hubo tres resoluciones más del tribunal. No le hizo caso a ninguna.
En ese largo camino, hubo varias mediaciones de jueces del máximo tribunal para intentar una solución pacífica del conflicto. Una de ellas fue ofrecerle a Sosa una importante indemnización, pero el ex procurador no la aceptó. Sosa es un hombre tan duro como Kirchner; sospecha que el ex presidente lo relevó como fiscal porque él hurgaría en las decisiones del gobernador. No se equivocó: Kirchner detesta a los fiscales entrometidos.
Después de la decisión de octubre del año pasado, cuando la Corte directamente ordenó su reposición, el gobernador Peralta envió un proyecto a la Legislatura de Santa Cruz, en el que desdoblaba las funciones de procurador, presuntamente para devolverle una fiscalía a Sosa. Sorpresa. La unicameral Legislatura provincial se sublevó contra el kirchnerismo, por primera vez desde que el kirchnerismo existe, y nunca trató ese proyecto. En mi provincia se respeta la división de poderes , informó Peralta a los jueces supremos. Nos están tomando el pelo , estalló uno de esos jueces.
¿Qué hacer, entonces? El juez Carlos Fayt propuso que la Corte denunciara penalmente al gobierno santacruceño. El juez Eugenio Zaffaroni, mucho más sensible a las necesidades políticas del kirchnerismo, opinó que el caso debía terminar (y, tal vez, morir) en el Poder Legislativo. En la reunión siguiente de la Corte, el juez Juan Carlos Maqueda sacó de su bolsillo lo que había escrito: la Corte podía reclamar varias medidas para hacer cumplir sus decisiones, entre ellas una intervención federal ordenada por el Poder Legislativo.
Zaffaroni se mostró en desacuerdo con el tono del alegato, pero el presidente del cuerpo, Ricardo Lorenzetti, que tiene más cintura política de la habitual en un juez, le entregó a Zaffaroni el borrador de Maqueda para que lo corrigiera en la misma reunión. Los jueces supremos pueden discrepar, pero nunca pierden las buenas formas. Zaffaroni, delante de Maqueda y del resto de los jueces, se limitó a corregir algunas palabras sueltas. La decisión estaba tomada. La resolución fue una síntesis de las propuestas de Fayt y de Maqueda: denuncia penal y traslado del caso al Congreso.
El kirchnerismo se escudó en el acto en la supuesta incompetencia de la Corte Suprema, porque estaría resolviendo un asunto de derecho público provincial. El viejo cargo de Sosa había pasado por reformas constitucionales y por leyes provinciales posteriores a su cesantía. La Corte Suprema entendió otra cosa: se trata de un derecho individual adquirido (el cargo de Sosa era inamovible), que está protegido por la Constitución Nacional. Y el intérprete último de la Constitución Nacional es, precisamente, la Corte Suprema.
El caso llegó al Congreso y la oposición no tiene aún una posición unánime. Existen dos proyectos. Uno, de Margarita Stolbizer, que propone la intervención lisa y llana de Santa Cruz. El otro es del radicalismo y propicia una intervención acotada, sin desplazamiento de ninguna autoridad local, al solo efecto de reponer a Sosa en sus funciones. La intervención finalizaría con esa sola misión. Según jueces de la Corte, el proyecto del radicalismo es el que mejor expresa el espíritu de la resolución del máximo tribunal.
Sin embargo, el peronismo disidente y Pro hicieron saber que tienen reparos constitucionales sobre el proyecto radical. Elisa Carrió prefirió evitar un agravamiento de la crisis institucional para no hacerles el juego a los Kirchner. Están creando una crisis innecesaria mientras el conurbano se desangra , tronó. Carrió preferiría que el Congreso le traslade el entuerto a los órganos constitucionales de Santa Cruz. El Senado es otro cantar: La construcción de cada mayoría es un parto demasiado largo , aceptó un senador opositor. ¿Cómo se cumplirá la orden de la Corte? Silencio. Las respuestas no están.
En ese contexto, el martes próximo, el abogado mendocino Daniel Eduardo Ostropolsky podría ganar las elecciones de los abogados del interior para el Consejo de la Magistratura. Es el candidato más claramente antikirchnerista. El eventual triunfo de Ostropolsky significaría el adiós del kirchnerismo al control del crucial Consejo que controla nombramientos, ascensos y castigos de los jueces. La respuesta oficial tendrá la dureza de la adversidad kirchnerista.
Por eso, el boceto de cualquier futuro trasluce que no cesará la crisis institucional en la que chapotea un país desbordado, sin medidas.

La necesidad de borrar instantes desagradables
Joaquín Morales Solá
LA NACION .Miércoles 15 de setiembre de 2010
Menos de 72 horas después de que los médicos tuvieran que meter mano en su corazón obstruido, Néstor Kirchner se trasladó hasta el Luna Park para escuchar a una Cristina conocida y clásica. Fue la misma Presidenta que se escucha a diario y a la que su esposo debe oír también, seguramente, en la cocina de Olivos. La noticia más relevante de ese acto de jóvenes kirchneristas, multitudinario por cierto, fue la desesperación de la jerarquía gobernante para borrar de la historia los instantes desagradables de la noche del último sábado, cuando Kirchner debió acudir presuroso en busca del auxilio de los médicos.
Sólo una voluntad irrefrenable o una necesidad política imperiosa podrían justificar que haya estado ahí un hombre que requirió hace pocas horas una intervención quirúrgica en una arteria del corazón. Pero ése fue un ardid mediático que se puso en marcha no bien el ex presidente salió del quirófano. Abandono precipitado del sanatorio contra la orden de los profesionales que lo habían atendido; declaraciones a la prensa de Kirchner como si dejara una reunión política y no un centro médico, y la manifiesta voluntad de su esposa de que él les hablara también a los periodistas.
Si pudiera existir un Indec de los medios periodísticos, la noticia del sábado no habría ocurrido. El problema de la pareja presidencial no son los medios ni los periodistas, sino la política que lee, ve o escucha al periodismo. Como todo gobierno personalista, hay una marcada obsesión por la imagen del líder fuerte que debe percibir la política; la ruleta de los detalles, en la que también consiste la vida, es incompatible con esa premisa. Kirchner dio muestras de que no está dispuesto a respetar las recomendaciones de los médicos ni los naturales límites que establece el cuerpo de cualquier mortal. Por eso, tal vez, el discurso presidencial tuvo una sola línea argumental que iba y venía recurrentemente: la demonización del periodismo (del no oficialista, se supone) y un marcado dejo de resentimiento hacia lo que la Presidenta llamó la época de mayor libertad de prensa. La libertad de prensa existe como un mandato constitucional y no como una concesión de los que gobiernan accidentalmente. Existe ahora también a pesar del gobierno kirchnerista y no gracias a él.
El problema actual consiste, por el contrario, en las serias amenazas a la que está sometido el periodismo independiente, sobre todo después de la derrota electoral del oficialismo en las elecciones del año pasado. ¿El argumento? Lo dio anoche la propia Presidenta: hay una "democracia tutelada" en la Argentina por los medios periodísticos. El propósito de los Kirchner es cambiar ese tutelaje para que sea el poder político el que se haga cargo de una prensa tutelada por los gobernantes. La prensa ya no sería prensa y la libertad no existiría.
Cristina Kirchner, que es mejor y más elegante oradora que su esposo -por qué negarlo-, volvió ayer a presionar a la Corte, pero no la nombró. Néstor Kirchner la nombró, la apretó y la zamarreó cada vez que en los últimos días se subió a un atril. La Corte está en las vísperas de dictar una resolución sobre la ley de medios, que rechazaría un recurso del Poder Ejecutivo. La mayoría de jueces supremos en contra de la petición oficial es abrumadora, pero los Kirchner no retroceden en el intento de cambiar esa relación de fuerzas perdidosa.
 
Contradicciones
La Presidenta parece impotente en su permanente lucha contra la contradicción. Pidió unión nacional al mismo tiempo que espoleó a la multitud para que silbara y denostara a la oposición. Declamó la virtud de la libertad mientras se quejó de los excesos de la libertad. Se ocupó repetidamente de los diarios y de la televisión, pero después los despreció por efímeros o por intrascendentes en la escritura de la historia. También a los empresarios los sometió a sucesivos baños de agua fría y caliente.
Sin embargo, lo más grave de todo es la disociación que Cristina Kirchner suele hacer entre su papel de presidenta y el de militante. Ayer, les pidió a los televidentes que apagaran el televisor si querían escuchar a la Presidenta; hablaría sólo la militante. Pero ¿puede un jefe de Estado dejar de serlo por un instante cuando está en el centro del escenario público? ¿Puede un presidente decir que lo que dijo corresponde a otra persona innominada, que no es quien lleva la administración del país y lo representa? Ningún manual institucional avalaría semejante división en la máxima instancia constitucional.
Voceros kirchneristas hicieron trascender en los últimos días el proyecto oficial de reconquistar a la clase media mediante créditos, subsidios y gestos moderados. Si eso fue cierto, Cristina Kirchner tiró anoche el plan por la ventana. "Volátil", retó a la clase media, porque, dijo, rechaza a los trabajadores. Estaba hablando de Hugo Moyano, ciertamente resistido por la clase media. Pero el problema está en la personalidad y la ambición de Moyano y no en los trabajadores. ¿Dónde leyó Cristina que en la Argentina hay una colisión de clases sociales? Precisamente la unión de los sectores sociales y religiosos es una de las mejores conquistas argentinas. ¿Es o ha sido? La duda surge después de escuchar esas innecesarias alarmas presidenciales. La emoción de la Presidenta pareció auténtica cuando habló de la educación pública, pero no dijo nada de ningún proyecto oficial para resolver el más grave problema educativo que existe. A fin de año, vencerá la vigencia de la actual ley de financiamiento educativo. ¿Cómo se financiará la educación en adelante? ¿Cuánto aportará la Nación y cuánto las provincias? Nada. Emotivo silencio sobre los problemas concretos.
Era una reunión de jóvenes y la Presidenta los llevó de turismo por el pasado. Habló de los años 50, de los 70 y de los 90 con su particular -y parcial- visión de esas épocas. No dijo nada que pudiera atraer a quienes tienen edad como para soñar con una vida y con un futuro que los aguardan. En ese vasto océano de lo que ya ha ocurrido, resaltaba la figura de Néstor Kirchner, serio, a veces incómodo, por momentos abstraído de un espacio alborotado y de un torrente de las palabras

¿Quién manda: los estudiantes, Moyano o el que sea? 
Mariano Grondona LA NACION.Domingo 12 de setiembre de
Casi al mismo tiempo, los estudiantes secundarios chilenos y los estudiantes secundarios argentinos tomaron escuelas y se movilizaron por las calles para protestar. Mientras los manifestantes chilenos eran detenidos por los carabineros por haber violado las normas que obligan a pedir permiso antes de ocupar las calles, los manifestantes argentinos, después de haber sido apoyados por la Presidenta porque marchaban contra el gobierno de la ciudad, prendieron la mecha de una protesta que se extendió a los estudiantes universitarios y terminó por dirigirse contra la Universidad Nacional y contra la propia Presidenta. En tanto que el gobierno chileno intentaba canalizar las protestas callejeras, el gobierno argentino, después de haber pretendido aprovecharlas políticamente a costa de Mauricio Macri, se encontró con que ellas invadían su propio espacio, repitiendo la clásica historia del aprendiz de brujo.
Este agudo contraste entre el comportamiento de ambos gobiernos no respondió sólo a razones tácticas o circunstanciales, sino que, yendo más allá, reflejó una discrepancia esencialmente ideológica entre ellos. Al igual que la generalidad de los gobiernos democráticos, las autoridades chilenas no encuentran objetable ponerle un límite a los manifestantes callejeros porque creen que por encima de sus reclamos en ocasiones comprensibles está la obligación del Estado de preservar el orden público, sin violar por eso sus derechos humanos. De hecho, los 72 estudiantes a quienes detuvieron en Chile recuperaron su libertad seis horas después, una vez que habían sido sumariados.
En el gobierno de los Kirchner prevalece, al contrario, una confusión que viene de los años setenta, en función de la cual se condena tanto la feroz represión de aquellos años cuanto la custodia razonable del espacio público, como si ambas conductas fueran igualmente reprobables. Esto ha dado lugar a que, entre nosotros, cualquier limitación a las manifestaciones callejeras y a las ocupaciones de edificios sea considerada represiva y, por ello, inaceptable. Ello no obsta, sin embargo, para que, cuando las manifestaciones tienen un aire opositor, como es el caso del piquetero Raúl Castells, sean judicialmente reprimidas en tanto que otras alteraciones del orden público, si están a cargo de agitadores oficialistas como Hugo Moyano y Luis D?Elía, reciben un guiño del Gobierno. Pero la confusión de los conceptos ha llegado al extremo de que, para no contradecir abiertamente su proclamado respeto por los derechos humanos, el Gobierno de los Kirchner ha cedido el control de las calles a cualquier grupo, por pequeño que sea, que a cambio de una expectativa de impunidad decida cortar calles o rutas con absoluto desprecio del derecho constitucional del resto de los ciudadanos a circular libremente.
 
El principio de autoridad
Leonardo da Vinci dijo alguna vez que "la teoría es el capitán y la práctica son los soldados". La condena universal de "toda" represión, como si no hubiera que distinguir entre la represión legal de la delincuencia y la coacción ilegítima que vulnera la libertad de los ciudadanos, es la "mochila" ideológica que aún sobrellevamos. La única manera de superar este desprecio de la soberanía de la ley que en cualquier sociedad democrática debe regir sobre las conductas ilegales que la ignoran, es volver a las fuentes del Estado y del Derecho, tal como ellas fueron concebidas desde los orígenes de la civilización occidental.
Los romanos distinguían en este sentido entre tres conceptos ligados al poder: la potestas o "potestad", el imperium o "mando" y la auctoritas, que bien podríamos traducir como "autoridad moral". La "potestad" era la facultad que poseían los funcionarios habilitados para hacer cumplir la ley dentro del área de su competencia. El "imperio" era el mando militar según el origen etimológico de la palabra imperator, que quería decir "general". Esto valió en tiempos de la República Romana, pero no ya en tiempos del Imperio Romano, que puso al frente a sus propios generales, desnaturalizando de este modo el orden republicano. Finalmente, sólo poseían "autoridad moral" aquellos contados ciudadanos que, fuera cual fuere su posición legal, eran universalmente respetados por sus sobresalientes virtudes de prudencia, de sabiduría.
Todo poder político, todo Estado, para ser obedecido espontáneamente debe reunir estas tres cualidades. Si no tiene "imperio", finalmente es despreciado dentro y fuera de sus fronteras. Si carece de la necesaria "potestad", sus órdenes son tenidas por ilegítimas. Pero algún residuo de "autoridad moral" debe subsistir además en torno de cualquier gobierno porque, si los ciudadanos creen con fundamento que sus gobernantes son corruptos, que atienden por sobre todas las cosas a su bien particular, es difícil que no se sientan tentados a eludir también ellos a la ley, que debería regir tanto a los gobernantes como a los gobernados.
 
Nuestra historia
Durante la larga etapa de la inestabilidad institucional que se extendió entre nosotros de 1930 a 1983, nos fuimos acostumbrando a la reducción de los tres principios romanos a uno solo: el "imperio" militar. Esta profunda alteración de nuestras costumbres políticas llegó a un exceso intolerable durante los años setenta, los años del terrorismo fuera y dentro del Estado. Fue en esa desventurada década que cundió el llamado "terrorismo de Estado", cuya repulsa previno a los argentinos contra todo exceso represivo a un grado tal que la palabra "represión" llegó abarcar "toda" represión, legal o ilegal, cual si fueran sinónimos. Y así se llegó a la confusión actual, en la que el ejercicio de cualquier coacción, aunque sea enteramente legal, es repudiada. Por debajo de esta reacción en el fondo comprensible, ha venido creciendo entre nosotros ese mal inverso a la tiranía que es la anarquía. Ella se manifiesta ahora crudamente, dando lugar entre otras cosas a nuevos males como son la insolencia creciente de los delincuentes y la impunidad de aquellas conductas que han permitido que se refugien bajo ella los funcionarios deshonestos. A quien quiera ponerles un freno a estos abusos, los aún afectados por la negra memoria de los años setenta los llaman "fascistas". Pero esos otros gobiernos que quieren ponerle un freno al desorden en las calles, como el chileno, ¿son por ello fascistas, antidemocráticos? ¿O se cree, acaso, que la democracia no exige ella misma un orden público sustentable, sin que deba caer en excesos que sus ciudadanos serían los primeros en reprobar?
José Ortega y Gasset advirtió, en La rebelión de las masas, que "como ande oscura la cuestión del mando, todo lo demás marchará impura y torpemente". Los argentinos de hoy, ¿tenemos en claro la cuestión del mando? Del lado de los gobernados, ¿respetamos escrupulosamente la supremacía de la ley? Nuestros gobernantes, por su parte, ¿adhieren sinceramente a la doctrina de los derechos humanos o la utilizan en dirección de sus propias metas políticas, como acaba de ocurrir en la reciente instrumentación del concepto de los delitos de lesa humanidad al servicio del objetivo, ciertamente no democrático, de acaparar el poder sin límites y sin plazos? "A río revuelto -dice el refrán-, ganancia de pescadores." Sería interesante confeccionar la lista de todos aquellos que, ya estén fuera del Gobierno o dentro de él, han lanzado sus líneas a las aguas del desconcierto para aprovechar la confusión ideológica que aún perturba a los argentinos.
 
¿Un nuevo espíritu destituyente?
Joaquín Morales Solá.Domingo 12 de setiembre de 2010
SI predominara en el universo la lógica del kirchnerismo, Daniel Scioli y Mauricio Macri podrían sentirse víctimas de una acción destituyente por parte del gobierno nacional. Scioli fue públicamente desautorizado por el jefe del partido gobernante, Néstor Kirchner, delante de funcionarios que deberían respetar la autoridad del gobernador bonaerense. Fue casi una incitación a la sublevación. La pareja presidencial alentó, también en público, la insurrección estudiantil que se propone, según sus dirigentes, la destitución de Macri.
¿Hay, en verdad, ánimo destituyente en los Kirchner hacia esos eventuales competidores? ¿O se trata sólo del viejo estilo irreductible del matrimonio? Quizá todo sea, simplemente, consecuencia de la adversidad. Desde hace tres meses se frenó en seco la anterior tendencia creciente de la imagen positiva de los Kirchner, según una prestigiosa empresa de encuestas. Cristina Kirchner no se mueve del 36 por ciento de imagen positiva; su esposo apenas roza los 32 puntos. La imagen negativa de ambos creció, en cambio, tras la última embestida oficialista lanzada contra la prensa independiente. Un dato curioso consiste en que encuestadores más cercanos al Gobierno coinciden con esas mediciones.
¿El 36 por ciento de la Presidenta es poco o es mucho? El periodismo acaba de hacerse eco de lo que se consideró un desastroso derrumbe de Hugo Chávez en las encuestas. ¿Cuánto tiene Chávez de aceptación social en esas mediciones? El 36 por ciento. Es, a todas luces, una cifra magra, sobre todo si significara, como parece suceder en el caso de los Kirchner, un techo muy difícil de perforar. Kirchner sabe que está agotado, cuentan sus escasos confidentes.
El caso Scioli provocó en el acto una coalición de la corporación política peronista en solidaridad con el gobernador. Más que generosidad, prevaleció el natural instinto de supervivencia. Si le hace eso a Scioli, el más disciplinado y leal de todos, ¿qué nos espera a nosotros?, se alarmó un caudillo bonaerense.
Los intendentes del conurbano destilan bronca y críticas a Kirchner. Hugo Curto, el perpetuo caudillo de Tres de Febrero, presente en la reprimenda, ni siquiera aplaudió a Kirchner. El vapuleo a Scioli sucedió por un tema que tiene afligidos a todos los intendentes: la inseguridad. Pero son ellos los que les ven la cara a la muerte y a las familias de los muertos. Ninguno de nosotros, ni siquiera Scioli, necesita lecciones desde los jardines de Olivos, deslizó un intendente, con más furia que ironía.
Por esas mismas horas, ocho intendentes peronistas bonaerenses (La Plata, Tigre, Escobar, Olavarría, San Miguel, Malvinas Argentinas, Villegas y Hurlingham) se reunieron para dejar de lado el disimulo. Quieren refundar el peronismo y se comprometieron a no cruzar un límite electoral. Ese límite es Kirchner, al que resolvieron no apoyar. Algunos de ellos mencionaron a Macri y a Scioli, con el que se llevan muy bien, como eventuales candidatos presidenciales. No tomaron ninguna decisión todavía sobre eso. El grupo de los ocho tiene la importancia de haber dado el primer paso y de ser, al fin y al cabo, el primer núcleo de intendentes en abrir la puerta que permitiría la fuga del kirchnerismo por parte de otros barones peronistas del conurbano.
No hay peronistas ni intendentes ni encuestadores que no consideren a Carlos Reutemann como el gran tapado en la actual carrera presidencial. Todavía no están todos los jugadores en la cancha, aseguró hasta un hombre que suele frecuentar a Kirchner; ese jugador ausente es Reutemann. El senador es considerado como el único político que podría desequilibrar el aburrido empate actual entre tres tercios irredimibles: el kirchnerismo, el no peronismo y el peronismo disidente. Dicen que es, también, el único que podría convocar a una amplia alianza, que incluiría hasta a Elisa Carrió, en una especie de cohabitación entre los que quieren cambiar la política del kirchnerismo. Reutemann sigue diciendo que no. El "no" es su estrategia.
Eduardo Duhalde sueña con una interna con Reutemann o con Macri, pero no para ganarles, sino para potenciarlos. El que gane esa interna será presidente, dice Duhalde. Macri no ha sentido en las encuestas, fuertemente al menos, los escándalos por las escuchas telefónicas ni por la toma de los colegios de la Capital. Otro derrumbe con dos muertos lo acaba de sorprender en Europa. ¿Qué dirá la gente común?
Un sector importante de la sociedad parece entrever a Macri como víctima del kirchnerismo; es la misma ventaja que lleva Scioli, aunque éste ya no está lejos de la frontera que lo separaría de la estéril mansedumbre. Scioli tiene una sola opción: o toma distancia de los Kirchner o podría perder el respeto social. El gobernador lo sabe.
Los dos Kirchner alentaron públicamente a los estudiantes secundarios de la Capital. Bienvenidos al Mayo francés del 68. El problema es que ni el kirchnerismo ni el peronismo gobiernan a los estudiantes, y que la llamarada de la sublevación podría provocar un incendio nacional. ¿Las escuelas de la Capital están en mal estado? Es cierto, pero peor están los colegios de La Matanza. En Esteban Echeverría, los alumnos deben sentarse en el piso para tomar apuntes.
En el interior del país las cosas están más graves aún. Muchos gobernadores aspiran a destinarle más recursos a la educación, pero la coparticipación federal está en el mínimo porcentaje histórico. Los Kirchner se reservan para ellos lo que se llama "transferencias discrecionales" de recursos a las provincias. Dependen de la política, no de las necesidades.
Después de aquel aliento presidencial, cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires fueron tomadas por los estudiantes. Más de 20 colegios de la Capital cayeron presa de la misma estudiantina. Un delegado del colegio Carlos Pellegrini reivindicó las "jornadas históricas" de 2001, cuando se "destituyó a un presidente de la Nación". Dijo que se proponían hacer lo mismo con Macri. Otro dirigente estudiantil traspoló hasta aquí la mística y la épica del Cordobazo de 1969. Los episodios de Córdoba sucedieron bajo una dictadura (la de Onganía) y fueron un plan político del gremialismo. ¿Quiénes les contaron a esos jóvenes, casi adolescentes, una historia tan manipulada? ¿A ese espíritu destituyente se sumaron los Kirchner?
Kirchner y Hugo Moyano anunciaron que implantarán un sistema de distribución de las ganancias empresarias entre los trabajadores para llegar al reparto de 1974. Bienvenidos a otro mundo que ya se fue. El viejo Estado de Bienestar de Europa cayó abatido en los últimos años por el factor China, país imperturbable en su decisión de conservar las peores condiciones laborales para exportar competitivamente. Ese fenómeno es ciertamente injusto y lamentable, pero el mundo es como es y no como lo imaginan Kirchner y Moyano. La Argentina, que necesita de la inversión privada interna y externa, sigue ciega, encerrada en sí misma.
A Moyano le sucede lo mismo que a Kirchner: su final podría estar muy cerca. Una amplia mayoría del comité confederal de la CGT ya tomó la decisión de relevar al caudillo de los camioneros del cargo de jefe de la central obrera. Los números están y la decisión también está. Sólo falta la oportunidad , dijeron importantes líderes sindicales. ¿Quién decidirá la oportunidad de ese instante de destitución? Los "gordos". Están esperando que Moyano alcance su pico más alto de impopularidad , respondió aquel dirigente. Moyano hará en la semana que se inicia otra orgía de boicoteos contra las empresas de Techint, que decidió no concederle nada. La industria está en peligro, porque podría quedarse sin los insumos básicos que provee Techint.
La ambición de Moyano, las caravanas de Luis D?Elía, la revolución permanente de los estudiantes y los desplantes públicos a Scioli y a Macri. Los Kirchner huyen de la clase media y ésta huye de ellos.

 
  Moyano va por más 
Por Mariano Grondona
Especial para lanacion.com Jueves 9 de setiembre de 2010
¿Es "casualidad" o "causalidad"? El hecho de que los empresarios de la Unión Industrial hayan boicoteado hace dos semanas la reunión en la cual la Presidenta arremetió contra Papel Prensa y otros episodios aparentemente diferentes como la embestida de Hugo y Pablo Moyano contra plantas industriales, entre ellas Siderar del grupo Techint, y la reanudación de la ofensiva del tándem Moyano-Recalde en el Congreso para promover justo ahora la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas, a la cual el presidente de la UIA Héctor Méndez vinculó con la búsqueda un país "que se parezca a Cuba", ¿han de considerarse como casos aislados o forman parte al contrario de una acción coordinada del oficialismo contra la clase empresaria? ¿Son "islas" sueltas o un verdadero "archipiélago"?
Según el diputado Juan Carlos Vega, militante por los derechos humanos que acaba de acusar al Gobierno de utilizarlos desprejuiciadamente como un arma al servicio del ataque a Papel Prensa, Kirchner tiene una concepción "bélica" de la política. De acuerdo con esta hipótesis, el ex presidente no percibe a cada uno de los conflictos que él mismo genera como acontecimientos aislados sino como batallas de una única "guerra": la del poder. Desde la visión de Vega, el Gobierno ve a cada uno de estos conflictos, en apariencia distantes entre sí, como las fases de un único proceso. Así parece haberlo confirmado la propia Presidenta anteayer, cuando apoyó abiertamente la rebelión de tres grupos de estudiantes secundarios contra Mauricio Macri. Ya se llamen Moyano o Recalde, ya sean los estudiantes radicalizados del Poder Obrero, la Cámpora o la agrupación chavista "Lobo Suelto", todos ellos servirían, según esta visión, como las pinzas de un despliegue "bélico" alentado por Kirchner en su búsqueda del poder total.
De acuerdo con esta interpretación, ¿habría que suponer entonces que Kirchner acaba de incluir a la Unión Industrial junto al ruralismo, la oposición en general y Macri en particular, en la creciente lista de sus enemigos? Pero en este amplio conjunto, ¿habría que suponer además que, en tanto que incluye a todos sus enemigos por igual, Kirchner iguala también a sus amigos? Esta pregunta vale particularmente para Hugo Moyano. Su poder, que no ha cesado de aumentar, ¿lo deja todavía entre los subordinados a Kirchner o lo pone, al contrario, en un pie de igualdad con su presunto jefe?
Lo mismo que otros dirigentes tenidos por incondicionales de Kirchner como los gobernadores del Noroeste y de Buenos Aires y algunos intendentes del Gran Buenos Aires, ¿no esconden quizás Moyano y los demás en sus alforjas la daga de la traición, un arma que sacarían a relucir sólo cuando el kirchnerismo se empezara a debilitar? ¿Qué le quita en todo caso el sueño al ex presidente? ¿Una oposición aún dispersa o la sospechosa disciplina de sus principales seguidores?

Un nuevo conflicto de poderes, en puerta
Joaquín Morales Solá
LA NACION 5 de setiembre de 2010
Amado Boudou fue esta vez el emisario brutal del kirchnerismo para maltratar a los jueces; en febrero pasado, esa tarea la había asumido, personalmente, Cristina Kirchner. No es bueno que el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, deba salir a replicar los desvaríos de funcionarios arrogantes y provocadores. No le quedó, sin embargo, otra alternativa. Lorenzetti cumplió con elegancia su asidua misión en este mundo: decirle al Gobierno que hay cosas que no puede hacer. La tensión entre los Kirchner y la Justicia es ya una fractura expuesta.
La furia oficial se entiende mejor cuando se entreabren las puertas del probable futuro. El Gobierno sabe que en la Corte se cocinan malas novedades para las obsesiones de los Kirchner. Ya existen seis votos, de los siete que hay en total, para resolver que el máximo tribunal no levantará una medida cautelar que protegió los intereses de Clarín . Un juez de primera instancia dispuso en su momento una medida de no innovar en la aplicación del artículo 161 de la ley de medios audiovisuales. Una cámara confirmó esa decisión.
El gobierno apeló ante la Corte, pero ésta se aferrará a un antiguo precedente: ese cuerpo sólo debe revisar sentencias firmes y no medidas cautelares. Rechazará, por lo tanto, la apelación del Ejecutivo. La decisión se tomaría formalmente en los próximos días. El expediente volverá al juez de primera instancia para que resuelva sobre el fondo de la cuestión; mientras tanto, estará vigente la decisión de no innovar.
El artículo 161 es el que ordena la desinversión de los actuales dueños de los medios audiovisuales en el corto plazo de un año. La presentación la hizo Clarín, y pidió que se declarara inconstitucional ese artículo porque afecta los derechos adquiridos y la seguridad jurídica. La suspensión judicial de la aplicación de ese artículo es clave para la intención política de los gobernantes. Los plazos son demasiado ajustados y, con el ritmo actual, se extenderán más allá del período de gobierno que aún les queda a los Kirchner. ¿Para qué les serviría, entonces, si otro gobierno podría cambiar esa ley?
La decisión de la Corte será avalada por los jueces Lorenzetti, Carmen Argibay, Carlos Fayt, Juan Carlos Maqueda, Elena Highton de Nolasco y Enrique Petracchi; este último fue, en verdad, uno de los primeros en decidir su voto en rechazo de la apelación del Ejecutivo. Petracchi le profesa un viejo respeto al lugar que debe ocupar la Justicia en una república. Sólo votó a favor de la petición del Gobierno el juez Eugenio Zaffaroni. En los tribunales hay quienes han escuchado a Zaffaroni expresar en reuniones de muchos su inconmovible adhesión al pensamiento oficial sobre los medios de comunicación.
El kirchnerismo respondió con un decreto reglamentario de la ley y del artículo suspendidos por la Justicia. Otras medidas cautelares se tomaron en otras instancias de la Justicia, pero aún no llegaron al máximo tribunal. En rigor, y como todos los casos resueltos por los jueces, éste también tendrá vigencia real sólo para el que promovió la demanda; es decir, Clarín , el enemigo personal para los Kirchner. Sin embargo, cierta prudencia institucional debería impedir al Gobierno legislar sobre una ley que, total o parcialmente, se encuentra suspendida en distintas instancias judiciales.
El Gobierno prefirió, en cambio, presionar sobre los límites institucionales y, encima, mandó a Boudou a destratar a la Justicia. Boudou no leyó nunca un manual de derecho, pero conoce a la perfección el breviario del oficialismo: no sólo deben acatarse las órdenes que vienen de la cima, sino que también deben imitarse las formas más intolerantes de los líderes de la administración.
La Corte es inasible para un poder que quiere sujetar todo. En medio de la enorme crisis que la administración provocó en enero pasado por el uso de las reservas y la cesantía prematura de Martín Redrado, la Presidenta intentó presionar, a veces de manera directa y prepotente, al juez Maqueda, que estaba a cargo del máximo tribunal en medio de la feria del verano. Quería que le ordenara a una jueza de primera instancia que cambiara su decisión. Dicen que Maqueda escuchó, rebatió y resistió con argumentos jurídicos.
El segundo turno de enero estuvo bajo la responsabilidad de Argibay. La crisis continuaba, pero nadie llamó al despacho de la jueza. ¿Por qué? El Gobierno sabía, según confesaron en la propia cresta del poder, que era posible que la inflexible Argibay no atendiera las llamadas telefónicas. Pero si las hubiera atendido, había sólo dos posibilidades ante una presión indebida: que la jueza cortara la comunicación en medio de la conversación o que luego convocara a los periodistas para denunciar públicamente la presión. Hay quienes suponen que las primeras e intensas presiones presidenciales sobre Maqueda intentaron eludir el posterior turno de Argibay. A principios de febrero, la Presidenta dijo que le sonaba a "censura" una invocación a la "mesura" que había hecho públicamente la Corte Suprema.
Un dato clave sucedió en los últimos días que podría haber cambiado el ecosistema de la Justicia: fue el triunfo de Alejandro Fargosi como representante de los abogados porteños en el Consejo de la Magistratura. Fargosi fue el candidato de la oposición al kirchnerismo. Otros nuevos consejeros que se elegirán (representantes de los magistrados y de los abogados del interior) también expresan ideas antikirchneristas. No hay kirchneristas disputando esos cargos. No importa ya que cambie la composición numérica del Consejo; cambiará la composición humana y política , aseguró un conocido magistrado. Los jueces han tomado nota.
La Justicia no es, con todo, un ícono del coraje; sólo sucede que los métodos y las decisiones de Guillermo Moreno no pueden pasar siquiera por el filtro de un alguacil de tribunales. Un juez y una cámara comercial derrumbaron sus decisiones sobre Papel Prensa con duras y admonitorias resoluciones.
El frívolo escándalo por Papel Prensa llevó al primer plano, otra vez, a la organización Montoneros y sus peores prácticas. Esa guerrilla peronista venía protegida por un silencio de casi 20 años y, en los últimos tiempos, por una inmerecida entronización al panteón de los héroes. Sólo el gobierno de Raúl Alfonsín impugnó duramente a las organizaciones subversivas de los años 70, incluida Montoneros. Por razones políticas, humanas o electorales, durante el gobierno de Menem se inició el período del silencio. Kirchner convirtió aquel silencio en heroísmo.
La vieja conducción de Montoneros está ahora muy crítica de los últimos estropicios kirchneristas. Hay una prueba irrefutable: Roberto Perdía, quien fue segundo en la línea de mando de Montoneros después de Firmenich, se manifestó públicamente contra Kirchner y sus empellones a la prensa. La reaparición de Montoneros se dio, además, en su peor faceta: la voracidad por el dinero fácil y la interminable codicia de sus principales dirigentes.
Un ex colaborador de los Graiver, que padeció con ellos el secuestro y la tortura de los militares, recordó que David Graiver les pagaba 130.000 dólares mensuales a los representantes montoneros Raúl Magario, Juan Gasparini y Graciela Daleo, supuestamente como intereses del dinero que la organización guerrillera le había entregado al banquero. Gasparini y Daleo sufrieron luego el cautiverio en la ESMA.
Aquel testigo contó que otros empresarios le pagaban hasta 200.000 dólares mensuales a Montoneros como un seguro de protección contra eventuales secuestros de ese mismo grupo guerrillero. Una vieja práctica de la mafia. El ex colaborador de los Graiver consideró probable que David Graiver decidiera administrar recursos financieros de la guerrilla.
Gasparini y Rodolfo Galimberti, otro conocido jefe guerrillero, aparecieron ante los Graiver, muchos años después, cuando la familia perseguida estaba cobrando la enorme indemnización que le dio Alfonsín. No había guerrilla ya, pero presionaron hasta que los Graiver debieron hacer un arreglo con el empresario Juan Born para entregarle 16 millones de dólares. Born fue secuestrado por los montoneros y liberado después de un rescate de 60 millones de dólares. Las negociaciones por la devolución de parte de ese rescate se hicieron en Brasil, cuenta aquel testigo inmejorable. Galimberti murió siendo un buen amigo de su otrora secuestrado Born.
La luz sobre esa parte oculta del pasado es, al fin y al cabo, una contribución involuntaria que está haciendo a la historia el cegador odio de los Kirchner.
 
Néstor Kirchner, ¿es un toro, un oso o un pato rengo?
Mariano Grondona  5 de setiembre de 2010
Un régimen político es tanto más estable cuanto menor sea la distancia entre las alternativas que se le presentan. Las elecciones presidenciales recientes en naciones como Uruguay y Chile no fueron dramáticas porque, ganara Mujica o Lacalle en el primero de ellos y Piñera o Frei en el segundo, ya se sabía que, coincidiendo todos los candidatos en la misma filosofía democrática, el horizonte de sus países quedaba libre de acechanzas. Lo mismo promete ocurrir el mes que viene en las elecciones presidenciales de Brasil, en las que la opción entre la favorita Dilma Rousseff, ahijada política de Lula, y José Serra, un opositor situado ligeramente a su derecha, no es perturbadora. Uruguay, Chile y Brasil son países que, por gozar de estabilidad , tranquilizan por igual a los inversores y a los ciudadanos.
¿Ocurre lo mismo entre nosotros? No se lo puede afirmar cuando se advierten los años luz que separan a nuestras propias alternativas. Si gana Kirchner en las próximas elecciones presidenciales, todo indica que la Argentina, al calor de esa victoria, podría encaminarse rápidamente hacia el modelo chavista, y si gana la oposición, sólo entonces podría plantearse entre nosotros una alternativa uruguaya, chilena o brasileña. Mientras que la distancia entre las alternativas que albergan Uruguay, Chile y Brasil es mínima, la distancia entre nuestras alternativas es máxima . La ansiedad que asalta a nuestros inversores y a nuestros ciudadanos es, por lo visto, un signo elocuente de nuestra inestabilidad.
Como lo advierte el premio Nobel Douglass North en Understanding the Process of Economic Change ("Entendiendo el proceso del cambio económico"), Princeton University Press, 2005), el anhelo capital de los hombres y de las naciones ha sido desde siempre reducir la presión de la incertidumbre. ¿Podríamos intentarlo los argentinos a estas alturas de los acontecimientos? Podríamos aliviar al menos la presión de nuestra propia incertidumbre si logramos reducirla a este interrogante central: ¿cuál es el futuro político de Néstor Kirchner?
 
La curva de la decadencia
Sobre todo en el mundo anglosajón, los analistas les han puesto un nombre a las alteraciones que atraviesan los mercados y la vida política. En el campo económico, llaman "mercados de toros" (bull markets) a esos procesos alcistas en los que, subiendo de continuo, los precios de los bonos y las acciones crean un clima "optimista", en tanto que llaman "mercados de osos" (bear markets) a esos otros procesos bajistas en los que, cayendo de continuo, los papeles generan en las bolsas un clima pesimista. Los dirigentes políticos no están exentos de estas variaciones. Son "toros" si su poder no cesa de crecer. Son "osos" en el caso contrario. Pero la política reserva, para los dirigentes que van mal, otro nombre. Los llama "patos rengos" (lame ducks) cuando a la inversa de los osos, cuyo descenso podría resultar circunstancial, su crisis ya no es pasajera sino terminal.
La expresión "pato rengo" es adecuada porque da a entender que, si ahora es rengo, alguna vez el pato no lo fue; que su renguera, por ser sobreviniente, marca la curva de su decadencia. Esto pasa especialmente cuando está por expirar un plazo constitucional. Desde el momento en que su plazo expiraba y ya no lo podía renovar, Tabaré Vázquez era un "pato rengo" antes de la elección de su sucesor, Mujica. Su "renguera", sin embargo, no fue traumática porque la aceptó de buen grado siguiendo las reglas de la democracia, que, tanto en Uruguay como en Chile y Brasil, prohíbe las reelecciones indefinidas y porque pudo transmitirle el poder a otro candidato de su mismo partido, el Frente Amplio, en cabeza de José Mujica. Esta continuidad se afianzará más aún en el caso de que Rousseff, la escogida por Lula, venza en Brasil. En cuanto a la presidenta de Chile Michelle Bachelet, si bien la sucedió un opositor, Sebastián Piñera, la adscripción de ambos al mismo credo democrático moderó decisivamente los cimbronazos del cambio.
Ninguno de estos elementos de contención gravitan entre nosotros. Si Kirchner llega a prevalecer el año entrante, profundizará su pretensión totalizadora. Si llega a perder, será reemplazado no ya por un continuador o por un rival afín a él, sino por otro sistema político opuesto al que él pretende imponer; en lugar de su despótico hiperpresidencialismo , la restauración del equilibrio constitucional.
 
Minivictorias y miniderrotas
Entre 2003 y 2008, el "mercado" de Kirchner fue un "mercado de toros" porque sus "acciones" no paraban de subir. Después de la victoria electoral inicial, volvió a ganar en la elección parlamentaria de 2005 y en la elección presidencial de 2007, cuando impuso a su esposa. Gracias al "viento de cola" internacional, que todavía subsiste, la coyuntura económica no cesó de bendecirlo. Pero estas satisfacciones sólo eran para él minivictorias porque la gran victoria del poder total a la cual aspira le quedaba, todavía, demasiado lejos. También empezaron a asomar otras minivictorias, como el control del Congreso a partir de 2005 y 2007, cierta benevolente pasividad de la opinión pública y, además, un silencio de la Corte Suprema reforzado por el dominio oficial del Consejo de la Magistratura, de donde salen los jueces, al que habría que sumarle la aparición de magistrados desvergonzadamente kirchneristas, como Norberto Oyarbide.
Hasta aquí, Kirchner no había obtenido "todo", pero había logrado "algo" en su afanosa búsqueda del poder absoluto. Entonces, a partir de 2008, empezaron las derrotas. Perdió primero contra el campo y el vicepresidente Cobos. Al año siguiente perdió categóricamente contra la oposición en las elecciones parlamentarias de 2009, a consecuencia de lo cual se quedó sin Congreso. Pero Kirchner lanzó una serie de contraofensivas. Creyendo equivocadamente que los votantes se le habían dado vuelta por la influencia de los medios, en vez de suponer, a la inversa, que los medios se habían limitado a reflejar la nueva tendencia del electorado, la emprendió contra el periodismo independiente mediante dos acciones convergentes: el proyecto de la ley de medios para controlar a las radios y los canales de televisión y el ataque a Papel Prensa, para asfixiar a la prensa escrita. Pero ambas contraofensivas están detenidas en la Justicia. Es más: las recientes declaraciones del presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, permiten preguntarse ahora si la presunta pasividad judicial con la cual Kirchner contaba era algo más que una ilusión.
El flujo de la política se ha revertido. ¿Constituyen estas novedades una "gran victoria" para la oposición? Difícilmente, no sólo porque ésta no ha terminado de organizarse, sino también porque Kirchner mismo podría adherir a lo que dijo alguna vez el ex presidente Richard Nixon: "Sólo estás vencido cuando te das por vencido". Lo que tenemos entonces, después de las minivictorias de Kirchner entre 2003 y 2009, son sus miniderrotas entre 2009 y 2010, mientras la incertidumbre sobre el futuro del poder nos sigue acechando. El ex presidente no es todavía un "pato rengo" aunque, después de haber disfrutado de un "mercado de toros", hoy padece un "mercado de osos". Sólo el día en que se convierta en un verdadero "pato rengo" quedará definitivamente superado, pero demorará hasta el último momento en reconocer su derrota porque sólo cuando ella resulte evidente para él y para todos el impiadoso peronismo repetirá, como lo ha hecho otras veces, la cruel sentencia de los romanos: "¡Ay de los vencidos!".

 ¿Hasta dónde llegará Moyano?
Por Mariano Grondona
Especial para lanacion.com - 2 de setiembre de 2010
.Apoyándose en la transgresora militancia de sus hijos, Hugo Moyano profundiza su ofensiva. En el campo sindical sigue "apretando" a las empresas mediante una ola de bloqueos para ampliar el encuadramiento de un número creciente de trabajadores en su sindicato de camioneros. En el campo político ha pasado a encabezar el poderoso Partido Justicialista bonaerense en lugar de Alberto Balestrini, que continúa gravemente enfermo.
¿Hasta dónde quiere llegar Moyano? En el área sindical pretende nada menos que incluir dentro de su liderazgo a "todo lo que se mueve" en la Argentina, mucho más allá del transporte sobre ruedas. Ha ingresado además en el escenario político, donde la gobernación de Buenos Aires empieza a brillar en el horizonte de su ambición.
Pero estos logros y estas metas no habrían sido posibles sin el favor de Néstor Kirchner. La estrategia del ex presidente es procurar la destrucción de sus rivales porque para él "ganar" significa que los otros "pierdan". Este impulso universalmente agresivo admite sin embargo dos excepciones generadas, en lo internacional, por el temor al gigante norteamericano y, en lo interno, por el recelo ante el gigante sindical.
El sueño de Moyano, dicen sus íntimos, es seguir los pasos del legendario Lula, quien también trepó de lo sindical a lo político hasta alcanzar por dos veces la presidencia del Brasil. Pero hay diferencias. Mucho antes de triunfar, Lula ya se había internado en la vida política, en cuyo transcurso vio frustrarse su candidatura presidencial dos veces a manos, entre otros, de Fernando Henrique Cardoso. Por otra parte, la febril ambición de Moyano ha suscitado la abierta resistencia de sindicalistas como el pintoresco "Pata" Medina, del combativo gremio de la construcción.
Kirchner, a su vez, ¿ve a Moyano como un aliado o como un peligro? Algunos interpretan la larga detención del dirigente bancario Juan José Zanola, decidida por el juez kirchnerista Norberto Oyarbide, como un "aviso indirecto" del propio Kirchner a Moyano, cuyas cuentas sindicales no son claras, para que le ponga un límite a su ofensiva. ¿Llegará el día en el que Kirchner, finalmente, le baje el pulgar?
Esta pregunta es reversible. Si Kirchner no quiere a nadie, ¿llegará acaso la lealtad de Moyano hacia él hasta una subordinación sin límites? ¿O ambos reservan, en el fondo de sus conciencias, la perspectiva de una confrontación decisiva entre ellos? En la provincia de Buenos Aires, Kirchner parece contar hoy con dos delfines. Scioli y Moyano. Aquél, si bien no cesa en sus ditirambos a Kirchner, también deja ver, con incansable sutileza, que él no es como su jefe porque, al revés de él, no agrede a nadie. Moyano, por su parte, ¿no esconde detrás del alineamiento cotidiano con el ex presidente su propio proyecto de poder?

La obsesión por la venganza
Joaquín Morales Solá LA NACION
.Noticias de Política: anterior | siguiente Miércoles 1 de setiembre de 2010
.Desaparecieron de la pluma presidencial Lidia y Osvaldo Papaleo. El testimonio judicial y notarial de Isidoro Graiver es un hecho que no sucedió. Las intensas presiones de Montoneros a la familia Graiver son simples y supuestas "vinculaciones" con "agrupaciones subversivas" que no se nombran. Nunca un presidente democrático firmó un decreto tan vacío de contenido y, a la vez, tan cargado de prejuicios y ofuscaciones como el que Cristina Kirchner les disparó ayer a los dos diarios más importantes de la Argentina, LA NACION y Clarín .
Ese decreto, que instruyó a los funcionarios para hacerles juicios diversos a los diarios, es una simple continuidad escrita de la arenga verbal de la Presidenta de hace una semana. Si aquello mostró una devaluación de la palabra presidencial, el decreto de ahora es una prueba cabal del atropello del Estado a la prensa libre. El juicio político está terminado para los que gobiernan y los diarios deben ser, por lo tanto, condenados.
Lidia y Osvaldo Papaleo no se pueden mostrar porque fueron desautorizados por Isidoro Graiver y por María Sol Graiver, hija de la pareja formada en su momento por Lidia y David Graiver. Nadie, ni Lidia Papaleo, habló de "agrupaciones subversivas". Por el contrario, la propia viuda de Graiver señaló ante la Justicia y ante la prensa que la peor amenaza que sufrió, previa al tormento concreto de los militares, fue la de la agrupación guerrillera Montoneros, que reclamaba el pago de 17 millones de dólares que había puesto en manos del banquero David Graiver.
La omisión es comprensible: la insistencia en la mención de Montoneros convertiría a los Kirchner más parecidos a López Rega (que persiguió con métodos criminales a esa guerrilla peronista) que a líderes del peronismo de izquierda que nunca fueron. Una justicia justa debería comenzar, entonces, por investigar las duras presiones de Montoneros (que llegaron hasta amenazar de muerte a los Graiver) y no a los diarios que hicieron una compra pública de acciones, mucho antes de la prisión ilegítima de esa familia caída en desgracia. Sólo ahora los Kirchner parecen haberse dado cuenta del berenjenal en el que se metieron y, sobre todo, en el que metieron a algunos amigos muy cercanos.
La obsesión por la venganza es ciertamente cegadora. Hay en el decreto menciones de "los diarios apropiadores", que es una denominación arbitraria que le quita al Poder Ejecutivo cualquier sentido del necesario equilibrio. El desorden intelectual y moral que refleja la escritura de ese documento oficial (el más importante que puede firmar un presidente de la Nación) muestra como prueba de la supuesta "connivencia" entre el gobierno militar y los diarios un acto formal y público de inauguración de la planta de Papel Prensa, en 1978, con la asistencia de Jorge Rafael Videla.
¿Tan pocas pruebas existen sobre esa supuesta "connivencia" que el Gobierno no tuvo más argumentos que aferrarse a las imágenes color sepia de una antigua ceremonia pública, divulgada por todos los medios de la época? Hasta ahora, esas armas de descalificación eran livianamente usadas en los programas de calumnias de la televisión pública, pero nunca en un decreto firmado por la máxima autoridad del Estado. Ya sabemos, así las cosas, quiénes son los productores de esos programas más injuriosamente humorísticos que rigurosamente periodísticos.
Los prejuicios no se quedan en la historia. El decreto menciona también el rol "monopólico" de Papel Prensa en la producción de papel para diarios y, cómo no, en el control del periodismo. Pura ideología. Demasiado prejuzgamiento. La industria nacional del papel para diarios es una de las pocas que compiten sin protección con la importación, que tiene arancel cero. El papel para diarios sobra en el mundo en un tiempo en que los lectores se fugan hacia la versión de los periódicos en Internet. ¿Dónde está el monopolio? ¿Dónde, sino en los preconceptos tan rígidos como antiguos de los gobernantes argentinos?
Nuevos testigos podrían aparecer desautorizando gravemente la falsa historia que el oficialismo enhebró sobre Papel Prensa. Algunos de ellos habrían tomado contacto ya con la dirigente opositora Elisa Carrió y se manifestaron dispuestos a declarar ante los jueces. Consultada Carrió, sólo respondió que antes de su pública posición en defensa de la libertad de prensa chequeó todos los datos que existían. "He hablado con testigos presenciales de todo y sólo hubo un enorme apriete de los Montoneros a los Graiver", se limitó a responder.
El otro sendero que intenta abrir el oficialismo, en el Congreso, mediante un inexplicable proyecto de ley declarando de interés público la producción de papel, está condenado a no terminar en ninguna parte. La oposición se unió en la decisión de no tratar ese tema. "Pero el oficialismo insistirá en eso cada vez que pueda", aseguró un líder opositor. El cajoneo de ese proyecto no es malo, pero es insuficiente. La prensa tendrá siempre la amenaza latente de la intromisión oficial mientras ese proyecto tenga vida, aunque sea vegetativa, en la Cámara de Diputados. Un gobierno controlando la producción nacional de papel y la importación de ese insumo básico, al mismo tiempo, podría desembocar sí en el control del periodismo. Cuando no pueden concretar sus castigos, los Kirchner optan por sembrar el temor. La existencia por sí sola de ese proyecto es ciertamente atemorizante.
 
Reacción internacional
Las consecuencias de la última y más letal ofensiva del kirchnerismo contra el periodismo independiente han sido muy malas. Obligó a la prensa, en primer lugar, a perder energías y tiempo en responder preguntas que nunca le hicieron (porque no había razones para que se las hicieran) en un país estragado por el delito, la inflación y el descontrol del espacio público. Contar esas tragedias sociales es la obligación del periodismo, más que responder qué hacía cada cual hace casi 35 años.
En la última semana el país sufrió también la peor golpiza internacional desde la gran crisis de 2001 y 2002. Ni siquiera la crisis con el campo, en 2008, llevó a la Argentina a los niveles actuales de crítica y descrédito en los países centrales del mundo. Desde el progresista diario español El País hasta el liberal diario norteamericano The W all Street Journal han denunciado el autoritarismo de la pareja gobernante argentina y la eventual regresión del país hacia una "dictadura". ¿El motivo? La ciega agresión oficial contra LA NACION y Clarín . ¿Se equivocan? Francisco Franco también amenazaba a los diarios con la provisión de papel, que entonces España importaba. El propio Franco manipulaba el pasado de sus adversarios de acuerdo con sus intereses políticos. Hugo Chávez metió presos a dueños de medios audiovisuales, les quitó ilegalmente las concesiones y sometió recientemente a la prensa escrita a la más ramplona censura. Uno pertenecía a la más rancia derecha y el otro se hace llamar socialista.
No hay que dar tantas vueltas: las prácticas del autoritarismo tienen un molde común desde que el hombre y su historia existen.
 
La crisis del relato setentista
Mariano Grondona 29 de agosto de 2010
.Toda guerra tiene dos rostros. Uno de ellos es la guerra en sí misma, que unos ganan y otros pierden. El otro es el relato de la guerra. Habitualmente, el relato de la guerra ha quedado en manos de los vencedores. Si leemos, por ejemplo, las proezas de los griegos en las Guerras Médicas, cuando rechazaron las invasiones persas, tomamos con cierta precaución el dato de que los ejércitos de Atenas y Esparta contaban apenas con algunos miles de combatientes mientras los persas sumaban un millón porque la versión de las Guerras Médicas que llegó a nosotros es sólo el relato de los vencedores. Por eso llama la atención que, pese a que el Ejército venció a los Montoneros en la guerra civil de los años setenta, su relato haya quedado en manos de los vencidos y no de los vencedores.
El relato de la guerra de los años setenta atravesó, en verdad, dos versiones. En una primera versión, que llegó hasta 1983, el Ejército quiso imponer la interpretación según la cual había derrotado al terrorismo montonero en defensa de la civilización occidental. Pero a partir de 1983 esta versión que llamaríamos antisetentista empezó a ser reemplazada por otra versión setentista según la cual los vencedores de los setenta habían sido sin excepciones inhumanos, represores, en tanto que sus vencidos, jóvenes idealistas, eran víctimas de la sistemática violación de sus derechos humanos.
¿Cómo fue posible esta paradoja de que los vencidos hayan impuesto su relato a los vencedores, en contradicción con lo que ha sido habitual en la historia? Por una transformación interna de los Montoneros gracias a la cual, después de haber perdido la guerra cruenta que habían desatado al comenzar los años setenta, pudieron ganar la guerra incruenta que acompañó al desenvolvimiento de la democracia, y esto hasta un punto tal que hoy los militares han pasado de ser de los victimarios que fueron en los años setenta a ser las víctimas de la violación de sus propios derechos humanos, ya que de los mil militares que hoy pueblan las cárceles, más de ochocientos están presos sin proceso ni sentencia, lo cual los convierte, técnicamente, en presos políticos.
El autor intelectual de esta notable paradoja fue el pensador italiano Antonio Gramsci, quien en los años veinte, cuando el dictador Mussolini lo tenía en prisión, desarrolló la hipótesis de que el comunismo no vencería mediante la lucha de clases de origen obrero sino mediante la seducción de los intelectuales, los artistas y los periodistas, todos ellos de clase media, en el curso de una lucha ya no "física" sino "cultural". Fue con la ayuda de esta doctrina que los Montoneros y sus aliados dieron vuelta el relato de los años setenta.
 
Uso y abuso
El paso de un relato "militar" a un relato "montonero" no ocurrió, empero, de golpe. Cada cual a su manera, los presidentes Alfonsín, De la Rúa, Menem y Duhalde procuraron llevar al país a una visión intermedia, ni promontonera ni antimontonera, que abriera las puertas a la única solución de largo plazo que, siguiendo al abrazo entre Perón y Balbín en 1973, podría reconciliarnos a los argentinos con nosotros mismos. Cuando Kirchner llegó al poder en 2003, sin embargo, lo primero que hizo fue reavivar el fuego del rencor.
¿Lo hizo por convicción o por conveniencia? El hecho es que, antes de asumir el poder, Kirchner no se había distinguido por disentir ni de los militares ni de Menem. Es que su lógica era otra, porque lo que lo ha movido desde hace siete años no ha sido su pertenencia a uno o a otro de los relatos que nos habían separado, ni mucho menos a su generosa superación, sino una inspiración enteramente diferente: la búsqueda obsesiva del poder total. Dentro de esta nueva lógica, hasta causas sagradas como los derechos humanos resultaban meramente instrumentales. De Kirchner en adelante esta noble consigna ha quedado, igual que otras, al servicio de una ambición desenfrenada.
En el despliegue de su poder, Kirchner consiguió seducir hasta a militantes por los derechos humanos. Blanco de esta nueva lógica fueron, por lo pronto, las Madres de Plaza de Mayo. El Kirchner anterior a 2003, que había sido funcional en Santa Cruz tanto a los militares como a Menem, se transformó de ahí en más en activo adherente al relato montonero. Pero su intención, ¿tenía algo de auténtica? Poniendo en práctica su propia clasificación de los argentinos en enemigos o incondicionales, Kirchner logró hasta torcer la historia de las Madres, quienes después de haber sido admiradas hasta por sus detractores por su heroísmo, pasaron a convertirse en otro peón más en el tablero del poder. Hay, así, dos capítulos en la historia de las Madres, uno admirable y otro nebuloso porque algunas de ellas podrían haber recibido cuantiosas prebendas a cambio de su adhesión.
Si esta instrumentación de las banderas de las Madres en función de las necesidades del poder permitía sospechar que no todo era confesable en la intención de los Kirchner, el grosero despliegue de los infundios que lanzó la Presidenta el último martes por la cadena oficial dejó al descubierto la evidencia de que su ardiente defensa de los derechos humanos no es sino un recurso más, entre otros, para manejar a los argentinos.
 
Premisas y conclusiones
El largo discurso de Cristina Kirchner del último martes dejó perplejos a los observadores por el contraste entre sus premisas y sus conclusiones. En las premisas, dedicadas a exponer su propio relato sobre la compra de Papel Prensa, la Presidenta acusó a los directivos de LA NACIONy Clarín de haber adquirido la fábrica de papel aprovechando la prisión y tortura de los miembros de la familia Graiver, en complicidad con los militares. Pero a esta horrorosa acusación no siguió, como muchos temían, la expropiación de Papel Prensa o la prisión de sus directivos sino el tímido anuncio de que el Poder Ejecutivo derivaría el tema al Congreso, donde está en minoría, y a la Justicia, donde ni Oyarbide se animaría a darle curso.
Fue como si alguien, después de haber acusado a otro de asesinar a su hijo, sólo decidiera enviarle un telegrama colacionado. ¿Cómo explicar esta contradicción entre los durísimos fundamentos del discurso presidencial y su ambiguo desenlace? Algunos hablan de la acción diplomática de los Estados Unidos, alarmados por el avance de los Kirchner contra la prensa libre.
Otros mencionan el disenso que se habría desatado en el seno mismo del poder entre los "halcones" y las "palomas". Lo más probable es que el contraste entre el relato de Cristina Kirchner sobre Papel Prensa y la verdad de lo que ocurrió, minuciosamente revelada por Isidoro Graiver, haya resultado de tal monta que dejó al descubierto el infundio del Gobierno. Antes de que la Presidenta hablara, la calumnia ya había sido descubierta.
¿Qué podría hacer entonces Cristina? Quizá lo mejor habría sido no pronunciar su anunciado discurso. Al insistir empero en el lanzamiento de sus premisas, a las que no seguiría ninguna conclusión concordante, la Presidenta aceptó un daño que quizá sea mayor que lo que hemos visto hasta ahora: el haber expuesto su última versión del relato setentista a una crisis de credibilidad insuperable. Quizás éste sea el momento en que los tirios y troyanos de otrora echen mano al último recurso que les queda frente a la memoria de los años 70: que unos y otros, los actores de aquella tragedia, digan la verdad de lo que pasó, sabedores de que, contra su confesión, serán perdonados. Es lo que hizo Mandela en Sudáfrica. Si queremos volver al futuro, es lo que deberíamos hacer, también, nosotros.
 
Una derrota en todos los frentes
Joaquín Morales Solá
LA NACION 29 de agosto de 2010
Pocas veces, como en los últimos días, un gobierno sufrió una derrota sin necesitarla. Pocas veces, también, la primera figura del Estado se entreveró con tanta pompa en una historia trucada que se reveló mentirosa inmediatamente después. Pocas veces, un gobierno hizo tanto, en tan poco tiempo, para quebrar su frente interno y para unificar a sus opositores. Pocas veces, el matrimonio gobernante necesitó una sola decisión para recoger muchas y pésimas reacciones en los principales países del mundo. Nunca antes el kirchnerismo había cosechado tanta nada en sus reclamos de adhesión a los líderes del empresariado argentino.
¿Qué significa todo eso sino la descripción de una derrota? ¿Por qué los Kirchner necesitaban una invención sobre Papel Prensa? ¿Por qué, en fin, decidieron descerrajar la peor amenaza que recibió la prensa argentina desde el restablecimiento democrático, hace casi tres décadas? Todas esas preguntas pueden responderse, quizá, con una sola pregunta: ¿qué se podía esperar de una operación comandada por líderes políticos que profesan el odio y practicada por Guillermo Moreno, viejo arquitecto de otras derrotas oficialistas, como la guerra contra el campo y la destrucción del Indec?
El primer frente que capituló fue el judicial. El testimonio ante el juez de Isidoro Graiver y la declaración pública de su sobrina, María Sol Graiver (hija de Lidia Papaleo, la supuesta principal acusadora contra Papel Prensa), desarticularon en pocas horas el relato embustero que se dio desde el propio atril presidencial. Isidoro y María Sol Graiver dijeron que no suscribían la denuncia oficial contra los dueños privados de Papel Prensa, los diarios La Nacion y Clarín. Lidia Papaleo misma no pudo sostener luego ante el juez las acusaciones presidenciales.
Cristina Kirchner llegó al barroco de la manipulación cuando afirmó que creía más en un presunto off the record de Isidoro Graiver, de hace tres meses, que en las afirmaciones de éste en una solicitada, en una declaración voluntaria ante un escribano y en su testimonio ante el juez. Ministros del Gobierno se convirtieron luego en especialistas de la familia Graiver con más pergaminos que los Graiver. Fue la imagen patética de un ejército en retirada, disparando al aire los últimos proyectiles de una guerra perdida.
Es evidente que los hermanos Papaleo, Lidia y Osvaldo, quedaron de un lado, y la familia Graiver en la vereda de enfrente. Ninguno de los hermanos Papaleo tuvo nunca acciones propias en Papel Prensa; Lidia firmó los documentos de la venta sólo en nombre de su hija, María Sol, heredera de su padre muerto, David Graiver, jefe del conglomerado económico. María Sol Graiver informó luego que está absolutamente distanciada de su madre y de su familia materna desde hace tres años, aunque la mala relación entre ellos sería más antigua aún.
El ritmo de la ofensiva kirchnerista contra la prensa depende ahora de los jueces. Podrán demorar la derrota anunciada del kirchnerismo o resolverla de inmediato. Llama la atención la aparición de una denuncia voluntaria contra Papel Prensa, de un abogado desconocido, en el juzgado de Norberto Oyarbide, el juez que mejor ha servido a los intereses del oficialismo en los últimos tiempos.
La caja que abrió el Gobierno podría desatar otras guerras. David Graiver controló fondos de los Montoneros y ésta fue la peor consecuencia para su familia después de su muerte. ¿Cómo se financiaron los Montoneros? ¿A quiénes solventaron con sus recursos para que los ayudaran? ¿Cuáles eran las formas de extorsionar de esos jefes guerrilleros? ¿Dónde fueron a parar los millones de dólares que recaudaron mediante secuestros? ¿Acaso una investigación cabal y seria del pasado no llevaría hasta el propio Perón, si se hurgara en los orígenes de la criminal y paraestatal Triple A?
La diletante mesa de café en que se convirtió el atril presidencial, cuando Cristina Kirchner sacudió el pasado con más prejuicios que ignorancia, no reparó en esos baúles prudentemente cerrados por la actual historia oficial. Fue, eso sí, una disertación para sesentones. Personajes, circunstancias y anécdotas falsas dichas por la Presidenta pertenecen a una época que nada les dice a los argentinos de hasta 40 años.
La oposición venía de duros desgajamientos. Kirchner la abroqueló. Los líderes opositores de la Cámara de Diputados no dudaron en volver a unirse, porque consideraron que una institución fundamental de la democracia, como lo es la prensa, estaba en juego. Es cierto que la más decidida de todos fue Elisa Carrió, pero también es verdad que el radical Oscar Aguad fue, dentro de su partido, el que vio con más claridad la gravedad de ese instante.
Los dirigentes del radicalismo tienen un problema interno con Carrió, que es más grande que cualquier otro problema. No quieren, dicen, ser llevados por ella con hechos consumados. El propio presidente del partido, Ernesto Sanz, debió callarlo al senador oficialista Miguel Pichetto, cuando éste aseguró que Ricardo Alfonsín era solidario con el Gobierno. No existe una sola persona en el radicalismo que esté de acuerdo con la acción del Gobierno contra la prensa, le replicó Sanz.
La confusión tenía argumentos. Ricardo Alfonsín y Hermes Binner, pero sobre todo este último, habían coincidido en declarar la producción de papel de interés público. Con argumentos tan falsos como los que se dieron el martes, ese proyecto ingresó el viernes en el Congreso. No existe ningún país referencial del mundo en el que el papel para diarios sea un servicio público. El Gobierno sólo debe asegurar la correcta provisión de papel a un precio de mercado; para eso, le es suficiente sacarle cualquier arancel a la importación de papel, que es lo que sucede ahora. Hay muchos países proveedores de papel en el mundo. Chile es uno de ellos y está geográficamente, incluso, más cerca de varias provincias argentinas que la planta de Papel Prensa.
¿Terminará el Congreso siendo el mecanismo de intervención de hecho de Papel Prensa, decisión que el Ejecutivo desistió de tomar en el momento agónico? No pocos radicales y algunos de sus aliados sólo aspiran a correr al kirchnerismo por izquierda. A veces, ellos toman decisiones como si pensaran en un Estado de ángeles noruegos. Pero el Estado argentino es el Estado de Kirchner, faccioso y personalista. Los peronistas, desde Duhalde hasta Felipe Solá, no suelen caer en aquellas confusiones de otros opositores.
Más de 60 dirigentes de la Unión Industrial, que integran la comúnmente complicada junta directiva nacional, decidieron por unanimidad, el mismo día del discurso presidencial, que ninguno de ellos iría a la Casa de Gobierno. La poderosa AEA, integrada sólo por los dueños de las principales empresas nacionales y extranjeras, tuvo un trámite más fácil. Un chequeo telefónico terminó en la misma conclusión: ninguno aceptaría la intensa presión del oficialismo para que fueran a la Casa de Gobierno. No fue ninguno, por primera vez.
Sabemos que van a agredir a empresas periodísticas. ¿Qué tenemos que hacer nosotros ahí? ¿No será alguno de nosotros la próxima víctima?, se despachó en aquella reunión interna de la Unión Industrial el primer orador. Fue suficiente. Nadie disintió.
Washington dijo públicamente que sigue de cerca el caso de la prensa argentina y comentó que el conflicto forma parte de la relación bilateral. Importantes fuentes diplomáticas extranjeras, que no son norteamericanas, hicieron llegar a los editores de los dos diarios involucrados, en estricta reserva, mensajes de perplejidad y disgusto por el sermón presidencial del martes. El diario español El País escribió el párrafo más duro que se haya escrito sobre los Kirchner: "[El matrimonio Kirchner]? como las peores dictaduras, podría esta vez haber manipulado el pasado reciente". En una respuesta más cómica que digna, la cancillería argentina informó que está preocupada por la libertad de prensa en los Estados Unidos.
Desde el final del peronismo setentista, en manos de Isabel Perón, no se veía en democracia una estirpe de oficialistas tan primitiva y cerril. El matrimonio presidencial había mejorado últimamente en las encuestas, pero la sociedad le reclamaba, al mismo tiempo, menos autoritarismo. Los Kirchner tienen el final escrito en el corto plazo de un año, porque siempre resultan derrotados en su combate contra ellos mismos.

 Retórica entre la tragedia y la ironía 
Joaquín Morales Solá
LA NACION Miércoles 25 de agosto de 2010
 
Moreno, ayer, al ingresar en el salón de la Casa Rosada para el anuncio oficial
 Foto: LA NACION   /   Rodrigo Néspolo
Fue una exuberante juerga retórica que osciló, campante, entre la tragedia y la ironía. En una oración que duró una hora y diez minutos, Cristina Kirchner no aportó ningún dato nuevo a las falsas acusaciones ya conocidas sobre Papel Prensa. Esas acusaciones mezclaron arbitrariamente las fechas y las intenciones, como si todo eso, fecha e intenciones, hubiera sido empotrado en una horma preestablecida. Los diarios La Nacion y Clarín son culpables. Ese es el molde.
El problema insoluble para el kirchnerismo es que la integridad de ese aparatoso andamiaje se derrumba de un solo golpe con el testimonio irrefutable de Isidoro Graiver ?hermano de David Graiver?, secuestrado y torturado por la dictadura militar, que desvinculó por completo a los diarios de cualquier mala intención en la compra de Papel Prensa (ver en esta página). Isidoro Graiver lideró esas negociaciones después de la muerte, en un accidente, de su hermano David. Antes, otro secuestrado y torturado, Gustavo Caraballo, compañero de cautiverio de los Graiver, hombre de trayectoria irreprochable, había asegurado exactamente lo mismo que Isidoro Graiver. Esto es: la venta de Papel Prensa por parte de los Graiver no puede ni debe vincularse con la prisión cruel y las torturas imperdonables que sufrió esa familia.
El acto de ayer fue una misa pagana del kirchnerismo, a la que sólo asistieron los adeptos por convicción o por conveniencia. Faltaron gobernadores, legisladores importantes y casi todos los empresarios, con la excepción del ubicuo Osvaldo Cornide, infaltable en la primera fila. El único temor de los empresarios parece ser a los designios de un gobierno tan arbitrario como imprevisible. Algunos embajadores presentes debieron sentir de nuevo, cuando escuchaban los extravagantes argumentos presidenciales, el escalofrío que los estremeció cuando los gobernantes argentinos hacían y decían lo mismo contra empresas de sus países.
El mayor derrape verbal de la Presidenta fue que se olvidó por completo de que Papel Prensa es un empresa privada y que sus socios pueden tomar decisiones ?siempre dentro del marco de la ley? sin pedir la aprobación del Gobierno. Habló de Papel Prensa como si fuera una propiedad más de la familia Kirchner.
¿Las averiguaciones que hizo Guillermo Moreno serán tan rigurosas como las confusiones de la Presidenta, que señaló al grupo español Prisa cuando debió nombrar al también español Correo? Correo era, en efecto, el socio de la empresa Cimeco, junto con LA NACION y Clarín, y no Prisa.
 
Las confusiones de la Presidenta fueron más patéticas aún. Le otorgó más prestigio a un testaferro, como ella misma lo llamó, que al periodismo. Peor: reprendió a los diarios por haberse negado a cumplir en su momento una orden de la junta militar que presidía Jorge Videla.
Con una tormenta de palabras, Cristina Kirchner se paseó como una abogada inexperta, como una historiadora imprecisa y como una psicóloga rústica. Pero, todo hay que decirlo, fue sincera: ella siempre creyó, dijo de otra manera, que la prensa era una presencia mala en la vida pública. Entonces decidió arremeter contra ella.
Hay que poner las cosas en limpio. Nunca, durante los últimos 34 años, la familia Graiver reclamó por el paquete accionario de Papel Prensa comprado en su momento por los diarios LA NACION, Clarín y La Razón en los primeros días de noviembre de 1976. Los miembros de esa familia no estaban detenidos ni eran buscados cuando firmaron el acuerdo de venta de las acciones de la papelera.
Nunca la familia Graiver impugnó esa venta durante los casi 27 años de vida democrática de la Argentina. Sólo le reclamaron al gobierno de Raúl Alfonsín una indemnización por una porción del paquete accionario de Papel Prensa que estaba a nombre de la sucesión de David Graiver en el momento de la detención de la familia y que se encontraba en poder del Estado; son parte de las acciones que controla hasta ahora el Estado nacional. El caso Graiver fue juzgado en dos oportunidades, ya en democracia, por la histórica Cámara Federal que antes había juzgado a las juntas militares y no encontró ninguna vinculación entre la venta de las acciones de Papel Prensa a los diarios y la detención de la familia Graiver.
El acoso a Papel Prensa, propiedad ahora de LA NACION, Clarín y el Estado, es, si se lo mira con objetividad, la ofensiva más grave y peligrosa que el kirchnerismo ha lanzado contra el periodismo. Las miles de hojas que el indescriptible secretario de Comercio, Moreno, hizo escribir contra la principal empresa argentina productora de papel para diarios son un compendio de falacias, verdades a medias, invenciones de cabo a rabo e inferencias desvinculadas de los hechos. Una causa armada, en definitiva, para colocar a los dos principales diarios argentinos a la defensiva y en la obligación de dar explicaciones que no necesitan dar.
Es la más grave ofensiva contra la prensa porque genera el escenario para la estatización de Papel Prensa y busca, por lo tanto, el control por parte del Gobierno del abastecimiento del principal insumo industrial de los diarios. Ese abastecimiento tiene dos afluentes; la importación (con arancel cero ahora) y la producción de Papel Prensa. La importación está, a su vez, sometida al arbitrio del Gobierno, que maneja los aranceles y los ingresos en la Aduana. Esto es lo que no controlan los diarios y, por lo tanto, no tienen el "control" de la prensa, según la denuncia presidencial.
Lo único cierto entre tantas falsedades que se dijeron es que el paquete mayoritario de Papel Prensa fue adquirido por tres diarios argentinos el 2 de noviembre de 1976. Lo único dramático que le había sucedido a la familia Graiver hasta ese momento era la muerte del jefe del conglomerado económico, David Graiver, en un accidente de avión en México. No existía en esos días ningún indicio de que los militares estuvieran detrás de sus herederos. Los diarios tampoco tenían conocimiento de los vínculos entre la familia Graiver y la organización Montoneros, que se ventilaron después, como lo acaba de aseverar Gustavo Caraballo. Los miembros de la familia Graiver fueron secuestrados y detenidos casi cinco meses más tarde, entre el 7 de marzo y el 8 de abril de 1977. La prolija cronología de los sucesos es una enemiga imbatible para la estrategia oficial anunciada ayer.
 
Una venta pública
Mucho antes del secuestro de la familia Graiver, el 10 de noviembre de 1976, los diarios habían comunicado la compra de Papel Prensa a ADEPA, la más importante institución que agrupa a las empresas periodísticas argentinas, en una reunión de la que participaron también dirigentes de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). La información tomó estado público con un gran despliegue en la prensa nacional, cuyo registro puede encontrarse en cualquier hemeroteca. No fue una operación secreta ni clandestina ni encubierta.
Diez días antes de su repudiable detención, Lidia Papaleo, la viuda de David Graiver, había participado, el 4 de marzo de 1977, de una asamblea de accionistas junto con los representantes de los diarios. La única cesión de acciones que firmó Lidia Papaleo quedó en manos de un juez que no hizo nada; esa parte del paquete fue a parar al gobierno militar y éste decidió retenerlo en poder del Estado. Papaleo firmó en nombre de su hija, María Sol Graiver, en el marco de la sucesión de su marido muerto. El resto de las acciones estaban a nombre de otras empresas o de testaferros. Las acciones que pertenecían a la sucesión de Graiver cayeron en manos del gobierno militar junto con otros bienes de la familia. Esto es: las acciones que cedió Lidia Papaleo no están ni estuvieron nunca en poder de los diarios.
¿Por qué los Graiver vendieron Papel Prensa? Tras la muerte sorpresiva de David Graiver, el 7 de agosto de 1976, sus herederos comenzaron un proceso de venta de activos para saldar muchas deudas. La justicia democrática investigó luego si fue cierto que la organización Montoneros los estaba presionando para que devolvieran 17 millones de dólares que había puesto bajo custodia del banquero David Graiver. Ese dato importa menos que saber que la venta de Papel Prensa no fue la única que hizo la familia Graiver en esos mismos meses. Contemporáneamente con la firma del acuerdo con los diarios por Papel Prensa, los Graiver también vendieron el Banco de Hurlingham, el Banco Comercial de La Plata, una compañía de seguros y activos inmobiliarios. Necesitaban recursos financieros en efectivo, cualquiera que haya sido el motivo real de tal necesidad. La familia Graiver declaró en un escrito judicial, en 1984, que precisaba ese dinero para cancelar deudas, como lo ratificó Isidoro Graiver ante escribano público, el 23 del mes pasado.
El caso Graiver fue investigado, ya durante la presidencia de Raúl Alfonsín, por el célebre fiscal Ricardo Molinas, por el juez Miguel Pons y por la Cámara Federal que juzgó a las juntas militares. El fiscal fue también el mismo del histórico juicio a los jerarcas de la dictadura: Julio César Strassera. En ninguna de esas investigaciones los Graiver hicieron referencia alguna a que hubieran padecido torturas, secuestros o amenazas vinculadas con la venta de Papel Prensa a los diarios.
"Domesticar la política" El gobierno de Alfonsín dispuso entonces una importante indemnización a los Graiver por todos los bienes que les confiscó la dictadura, incluidas las acciones de Papel Prensa que estaban a nombre de la sucesión de David Graiver, pero no abarcó al paquete accionario vendido a los diarios, porque esa operación nunca estuvo en duda y nadie la había cuestionado.
Papel Prensa fue vendida en 1976 a precio de mercado y no estaba en funcionamiento. El precio fue considerado "ventajoso" para los Graiver por el diario La Opinión , dirigido entonces por Jacobo Timerman. Los diarios debieron invertir luego 140 millones de dólares de la época para ponerla en marcha. Papel Prensa comenzó a producir papel para diarios sólo dos años después, en 1978. El precio pactado fue pagado en cuotas, tal como se convino, a los dueños de la acciones mientras estuvieron en libertad. Luego, el dinero se depositó en sede judicial.
La acusación del Gobierno es injusta, pero no es inocente. No es producto de una mala interpretación de la misma información con que cuenta todo el mundo. Es otro ensayo claro, en cambio, para desprestigiar a la prensa argentina, llevarla artificialmente ante la Justicia e intentar, luego, controlarla. El periodismo argentino pudo hacer más de lo que hizo durante la última dictadura militar -qué duda cabe-, pero eso no lo convierte en cómplice ni en partícipe de las violaciones de los derechos humanos en aquellos años de furia.
La tosca simplicidad del razonamiento oficial sólo exhibe una increíble dosis de saña y de venganza. El Gobierno no está preocupado por lo que sucedió hace 34 años. El caso Papel Prensa es otra prueba más, simplemente, de que la administración ha hecho de los fundamentales derechos humanos una vulgar herramienta para domesticar la actual política argentina. Necesita, para eso, de una prensa deshonestamente unánime
 
Sin las retenciones, ¿terminará un modelo de país?
Mariano Grondona Domingo 22 de agosto de 2010
Desde el ángulo de mira del Gobierno, la disminución de las retenciones agropecuarias de un lado y el aumento de las jubilaciones del otro son parte de un movimiento de pinzas de la oposición cuya intención es desfinanciar al Estado recortando sus recursos y aumentando sus gastos, como un paso previo para derrotar al kirchnerismo en las próximas elecciones. Desde el ángulo de mira de la oposición, responden en cambio al deber ético de defender al campo y a los jubilados contra los excesos de un poder hegemónico. Más allá de este combate, que sube a escena en el Congreso, hay sin embargo un tema de fondo al que no habría que descuidar: el hecho de que la desaparición brusca o gradual de las retenciones apunta en dirección de un horizonte que, de concretarse, cambiaría de cuajo el modelo económico que los argentinos hemos experimentado durante los últimos sesenta años.
Desde nuestra organización constitucional en 1853, los argentinos nos hemos dado dos modelos económicos. El primero de ellos, al que sus críticos llamaron el modelo agroexportador , consistió en concentrar las energías del país en sus exportaciones agropecuarias. Fue gracias a él que la Argentina creció durante ocho décadas como ninguna otra nación en el mundo, pero también es verdad que esta prioridad estratégica, cuando tuvo que atender a una sociedad no ya de diez sino de veinte, treinta y cuarenta millones de habitantes, se fue agotando con el tiempo. Hacia los años cuarenta del siglo pasado, por eso, esta fórmula de progreso largamente exitosa dejó su lugar a un segundo modelo al que llamaríamos industrialista pero también estatista , cuya fórmula consistió en reemplazar una economía abierta y exportadora por otra en la cual el campo, en vez de abastecer al mundo, fue reorientado para proveer al consumo de las crecientes masas urbanas, un consumo que, para que la industria naciente pudiera subsistir, fue subsidiado con alimentos baratos por el propio campo.
Hoy se puede criticar el modelo industralista por las limitaciones al desarrollo que trajo consigo, pero hay que reconocer también que aquel subsidio del campo a la ciudad no estuvo mal concebido aunque fue mal ejecutado, ya que el deber del campo era financiar el segundo modelo de los argentinos, algo que habría sido factible si el Estado no hubiese derrochado fantasiosamente sus recursos. Que el campo financiara la industria en sus primeros pasos no estaba mal, aunque sí lo estuvo el componente irracional que se le fue agregando y a resultas del cual nuestro país retrocedió del séptimo lugar que ocupaba en el mundo por su producto por habitante en el primer Centenario al lugar número cincuenta y siete que ocupa en su segundo Centenario, con un porcentaje inaceptable de pobres y excluidos.
 
El tercer modelo
 
Hacia 2003, justamente cuando empezaban a mostrar sus frutos dos noticias convergentes, una, la nueva demanda de alimentos surgida del crecimiento fenomenal de China y la India, y la otra, la devaluación de Duhalde-Lavagna que alentó de nuevo a las fuerzas productivas del campo, la renaciente Argentina fue cruzada por la ideología de los Kirchner, atados por el odio a una supuesta Argentina oligárquica, que ya no existe porque ha sido reemplazada por otra Argentina, chacarera y agroindustrial, que resistió con éxito el embate a todo o nada del matrimonio gobernante, pero con un éxito que dejó al país dividido entre una realidad que anticipa sus nuevas promesas y las anteojeras de una izquierda declarativa, estatista, autoritaria y nada moderna.
Ahora que el campo, el interior y una nueva clase productiva van pidiendo paso, es posible vincularlos con una nueva visión económica en virtud de la cual la vieja antinomia entre el campo y la industria, y la nueva antinomia entre una sociedad que ya es "moderna" y un Estado aún arcaico sería superada. ¿Es factible pensar desde ahora en un tercer modelo económico que sea la síntesis de los dos que lo precedieron? Para ello sería necesario que las escaramuzas que ahora libran el Gobierno y la oposición en el Congreso, en vez de proyectarse solamente sobre la lucha por el poder que ya ha comenzado, también se asomaran a las formidables posibilidades de un país que, salvo en sus residuos ideológicos antediluvianos, ya posee en sí mismo las claves de un nuevo progreso tan largo y tan duradero, y aún más completo, que el del primer Centenario. Lo que está en juego, entonces, ya no es quién ganará y quién perderá el año que viene sino qué clase de país queremos ser.
 
Democracia agroindustrial
Esa tercera Argentina que podría surgir a partir del retroceso de las retenciones debería contener un doble modelo no sólo económico sino también político. En lo económico debería ser, por lo pronto, agroindustrial. ¿Cuál sería su fórmula? Para llegar a ella, quizá bastaría volver a la idea que tenía Carlos Pellegrini al comenzar el siglo XX, cuando fundó la Unión Industrial, la idea de un proteccionismo suavemente descendente . Como todas las economías modernas en su fase incipiente, la Argentina aún necesita protegerse de la competencia de las naciones industrialmente avanzadas. Lo han hecho en su momento todas las naciones que hoy están plenamente industrializadas. Pellegrini pensó que, a partir de un fuerte proteccionismo, el país podría abrirse después gradualmente, cuidadosamente, a la competencia internacional. Pero este curso exigía algo que no se logró: la estabilidad, por décadas, de las mismas políticas de Estado. Lo que hubo en vez de ella fue la vertiginosa sucesión de períodos de total clausura económica seguidos por otros períodos de brusca apertura. De haber seguido con perseverancia el curso intermedio que proponía Pellegrini, la Argentina ya sería, hoy, una madura potencia industrial.
El segundo rasgo del nuevo modelo económico debería ser integrar a los sectores de menores recursos, pero no mediante un clientelismo de cortas miras sino a través de medidas institucionales de alto impacto popular, como prometen serlo hoy, por ejemplo, la asignación universal a la niñez y el fuerte aumento de las jubilaciones para que nadie quede atrás en el reparto, a condición de que los recursos del Estado, en vez de dilapidarse como hoy a favor de los punteros políticos y los empresarios "amigos", discurrieran racionalmente a través de prolongadas políticas de Estado. El tercer rasgo constituyente del nuevo modelo económico tendría que ser, en fin, el continuo aliento al ahorro y a las inversiones acompañado por la inversión más rendidora de todas: el estímulo intenso, "sarmientino", a la educación.
A este nuevo modelo económico deberíamos acompañarlo con el cambio fundamental de nuestro modelo político , de modo tal que, en medio de un bipartidismo civilizado, dos grandes partidos, uno de centroizquierda alrededor del radicalismo y el otro de centro en torno del peronismo federal y el macrismo, pudieran alternarse pacíficamente en el gobierno. A este esquema estaría invitado un kirchnerismo liberado de su tentación autoritaria.
A este cambio económico y político, los países vecinos ya lo han iniciado. En ellos ya no existe el forcejeo entre la industria y el campo ni el odio entre dos facciones políticas irreconciliables. Si la Argentina llega en los próximos años a un doble modelo como el que ya tienen Chile y Uruguay, contaría al instante con el agregado de una potencia productiva formidable que ninguno de estos dos países hermanos, por sus dimensiones, podría alcanzar, hasta acortar incluso distancias con el admirable Brasil.
 La guerra más peligrosa de los Kirchner
Joaquín Morales Solá Domingo 22 de agosto de 2010
La peor derrota de la libertad se produce cuando ella se apaga paulatinamente, en módicas y casi imperceptibles cuotas. Algunos no perciben ese proceso. Otros creen, erradamente, que ellos no figuran ni figurarán entre las potenciales víctimas. El problema es ajeno, entonces. La Argentina en general, y su prensa en particular, está viviendo esa insensible capitulación de la libertad. Es extraño, pero el gobierno de los Kirchner arremetió contra esa conquista esencial de la restauración democrática de hace casi 27 años cuando la sociedad le es esquiva y cuando la relación de fuerzas parlamentarias no le es favorable.
 
Quizá ni siquiera sea extraño. El método del kirchnerismo ha sido el de doblar la apuesta precisamente cuando ya no tiene nada, o casi nada, para apostar. Funcionarios tibios y legisladores escépticos del oficialismo muestran signos de cansancio con un estilo que los conduce siempre desde una batalla innecesaria hacia un combate inútil. ¿A qué distancia se está del próximo fracaso?, preguntan aquellos con angustia. El resentimiento, cuando no el odio, es tan evidente que sus presuntos enemigos terminarán por convertirse en víctimas de una persecución política. Las sociedades nunca se colocan del lado de los victimarios.
Uno de los rasgos menos valorados de los Kirchner en las encuestas de opinión pública es, precisamente, su propensión al autoritarismo. Su declarada guerra contra el Grupo Clarín; la próxima embestida contra Papel Prensa (el principal proveedor de papel para diarios); la descalificación constante del periodismo y de periodistas, y el desconocimiento de la prensa como un protagonista esencial de la vida democrática son sólo breves esbozos de una intensa campaña que tuvo, en los últimos días, todas las características de un chantaje del Estado. El Estado pierde autoridad cuando se convierte en un Estado generador de ilegalidad.
¿Cómo explicar que un funcionario transitorio del Estado, como lo son todos los funcionarios políticos, haya vapuleado violentamente a una empresa privada por segunda vez en apenas una semana? Eso hizo Guillermo Moreno en Papel Prensa, hace cuatro días, al grito de "yo soy el dueño" y "ustedes son unos ladrones" en alusión a los dueños privados de la compañía. ¿Están de acuerdo los Kirchner con ese método de su todopoderoso secretario de Comercio? Moreno habría durado sólo media hora en el cargo si los Kirchner no estuvieran de acuerdo , explicó un funcionario que frecuenta al matrimonio presidencial. Moreno contaba con autorización.
¿Dueño de qué es el secretario de Comercio? Moreno no es dueño de nada. Y la presencia de un delito sólo puede ser determinada por la Justicia. Los actos y las palabras del secretario de Comercio son, por lo tanto, la expresión cabal de la intimidación del Estado a los ciudadanos particulares.
El temor a una reacción despiadada del poder es lo único verificable, aquí y allá. El ministro Julio De Vido anunció, desenfrenado, que Fibertel no existía más y podría dejar, así, a más de un millón de abonados sin servicio de Internet. Fibertel es propiedad del Grupo Clarín. Sin embargo, ese mismo ministro promovió hace poco más de un año la compra por parte de Clarín de una porción de la telefónica Telecom. Hizo aquel trabajo con el mismo entusiasmo que puso ahora para despojar ilegalmente a una empresa de una parte de su propiedad. ¿Cuáles son, a todo esto, las raras formas que utiliza el kirchnerismo para vaciar de dignidad a sus propios fieles?
El Gobierno inventó una causa inexistente para fulminar a ese servidor de Internet. No preexistía ninguna causa contra Fibertel que justificara la drástica decisión notificada por De Vido. El kirchnerismo se olvidó de las víctimas en medio de la guerra. ¿Qué harán ahora los usuarios de Internet que podían optar entre Fibertel y otro proveedor? Nada. Someterse a los estragos de un monopolio. ¿Qué harán los cientos de empleados de Fibertel que se enteraron de buenas a primeras que su empresa ya no existe? Nada. Deberán sobrevivir como puedan en un país donde la oferta de empleo es menor al crecimiento de su economía. Esa contradicción es producto, precisamente, de la desconfianza que forja un Estado arbitrario.
 
Todos estos sucesos podrían hacer sólo las veces de teloneros del gran espectáculo sobre Papel Prensa preparado para pasado mañana. La denuncia que se anuncia es falaz a todas luces y su objetivo es muy claro: que el Estado fanático de los Kirchner se haga del control de esa fábrica vital para la prensa independiente. Ya están convocados ministros, gobernadores y legisladores del peronismo, que ocuparán el lugar de la consabida tribuna de los fastos kirchneristas. El Gobierno está haciendo, también, una fuerte presión sobre los más conocidos empresarios para que asistan al anuncio de su próxima muerte. Nunca hay sobrevivientes cuando se ahoga la libertad.
La primera reacción de los empresarios más poderosos y reconocidos indica que no irán. ¿No irán? Nadie lo sabe. Todavía quedan 48 horas de intensas presiones.
La oposición ha reaccionado, por primera vez unánimemente, contra ese intento de sometimiento del periodismo. Los bloques opositores de la Cámara de Diputados están virtualmente en deliberación permanente. Todos los líderes se congregarán en la noche de mañana en la casa de Elisa Carrió. El martes esperarán, reunidos, los anuncios sobre Papel Prensa. Carrió consultó, inclusive, la opinión de los diputados Jorge Obeid y Miguel Bonasso, por su historia personal en los movimientos insurgentes del peronismo. Ellos no disintieron del resto de los opositores.
¿Qué llevó al kirchnerismo a semejante ofensiva contra el periodismo? Tal vez una de las razones sea que se enteró, o intuyó, que la Corte Suprema de Justicia tiene una opinión contraria a la del Gobierno sobre la ley de medios o que postergará su decisión hasta hacer inviables los ajustados plazos de esa tendenciosa medida, ahora suspendida en su aplicación por varios jueces de primera instancia. Una fuerte presión del oficialismo está siendo ejercida en casi todas las instancias de la Justicia. Dicen que carpetas con información confidencial sobre jueces se amontonan en algunas covachas oficiales. Los jueces lo saben.
Es probable que otro motivo de la furia de los Kirchner haya sido la información de que no podrán vincular a los jóvenes Noble Herrera, hijos de la directora de Clarín , con los desaparecidos de la última dictadura. Ningún vocero oficial habla de ese caso, que menearon hasta el cansancio, pero esos jóvenes ya sufrieron importantes daños sociales y psicológicos. No importa. En las guerras kirchneristas hay más víctimas inocentes que otra cosa.
Sin nada más en las manos, al Gobierno sólo le queda la alternativa de usar a destajo la lapicera administrativa que tiene para tomar decisiones contra el Grupo Clarín y contra la totalidad de la prensa independiente. ¿Qué importa? ¿Acaso no existe un enorme conglomerado de medios oficialistas, financiado por el Estado o por empresarios que se enriquecieron con los Kirchner, que se dedica con obsesión a calumniar al periodismo independiente? ¿Acaso algunos periodistas no fueron ya víctimas de escraches callejeros por parte de grupos de fanáticos kirchneristas?
El periodismo es una profesión de solitarios. La custodia o la compañía pueden obstaculizar la obtención de información. ¿Esos escraches no son otra manera, entonces, de encoger el amplio círculo de la libertad? ¿Son sólo los periodistas las víctimas? ¿Quién será el próximo?
La radicalización del kirchnerismo tiene y tendrá un alto precio político para el Gobierno y para el país. No importa. La indisciplina, la independencia y la autonomía deben ser castigadas. La épica kirchnerista encuentra más razones de existir en el fanatismo de las facciones que en la vieja noción de la libertad

El controvertido fervor oficialista de muchos artistas y pensadores
Fracturas en la aldea intelectual
Santiago Kovadloff Para LA NACION Viernes 20 de agosto de 2010
No diría yo que son cada vez más, pero sí que se me hacen cada vez más evidentes. Me refiero a quienes disocian, sin conflicto y en voz alta, los actos de corrupción en los que abunda el Gobierno, de aquellas iniciativas que despiertan su apoyo. Son músicos y poetas, periodistas y filósofos. Los hay también docentes y psicoanalistas, actores y sociólogos. A muchos los conozco; algunos son muy cercanos. Integran esa franja de la clase media escindida entre quienes se sitúan en la orilla política que mira con entusiasmo la gestión kirchnerista y aquellos que, como yo, ocupan la opuesta.
Si algo reprochan estos amigos y conocidos a quienes no pensamos como ellos es el hecho de colocar, en el centro de nuestro diagnóstico y en la base de nuestra disidencia, lo que no conciben sino como irrelevante cuando no como inexistente. No advertimos o no queremos advertir, se nos dice desde ese sector, que lo fundamental es lo inédito aportado por los Kirchner. Y que, a la luz de lo inédito, lo viejo y usual no sólo es un mal que viene de muy lejos, sino que tiene muy menguada incidencia en el curso innovador que van tomando las cosas, desde el año 2003 en adelante.
Lo nuevo, aseguran ellos, es que este gobierno y el que lo precedió supieron contribuir al despliegue del progresismo en la Argentina. Promovieron con energía su renacimiento. Lo han afianzado. Le han devuelto vitalidad a una izquierda que, desde el peronismo conducido por Néstor Kirchner, restauró los ideales de justicia social. Lo viejo, admiten algunos, subsiste todavía. Hay corrupción, reconocen. Hay delito. Hay prepotencia. Se trata, explican, de una vertiente anacrónica y enancada en lo novedoso, que busca, como puede, recuperar el protagonismo que perdió. No obstante, ninguno de estos rasgos definen, según tales comentaristas, la dirección que la pareja presidencial logró infundir a la política argentina. Corrupción hubo siempre, enfatizan. Y el hecho de que aún persista no significa que su espesor real, en el oficialismo, sea el que la oposición se empeña en atribuirle. Una oposición ensañada, dicen, en obstruir las iniciativas valiosas del Gobierno y desconocer por todos los medios sus aciertos.
Estos amigos y conocidos no dudan de que el progresismo debe asegurarse como sea el curso fluido de su marcha ascendente. Las contradicciones que puedan irrumpir en esa marcha lejos están de afectar su coherencia. Por el contrario: ellas sólo pueden pasar por esenciales e intolerables donde no se aprecia el empuje transformador que las genera. Donde no se quiere ver el sitio periférico que, en verdad, ocupan dentro del proceso de cambio que se está llevando a cabo en la Argentina.
Al confundir lo sustantivo con lo superfluo y convencional, quienes piensan como yo lo hago terminan por obstaculizar, me dicen, el desarrollo de lo necesario y por convertirse, queriéndolo o no, en reaccionarios. Tal es el diagnóstico con que estos amigos y conocidos caracterizan a los adversarios del régimen de turno, al que pronostican, dicho sea de paso, una larga vida en el poder mediante el legítimo mecanismo de las elecciones sucesivas.
¿Cómo no oír en estas voces de hoy las desgastadas consignas redencionales de ayer, reacias a aprender las lecciones que deberían impartirles sus fracasos reiterados y su constante impopularidad? ¿Dónde arraiga la resistencia al cambio? ¿Dónde se denuncia lo ciego y senil o dónde se aspira a presentar como eternamente remozado lo irremediablemente envejecido?
Es cierto: esto vale también para los opositores. Ninguno de ellos llegará a ser lo que debe si no deja de parecerse a lo que fue. Pero, para muchos de nosotros, vale ante todo para el oficialismo. Un oficialismo que no logra enmascarar su vocación autoritaria por más que se empecine en simular que no la tiene.
La indiscutible evidencia de que la crisis del año 2001 desnudó las fragilidades del capitalismo local y contribuyó a profundizar el descrédito de la endeble democracia en que vivimos volvió a cebar los viejos sueños apocalípticos. Son esos mismos sueños los que hoy reflotan, impermeables a las pruebas que arroja la década pasada y, en especial, a las que sembró la trayectoria acomodaticia del peronismo después de que Menem lo liquidó como expresión de una ideología nacional y popular. En su reflorecimiento, esos sueños se empecinan en concebir a los Kirchner como líderes de una tendencia en la que se reconcilian ética social y eficacia política. Son ellos, auguran sus adherentes, quienes han comenzado a desplegar el proceso que sabrá superar el republicanismo insustancial en el que estamos atrapados. Ellos y nadie, sino ellos, son quienes impulsan el advenimiento de una sociedad por fin liberada de sus oligarquías y corporaciones ultra conservadoras, así como de la incidencia de los partidos agusanados que tanto hicieron para que el país no prosperara, desde que se puso fin al último régimen militar. De sus ruinas, se profetiza, nacerá una sociedad más justa y promotora de un intenso protagonismo de los sectores hoy marginados del trabajo y de la educación.
Hay, en suma, un fin supremo y el logro de ese fin valida todos los medios: matonismos a lo D´Elía y Moreno. Oscuridades a lo De Vido. Presiones a lo Moyano. Subestimación implacable del federalismo. Valijas, tragamonedas y diplomacia paralela. Abierta y desenfrenada multiplicación de bienes privados durante el ejercicio de la función pública. Caja y compra de voluntades. Negación de la inseguridad. Desprecio de la política. Autoritarismo o nada.
Corrupción hubo siempre, prosigue adoctrinando la letanía, esta vez en la voz enfática de un profesor de historia con el que llevo años desencontrándome con afecto. Lo que no siempre tuvimos, insiste, fueron dirigentes tan volcados, como ahora lo están los Kirchner, a la causa del pueblo.
No logro disimular mi desconcierto ante esta entusiasta subestimación del delito, la magnitud de la pobreza y la prepotencia. Pero la intransigencia despertada por mi lectura de los hechos recrudece cuando digo que Néstor Kirchner odia la política democráticamente entendida. Que aspira a destruir todos los matices ideológicos que se atrevan a relativizar el alcance de sus propios planteos. Que quiere un parlamento sumiso. Que el pluralismo lo angustia y no sólo lo preocupa. Que únicamente la uniformidad encolumnada detrás suyo lo serena. Que la nueva y próspera aurora con la que sueña exige un dilatado escenario de silencio.
La discrepancia y el hartazgo que solemos provocar los que pensamos de este modo se transforman, por último, en franco rechazo, por parte de mi historiador, cuando le manifiesto que, a mi juicio, los Kirchner nada tienen de auténticos peronistas y sí mucho, por no decir todo, de empresarios del poder. Buscan administrar una estructura vacía de conceptos en la que sólo en minoría subsisten las ideas. Allí se agolpan, en cambio, los gerentes, los subgerentes, los jefes de despacho y una diligente burocracia. Donde ayer importaban ante todo los planes quinquenales y se leía con pasión La comunidad organizada , hoy no se aspira más que a una jugosa rentabilidad personal y a lo sumo corporativa. Lejos de avergonzarlos, el negocio del peronismo entusiasma a los Kirchner y no están dispuestos a dejar que nadie se los arrebate.
Lo fatigo, es evidente. La sensibilidad de mi buen amigo se ahoga en estos planteos, a los que sólo por educación se limita a llamar formalistas. Se incorpora, sin dejar de mirarme severamente. Quiere que advierta tanto su fuerte desacuerdo como su cansancio irremontable. Se niega a que yo pague la cuenta. Mientras lo hace, le digo, abusando ya de su paciencia agotada, que Néstor Kirchner ha sido, en mucho tiempo, el más hábil constructor del hiperpresidencialismo que hoy traba el desarrollo de la República. Cuando me escucha, sonríe. Apoya ambas manos sobre la mesa y repite lentamente, inclinándose hacia mí, la frase que acabo de decir. Pero, al hacerlo, la limpia del pesar con que yo la formulo, y la enuncia con un fervor incontenible. El fervor de quienes estiman como un bien lo que yo, entre tantos otros, considero una tragedia.

 Hay que separar la paja del trigo
La Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP) ante la errónea información publicada en distintos medios nacionales sobre la incidencia que el precio del trigo tendría sobre el precio de sus derivados, caso el pan, expresa y aclara:
-Que la incidencia del precio del trigo como materia prima en el precio final del pan es de entre un 10 y un 12 %
-Que si se tiene en cuenta que el trigo cotizó en los últimos meses en puerta de molino harinero entre 650 y 700 pesos la tonelada, y el precio del pan entre 6 y 8$/kg y sabiendo que con el equivalente de harina a 1 kg de trigo (con 1 kg de trigo se hacen 0,75 Kg de harina), adicionado a levadura y agua se logra 1 kg de pan, vemos que el trigo como materia prima incide entre un 10 y 12 % en el precio final del pan.
-Que si el precio del trigo se ha incrementado en un 33 %, la suba del precio final del pan debido al trigo debería ser tan solo del 3,6 % al 3,8 %.
-Que cualquier suba adicional del precio final del pan a la mencionada anteriormente debe ser atribuida a otros costos del proceso de transformación del trigo en pan, incremento de valor de insumos diversos, aumentos salariales, ajuste de alquileres, incremento en el costo de la energía, etc,
-Que debe quedar en claro, que cuando un consumidor compra un kilo de pan la incidencia del precio del trigo en la estructura de costos del pan es minima, y que otros son los costos que se pagan e inciden fuertemente en el valor del producto terminado
-Que la actitud de esconder el ajuste inflacionario por parte de algunos eslabones de la cadena triguera bajo el paraguas del aumento de la materia prima de una cadena tan importante, termina debilitándola y poniéndola en serio riesgo, más aún frente a las erróneas políticas del Gobierno Nacional hacia los productores, el eslabón más sensible de la cadena.
-Que la irresponsable difusión de inexistentes incidencias de precios del trigo sobre el valor del pan y la equivocada interpretación de las mismas, han sido las culpables de las erróneas políticas de intervención al mercado de trigo, provocando esto una drástica reducción en la producción de trigo en Argentina.
-Que en toda Latinoamérica, donde el trigo es un producto de importación, y que ha llegado a la puerta de los molinos con un precio hasta 3 veces mas caro de lo que la molinería argentina ha pagado estos últimos años, el pan cuesta en pesos lo mismo que en la Argentina.
Desde CARBAP venimos denunciando desde hace cuatro años las consecuencias de la intervención oficial en el mercado y la parcial mirada de los funcionarios frente a la real incidencia del precio del trigo en el precio del pan.
El cultivo del trigo, es inevitable en diversas áreas geográficas del país, constituyéndose en una economía regional de enorme peso en la provincia de Buenos Aires e indispensable en todo el territorio nacional atento a la necesaria rotación de cultivos para el logro de la sustentabilidad productiva.
Hay que separar la paja del trigo, ya que culpar livianamente al trigo del incremento del precio del pan es inexacto, y solo encubre perversas e irresponsables maniobras especulativas.
Contactos de Prensa:
Alberto Frola (Presidente de CARBAP) 011- 15 4424 1669
REG 1486
POR LA LIBERTAD Y LA DIGNIDAD DEL CAMPO
Se agradece su difusión y/o publicación
Buenos Aires, Jueves 19 de agosto de 2010 10.00 hs
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82 por ciento móvil: ¿demagogia o justicia?
Por Mariano Grondona 19 de agosto de 2010 .
Si prospera la iniciativa de la oposición en el Congreso de llevar el "piso" de las jubilaciones a un 82 por ciento móvil del salario mínimo vigente, el ingreso básico de los jubilados ascenderá de unos mil a unos mil quinientos pesos mensuales. Es un aumento insuficiente, pero, aun así, considerable. El Gobierno aduce que la nueva cifra demostrará ser de cumplimiento imposible y es, por lo tanto, demagógica.
¿Se está volviendo la oposición, entonces, "populista"? Hasta ahora el populismo, que consiste en halagar los oídos de los sectores de menores ingresos con promesas irreales, parecía exclusivo del kirchnerismo. ¿Quiere decir que ahora los opositores han decidido arrebatarle el poder de iniciativa a Kirchner, desbordándolo por su izquierda? ¿Quiere decir que, en lugar de "un" populismo, ahora tendremos un sistema "bipopulista" en función del cual tanto el ex presidente como sus adversarios compiten irresponsablemente por el favor de las capas más humildes del pueblo, con vistas a las próximas elecciones?
¿O nos hallamos en cambio no ya frente a un tema propio de la competencia electoral sino frente a un tema más hondo, más trascendente, que tiene que ver nada menos que con la justicia? Cuando Roberto Lavagna ingresó en el gobierno de Duhalde, le impuso un giro a la concepción económica al sostener que ella no debe diseñarse ya más sobre el supuesto de que los ingresos mínimos deben ser la variable de ajuste de los planes económicos sino que cualesquiera sean esos planes tendrán que respetar, por lo pronto, el consumo popular.
Si éste es el nuevo fundamento de la política económica porque responde a un imperativo de justicia, y si este fundamente está pasando a ser un nuevo rasgo tanto de nuestros gobernantes como de nuestros opositores, será necesario admitir que algo profundo, quizás decisivo, está cambiando en la Argentina más allá de las intenciones electorales de los contendientes.
Esta perspectiva en cierta forma revolucionaria, para prosperar, debiera someterse empero a las exigencias de un irrenunciable rigor fiscal. Si estamos aceptando de un lado y del otro de la frontera política que ya no podremos ignorar o demorar por más tiempo las exigencias de la justicia, esto significa que nuestra escala de valores está por cambiar. Tanto la asignación universal por hijo como la fijación de un ingreso mucho más alto para nuestros jubilados requerirán, en efecto, una máxima severidad frente a otros despilfarros como, por ejemplo, los que provienen de la política clientelística y los que insume el grave estado de corrupción que nos afecta, para que los números terminen por cerrar. ¿Estamos preparados los argentinos para acometer este esfuerzo gigantesco? Si lo estamos, nos espera un camino tan arduo como ascendente. Si no lo estamos, si no queremos escalar de veras hasta la altura de un nuevo país, todo se reducirá al contrario a otra reiteración de los fuegos artificiales que tantas veces nos han encandilado.

Los cuatro futuros que nos esperan
Mariano Grondona15 de agosto de 2010
.El pasado, aunque puede ser sometido a diversas interpretaciones por parte de los historiadores, en definitiva es uno , irreversible. Puede dar lugar a aprendizajes fecundos o a quejas estériles, pero lo seguro es que, una vez que ha ocurrido, nadie, ni siquiera Dios, lo puede cambiar. Pero si hay un solo pasado hay, al contrario, varios futuros. Mientras el pasado es una puerta que se cierra detrás de nosotros, el futuro es una encrucijada que se abre en diversas direcciones. El pasado, a lo más, nos puede enseñar volviéndonos más sabios, pero el futuro, poblado como está de alternativas, queda ligado indisolublemente a nuestra libertad . Esto se debe a que cada vez que elegimos uno de los futuros posibles que se abren a nuestro paso podríamos haber elegido otro . La libertad de la que gozamos ante cada una de nuestras encrucijadas vitales puede ser más amplia o más estrecha, pero, en última instancia, siempre existe. Para ilustrar este punto, el filósofo estoico Epicteto imaginó una situación en la que a un ser humano se le redujeran al mínimo sus opciones vitales. Puede suponerse, por ejemplo, que a un condenado lo llevan en cadenas al cadalso. Aun en una circunstancia extrema como ésta, advirtió Epicteto, la libertad del prisionero subsiste de cara a su postrera elección: morir gritando como un marrano o morir con dignidad.
Una vez que alguno de los futuros que aún era posible se convierte en un único pasado, tendemos a pensar que su advenimiento era inexorable, que ya estaba escrito, mas no es así porque, si bien lo que pasó ya no tiene remedio, hasta el momento mismo de nuestra decisión podía no pasar. El año que viene, cuando los argentinos escojamos quién nos habrá de gobernar por cuatro años, será fuerte la tentación de creer que el que ganó tenía que ganar; por ejemplo, que Kirchner, si gana, es porque era invencible y que, si pierde, es porque ya estaba derrotado. Pero el hecho es que la puerta que se cierre sobre la noche del 30 de octubre de 2011 estará abierta hasta el último momento, a disposición de nuestra libertad. ¿Qué podremos hacer mientras llega esta jornada crucial? Explorar los futuros que aún se abren ante nosotros, a esos que el filósofo Bertrand de Jouvenel llamó, en su libro El arte de prever el futuro político , futuribles , los "futuros posibles", alguno de los cuales tendremos finalmente que escoger con la conciencia de que, cuanto más atenta sea nuestra exploración, en mejores condiciones estaremos para acertar.
 
Los "futuribles"
¿Cuándo decimos que un país es estable ? Cuando la distancia entre sus futuribles es pequeña. Esto ocurre en aquellos países donde la competencia electoral se reduce a dos partidos principales que, además, se toleran recíprocamente porque coinciden en los grandes objetivos. Es lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en las naciones desarrolladas y en naciones vecinas, "predesarrolladas", como Uruguay, Chile, Brasil y Colombia. En estos casos el porvenir se vuelve menos amenazante, las elecciones se desdramatizan y las inversiones fluyen al margen del resultado electoral porque los inversores confían. ¿Es éste nuestro caso, o la distancia entre el país que quiere Kirchner y el país al que aspiran sus opositores es tan grande que la elección de 2011 se nos aparece a los argentinos como un salto al vacío? ¿Hasta dónde se abre entonces el abanico de nuestros "futuribles"? En dirección de un panorama tan variable, tan incierto, que aún seguimos siendo, muy a pesar nuestro, una nación inestable .
Para limitar hasta dónde sea posible nuestro inquietante abanico de "futuribles", digamos que, a estas alturas de los acontecimientos, ellos son cuatro: una victoria categórica o ajustada de Kirchner y una victoria categórica o ajustada de la oposición. Tanto la victoria categórica del ex presidente como la de sus opositores, para ocurrir, tendría que incluir no sólo la conquista de la presidencia sino también la obtención de la mayoría en ambas cámaras del Congreso. No se olvide que el año próximo estarán en juego, aparte de la presidencia, la mitad de las bancas de la Cámara de Diputados y un tercio de las bancas del Senado, la mayor parte de ellas oficialistas por el triunfo de Cristina Kirchner en la elección presidencial de 2007. Para ser "categórica", la victoria de alguno de los dos bandos en pugna tendría que abarcar por ello no sólo el Poder Ejecutivo sino también el Poder Legislativo. La victoria en 2011, en cambio, sería solamente "ajustada" si el bando que obtenga el control del Ejecutivo no pudiera lograr lo mismo en el Legislativo, con lo cual se prolongaría en tal caso una situación similar a la actual, donde ya nadie manda de una manera indubitable por lo que, sea quien fuere el nuevo titular del Ejecutivo, su condición resultaría tan "inestable" como la que aún tenemos hoy.
 
Los "futurables"
Además de los "futuribles", Jouvenel identificó dos clases de "futurables". Uno de ellos, el futuro ya no "posible" sino, además, probable . Otro, el futuro ya no "posible" ni "probable" sino, además, deseable . Es importante no confundir aquél con éste, lo que vislumbramos con lo que deseamos, para no dejar que al análisis lo nublen nuestras inclinaciones.
De los cuatro "futuribles" que hemos identificado, ¿cuál es por lo pronto el más "probable"? Sobresalen dos. Uno, el triunfo categórico de Kirchner. El otro, el triunfo ajustado de sus opositores. El triunfo "ajustado" de Kirchner quedaría en principio descartado entre los futuros más probables porque, de ganar apenas en 2011, Kirchner, alentado por el impacto del escrutinio todavía fresco, dedicaría de inmediato su energía inmensa y transgresora a demoler a sus rivales semivencidos y a disciplinar a los tibios de su propia tropa. Tampoco es probable que alguno de los opositores, aunque ganara la presidencia, tuviera como Kirchner una vocación totalizadora. Lo más probable entonces es que, si Kirchner gana aunque sea por poco, exagere de inmediato su victoria y que, si ganan sus opositores, éstos sigan respetando el pluralismo de sus convicciones.
Si la victoria pretendidamente total de Kirchner y la victoria pluralista, moderada, de alguno de sus rivales son entonces nuestros dos principales "futurables" en cuanto "futuros probables", ¿cómo sería esa otra tabla de posiciones que nos podría ofrecer nuestro futuro ya no en cuanto probable sino en cuanto "deseable"? A estas alturas del análisis, el escalonamiento de lo que en verdad deseamos es relativamente fácil. La victoria total de Kirchner, poniendo al país en ruta hacia el chavismo, resultaría catastrófica para todos aquellos que soñamos con la maduración de una democracia republicana, "uruguaya", "brasileña" , "chilena" o "colombiana" en nuestra tierra. Desde esta escala de valores, la victoria aunque fuera pluralista y relativa de los opositores sería obviamente preferible a la victoria de Kirchner, pero esto a condición de que los opositores no recayeran en una suerte de segunda Alianza , con el caos consiguiente que, de instalarse, hasta podría darle a Kirchner la segunda y última oportunidad que se está reservando: demostrar que la república democrática es inviable entre nosotros y que sólo un gobernante tan despiadado y transgresor como él podría domesticar a la indomable Argentina una vez que la frustración de aquella "segunda Alianza" quedara, eventualmente, en evidencia. Nuestro futuro deseable es por lo tanto sólo uno: la democracia republicana. Nuestros futuros probables son, en cambio, dos: esa democracia que deseamos o la irrupción del chavismo en la Argentina.
 
Conspiraciones detrás de las bambalinas
Joaquín Morales Solá 15 de agosto de 2010 
Néstor Kirchner promovió un valioso acuerdo pacificador entre Colombia y Venezuela, pero su poderoso vicario para controlar la economía, Guillermo Moreno, anda con guantes de box y con cascos de guerra para resolver los conflictos argentinos. El Acuerdo Cívico y Social logró conciliar una propuesta común para enfrentar una elección legislativa (y no le fue mal), pero se partió cuando entrevió que en las próximas elecciones podría caerle encima la misión de gobernar. Mauricio Macri se codea con sus colegas opositores en reuniones políticas y sociales, pero los otros lo dejaron solo cuando el jefe porteño debió atravesar el desafío más serio de su corta carrera. Nada es, en fin, como parece ser.
Kirchner suele aleccionar a sus seguidores para que todos ellos se muestren unidos y compactos. La estrategia no es mala. La oposición al kirchnerismo sólo ha mostrado fisuras en los últimos días. Pero ¿es cierta tanta buena onda dentro del oficialismo? No. También en las bóvedas secretas del kirchnerismo hay rivalidades, competencias y conspiraciones. Funcionarios destacados del Gobierno suelen resaltar, por ejemplo, la recuperación en las encuestas de Cristina Kirchner. Casi nunca hablan de su esposo ni de las encuestas de éste.
¿Significa eso que están menospreciando la probable candidatura presidencial de Néstor Kirchner? Significa, en primer lugar, que evalúan la posibilidad de que la sociedad termine votando el año próximo por cierta continuidad. Y la continuidad será Cristina más que Néstor , subrayan. Néstor no dice nada cuando habla de candidaturas entre íntimos o entre dirigentes kirchneristas. Ya veremos , vacila. Su pragmatismo le indica que podría ser él o su esposa.
Las recientes intrigas del ex presidente en la provincia de Buenos Aires han elevado al propio Daniel Scioli a la condición de eventual delfín, si Kirchner llegara a la conclusión de que la sociedad está fatigada de tantos Kirchner. Necesitaría, en ese caso, de un eventual candidato propio a presidente y de otro candidato a gobernador. No se puede descartar a Scioli si el Gobierno quisiera cambiar todo para que nada cambie , deslizan los exégetas del ex presidente.
Ocurren más cosas. Amado Boudou está por colmar la paciencia de Kirchner. El ex presidente lo desplazó al ministro cuando colocó como delegado argentino ante el Fondo Monetario a Alfredo Mac Laughlin, un funcionario que cuenta con la siempre módica confianza personal de Kirchner. Mac Laughlin se haría cargo de otras funciones, como la negociación por la deuda en default con el Club de París. Boudou estaba a cargo de las negociaciones financieras internacionales y éstas son el centro de su gestión. Las demás tareas económicas están en manos de Moreno. Boudou es más cristinista que kirchnerista.
No te metas con Mercedes porque te vas a encontrar conmigo , lo paró hace poco Kirchner a Boudou, durante un entretiempo en el fulbito que se juega los viernes en Olivos. Mercedes es Marcó del Pont, presidenta del Banco Central, que, en efecto, soportaba las embestidas cotidianas del ministro de Economía. Fue en otra época. Marcó del Pont llegó también al disfavor cuando insinuó, hace escasos días, que era conveniente que la institución a su cargo retaceara la entrega de pesos a los bancos para no seguir fogoneando la inflación. Entonces no hubo fisuras: Cristina, Néstor y Boudou se abroquelaron contra la jefa del Banco Central. Marcó del Pont deberá ser confirmada o relevada en septiembre, cuando se cumpla el mandato de Martín Redrado que ella está terminando.
La Presidenta no quiere vetar el proyecto de ley de reforma del Indec, que seguramente aprobará el Congreso por iniciativa opositora. Se quedó tranquila cuando vio que el Senado había estipulado 150 días para su normalización. Eso llevará las cosas hasta mediados del año próximo. Las elecciones estarán cerca. El Gobierno podrá, además, convocar y controlar los concursos para los nuevos funcionarios de la agencia estatal de estadísticas. ¿Y qué dice Néstor? El ex presidente detesta cualquier iniciativa que surja de la oposición. El Indec es, también, una herramienta propia que él puso en manos de su incondicional Moreno. La reforma del Indec sería la aceptación implícita de que la institución fue destruida por manos kirchneristas.
La inflación, la inseguridad y la presencia violenta de Moreno explican, quizá, muchas cosas. El Gobierno ha mejorado considerablemente en las mediciones de opinión pública, pero la economía está creciendo a un ritmo asiático. ¿Por qué entonces los Kirchner no están mucho mejor en las encuestas? ¿Por qué no recobraron las mediciones de los tiempos de gloria?
La mezcla de alta inflación y exigua inversión condiciona el futuro de la economía. El Gobierno calla sobre el problema más grave para la sociedad, como son el auge y la impunidad de la delincuencia. El estilo Kirchner, expresado de manera brutal por Moreno, está dando síntomas de extenuación social. Esas son, tal vez, las cosas que frenan la popularidad de un gobierno que se enfrenta, además, con una oposición fragmentada e impotente.
Sólo Elisa Carrió es tan audaz como Kirchner. Sus seguidores confían en que el portazo que ella le dio al Acuerdo Cívico y Social podría terminar en una reconciliación. No es lo que piensa el radicalismo. Desde su presidente, Ernesto Sanz hasta Ricardo Alfonsín (hablaron mucho en las últimas horas) concluyeron que las cosas son mejores tal como quedaron después de la dura carta de ruptura de Carrió.
Lo que ninguno de ellos dice es que el problema de fondo consiste en que el radicalismo ya eligió a su candidato a vicepresidente: será el socialista Hermes Binner. Lo será con Alfonsín o con Julio Cobos. Carrió y Binner tienen una mala relación de muchos años. Rápido y sagaz, Binner enmendó en el acto las recientes declaraciones sobre las facultades del Ejecutivo respecto de las retenciones. La reconciliación con el radicalismo fue inmediata. La salida de Carrió, también.
Los "gerentes de la UCR" a los que Carrió aludió, pero no nombró, son Jesús Rodríguez y Leopoldo Moreau. Los acusa de tender puentes con su denostado Eduardo Duhalde y con el sindicalista Luis Barrionuevo. No objetó los acuerdos provinciales con Scioli, con el que mantiene una buena relación personal desde hace mucho tiempo. Poco antes de su adiós, Carrió recibió una llamada telefónica de Enrique Nosiglia, un dirigente que nunca considera destruido ningún puente de la política. Vos sos nuestra referencia moral , le dijo Nosiglia a Carrió para intentar suturar la sangría opositora. No pudo hacer nada.
El radicalismo tiene una ingrata opción por delante. La ida de Carrió nunca será gratuita en términos electorales. Todo los votos que ella podría llevarse serán votos del Acuerdo Cívico y Social y de independientes más dispuestos a apoyar una variante radical. Lo peor que puede pasarnos sería tenerla afuera , explica un experto radical en contar sufragios. No es la única opinión. Otros dicen que Carrió conlleva una dosis de imprevisibilidad insoportable para cualquier coalición y que, además, otra reconciliación podría ser una mala señal para el electorado que reclamará un gobierno congruente. Sanz y Alfonsín están más cerca de estos últimos que de aquel apesadumbrado contador de votos.
Macri será investigado política y judicialmente por las escuchas telefónicas. Así debe ser. Pero nadie dijo nada sobre la versión de que un juez que lo juzgó, Eduardo Freiler, fue escuchado por el gobierno nacional, cuando le anticipaba su posición a un funcionario porteño, y presionado luego para que cambiara su voto en la Cámara Federal. No desmintieron ni el juez ni el Gobierno. Ningún fiscal inició una investigación de oficio. La justicia argentina parece tener la medida desigual e insolente del propio Moreno.
 
 La incertidumbre empresaria
Por Mariano Grondona 5 de agosto de 2010
.En un libro tan importante como reciente, el Premio Nobel de Economía Douglass North ha hecho notar que, desde la era de las cavernas hasta nuestros días, el empeño casi obsesivo de los seres humanos ha sido combatir la "incertidumbre". Tanto en el campo de la ciencia como en el de la economía podría decirse, así, que las luces del progreso apuntan a perforar las sombras que desde antiguo nos rodean (Douglass North. Understanding the Process of Economic Change, Princeton University Press, 2005).
En el campo político, el progreso de los países desarrollados se ha logrado mediante la fundación de regímenes institucionales que contienen pocas alternativas no muy distantes, además, entre ellas. El 3 de octubre de este año, para tomar un ejemplo, los brasileños podrán optar entre una candidata presidencial de centroizquierda, Dilma Roussef, que aspira a continuar la obra de Lula, y un candidato presidencial de centroderecha, José Serra, que aspira, por su parte, a preservar el legado de Fernando Henrique Cardoso, el presidente que precedió a Lula, sin que medien entre estos dos pretendientes diferencias sustanciales. Si decimos entonces que Brasil es un país básicamente "estable", es porque las diferencias entre Roussef y Serra, al ser mínimas, les otorga a los empresarios un horizonte invalorable de continuidad.
¿Es esto lo que ocurre entre nosotros? En dos reuniones empresarias que ocurrieron casi simultáneamente a comienzos de esta semana, el Coloquio de Idea que se celebró en Rosario y la asamblea de la Unión Industrial que tuvo lugar en Córdoba, prevaleció un clima de honda preocupación. No era para menos porque, a la inversa de lo que pasa en Brasil, la distancia entre las dos alternativas que se ciernen sobre nuestros país, la autocracia que quieren consolidar los Kirchner y la república que quieren restablecer sus opositores, no puede ser mayor. Parafraseando a North, si una mínima distancia entre las alternativas políticas que se ofrecen en un país es una prenda de estabilidad, cuando esa distancia se vuelve extrema la inestabilidad resultante desalienta las inversiones empresarias, que son el único anticipo conocido del desarrollo económico y social.
Es que, en tanto la elección de octubre de este año que enfrentarán los votantes brasileños sólo consistirá en escoger entre dos "gobernantes" en el fondo similares, la opción que enfrentarán los votantes argentinos en octubre del próximo año consistirá no ya en escoger entre dos gobernantes sino en entre dos "sistemas" políticos y económicos sencillamente incompatibles, el Brasil de Cardoso o Lula y la Venezuela de Chávez. ¿Debe asombrarnos por ello que, mientras en el país vecino y en otros como él, ya sean Chile, Colombia o Uruguay, prevalece la paz, que fue definida por Santo Tomás de Aquino como "la tranquilidad de un orden", entre nosotros impere, al contrario, la crispación?

  Poder, dinero y miedo 
Joaquín Morales Solá
LA NACION 4 de agosto de 2010
"El Senado es ya un cuerpo sin vocación, sin fuerza y sin alma." La senadora que dice esa frase, con los gestos y el tono del desaliento, ha pertenecido al oficialismo y a la oposición en los últimos años. Sabe de qué está hablando. Otro senador peronista que milita ahora en el antikirchnerismo agrega: "El Gobierno no acepta la negociación ni la derrota en el Senado. ¿Qué otra cosa puede hacer que no sea usar la derecha y la izquierda para cooptar senadores?"
La alarma volvió a encenderse ayer cuando la oposición descubrió que no tendrá quórum hoy para tratar el 82 por ciento móvil para los jubilados. La senadora Roxana Latorre le hizo dos favores al Gobierno con un solo acto: le dio su voto en contra de esa medida, pero también fue la primera no kirchnerista en alistarse con el oficialismo. La primera deserción es la más difícil. La tarea de los que la seguirán será más simple.
Pocas horas después, el senador radical Emilio Rached, el hombre que empujo el empate en el Senado por la resolución 125 que terminó con el desempate de Julio Cobos, le dijo públicamente al periodista Luis Majul que alguien le propuso pedir lo que quisiera en aquellos días finales de la batalla perdida por el gobierno con el campo. Si el santiagueño Rached hubiera votado entonces como se lo pedía su gobernador, el neorradical kirchnerista Gerardo Zamora, el gobierno habría logrado aprobar la resolución de las retenciones.
Entre senadores opositores u oficialistas de bajo perfil es generalizada la sospecha, y la certeza en algunos casos, de que existe un sistema permanente de dádivas y prebendas en la Cámara alta. Las más claras excepciones son los senadores, también oficialista u opositores, de alto conocimiento público. La actitud contemporizadora de los líderes más conocidos del Senado ya provocó turbulentas reuniones internas en el bloque del radicalismo. "Hay algunos que llevan siete años negociando con el kirchnerismo y se han acostumbrado a ese ejercicio que siempre termina en nada", dijo uno de los díscolos.
Varios senadores recordaron una anécdota que explica muchas cosas. La senadora Hilda González de Duhalde vapuleó hace poco de la peor manera, delante de otros senadores, a un senador de Tierra del Fuego que prometía que votaría contra los intereses del Gobierno. "Vos no estás limpio y sos muy vulnerable. Terminarás haciendo lo que el gobierno quiera", le asestó la senadora, sin vueltas. La reunión se paralizó. Algunos creyeron que el senador fueguino comenzaría a los gritos o se retiraría. No hizo nada. Se quedó mudo. Terminó, en efecto, haciendo lo que el Gobierno quería.
Cuando en abril pasado el quórum era todavía una meta que no habían alcanzado ni el Gobierno ni la oposición, un senador cordobés recibió la visita de un viejo dirigente radical de su provincia. "No hay que pelearse con nadie. Se pueden hacer muchas cosas, como ausentarse, votar a favor del Gobierno o no ir a las reuniones de comisiones. Se pueden aceptar cosas a cambio de esos favores", le deslizó el oportuno visitante. "¿Qué ofrecen?", lo tentó el senador. "Todo. No hay límites para eso", le respondió el extraño interlocutor. El senador lo despachó con un no rotundo, pero quedó con la sensación de que la práctica era muy corriente en el Senado.
"La Banelco era más moral", se despacha aquella senadora que vibró con el oficialismo y con la oposición. ¿Por qué? "Ahora hay senadores que tienen empresas de obras públicas bajo el nombre de sociedad anónimas. El Gobierno sabe quiénes son y sabe quiénes deben ganar las licitaciones", cuenta. "Aquí hay abuso de posición dominante", lanza esa senadora visiblemente abatida. ¿Cuál es la posición dominante? "El poder, el dinero y el miedo", describe. ¿Miedo a qué? "Las provincias pobres viven del empleo público y de los subsidios. Quien maneja los subsidios maneja también gran parte de la provincia. Ningún gobernador quiere que desembarque en su provincia Milagro Sala y su violenta organización Tupac Amaru. El gobierno amenaza siempre a los gobernadores con la llegada de ella", relata.
Un párrafo aparte merecen los senadores que son esposas o hermanos de los gobernadores actuales; aquellos no tienen margen ni siquiera para asistir a una negociación. "Han entregado su conciencia. Son simples vicarios? o sicarios", subraya con ironía la senadora afligida.
 
Un caso llamativo
El caso Latorre es el más llamativo de todos. La senadora se escudó siempre en razones de conciencia para votar o para actuar a favor del Gobierno. Le sería imposible, sin embargo, responder las preguntas más elementales: ¿Por qué aceptó el liderazgo de Carlos Reutemann cuando necesitó renovar su mandato y cuando ya Reutemann se había alejado definitivamente del gobierno? ¿Por qué Latorre lo abandonó a Reutemann inmediatamente después de las elecciones, antes incluso de asumir su nuevo mandato de senadora? Latorre nunca hubiera sido dos veces senadora sin el decisivo respaldo de Reutemann en Santa Fe.
Latorre no sólo tuvo problemas con Reutemann. Adolfo Rodríguez Saá le pidió ya que abandonara el bloque del peronismo disidente. Con el argumento de la soledad como castigo, Latorre va y viene con su voto, con su presencia o con su ausencia.
 
El Gobierno, en efecto, detesta la derrota y la negociación. "No quiere otro fracaso en el Senado. Secuestra senadores, los invita a viajes, presiona a gobernadores e intendentes o les pone una valija en las manos." El senador peronista que hace esa pintura de la situación interna de la Cámara alta es, además, uno de los políticos más conocidos del país, que pidió reserva de su nombre. "El gobierno no va a perder ninguna votación en el Senado", se resigna.
¿Por qué muchos senadores expectantes, incluidos opositores, prefieren condicionar las denuncias, restarles importancia o limitarlas sólo a cuestiones institucionales? El primer argumento es que deben preservar la posibilidad de tender puentes entre el oficialismo y la oposición. Resulta, no obstante, que el Gobierno está empecinado en cortar todos los puentes.
La segunda razón es la necesidad de resguardar la imagen institucional del Senado. "Gastamos muchas energías en bajarle las polleras a una señorita que quiere subírselas todos los días", concluye un senador con el humor típico de las provincias. El humor sólo hace diáfano el más grave conflicto institucional de una República inexplicable.

La contraofensiva de Kirchner, ¿hasta dónde llegará?
Por Mariano Grondona Domingo 1 de agosto de 2010 |
.En las luchas políticas, así como en las batallas militares, en algún momento estalla el episodio del cual dependerá el destino de los contrincantes: es ese momento en el que alguno de ellos, temiendo perder, decide apostarlo todo a una riesgosa contraofensiva . Dos contraofensivas decidieron por ejemplo la suerte del mundo a fines de la Segunda Guerra Mundial. En el frente oriental, el ejército ruso cercó al ejército alemán en torno de Stalingrado en la llamada "operación Urano", que dio lugar al combate más sangriento de la guerra. Exhaustas y después de haber perdido 325.000 hombres, las fuerzas alemanas del mariscal Von Paulus terminaron por capitular. En el frente occidental, otro jefe alemán, el general Von Runstead, lanzó a su vez una profunda contraofensiva que lo llevó hasta el desierto belga de las Ardenas, pero al fin también tuvo que ceder frente al legendario general norteamericano George Patton. Después de Stalingrado y las Ardenas, la suerte de la Alemania nazi quedó sellada.
Tras sufrir la gran derrota electoral del 28 de junio de 2009, el "mariscal" Kirchner, que parecía perdido, lanzó a pesar de ello una vasta contraofensiva. A estas alturas de los acontecimientos no sabemos si vencerá como los rusos en Stalingrado o si perderá como Von Runstead en las Ardenas. Los dados de su apuesta, todavía, no han sido echados.
El origen etimológico de la palabra "guerra" es la voz indoeuropea wers , que significa "confusión" porque hasta que alguna de las partes se rinde, nadie sabe a ciencia cierta cómo terminará. Lo mismo ocurre en la lucha política. Los argentinos aún vivimos en medio de nuestra propia "confusión". Por lo tanto, se multiplican las apuestas. De un lado, el núcleo duro del kirchnerismo, al que se suma una legión de oportunistas, apuesta al ex presidente. Del otro lado, militan todos aquellos que en el mejor de los casos por convicción y en el peor de los casos por cálculo apuestan en sentido contrario. El porvenir de la Argentina, mientras tanto, esconde sus cartas.
 
El fiel de la balanza
La jornada del 28 de junio fue una sorpresa tanto para el kirchnerismo como para la oposición. Aquél, que no esperaba perder, lanzó de inmediato la contraofensiva en medio de la cual hoy nos hallamos bajo la consigna de que había que "profundizar el modelo". Esta creyó, por su parte, con cierta ingenuidad, que Kirchner ya estaba vencido. Ninguno de los dos bandos tenía razón. El kirchnerismo porque a lo mejor, lejos de exigirle que profundizara el modelo, la mayoría le había pedido que lo cambiara. La oposición porque no advirtió a tiempo que, lejos de rendirse, el kirchnerismo doblaría su apuesta.
Ante la audacia de Kirchner al actuar del 28 de junio en adelante como si hubiera ganado cuando en realidad había perdido, algunos consideran ahora la teoría de que Kirchner, efectivamente, está ganando. Pero tanto el kirchnerismo como el no kirchnerismo están olvidándose de un tercer actor: la amplia reserva de los indecisos. Es que la diferencia entre las luchas electorales y las batallas militares es que en tanto que éstas se resuelven a sangre y fuego, aquéllas se someten a un árbitro, el conjunto del pueblo. ¿Qué hará entonces el árbitro popular una vez que termine la campaña, cuando los contrincantes hayan agotado sus opuestos argumentos? He aquí un enigma envuelto en un misterio.
Antes de pronunciar su veredicto, los votantes que aún no se han pronunciado, que son mayoría, sopesarán las razones que esgrimen los contendientes. La principal razón que puede exhibir hoy el kirchnerismo es que la economía parece haber recobrado en 2010 el impulso que había perdido en 2009. Contra este argumento, no faltan economistas que señalan que el crecimiento actual de la economía es sólo de corto plazo, una suerte de espejismo que, apoyándose en la euforia típica de los períodos iniciales de la inflación, está desconociendo que, al concentrarse en el gasto público y en el alto consumo, el Gobierno se ha olvidado de la inversión de largo plazo, que es la base del desarrollo y que ahora desfallece entre nosotros mientras aumenta impetuosamente en países vecinos como Brasil, Chile y Uruguay.
Durante varios períodos de nuestra historia reciente, los argentinos hemos sido excesivamente economicistas al concentrarnos en los resultados económicos de los gobiernos sin preguntarnos por su solidez institucional. Así fue como los gobiernos militares obtuvieron a veces niveles de consenso que nunca habrían logrado si nos hubiéramos fijado en su precariedad institucional. Este atávico economicismo, ¿aún perdura entre nosotros? ¿O el énfasis constante de la oposición en la necesidad de reforzar nuestro sistema republicano en el Congreso frente al autoritarismo de los Kirchner pesa ahora más que antes? ¿Por qué perdió en todo caso Kirchner hace un año? ¿Por la marcha insuficiente de la economía o por su sesgo antirrepublicano, antiinstitucional? Esta es, quizá, la pregunta decisiva.
 
La pregunta por el pueblo
Todavía se podría agregar un argumento esta vez "político" en favor de Kirchner: que, en tanto que éste ha concentrado sus fuerzas en torno de su propio liderazgo, sus opositores se siguen dispersando en querellas que algunos juzgan pueriles en torno de nombres como los de Macri, Carrió o Stolbizer. Pero este argumento es en cierta forma endeble porque tiende a equiparar dos momentos incomparables del proceso político como son, de un lado, la "maduración" que ya ha logrado la empresa kirchnerista, con sus dos "pingüinos" al frente, y, del otro lado, el estadio todavía inicial que atraviesa la oposición en torno de sus incipientes precandidatos. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si el indescifrable Reutemann decidiera, al fin, sumarse a la contienda? ¿Hasta dónde podrá llegar ese incansable tejedor que es Eduardo Duhalde? Una vez que consume su propia maduración política, de todos modos, la oposición podrá dividirse sólo en dos opciones, el "panradicalismo" y los "peronistas federales", porque de lo contrario, de dividirse en tres, podría concederle una ventaja decisiva al "unitario" Kirchner. Esto supone, desde luego, que Macri y los peronistas federales necesitarían ponerse finalmente de acuerdo.
Los números avalan este horizonte, ya que en tanto que el kirchnerismo, gracias a su contraofensiva, podría estar subiendo del 25 por ciento que obtuvo en 2009 al 30 por ciento que tendría ahora, la oposición, con sus dilaciones, podría estar descendiendo del 75 por ciento de 2009 al 60 por ciento actual. Sesenta por ciento contra treinta por ciento: esta cuenta da todavía para dividir en dos, pero ya no en tres al no kirchnerismo si éste quiere, en verdad, derrotar a Kirchner.
Perón repetía que "lo mejor que tenemos es el pueblo". Esta frase, que en su momento se tomó por demagógica, ¿no ha pasado a indicar hoy, con el transcurso de los años, la nueva identidad de nuestra democracia? Ante el ímpetu de la autocracia kirchnerista, ante la difícil reunión de las fuerzas que se le oponen, ¿no será quizá que, en la Argentina contemporánea, la mejor reserva que tenemos es el pueblo? ¿No será él, en definitiva, aquél ante el cual todos apelaremos? Este pueblo, el mismo que hace un año le propinó un rotundo "no" al kirchnerismo, ¿no está cambiando acaso sus valores? Si su cambio incluye ahora un horizonte ya no economicista, ya no demagógico, sino republicano e institucional, el único que puede derrotar realmente a la pobreza, ¿no será que ya estamos al borde de esa república esclarecida, de largo plazo, que resplandece en las naciones hermanas?


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