**Mayo y Junio 2010
El laberinto político
Cristina y los tragos de su propia medicina
Por Lucrecia Bullrich
Las quejas por el "doble estándar" fueron una constante de los discursos de Cristina Kirchner en España. Apeló a esa figura una y otra vez para pedir coherencia e igualdad de trato entre los países del Mercosur y los de la Unión Europea.
"No puede haber un doble estándar en materia ambiental, en materia nuclear, ni en materia de proteccionismo, porque estos dobles estándares van generando un mundo con cada vez más contradicciones y conflictividades", planteó la Presidenta ante los mandatarios que participaron de la cumbre madrileña.
Pasado el fragor de la visita oficial a España, detener la mirada en la idea de "doble estándar" y, sobre todo, en el hecho de que Cristina Kirchner la haya utilizado con insistencia, deja al descubierto una contradicción tan evidente como elocuente: la Presidenta condenó en el exterior la misma falta de coherencia, el mismo abismo entre decir y hacer, que, sin ruborizarse, aplica puertas adentro.
La queja por el doble estándar, que encierra una forma de doble discurso, coincidió con algunos posicionamientos ambiguos adoptados por la propia jefa del Estado.
La contradicción que Cristina Kirchner construyó alrededor del proteccionismo es sin duda la más fuerte, tal vez porque no admitió matices. La cercanía en el tiempo entre la salida a la luz de los planes de Guillermo Moreno para frenar el ingreso de alimentos y la cerrada negativa de la Presidenta ante los micrófonos españoles sólo reforzó la falta de claridad alrededor del tema, rayana con el engaño.
Así, mientras la Presidenta pedía una "revisión profunda" del proteccionismo "en todas sus formas" y negaba la aplicación de límites a la producción extranjera, la más nueva aventura del secretario de Comercio Interior gozaba de perfecta salud: anteayer, choferes de camiones con choclo enlatado, galletitas y golosinas escuchaban las explicaciones oficiales varados en Paso de los Libres.
Cristina Kirchner volvió a llevar su reclamo por las Malvinas a una cumbre con sus pares del mundo. Antes del fuerte entredicho con Gran Bretaña, repudió la aplicación de un "doble estándar" en derecho internacional y, en particular, cuestionó que el Reino Unido no cumpla con una resolución sobre descolonización dictada por la ONU en 1965. Enérgica, pidió que las discusiones sobre soberanía no quedaran presas de la doble vara con la que, según denunció, se juzga a Londres.
Pocas horas después de repetir la queja, histórica, atendible y sostenida por gobiernos que la antecedieron, Cristina Kirchner hizo una visita al suspendido juez Baltasar Garzón. El apretón de manos no tardó en generar polémica. La Presidenta reivindicó su defensa del juez amparada en que el debate sobre las violaciones de los derechos humanos debe ser universal. Es cierto que el de la territorialidad y el juzgamiento de los delitos de lesa humanidad es un debate candente y polémico.
Igual de cierto es que a Garzón lo suspendió un tribunal español y que lo hizo por una causa ligada a víctimas del franquismo, pero también por un expediente que investiga órdenes aparentemente ilegales para realizar escuchas telefónicas a dirigentes del Partido Popular, por lo que ese encuentro puede interpretarse como una intromisión en asuntos internos de España.
El "doble estándar" en su versión criolla registra variantes que no salieron a la luz esta semana, pero que forman parte del paisaje nacional ya hace años y dejan en evidencia que la distancia entre el decir y el hacer tiene historia.
La primera es la que ubica en veredas separadas por un abismo el discurso oficial sobre la lucha contra la pobreza y la incontrastable realidad del falseamiento de las estadísticas oficiales que, entre otros muchos efectos, permite "ocultar" nuevos pobres. Invocar el progresismo para hablar de erradicar la pobreza y no hacer nada para que el Indec deje de publicar cifras que no reflejan la realidad es la manera tal vez más eficaz de mantener el statu quo.
Más lejos en el tiempo aflora la contradicción entre quejarse por la supuesta falta de jueces independientes y sostener un Consejo de la Magistratura donde difícilmente se puede dar un paso (en favor o en contra) de la conducta de un juez sin el visto bueno del kirchnerismo.
Cristina Kirchner cerró la semana con un protocolar pero durísimo cruce con Mauricio Macri que también contiene una contradicción. Que el jefe de gobierno porteño se haya mofado de la posibilidad de tener que sentarse al lado de Néstor Kirchner en la ceremonia de reapertura del Colón cuatro días antes de la ceremonia parece poco oportuno. Pero no menos cierto es que, si hay algo que caracteriza al Gobierno, es la tendencia a la descalificación cuando de aludir a sus adversarios se trata. Así, la queja oficial por los "agravios personales" pierde peso en cuanto se la contrasta con una conducta que es hábito entre los voceros de la Casa Rosada.
Parece claro. El defenestrado doble estándar internacional tiene profunda raigambre en estas tierras.
Esa obsesión por dividir y fracturar
Joaquín Morales Solá
LA NACION Miércoles 26 de mayo de 2010
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Dividió la historia y fracturó el presente para convocar a la unidad nacional a partir de la experiencia de ellos mismos. Esa contradicción rupturista y egocéntrica de Cristina Kirchner chocó ayer, sobre todo, con una sociedad que se encontró con una razón de la existencia nacional y que se volcó masivamente a las calles. No eran argentinos enarbolando banderas partidarias (éstas existieron sólo en los actos del kirchnerismo), sino mucho más conscientes que sus gobernantes del instante excepcional y único de la historia que estaban viviendo. Millones de argentinos se encontraron en el espacio público para celebrar un aniversario que nunca más volverán a vivir. Quizá futuras generaciones podrán hacer planes para sus próximos 100 años, pero seguramente no serán las que están hoy con vida.
¿Es extraña esa fractura en los hechos y en el discurso de los Kirchner? Por el contrario, actos y palabras de verídica unidad por parte de los gobernantes argentinos hubieran significado la sorpresa de lo original. Simplemente, fueron coherentes. Esa coherencia entre fisuras constantes convirtió la conmemoración de la fecha patria en una convivencia inestable y permanente entre dos Argentinas.
De hecho, no hubo en los últimos cuatro días un solo acto que comprendiera a las diversidades políticas, sectoriales, religiosas y sociales. Donde estaban unos no estaban los otros; donde cabía un discurso no tenía lugar ningún otro discurso distinto. Los actos de Cristina Kirchner fueron ceremonias casi monárquicas que sólo admitieron a los propios, salvo algún gobernador disidente y escasos legisladores opositores (dos, nada más). El resto fue la platea eterna de los fastos kirchneristas, tan cercanos ya a la adulación de los líderes que se tornan incompatibles con una República.
El otro acto fue el de la reapertura del Teatro Colón, donde convivieron amablemente peronistas, radicales, socialistas y la centroderecha de Pro. Más allá de las personas que allí expresaban esas ideas, es probable que en ese estilo, civilizado y pacífico, se esté incubando el futuro no tan lejano de la Argentina. Un río social subterráneo parece crecer con fuerza bajo el suelo presuntamente seguro de los actuales gobernantes. Los argentinos que atestaron las calles de Buenos Aires preferían estar unidos antes que inexplicablemente divididos. Nunca se vio mejor que en esos contrastes entre el llano y la cima el irreversible ocaso del proyecto y del estilo kirchnerista.
Merece un paréntesis la presencia en el Colón del presidente uruguayo, José Mujica. Fue el único presidente extranjero que decidió, audaz como es, desafiar el malhumor de los Kirchner; él, un viejo guerrillero, razonable ahora, se entendió sin inconvenientes con Mauricio Macri, un acaudalado descendiente de una familia de empresarios.
Ni Mujica dejó de ser lo que es ni Macri cambió sus ideas. Macri le debe a Mujica más de lo que está dispuesto a aceptar. El viejo presidente legitimó con su presencia la convocatoria del jefe porteño y blanqueó al Colón del equívoco color de las ideologías. Mujica contó que su padre, un humilde trabajador uruguayo, ahorraba de su salario para poder ir al Colón de vez en cuando. Por eso, su hijo estuvo ahí.
Es difícil explicar por qué la Presidenta corrió hasta Luján huyendo de la homilía del cardenal Jorge Bergoglio. Al final, en Luján la esperó un sermón casi idéntico del obispo Agustín Radrizzani. Los discursos eclesiásticos pregonaron el diálogo y el consenso, el valor de las instituciones por encima de los liderazgos fugaces, y remarcaron la existencia de niveles inexplicables de pobreza. Los dos dijeron lo mismo.
La Presidenta intentó la división hasta en territorios que pertenecen a la religión, donde sólo se transmiten e interpretan las palabras de Dios. La religión (la católica es inmensamente mayoritaria en el país) es también un bien común de los argentinos que no hace diferencias entre sectores sociales ni políticos.
¿Quién le dijo que Radrizzani sería mejor que Bergoglio? El mensajero presidencial no sabía de lo que hablaba o entendió que la Presidenta sólo quería fugarse de la Catedral de Buenos Aires. Radrizzani puede tener matices de estilo distintos de Bergoglio (¿por qué no, si son dos personas distintas?), pero integra el mayoritario centrismo de los obispos argentinos. Estos reconocen en el cardenal de Buenos Aires a un valioso líder religioso. Peor fue el resultado de las concurrencias: mientras la Catedral de la Capital estuvo llena de gente común que no ostentó ninguna identificación partidaria, la de Luján estuvo marcada, otra vez, por la presencia de las delegaciones políticas, trasladadas generalmente por los escépticos barones del conurbano.
Dos Argentinas se movían aquí y allá, por todos lados. Populares artistas, aunque mayoritariamente de un color ideológico determinado, actuaron bajo la organización de los actos del gobierno nacional. Otros artistas, menos ideologizados, trabajaron o presenciaron el espectáculo del Colón. Hubo multitudes en los dos lados. Ni una multitud era kirchnerista ni la otra era macrista.
Esa corriente incesante de divisiones llegó a su apogeo con el discurso presidencial de ayer. El Centenario fue un horror, empezó Cristina. Extrapoló los valores de entonces a los de ahora, se negó a comparar los progresos sociales y políticos de la humanidad durante un siglo y no reconoció el esfuerzo de la generación de 1910 para hacer de la Argentina una de las principales potencias económicas del mundo. La Argentina de hoy es mejor en muchos aspectos, pero no tiene la pujanza económica de entonces ni el optimismo social de hace un siglo. No es cierto, por lo demás, que éste sea el mejor momento democrático que la Argentina haya vivido nunca, como aseguró la Presidenta, siempre autorreferencial.
La batalla permanente
"La vida es una batalla permanente, una todos los días", se le escapó a la Presidenta, aunque se dio cuenta en el acto del desvarío del inconsciente y trató de suavizar ese desliz, que fue la mejor profesión de fe kirchnerista. ¿Por qué tenía que ningunear a España, delante de su embajador, cuando mencionó despectivamente que un miembro de la corona española había sido la figura central del Centenario? ¿No se pavonea ella ahora con la supuesta amistad de los actuales reyes españoles? ¿Nadie le dijo, además, que en el Centenario visitaron el país los presidentes de Chile y de Brasil en medio de ceremonias mucho más importantes que las de ahora?
Ninguna otra cosa, sin embargo, fue tan divisoria -ni tan explicativa del presente- como la entronización de Ernesto Guevara en el panteón de los próceres latinoamericanos. El "Che" es un mito y no un héroe; al mito se le permiten todas las fantasías que al héroe se le niegan. Guevara fue una persona valiente, pero de una asombrosa frialdad para matar y para hacer matar, para descerrajar guerras civiles y para enfrentar a los hombres y bañarlos de sangre.
Esas ideas no están en la Argentina de hoy, desde ya, pero sus conceptos de grietas y crispaciones parecen ser las predominantes entre los que gobiernan. Abajo, la sociedad bullía levantando principios más generosos que una recordación sesgada e ideologizada, que los últimos rastros de una polarización condenada a vivir su otoño.
Una editorial para el Bicentenario, de amor a la patria y los principios…Las comparaciones ¿son odiosas?
Pepe o Néstor
Por Alfredo Leuco
Pepe vive y vivirá con gran austeridad en una chacra cerca de Montevideo donde se gana la vida cultivando acelga y alfalfa. La parte baja de la mesada de su cocina se cierra con unas cortinitas de tela. Tiene 4 perros y anda en chancletas delante de los periodistas. Su esposa, Lucía, es igual. Creen en las cosas profundas de la vida y no le dan importancia a la ropa. El principal himno de campaña decía: "Vamos Pepe / vamos con la gente/ Hay un tipo caminando por la misma calle que vos/ Sin fortunas ni palacios/ "
Néstor ahora vive en la quinta de Olivos pero es un millonario con un patrimonio multiplicado desde el poder que no tiene antecedentes en la historia democrática reciente. Néstor si tiene fortunas y palacios. Su esposa, Cristina, tiene una pasión especial por la ropa cara y por la joyas.
Pepe ni entró a la universidad , fue fundador de los Tupamaros, vivió en la clandestinidad, se alzó en armas, recibió 14 balazos policiales en su cuerpo y estuvo 13 años preso durante la dictadura uruguaya que lo utilizó como rehén. Dos años estuvo enterrado en un pozo inmundo donde el apostó a la vida alimentando 7 ranitas con miguitas de pan. Lucía, también fue guerrillera y estuvo presa y escapó por las cloacas y hoy se convirtió en la presidenta del Senado que le va a tomar juramento a su marido porque así lo dice la Constitución. Ninguno de los dos saca pecho de su condición de perseguido de la dictadura, rara vez hablan del tema, lucharon por la memoria y la justicia pero no tienen sed de venganza. Néstor es abogado igual que Cristina. Fundaron el Frente para la Victoria y durante la dictadura se dedicaron juntar platita para hacer política, como confesó ella, ejecutando a quienes no podían pagar sus créditos. No hay registro ni recuerdo de un solo gesto o acto de por los derechos humanos ni que hayan defendido un solo preso político. Sin embargo, todo el tiempo quieren apropiarse de ese pasado. Alardean de lo que no fueron. Exhiben lo que no hicieron y han reflotado un odio absolutamente extemporáneo.
Pepe se compró hace unos meses su primer traje y va a vivir con 1.500 dólares. Los 15 mil mensuales que cobrará como presidente los vá a donar.
Néstor tampoco tiene desesperación por la elegancia pero si codicia y voracidad por el dinero. Pese a tener un patrimonio extraordinario cuando le preguntaron si iba a donar los 24 mil pesos mensuales de pensión como ex presidente, maltrató al periodista que lo hizo y al mas puro estilo Menem dijo: "la platita es mía, mía".
Pepe ganó y dijo que no hay vencedores ni vencidos, que apenas eligieron un nuevo gobierno y que nadie es dueño de la verdad. Tienen una frase conmovedora que lo pinta de cuerpo entero. Dice que la democracia empieza en la oreja porque hay que escuchar a todos. Va a gobernar sin sectarismos, con ministros de otros partidos. Es la prolongación del gobierno de Tabaré Vázquez que bajó la pobreza, la indigencia y casi no tiene una sola sospecha de algún caso de corrupción.
Néstor ignoró todo el tiempo al resto de las expresiones políticas y en todo momento trató y seguirá tratando de quebrar su voluntad. Gobernó con un grupito reducido de leales y está cada vez más aislado. Su gobierno y el de su esposa están llenos de denuncias por presuntos delitos y hasta su propia declaración jurada está bajo la lupa de la justicia.
Pepe y Néstor no tienen casi nada en común. Pepe va a ser presidente de Uruguay y Néstor fue presidente de Argentina. Son como el día y la noche. Dime como vives y te diré quién eres. Pepe hace lo que dice y vive como piensa. Es austero, honrado, humilde, carismático, querido, campechano, capaz de reconocer que cometió muchos errores en su juventud y ahora. No hay mucho que agregar: Pepe es Pepe y Néstor es Néstor.
El preocupante multimedios oficial
Muchos autoritarismos consiguieron controlar a la prensa, pero ninguno llegó a controlar las conciencias
Domingo 23 de mayo de 2010 | Editorial LA NACION
.Es habitual que los gobiernos se vean asaltados por la idea de que todos sus problemas se deben a una deficiencia de comunicación. Por lo general, ese diagnóstico les resulta más convincente cuando ingresan en un proceso de declinación. Los Kirchner están llevando esa forma de pensar a extremos que apenas unos años atrás eran inconcebibles. Su manifestación más actual, pero no la única, es el proyecto de creación de un multimedios estatal, financiado con los impuestos de todos los contribuyentes.
La obsesión del kirchnerismo por los medios de comunicación se hizo más intensa a partir de la derrota electoral de junio pasado. El Gobierno interpretó el fracaso electoral como la derivación de un gran malentendido que le impidió a la sociedad apreciar sus virtudes.
La idea de que las cosas se hicieron bien pero no fueron comprendidas forma parte del balance de casi todos los políticos que sufren un rechazo electoral. Esa lectura se completa, por lo general, con una autocrítica: "No supimos comunicar".
No es el caso de los Kirchner. La Presidenta y su esposo denuncian distorsiones en la comunicación, pero nunca las atribuyen a deficiencias propias, sino a perversiones ajenas. El conflicto que protagonizan con la mayor parte de la sociedad y que se expresó en el derrumbe progresivo de su imagen y en la derrota electoral no se debe, según ellos, a que sus acciones sean incorrectas. Se debe a que los medios de comunicación independientes manipulan la conciencia de los individuos con el objetivo de que se formen una imagen negativa de casi todo lo que se les ofrece desde el poder. Para quienes gobiernan, esa desviación tampoco derivaría de un gran error de comprensión, sino que es la consecuencia de una perversión moral intrínseca de las empresas periodísticas por el solo hecho de ser eso: empresas.
El argumento tiene todos los componentes de un montaje autoritario. Supone que la opinión pública no se constituye a partir del intercambio activo y creativo de mensajes entre sujetos con capacidad de intelección, sino que es una gran masa privada de sentido común a la que con facilidad se puede manipular. De esa concepción, muy primitiva e ilusoria, se deriva la compulsión del Gobierno a ocupar el lugar de ese emisor privilegiado que lograría dominar lo que el público ve y juzga, como si los seres humanos fueran fuerzas físicas, pero ahora en beneficio propio.
Para satisfacer sus puntos de vista, el kirchnerismo se ha dado una política concreta, que consiste en una paulatina estatización del espacio mediático. Una manifestación inicial de ese avance sobre el sector público fue la proliferación de diarios y revistas de baja circulación, que sólo subsisten gracias a que sobre ellos se vuelcan de manera privilegiada los recursos del Estado. Después se impulsó una reforma a la ley de radiodifusión con varios dispositivos intervencionistas, desde un nuevo reparto de las frecuencias en detrimento de los licenciatarios privados, hasta la obligación impuesta a infinidad de empresas de vender parte de sus activos con un plazo compulsivo y sin respetar los términos fijados en los contratos de concesión.
Al mismo tiempo, el Gobierno avanzó a través de regulaciones y presiones, sobre los inversores italianos de Telecom, con la clara intención de poner esa red de telefonía y la caja que genera en manos de empresarios amigos, de tal manera que la empresa se convierta en un engranaje más del artefacto oficial de comunicación que se está ensamblando. Ese intento sigue en curso, ahora sirviéndose de los mismos operadores que buscaron los mismos objetivos durante la administración de Carlos Menem.
Otro paso del mismo plan se dio con la transmisión de los partidos de fútbol al sector público, que se encargaría de explotar el negocio de la publicidad, ligado a ese espectáculo. Primero se pensó en difundir todo tipo de avisos, pero, desde hace unas semanas, a las empresas privadas que habían pautado hacer publicidad de sus productos y servicios durante los partidos, se les avisó que, en adelante, sólo el Gobierno haría escuchar su voz allí.
El último capítulo de este acorralamiento a la comunicación independiente es la creación de un gran multimedios oficial. No existe una reglamentación clara para lo que se quiere emprender. Lo que sí existe es la urgencia para lanzar ese multimedios antes de que comience el campeonato mundial de fútbol ya que, como admiten en comentarios informales numerosos funcionarios, se pretende utilizar ese torneo como la plataforma de lanzamiento de la candidatura presidencial de Néstor Kirchner. El programa consiste en acelerar la instalación de la nueva modalidad de televisión digital terrestre y aprovechar la mayor capacidad de transmisión de esa tecnología para ofrecer, junto con Canal 7, unas veinte frecuencias con programación producida desde el Estado. Por lo menos dos de esas frecuencias estarían destinadas a noticias.
Paralelamente, el Gobierno desviará del presupuesto público unos 550 millones de pesos para la compra y distribución gratuita de decodificadores. Esos aparatos, que permitirían conectar los televisores con esas nuevas frecuencias, serían entregados a los beneficiarios de programas de asistencia social, de tal manera que puedan acceder a transmisiones deportivas de mayor calidad y, sobre todo, a los mensajes que emitirá el oficialismo para promover a sus principales figuras.
El apetecible negocio de la distribución de los conversores fue repartido por el Ministerio de Planificación entre un grupo de empresarios allegados, entre los que se destacan Claudio Cirigliano -acaba de ser procesado en la causa en la que se investigan viajes del ex secretario de Transporte Ricardo Jaime- y el ex titular de la UIA Juan Carlos Lascurain, presidente de la Asociación de Industriales Metalúrgicos (Admira). En la calificación intervino un ente estatal, el Instituto de Investigaciones Aplicadas (INVAP).
La idea de montar un nuevo aparato de medios estatales es, en sí misma, errónea. La iniciativa privada, lejos de ser una restricción para la circulación de los mensajes, es la mejor garantía que la civilización ha encontrado hasta ahora. Sobre todo cuando se asegura la competencia y, por lo tanto, el espíritu de riesgo. La alternativa de armar una maquinaria pública de prensa y propaganda, sin estímulo alguno a cuidar la calidad de sus productos porque quienes están al frente de ella arriesgan sólo el dinero ajeno -es decir, el de los ciudadanos que pagan sus impuestos- fracasó en muchos lugares del mundo, pero, sobre todo, en la Argentina. Las sociedades más pluralistas y abiertas, aun las que cuentan con un sistema estatal de medios, están volviendo de este diseño y estimulan cada vez más el espíritu de empresa en el campo de la comunicación.
Si la idea no es buena, su puesta en práctica es peor. El gobierno de los Kirchner se ha caracterizado, más que cualquier otro, por utilizar los canales de difusión del Estado para la destrucción de sus adversarios políticos. Es el patético testimonio que brinda a diario la programación de contenido periodístico de Canal 7. La actual administración ha exagerado vicios tradicionales de los medios públicos, como es la manipulación facciosa de la información, propia de una cultura política que, como la del oficialismo, confunde el Estado con el Gobierno, el Gobierno con el partido y el partido con el caudillo. La mejor demostración de este espíritu sectario es que la posibilidad de que el sistema público de medios de comunicación pase a depender del Congreso no está siquiera en consideración.
Con la creación de esta nueva empresa, los Kirchner agregarán más recursos del Estado a los que ya suelen utilizar durante las campañas electorales. Se aprovecharán, además, de una cláusula capciosa de la última reforma al régimen electoral, que es la imposibilidad de hacer contratos privados de publicidad política. Las consecuencias de este armado son fáciles de prever: aumentará los niveles de desequilibrio político que existen en la Argentina, degradará aún más los mecanismos republicanos -uno de los cuales supone que la administración de la cosa pública no puede estar contaminada por intereses particulares-, saturará el espacio de la comunicación con propaganda favorable al actor más poderoso, y pondrá a disposición de empresarios bien conectados los recursos del presupuesto. Si tuvieran buenos asesores, la Presidenta y su esposo podrían contemplar la posibilidad de que este nuevo experimento, en vez de mejorar su imagen, termine por caricaturizarla.
Cualquiera sea el resultado, el objetivo final que se proponen seguirá siendo ilusorio, como demuestra la historia completa de los autoritarismos: muchos de ellos consiguieron controlar a la prensa, pero ninguno alcanzó a controlar las conciencias.
Principio y fin de la fiesta kirchnerista
Joaquín Morales Solá Domingo 23 de mayo de 2010 |
Es enemigo todo aquel que no obedece . Esa nueva descripción del espíritu kirchnerista, que salió de la boca de un hombre que suele trasponer los portones de Olivos, explica muchas cosas que sucedieron en los últimos días. Una de ellas es que el Gobierno celebrará el Bicentenario sin reconocer que existe un vicepresidente de la Nación, en medio de un desaire al jefe del gobierno de la Capital y borrando de la historia a tres ex presidentes de la Nación. No es casual, de todos modos, que esos estrépitos de gallinero hayan tenido como víctimas a Julio Cobos y a Mauricio Macri, los dos presidenciables mejor ubicados en las encuestas de opinión pública. Es cierto que Macri cometió un serio e inoportuno error político cuando ninguneó a Kirchner, pero ni él ni la Presidenta tuvieron en cuenta el contexto histórico único en que les toca gobernar.
Sin embargo, en el primer lugar del ranking del rencor oficial está, contra otras apariencias, la Corte Suprema de Justicia. La última resolución del tribunal le arrebató a Cristina Kirchner la lapicera para seguir firmando decretos de necesidad y urgencia por cualquier cosa. Sólo en caso de catástrofes o de urgencias imprevistas estarían justificados, por razones de tiempo, esos decretos que evitan al Congreso. Aníbal Fernández hizo su propia interpretación: la excepcionalidad la establecerá la Presidenta. No leyó la resolución de la Corte o la malinterpretó con alevosía. En un país respetuoso, que no es éste, la jefa del Estado debió, luego de leer la sentencia de la Corte, derogar el decreto de necesidad y urgencia que estableció el feriado nacional de mañana.
El problema político anda por otro lado. Los intendentes del conurbano están negociando en secreto con Francisco de Narváez. Muchos gobernadores peronistas hablan más de Macri que de Néstor Kirchner. Ellos esperan, ansiosos, el momento oportuno para decir adiós. Eduardo Duhalde es el único peronista que creció un poco en la provincia de Buenos Aires. Una fórmula política y electoral que incluyera a Macri, a De Narváez y a Duhalde, que nadie descarta, sepultaría en el acto las ilusiones continuistas del kirchnerismo. El panradicalismo vacila entre Cobos y Ricardo Alfonsín; éste y Macri son los únicos dirigentes de la oposición no peronista que conservaron su lugar en la cima de las encuestas en las últimas semanas.
La algarabía kirchnerista por las encuestas se respalda en cifras módicas. Es cierto que los Kirchner y su gobierno subieron un poco en la consideración pública. Pasaron del 20 por ciento de aceptación al 30 por ciento, en cifras redondas, en los últimos tres meses. El último respingo fue más ligero que los anteriores, apenas un 2 por ciento. Ningún líder de ningún gobierno del mundo estaría contento con ese raquitismo político. Aquí, convirtieron esas pobres mediciones en garantías de la continuidad de los Kirchner. Es comprensible: todo gobernante lucha por retener la mayor cuota posible de poder hasta el final de sus días. Y la probabilidad de la permanencia construye siempre las formas de un poder, aunque sea sólo alegórico.
Sea como sea, los Kirchner siguen mal, o muy mal, en el interior rural del país, donde no se olvidó ni el combate de 2008 ni los castigos posteriores que recibieron los productores rurales por aquella derrota del kirchnerismo. El matrimonio que gobierna nunca pudo suscribir, por otro lado, un contrato mínimo de adhesión con la mayoría social de los centros urbanos del país.
Cristina Kirchner ganó en 2007 ayudada por el entonces pujante ruralismo, pero ella lo desafió poco después de llegar a la presidencia a una conflagración que no cesó aún. Nadie gana el poder en la Argentina repudiado por los centros urbanos y por los productores rurales al mismo tiempo. Todo lo que se dijo en tiempos recientes sobre el crecimiento kirchnerista fueron sólo palabras cargadas de abalorios. Tal como están las cosas hoy, los Kirchner se irán del poder en diciembre de 2011. Eso es lo que indican la política y la encuestología.
Macri podría sacar provecho, además, de la atracción kirchnerista por convertir en héroes a sus competidores. La Presidenta encontró en una errónea declaración de hartazgo del líder capitalino el argumento para no asistir a la reapertura del mítico Teatro Colón. El gobierno nacional había pedido 1300 entradas (la mitad del total), pero Macri se las negó. El Gobierno tenía miedo de que un público macrista maltratara a la jefa del Estado. Eludió la supuesta encerrona con aquel pretexto sobre las referencias públicas de Macri sobre Néstor Kirchner. Los Kirchner van sólo a los actos seguros, organizados por ellos.
A pesar de todo, es la Justicia la que podría hacer de Macri un mártir del antikirchnerismo. El procesamiento judicial de Macri es una obra inconsistente del juez Oyarbide, según la opinión de los fiscales más importantes del país (algunos cercanos al Gobierno), que leyeron sus argumentos. No se puede procesar a una persona porque vive dentro de una celda de Nextel donde habitan miles de porteños , dijo uno de ellos. El fiscal de la causa, Jorge Di Lello, desapareció de la investigación antes del procesamiento; su firma no figura en ningún pedido contra Macri.
Oyarbide le reclamó a Macri el número de sus teléfonos sólo después de haberlo procesado. ¿Por qué no lo hizo antes? Nunca le requisó los archivos de la cámara de filmación que el líder de Pro tenía en la puerta de su casa de entonces para saber si Ciro James entró alguna vez a ese domicilio. Las escuchas telefónicas al cuñado de Macri son anteriores a la creación de la Policía Metropolitana, y su padre ratificó ante Oyarbide, mediante un escrito formal, su responsabilidad personal en aquella intervención.
El juez sobreactúa y los argumentos parecen sobredimensionados. Oyarbide detectó 400 llamadas telefónicas de Ciro James desde la zona donde vivía Macri y el juez las vinculó directamente a éste. En tal caso, James no era entonces sólo un espía de Macri, sino un amigo personal que se sentaba en el living de su casa para hablar por teléfono con medio mundo. La Cámara Federal debería poner las cosas en su lugar cuanto antes, pero uno solo de sus jueces, Eduardo Freiler, es justificadamente confiable.
Las últimas mediciones creíbles de opinión pública señalan que el procesamiento no perjudicó ni benefició a Macri. Cobos está pagando en las encuestas el precio de todos los políticos que trabajan en el Congreso; el Gobierno consiguió que la sociedad termine desilusionada de su Parlamento. Con todo, el peor problema de Cobos no son los Kirchner, sino Ricardo Alfonsín. La inmodificable buena imagen de Alfonsín sólo muestra los rasgos de una sociedad ya fatigada de la trifulca perpetua.
El próximo 6 de junio, Cobos y Alfonsín se medirán cuerpo a cuerpo, en elecciones internas, en la decisiva provincia de Buenos Aires. Cobos respalda una alianza de la vieja estructura partidaria (Leopoldo Moreau, Federico Storani y, en menor medida, Enrique Nosiglia), mientras Alfonsín decidió enfrentarla proclamando la necesidad de la renovación del radicalismo. Extraña situación la de Alfonsín: en nombre de las banderas de su padre, se propone batir a una generación que nació, creció y perduró bajo la sombra de su padre. El resultado bonaerense podría volcar al radicalismo hacia Cobos o hacia Alfonsín.
Esos son los riesgos reales de los Kirchner. En lugar de resolverlos con la política, han decidido enfrentarlos con el miedo y la fractura. Los pueblos indígenas son una minoría (sólo el 1,5 por ciento de la población argentina es auténticamente indígena) que merece el respeto de sus derechos y de su historia. El Gobierno usó, en cambio, a la dura Milagro Sala (desautorizada hasta por las auténticas comunidades indígenas) para cavar en grietas sociales inexistentes entre "indios" y "gringos". El miedo es el último recurso autoritario de los que han perdido casi todo.
La apología de la excepcionalidad argentina
Joaquín Morales Solá
LA NACION- 19 de mayo de 2010
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Cristina Kirchner acaba de dar en Madrid la mejor prueba de que el periodismo independiente es necesario para que exista una sociedad informada. Sin la información de los medios periodísticos, la sociedad argentina creería ahora lo que ella aseguró: que nunca hubo ninguna decisión que frenara la importación de alimentos. En el marco de un escéptico relanzamiento de las negociaciones para un acuerdo de libre comercio entre Europa y el Mercosur, la presidenta argentina no dejó de hurgar, además, en las cuestiones internas españolas que amargan en estas horas a Rodríguez Zapatero.
Sus declaraciones sobre el comercio exterior se dividieron en dos partes. La primera parte estuvo dedicada a negar rotundamente que su país haya tomado medidas sobre las importaciones. La Presidenta no firmó resoluciones formales, pero Guillermo Moreno (que en las últimas horas apretó a más gente de lo que se sabe para que se calle o para que adopte determinadas decisiones) ha puesto al país en vilo por sus órdenes verbales para impedir la importación de alimentos que se fabrican en la Argentina.
Mandó a los organismos de control sanitario a que demoren las necesarias autorizaciones para el ingreso de esos comestibles, aunque esas dependencias aseguraron extraoficialmente que no tienen ningún reparo sanitario para las importaciones retrasadas. No conforme con ello, Moreno instruyó a la Aduana para que demore en puertos, aeropuertos y carreteras los envíos de comestibles desde el exterior.
La segunda parte de las declaraciones presidenciales se centró en el repudio al proteccionismo y en una profesión de fe en el libre comercio. Reclamó medidas conjuntas de las naciones para levantar barreras arancelarias y medidas indirectamente proteccionistas. Esta vez tuvo razón. Los países desarrollados del mundo están acostumbrados a crear las condiciones de un intolerable proteccionismo; Europa es, quizás, el continente con mayor cantidad de barreras a las importaciones.
Sin embargo, hay una diferencia sustancial entre el caso argentino y lo que sucede en otras partes del mundo. En Europa y en los Estados Unidos existen decisiones formales de los gobiernos sobre el comercio exterior, que pueden consultarse hasta en Internet. Por ejemplo, en Europa existe la PAC (Política Agraria Común), que protege hasta inconcebibles extremos a los campesinos europeos y que, por cierto, afecta a los productores agrícolas y ganaderos del Mercosur. En la Argentina, en cambio, no hay un solo papel firmado por ningún funcionario que formalice las modificaciones que se han instrumentado de hecho en el comercio exterior. Aquí, existen sólo Moreno y la excepcionalidad argentina.
Es cierto que mientras Europa no esté dispuesta a moderar su proteccionismo las negociaciones abiertas en Madrid merecerán pocas esperanzas. Pero es igualmente cierto que cualquier negociación seria no resiste el caso argentino tal como se planteó en las últimas semanas. Para decirlo de una buena vez: ni la política exterior ni el comercio internacional argentinos pueden tolerar por más tiempo que el árbitro final sea una persona con las características de Moreno. También las cosas deben colocarse en su justo punto: Moreno es sólo el ejecutor convencido y fiel de políticas, estilos y decisiones que corresponden al matrimonio presidencial.
No se trata sólo de Europa, aunque Cristina Kirchner haya tenido que rendir cuentas allí por obra de la casualidad. Brasil y China están tan ofendidos -o más- que los europeos por los obsoletos alborotos proteccionistas de Moreno. La Argentina es víctima de él: la industria de la alimentación (que se beneficia de las exportaciones, ahora en peligro por las consecuentes represalias) les da trabajo directo a 500.000 argentinos y, en forma indirecta, a 1.200.000 empleados.
Críticas y mezquindad
Nada sucedió, sin embargo, para la Presidenta. Algo parecido hizo cuando cuestionó las duras medidas europeas de reducción del déficit fiscal. España ha sido pionera en esas decisiones anticipadas. Nada es menos solidario que decirle que se equivocó a un político condenado a tomar medidas impopulares. No sólo fue mezquina con Rodríguez Zapatero; estuvo rodeada de líderes, entre ellos el primer ministro griego, Giorgios Papandreu, que hicieron, o están haciendo, lo mismo que el presidente español.
Cristina aseguró que la Argentina se había negado con suerte a hacer ajustes ortodoxos. La Argentina hizo cosas peores. Entre 2001 y 2002, redujo a un tercio los salarios por la magia de una hiperdevaluación y durante cuatro años cesó el pago de cualquier compromiso de su deuda pública. La devaluación y el default son ajustes, a veces más crueles, pero con otros nombres. Los Kirchner llegaron al poder cuando ya la economía estaba preparada para recibir los frutos de aquellos ajustes y cuando las ráfagas de la economía internacional eran propicias para las exportaciones nacionales.
El nudo del conflicto desatado en Madrid es más grave aún: ¿por qué la Presidenta cree que es una profesora itinerante con facultades para incursionar en problemas internos de otros países? La decisión de Rodríguez Zapatero corresponde al jefe de una nación soberana en un contexto especial. Dos días antes, el líder español había iniciado su camino al calvario con una frase muy conceptualmente antikirchnerista: "Yo pienso en el futuro de mi país más que en cualquier otro futuro político o personal", dijo después de promover una reducción masiva de salarios.
El otro gran tema de la política interna española es la reciente suspensión del juez Baltasar Garzón por haber investigado los crímenes del franquismo. La suspensión es incoherente e injusta (dictada por la misma justicia que lo habilitó para investigar crímenes de lesa humanidad en el extranjero), pero el propio Rodríguez Zapatero, que tiene su corazón con el implacable juez, se cuidó ostensiblemente de aludir al tema para no herir el principio de la división de poderes. Cristina y Néstor Kirchner no tuvieron esas prudencias y recibieron públicamente al juez Garzón.
Ellos debían tener dos cuidados, la división de poderes y la no injerencia en cuestiones internas de otro país, pero no repararon en ninguno. No importa: siempre les quedará el recurso posterior de decir que nunca existió esa reunión y que, en todo caso, fue una creación mediática.
La apropiación kirchnerista del Bicentenario
Mariano Grondona Domingo 16 de mayo de 2010 |
Si consideramos las principales noticias que nos asaltan en estos días, es difícil encontrarle a cada una de ellas, en forma aislada, una explicación coherente. ¿Cómo justificar, por ejemplo, la insólita ofensiva de Guillermo Moreno contra la importación de alimentos, que ya ha suscitado la protesta de Brasil y la Unión Europea, nuestros principales socios comerciales? ¿Cómo evaluar otra ofensiva esta vez judicial, la de Norberto Oyarbide, a través del reciente procesamiento de Mauricio Macri? ¿A qué atribuir el "desendeudamiento" de las provincias ante el gobierno nacional, sin que se distinguiera entre aquellos gobernadores que hicieron "buena letra", como Hermes Binner y Alberto Rodríguez Saá, y aquellos otros que se endeudaron alegremente, sin poner en orden las finanzas provinciales? ¿De dónde provino la decisión presidencial de anunciar un subsidio universal a la niñez sin reconocer que esta iniciativa había sido previamente auspiciada por la oposición? ¿De dónde surgió la "invasión piquetera" en la avenida 9 de Julio? ¿Hay alguna conexión entre estos episodios y el apoderamiento del Fútbol para Todos por parte del Gobierno, en vísperas del Mundial? ¿Hay alguna explicación para la proliferación de los mensajes de los dos miembros de la pareja presidencial, que llenan cada día las pantallas de televisión sin obtener por eso un mínimo "rating"? Finalmente, ¿será la celebración del Bicentenario un acontecimiento "nacional" al que sean convocados todos, oficialistas, opositores e independientes por igual, o se concentrará en la exaltación de Néstor y Cristina Kirchner?
Estos ejemplos que nos regala hoy la actualidad, ¿hay que analizarlos uno por uno, como si fueran novedades inconexas, o es posible encontrarles un hilo conductor capaz de unificarlos como las "partes" de un "todo" en el cual cada uno de ellos encuentre su sentido?
El hilo conductor
Una primera pista de que estos diversos acontecimientos responderían a una única causa es que todos ellos habrían nacido de Néstor Kirchner. La segunda pista, quizá decisiva, es que todos ellos encajan dentro de una estrategia que los unifica: la voluntad de poder del único favorito de la Presidenta, que ha decidido librar una batalla a todo o nada para ser consagrado presidente de los argentinos en octubre de 2011.
No bien aceptamos esta premisa, cada uno de los episodios mencionados más arriba encuentra su lugar. La ofensiva de Moreno contra la importación de alimentos ha sido objetada, con razón, por el daño comercial que traería consigo, pero este argumento, que subraya el interés general que se halla en juego, no toma en consideración que, si cerrar la economía nos perjudicaría como país, lo que le importa a Kirchner no es el país, sino su propio control del país. A Kirchner no lo preocupa la grandeza económica y social de un país que en tal caso él tendría que compartir con otros, sino compartir el poder aunque el país, a consecuencia de ello, resultara más pequeño. Lo mismo ha ocurrido detrás de la voluntad del favorito por ahuyentar las inversiones extranjeras, porque ellas, de expandirse, no le responderían. Adjudicar la decisión de cerrar la economía a Moreno sería ignorar que el secretario de Comercio es, apenas, un soldado de Kirchner; los empresarios afectados podrían llamarlo incluso "un verdugo de Kirchner", pero los verdugos, ya se sabe, son meramente instrumentales.
El juez Oyarbide, ¿no es por su parte otro de los verdugos de Kirchner, esta vez en el campo judicial? Es difícil interpretar su apresurado procesamiento de Macri a menos que se incluya en esta interpretación el hecho de que, no teniendo todavía ni el radicalismo ni el peronismo federal sus candidatos presidenciales, el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires es por ahora el único rival de Kirchner. La campaña que ha desarrollado Oyarbide contra él, ¿responde entonces sólo a una causa judicial o es, a la inversa, fundamentalmente política? ¿Cómo desligar esta pregunta, por otra parte, del desorden que los piqueteros kirchneristas han creado en la avenida 9 de Julio, sin que el jefe de Gabinete los haya denunciado como lo hizo contra los piqueteros antikirchneristas? ¿Cómo aislarla del hecho de que Macri y Kirchner están compitiendo para ver quién se luce más en la inminente celebración del Bicentenario? ¿Cómo desconectarla de la expectativa que ha creado la inauguración del nuevo Teatro Colón?
Otras iniciativas oficiales, como el desendeudamiento de las provincias y el subsidio a la niñez de un lado y el Fútbol para Todos del otro, encajan como anillo al dedo en la estrategia kirchnerista. Mientras el desendeudamiento y el subsidio a la niñez fueron iniciativas opositoras, empero, ellas apuntaban a liberar a sus beneficiarios de la hegemonía kirchnerista de la "caja" aunque ahora, gracias a la rapidez de reflejos del oficialismo, igual vendrán los recursos pero canalizados, eso sí, no ya desde el Congreso sino desde la quinta de Olivos. Por eso al subrayar la velocidad de estos reflejos, el diputado Pinedo pudo decir "nos madrugaron". La transmisión del fútbol, en fin, le fue arrebatada a Clarín . Pero ¿no considera Kirchner, acaso, que los "medios" son su principal enemigo?
La campaña "preelectoral"
Cuando los argentinos celebraron su primer Centenario, la magna ocasión sirvió para ratificar la visión común sobre un pasado que se había vuelto esplendoroso, de la cual da testimonio el análisis que ofreció por entonces Joaquín V. González en su lúcido ensayo El Juicio del Siglo . La celebración que ahora nos espera, ¿dará lugar a una nueva meditación convergente o los Kirchner buscarán, al contrario, monopolizarla? ¿Se unirá de nuevo el país en la memoria de un éxito incomparable, como lo hizo hace cien años, o la vocación hegemónica del matrimonio presidencial ahondará aún más la zanja que hoy separa a los argentinos?
Una interpretación a la vista de los tiempos que estamos viviendo consiste en advertir que ahora nos hallamos en medio de una campaña preelectoral. No en medio de una "campaña electoral", porque faltan diecisiete meses para los comicios presidenciales. Pero sí en medio de una "campaña preelectoral" porque la intención de Kirchner es llegar a la decisiva campaña electoral del próximo año con todos los resortes del poder en sus manos.
Si entendemos por razonable la actitud de aquel que, si bien persigue sus propios objetivos, lo hace respetando las normas y a sus adversarios, la ofensiva preelectoral de Kirchner no es razonable. Si entendemos, en cambio, que la actitud del que persigue obsesivamente sus objetivos sin que le importen ni la santidad de las normas ni la dignidad de sus adversarios es racional porque busca los medios que llevan al fin, ¿quién le negará a Kirchner esta cualidad, que es moralmente objetable, pero puede ser políticamente efectiva?
Pero la feroz embestida que ha emprendido Kirchner contra Macri a través de ese juez sospechosamente kirchnerista que es Oyarbide, ¿es de veras, en última instancia, "racional"? Habida cuenta de la rotunda imagen negativa que hoy padece el ex presidente, ¿no podría volverse contra él? ¿Cuánto ganaría Macri si su flamante procesamiento lo convirtiera, a la luz de la opinión pública, en la víctima propiciatoria de una flagrante injusticia? El 28 de junio de 2009, el pueblo le bajó el pulgar a los Kirchner. Esta sentencia, ¿será rectificada o ratificada a medida que avance la campaña preelectoral en la que nos hallamos? Más allá de los Oyarbide y los Moreno, el pueblo tendrá la última palabra.
Bajo el imperio de los violentos
Joaquín Morales Solá LA NACION Domingo 16 de mayo de 2010
.Milagro Sala desembarcó en La Matanza dura y excesiva. El auge del piqueterismo se sintió en las rutas cercanas y en la calles de una Capital declarada, de hecho, zona liberada. Los Moyano despliegan su poderío sindical para cortar autopistas o para reclamar aumentos salariales que pondrían en riesgo la estabilidad de la economía. Guillermo Moreno apretó a empresarios en una concurrida reunión y colocó a la Argentina en un inexplicable enfrentamiento con Brasil, Europa y China, los principales socios comerciales del país. Las exportaciones a esas naciones salvaron rápidamente a los argentinos de la peor crisis de su historia, a principios de este siglo.
Milagro Sala es más violenta que Luis D´Elía, que, por lo general, tiene un mayor caudal de palabras que de hechos violentos en su prontuario. D´Elia ocupó una comisaría y se agarró a trompadas una vez, pero su discurso de odio tiene dosis semanales. Sala no habla tanto, pero hace más. Pocos días atrás, ella y sus militantes entraron a golpe de garrotes en el Instituto de la Vivienda de Jujuy y golpearon físicamente a los miembros del directorio de ese organismo. Los senadores nacionales jujeños Gerardo Morales y Guillermo Jenefes fueron víctimas personales de violentos escraches por la organización que lidera Milagro Sala. Las calles de la capital de Jujuy están en poder de ella y no del Estado.
Milagro Sala en La Matanza es un riesgo muy grave. D´Elía, viejo caudillo matancero, se ha puesto en guardia. Hugo Moyano, que tampoco adscribió nunca a los principios del pacifismo, tiene su propia estructura política y sindical en La Matanza. Los nervios están inquietos ahí. La Matanza ha perdido, además, a su jefe histórico, Alberto Balestrini, aquejado de parálisis cerebral. Los caudillos políticos locales son también hombres de cargar armas. La solución que encontró el kirchnerismo ante el vacío político fue, contra toda sensatez, enviar a Milagro Sala.
Milagro Sala recibe entre 12 y 13 millones de pesos mensuales en concepto de subsidios del gobierno nacional. Son planes para viviendas, para comedores populares y para otras cosas menos específicas. El senador Morales la denunció ante la justicia federal y ante la AFIP por presunto enriquecimiento ilícito. El legislador descubrió que la dirigente social tiene propiedades por más de tres millones de pesos que no podría justificar. Su organización, la Túpac Amaru, también fue denunciada; tiene bienes incomprensibles por más de 30 millones de pesos.
Esa mezcla de piqueteros ricos y pobres desató en la semana última una protesta de órdago en la Capital en muchos años. Kirchneristas ricos y antikirchneristas pobres. Las imágenes de la ciudad se parecieron mucho a las de la crisis de 2001. Pero la Argentina no está en 2001 ni su situación actual es la misma de entonces. No fue un conflicto social, sino político, alentado por el Gobierno y su manejo oportunista del conflicto social que existe y nunca resolvió.
Hugo Moyano dijo siempre que sus hijos sólo cumplen órdenes suyas. Uno de sus hijos, Facundo, es ya la caricatura de su padre cuando se trata de actuar con manifiesta prepotencia. Cortó autopistas y liberó peajes sólo por un problema de afiliaciones sindicales. Los Moyano no descansarán hasta llevarse la CGT a la casa familiar. El liderazgo sindical está, sin embargo, bajo fuego. Una suerte de anarquía se apoderó de los reclamos salariales, en los que todos (hasta Armando Cavalieri) corren por izquierda.
Gran parte de la industria de la alimentación está parada. Las empresas empezaron ofreciendo un aumento salarial del 23 por ciento, pero el Ministerio de Trabajo hizo un dibujo que llevó el incremento al 32,5 por ciento. No fue suficiente. Los sindicatos reclaman que el aumento se eleve hasta más del 40 por ciento en los sueldos básicos. Empresarios y funcionarios carecen de interlocutores, porque el sindicalismo está fragmentado y cada dirigente quiere conseguir un poco más.
¿Cómo será la inflación del segundo semestre del año, si los aumentos salariales superaran el 30 por ciento? Los sindicalistas, que les rinden pleitesía a los Kirchner, no le creen al Indec. Están tomando precauciones ante el respingo de la inflación; los empresarios harán lo mismo. La victima será la sociedad en general, ante un gobierno impotente. Es extraño, porque Néstor Kirchner solía observar con mucho cuidado los excesos salariales de Moyano en sus épocas de esplendor. Ahora no lo puede disciplinar y ése es otro síntoma de la debilidad que se maquilla.
Guillermo Moreno es el mejor maquillador de la debilidad de sus jefes. En una reunión con empresarios de la cadena triguera, el miércoles último, entrevió al representante de Arcor, que estaba a unos quince metros de él entre unos 40 ejecutivos, y le preguntó, insidioso y desafiante: ¿Arcor sigue todavía en AEA? . Arcor es una empresa argentina y la principal exportadora mundial de golosinas. Su presidente, Luis Pagani, fue fundador y titular de AEA hasta hace muy poco. El gobierno quiere desplumar a esa entidad empresaria, la más importante de la Argentina. Un poco más distendido, Moreno, con cara seria, invitó luego a los ejecutivos a tomar té: Aprovechen. Son los últimos saquitos de té importado que verán en mucho tiempo , bromeó con cara seria.
Durante 2009, la Argentina exportó alimentos procesados por valor de 22.000 millones de dólares. Importó sólo por valor de 950 millones. En el primer trimestre de este año, exportó 4500 millones en alimentos procesados e importó por poco más de 300 millones. La Argentina no tiene una balanza deficitaria, en el rubro alimentos, con ningún país del mundo. Sin embargo, Moreno ordenó a los organismos sanitarios y a la Aduana que frenaran el ingreso de alimentos importados. No existe ninguna orden escrita, como tampoco hubo nada escrito cuando se frenaron las exportaciones de carne. No hay ningún problema sanitario, pero tenemos la orden de demorar las autorizaciones , dejaron trascender los organismos de control.
El conflicto sorprende a Brasil en medio del proceso electoral para elegir al sucesor de Lula. La paciencia estratégica del líder brasileño se está agotando. La dolida España puso todas sus expectativas para reflotar el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur en una reunión cumbre que se hará por estos días en Madrid, que tiene la presidencia pro témpore de los europeos. ¿Qué le dirá Cristina Kirchner a Rodríguez Zapatero sobre los graves cuestionamientos europeos a la Argentina, además de darle clases de heterodoxia económica? Un tercio de las exportaciones de aceite de soja argentino iba a China, que le cerró sus puertas. China está cerrando muchas puertas para las exportaciones argentinas. México está preocupado por las importaciones argentinas de una popular cerveza mexicana. México compra automóviles argentinos.
Moreno decidió maltratar a los clientes en nombre de Kirchner. Eso no es neutro ni gratuito en el mundo de hoy. El país lo pagará. ¿Es lo único que pasa? Alberto Fernández, el hombre que más confianza política tuvo del matrimonio presidencial, fue advertido de que la Justicia tiene órdenes oficiales de involucrarlo en el caso de los medicamentos "truchos". Macri cayó abatido judicialmente por el juez kirchnerista Oyarbide.
Hay más. El cardenal Bergoglio hará el 25 de mayo el primer tedeum de la historia organizado por la Iglesia (todos los otros estuvieron a cargo del gobierno nacional). El gobierno de los Kirchner hará el suyo en Luján. Una cadena de e-mails está llamando a los antikirchneristas a concentrarse en la Catedral de Buenos Aires en un acto más político que religioso. La jerarquía católica está muy preocupada por esa transferencia de la crispación al terreno de la religión.
La religión, la política y la democracia se apagan ante los líderes y los mecanismos de la violencia.
Demasiado pronto, entre la ruina y la gloria
Joaquín Morales Solá
LA NACION Sábado 15 de mayo de 2010
Cuando el juez Norberto Oyarbide indagó a Guillermo Montenegro, actual ministro de Seguridad capitalino y ex colega suyo en la judicatura, le hizo una última pregunta: "¿Usted sabía de la asociación ilícita que integra, entre otros, Mauricio Macri?" Los sensores de ex juez le dieron la alerta en el acto: "Mauricio ya está procesado", concluyó Montenegro. Macri no había declarado aún ante Oyarbide, pero éste ya había confeccionado una lista con los nombres de los integrantes de esa asociación ilícita. La asociación ilícita es un delito que no puede eludir el procesamiento y, eventualmente, la cárcel.
¿Qué había sucedido en la otra punta del conflicto? Cuando Macri decidió la creación de la Policía Metropolitana, gran parte de su equipo (incluido Montenegro) le propuso que designara como jefe de la nueva fuerza a un oficial de la Policía Federal de no más de 42 años, con una carrera profesional y dominio del inglés. Macri volvió con una decisión personal e inalterable: debía ser el desgastado comisario retirado Jorge "Fino" Palacios, a quien el líder de Pro le debe la liberación de su cautiverio cuando fue víctima de un secuestro extorsivo. Palacios (elogiado por unos y detestado por otros) sembró y regó internas furiosas dentro de la Policía Federal y con la propia ex SIDE.
Oyarbide ha sido vinculado desde tiempos inmemoriales a los intereses de la Policía Federal. El titular fáctico de la policía, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, no sólo responde él mismo a las pasiones policiales, también obedece a su jefe político, Néstor Kirchner, que siempre entrevió en Macri al competidor más peligroso para el futuro del poder nacional. En realidad, desde hace mucho tiempo viene diciendo en la intimidad que Macri es más amenazador que Julio Cobos en las futuras elecciones presidenciales. Las encuestas no lo desdicen.
Macri sufre el mal de los políticos argentinos: casi no le gusta escuchar y se deja llevar por su intuición o por sus gustos. Así las cosas, se encontró en medio de una fenomenal interna nacional y con un jefe policial propio que nombró oyentes de conversaciones telefónicas antes que vigilantes, que la ciudad necesita desesperadamente. Ciro James escuchaba las conversaciones para el gobierno de Macri, para la Policía Federal y para el padre de Macri, en este caso a través de una empresa de espionaje. ¿Qué podía resultar de semejante personaje si no un escándalo?
Es difícil que la opinión pública entienda, fácilmente al menos, que James oía conversaciones en nombre del padre de Macri y en el gobierno de Macri, y que no había relación entre una cosa y la otra. Y, encima, que Mauricio Macri no conocía ni lo uno ni lo otro. Franco Macri, el padre, se hizo cargo públicamente del convenio con la empresa que lo contrató a James. Pero, ¿quién se hace cargo del nombramiento de James en el gobierno de Mauricio Macri?
Macri suele decir, con un dejo de ironía, que es el primer político que ordena escuchas telefónicas al cuñado, a mujeres despechadas y a hombres traidores, pero que nunca se supo que haya intervenido las conversaciones de políticos opositores, de periodistas ni de sindicalistas. Es cierto. Amigos suyos agregan que el país político discute ahora sobre la intervención de los teléfonos de un cuñado de Macri cuando todos saben que el gobierno nacional tiene bajo control los teléfonos de cualquier ciudadano más o menos importante de la Argentina. También es cierto.
Sin embargo, aquella supuesta coincidencia entre las escuchas compulsivas de James y los teléfonos intervenidos del cuñado de Macri es el dato que más compromete al jefe del gobierno. La otra intervención sugestiva es la del dirigente de los familiares de las víctimas del atentado a la AMIA, Sergio Burnstein, pero éste tenía un viejo pleito con el comisario Palacios y no con Macri.
Ninguna intervención telefónica es legal (salvo que exista una orden judicial fundamentada) ni es tolerable dentro de un sistema de libertades y garantías. Por el contrario, el precedente de Kirchner no exculpa a Macri; los jefes opositores están para ser distintos de los que gobiernan ahora. La plena vigencia de la libertad y la revalorización de las formas democráticas son el principal reclamo social a los opositores del kirchnerismo, que ya se encargó solo de devaluar aquellos valores. El exceso actual no justificaría nunca la inercia, por más módica que sea, de la ilegalidad.
Macri tuvo la suerte, entre tantas desgracias, de encontrarse con un juez como Oyarbide. Cercano a los intereses de los Kirchner, los interlocutores del juez con el gobierno son el presidente del banco Nación, Juan Carlos Fábrega, y Javier Fernández, el operador inagotable del kirchnerismo entre jueces y camaristas. En días recientes, Oyarbide buscó, hasta que encontró, la forma de llegar a uno de los principales dirigentes del peronismo disidente del kirchnerismo; se reunió con ese precandidato presidencial en el departamento de un conocido común. Nadie supo nunca por qué promovió ese encuentro, aunque seguramente está urdiendo sus futuros reaseguros.
Macri insiste en su candidatura presidencial. Se dio hasta el lujo de tomarse un tiempo para decidir si le conviene o no participar en una mesa de presidenciables del peronismo. No sabe si eso le haría bien a su imagen de político renovador.
Desde ayer, el peor problema de Macri no está en la política, sino en la Justicia. Quizá no influya mucho en la opinión pública la decisión de un juez desprestigiado e impopular (que no quiso averiguar, por ejemplo, qué hizo James en sus años en la Policía Federal), pero otra cosa sucedería si la Cámara confirmara su procesamiento. El arrebato de aquella designación de Palacios, y la presencia de un gobierno nacional adversario y dispuesto a jugar siempre a todo o nada, lo ha colocado a Macri muy temprano a un paso de la ruina o de la gloria.
La policía es el problema
Por Mariano Grondona
Especial para lanacion.com Jueves 13 de mayo de 2010
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El desplazamiento del ministro de Seguridad bonaerense Carlos Stornelli es una nueva manifestación de la grave crisis de seguridad que afecta al país y, más que a ninguna otra, a la provincia de Buenos Aires. Decimos que el cambio que ha dispuesto el gobernador Daniel Scioli en su gabinete es una "nueva manifestación" de la crisis de seguridad porque a esta altura de los acontecimientos resulta evidente que ella está íntimamente conectada con el bajo desempeño policial. Cuando la gente se siente insegura, es porque les está fallando el organismo llamado a protegerla contra la delincuencia. Nos pasa lo que nos pasa en esta materia porque la organización policial, que debiera ser nuestra "solución", se ha convertido en nuestro "problema".
Cuando gobernaba la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde se animó a decir que teníamos "la mejor policía del mundo". Poco después de emitir esta eufórica frase, sin embargo, Duhalde puso al frente de la policía bonaerense a León Arslanian quien, contradiciendo la complacencia de su jefe, se dedicó a purgarla hasta el hueso, señalando de este modo a la corrupción policial como la causa principal del auge intolerable de la delincuencia.
Hasta cierto punto, Arslanian tenía razón. Por algo la Bonaerense recibía por entonces el terrible calificativo de "maldita policía". Pero la corrupción policial que él quería purgar, con ser grave, era hasta cierto punto "funcional" en el sentido de que, si bien estaba metida en áreas corruptas como el juego y la prostitución, también la policía había desplegado un sistema "semimafioso" a consecuencia del cual, mientras participaba en actividades delictivas como las mencionadas, al mismo tiempo le había puesto un "techo" a los crímenes más violentos.
El fracaso de Arslanian consistió en que, al descabezar como lo hizo a la "maldita policía", la dejó en un virtual estado de anarquía del cual resultó la creciente multiplicación de los delitos que él, vanamente, pretendió ocultar. Y si Stornelli procuró confiar en la policía como no lo había intentado su antecesor, no por eso pudo gobernarla por cuanto ella se había convertido en una organización ya no sólo "maldita" sino, además, "incontrolable".
Todo esto provino, al menos en parte, de la inquina contra la policía que trajeron consigo los Kirchner al imputarle, igual que a las Fuerzas Armadas, la culpa principal por lo que ocurrió en los años setenta. La solución al desafío de la inseguridad no podría ser otra, por eso, que la convergencia entre dos políticas fundamentales: de un lado, restablecer hacia los mandos policiales el respeto del gobierno y de la comunidad, para elevar su autoestima, y, del otro, exigirles que, a cambio de la devolución del respeto, se pongan a la altura de su enorme responsabilidad. Este doble desafío espera, aún, a Daniel Scioli.
La compra de fueloil alienta las sospechas
Joaquín Morales Solá
LA NACION
.Noticias de Política: 12 de mayo de 2010
Quizás el aspecto más inexplicable de la sinuosa relación con Venezuela sea el de la importación de fueloil. La Argentina es una exportadora neta de ese combustible y, sin embargo, lo importó desde Venezuela por valores cercanos a los 2000 millones de dólares durante seis años (en el período 2004-2009). Las operaciones se hicieron a través de una intermediaria internacional, Glencore, con sede central en Suiza y oficinas en Buenos Aires y Caracas. El representante de Glencore en Venezuela es Roberto Wellisch, la misma persona que preside Palmat, la otra intermediaria que se ocupaba también de abrir las puertas venezolanas para las exportaciones argentinas de maquinarias agrícolas.
La Argentina necesita importar fueloil sólo durante los meses de invierno (entre junio y septiembre) para generar electricidad cuando escasea el gas. Otra cosa anormal sucedió en 2007. En ese año, el ministro Julio De Vido fue nombrado presidente de Cammesa, la compañía administradora del mercado eléctrico. Cammesa es la contraparte argentina, en el tema del fueloil, de la venezolana Pdvsa. El Estado tiene sólo un 20 por ciento de las acciones de Cammesa; el 80 por ciento restante de las acciones está en manos de agentes generadores, de transportistas, de distribuidores y de grandes usuarios de electricidad.
Es cierto que la presidencia de Cammesa la ejerció siempre el representante del Estado en la compañía, pero no un ministro de la Nación. Es llamativo también que junto con De Vido desembarcaran en Cammesa su principal operador, Roberto Baratta, y el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Los tres comenzaron a manejar la empresa, según varios testimonios, sin respetar las normas establecidas en sus documentos fundacionales. "Empezó un manejo discrecional de la compañía y la transformaron en un instrumento funcional al Gobierno, como ya había ocurrido o estaba por ocurrir con el Enargas, el Indec y la Anses", subrayaron aquellos testigos. Típico estilo de esos tres funcionarios argentinos, aunque unos sean más explícitos que otros.
La Argentina importó cerca de cinco millones de toneladas de fueloil venezolano en esos años por valor de 1700 millones de dólares. Aunque las exportaciones totales de fueloil de la Argentina en ese mismo período fueron de más de 8 millones de toneladas, el dato más significativo es que exportó 3.200.000 toneladas en los mismos meses que importaba fueloil venezolano.
Si el país hubiera utilizado su producción nacional para el consumo interno durante los inviernos, sólo habría necesitado importar 1.600.000 toneladas de fueloil para generación eléctrica, aunque según varios expertos esas importaciones no debieron superar nunca, si se incluían mejoras productivas y logísticas, el millón de toneladas. Es decir, sólo un tercio de lo que se le compró a Venezuela.
La contradicción más apabullante aparece cuando se observa lo que sucedía con Chile en esos mismos años. La Argentina redujo al mínimo las exportaciones de gas al país trasandino, que entonces era un dependiente exclusivo de las importaciones argentinas, con el argumento de que el país debía usar su producción nacional para alimentar el mercado interno. A Chile, un país donde los negocios poco transparentes son infrecuentes, se la aplicaba la ley de la necesidad nacional argentina. Venezuela se beneficiaba, en cambio, de una ley más laxa: se importaba en los mismos meses en que se exportaba.
Lo cierto es que la Argentina depositó en el fideicomiso argentino-venezolano 1700 millones de dólares innecesarios y que el intermediario fue el misterioso empresario Wellisch, titular de las dos Palmat. La primera funciona en Miami y la segunda, creada después del escándalo de la valija de Guido Antonini Wilson, tiene sede en Panamá.
Según los expertos, de haberse importado lo estrictamente necesario, la Argentina no debería haber pagado más que un monto de entre 400 y 500 millones de dólares. De acuerdo con esos conocedores del mercado, estas cifras se habrían reducido en un 20 por ciento si se hubiera comprado bien y de acuerdo con los valores internacionales. Dicho de otra manera: la Argentina contribuyó innecesariamente al fondo de fideicomiso del que disponía Palmat con valores comprendidos entre los 1200 y los 1300 millones de dólares.
Negocios colaterales
Hubo también algunos negocios colaterales menores; fueron producto del mal manejo de la recepción en puertos argentinos de los embarques de fueloil venezolano, que provocaron sobreestadías y devoluciones. De hecho, en 2004 Venezuela hizo un reclamo que generó un pago adicional de la Argentina por 13 millones de dólares. Esa cifra se pagó en 2005 mediante una resolución del Ministerio de Planificación.
Poco antes de la firma del acuerdo entre Néstor Kirchner y Hugo Chávez, las refinadoras locales le habían ofrecido al gobierno cubrir la demanda de fueloil en las usinas eléctricas, durante la temporada invernal, con importaciones a precios hasta un 25 por ciento menores y con calidad ambiental superior a la que ofrecía Venezuela. El Gobierno no aceptó esa propuesta. Es otro argumento para la sospecha de la compra forzada de combustible venezolano que serviría para alimentar el famoso fideicomiso.
Para importar fueloil venezolano, el gobierno argentino debió cambiar una resolución que fijaba los límites de contenido de azufre para el consumo interno. Lo llevó del 0,7 por ciento, vigente hasta entonces, a casi el doble. El azufre es veneno para la conservación del medio ambiente. La explicación de los expertos es que un fueloil de menor calidad permitía mayores márgenes de utilidades para las intermediarias. El costo era igual o superior al fueloil de mayor calidad.
Todo eso formó parte del fideicomiso que permitió la compra venezolana de maquinaria agrícola, negocio en el que también se habrían pagado coimas. Estas fueron denunciadas por el entonces embajador argentino en Caracas, Eduardo Sadous, quien señaló como testigo al productor agropecuario Eduardo Cavanagh. Este testigo fue citado ayer a declarar por el juez Julián Ercolini. Un homónimo de Cavanagh hizo declaraciones públicas en defensa del gobierno argentino, pero no se trata de la persona convocada por el juez.
Otro juez, Daniel Petrone, esta vez en lo penal económico, citó también al embajador Sadous para escuchar su testimonio. Suena a sobreactuación. Petrone es el magistrado que lleva hace varios años, arrastrando los pies, la causa por la valija de Antonini Wilson. Esa valija pletórica de dólares llegó al Aeroparque en agosto de 2007. Sadous se había despedido de su destino en Caracas a fines de 2005, casi dos años antes. Es razonable suponer que lo que Sadous puede aportar es poco. O nada.
Miami es lo único que une a Antonini Wilson y el actual escándalo por la venta de maquinarias agrícolas y la compra de fueoil. Antonini Wilson y Wellisch tienen sus oficinas centrales en esa ciudad norteamericana. Una conclusión es más rara aún que todo lo anterior: los líderes progresistas latinoamericanos proponen la revolución en sus países, pero acumulan formidables cantidades de dólares en los Estados Unidos.
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