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La dignidad de los gobernadores
Por Mariano Grondona
Especial para lanacion.com Miércoles 31 de marzo de
Con su cantimplora vacía, un caminante anda exhausto por el desierto. Se le acerca un mercader que le ofrece agua y comida a cambio de su dinero. El caminante se lo da, pero el mercader le exige además que se postre y lo adore. El caminante se niega. El mercader se aleja entonces, dejando a su interlocutor en el umbral de la muerte. Cuando algunos tratan de explicar el significado de la palabra "dignidad", acuden a la parábola del caminante y el mercader para sugerir que ella es, en definitiva, una frontera moral.
¿Cuántos de los 17 gobernadores que anteayer acudieron a Olivos para escuchar el monólogo de la Presidenta serían capaces de reiterar la conducta del caminante? ¿Cuántos de los siete gobernadores que no fueron invitados rechazarían el convite presidencial si el próximo martes fueran convocados? ¿Cuántos de los 24 gobernadores están dispuestos a plantarse en nombre de la dignidad frente al Estado unitario que los presiona?
En Olivos, la Presidenta reforzó esta presión por dos vías. Una, jugando con invitar a algunos gobernadores mientras demoraba la invitación a otros hasta al martes próximo, en tanto dejaba entrever que a los más díscolos quizá ni los invite. La otra, declarando que, si tiene que compartir el impuesto al cheque como quiere la oposición desde el Congreso, prefiere simplemente renunciar a él. El mensaje fue claro: si el impuesto no va a ser mío, que no sea de nadie.
Para decirle que no a Cristina Kirchner sin temer el castigo financiero que recaería sobre ellos y sus pueblos, nuestros gobernadores necesitarían que se cumplieran dos condiciones. Una, subjetiva, es la dignidad que algunos tienen y otros no. La otra, objetiva, es que, para evitar el padecimiento de sus pueblos, deberían poseer además recursos locales suficientes. Si bien diezmados por la voracidad unitaria, estos recursos todavía existen. Pero aparte de ser "dignos" o "indignos", nuestros gobernadores han sido buenos o malos administradores del residuo que les queda. Sólo aquellos que han sido buenos administradores están en condiciones de decirle que no al mercader que los aprieta sin padecer un altísimo costo fiscal.
Hay gobernadores como el chubutense Das Neves, el puntano Rodriguez Saá y un par de otros más como Mauricio Macri, que han podido resistir la invasión unitaria porque supieron sumar la buena administración local a su dignidad personal. Pero hay otros gobernadores como el santafesino Hermes Binner que, aunque tienen dignidad, han carecido de una buena administración local por lo que, para sostener su "no", tendrían que subirse al heroísmo del que hizo gala, antes de morir, el caminante de la parábola. ¿No sería demasiado exigirles a los gobernadores ineficientes que condenen a sus pueblos a la inanición, con tal de no postrarse ante el mercader voraz?
Las dos caras de los jueces
Joaquín Morales Solá
LA NACION Miércoles 31 de marzo de 2010
El Gobierno tiene desde ayer las manos libres para capturar las reservas nacionales y pagar con ellas la deuda pública. Fue una decisión de los estamentos judiciales más kirchnerizados. Al mismo tiempo, a la administración le llegó una visita inesperada: varios escándalos por corrupción estallaron en los últimos días por decisión de otros jueces.Son las dos caras de la Justicia, que advierten sobre el arribo de un tiempo en que los jueces oscilarán entre la vieja lealtad (o el temor) y la ruptura con los quegobiernan. Las dos salas que se expidieron a favor del Gobierno pertenecen al fuero Contencioso Administrativo, el más influenciado por el operador kirchnerista Javier Fernández. Este Fernández tiene un hermano, Sergio, entre los camaristas firmantes de la primera sentencia de ayer sobre las reservas. Las dos salas dejaron sin efecto las medidas cautelares de la jueza Claudia Rodríguez Vidal (que prohibieron al Gobierno usar las reservas sin autorización del Congreso) argumentado "defectos procesales".
El Congreso está metido en un berenjenal, es cierto, en el trámite para convalidar -o no- el último DNU de Cristina Kirchner para hacerse de las reservas. Pero lo está tratando. De hecho, existe una decisión de la Cámara de Diputados que invalidó esos decretos. Comenzó por hacerlo con el de diciembre, que ya estaba derogado por la Presidenta, pero subrayó que la misma nulidad le cabía a todas las normas subsiguientes.
Un dictamen reciente de la comisión de Presupuesto y Hacienda de Diputados firmado por la mayoría declaró, además, nulo de nulidad absoluta el nuevo decreto de necesidad y urgencia, el mismo que la Justicia confirmó ayer. La Cámara de Diputados está habilitada para tratar esa nulidad en su reunión plenaria de la próxima semana.
¿Necesitaban los dos tribunales apurarse para darle la buena nueva al Gobierno? ¿Por qué les abrieron a los Kirchner tan rápidamente las bóvedas del Banco Central? ¿No debieron aguardar unos días más a la espera de una resolución del Parlamento? ¿No fue ése el criterio de la primera jueza que trató el tema, María José Sarmiento, y el de la Cámara que en enero rechazó la apelación del Gobierno? Lo único bueno de las resoluciones de ayer es que se respaldaron en "defectos procesales" y no entraron en el fondo de la cuestión.
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Javier Fernández puede hacer algunas cosas, pero no puede hacer todas las cosas. El fuero federal penal parece habérsele ido de las manos. Los jueces Norberto Oyarbide y Sergio Torres pusieron en días recientes, en el primer lugar del escenario, el tema más detestado por los Kirchner: los innumerables casos de presunta corrupción que manchan la administración kirchnerista.
El progresismo y la izquierda le han perdonado muchas cosas al matrimonio gobernante (en nombre de ideas, de recuerdos y de relatos referidos a un tiempo que fue), pero les es muy difícil comprender la corrupción de muchos funcionarios kirchneristas. Néstor Kirchner lo sabe mejor que nadie.
Oyarbide había dado pruebas de lealtad al oficialismo cuando le pareció normal un patrimonio presidencial absolutamente inexplicable. Pero ahora se metió con la fortuna de Ricardo Jaime, que puede ser una patada al hormiguero. Jaime tiene una treintena de causas y fue el funcionario kirchnerista que más recursos del Estado distribuyó a empresas de servicios de transporte.
Miles de millones de pesos fueron a parar a manos de empresarios mientras eran cada vez peores los servicios de aviones, de trenes y hasta de colectivos. La Justicia investiga también si esos mismos empresarios beneficiarios de la generosidad de Jaime le pagaron a éste viajes de placer y el alquiler de aviones para desplazamientos privados.
Con todo, la investigación más grave de la Justicia podría suceder cuando comience a tirar de la soga para comprobar hasta dónde llegaba la cadena de complicidades entre los empresarios y el Gobierno. Es decir: si Jaime actuaba sólo por la suyas o si era el puente hacia niveles más altos de la administración.
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La noticia de que Aerolíneas Argentinas pierde un millón de dólares por día es ya un despropósito imposible de adjetivar. Sólo el 5% de la población argentina usa el transporte aéreo. Una minoría muy reducida es beneficiaria de semejante despilfarro de fondos. Pero lo peor sucedería si se confirmara que, encima, la compañía pagó sobreprecios para comprar aviones. Nadie, en ninguna parte del mundo, paga sobreprecios a cambio de nada. El juez Torres tendría ya documentación demoledora para varios funcionarios. Otra vez: ¿se trata nada más que de la corrupción de funcionarios menores?
Otras cosas se mueven también. El abogado Ricardo Monner Sans admitió que lo sorprendió que ningún juez archivara ninguna de las muchas causas de corrupción que presentó en los últimos tiempos. Están abiertas investigaciones, por ejemplo, por los vínculos comerciales entre Aerolíneas y el hotel de los Kirchner en El Calafate. O las indagaciones sobre las sospechosas compras de papel y de autos por parte del ministro de Economía, Amado Boudou.
Hace pocos días, la jueza María Servini de Cubría le envió a Cristina Kirchner un reclamo de explicaciones: ¿qué quiso decir cuando habló de que había jueces que tarifaban sus sentencias? ¿A quiénes se refirió? Con esas preguntas, la magistrada hizo suyo un reclamo del fiscal Federico Delgado en una causa iniciada también por Monner Sans, en la que denunció a la Presidenta por presunto encubrimiento.
Servini decidió también no archivar otra causa contra Cristina Kirchner por violación de la ley electoral, que le prohíbe al Gobierno inaugurar obras públicas en vísperas electorales. En este caso, otro fiscal pidió el sobreseimiento de la Presidenta en la única causa donde las pruebas se conseguirían con sólo recurrir a las crónicas y a las fotos de los diarios de la época.
Un sector de la Justicia resolvió no soltarle la mano a los gobernantes en la cuestión política más enrevesada, alborotada e inútil que haya sucedido (cómo y quiénes manejan las reservas). Otra parcela judicial está hurgando en escándalos de corrupción: éstos sí marcarán la agenda política más allá del tiempo en que a los Kirchner les toque mandar.
También hablan de Paredi en Mar Chiquita
Pelea política: Amores y odios en el interior
Cómo son los vínculos entre los jefes comunales del interior de la provincia de Buenos Aires. A quiénes reportan. Las modificaciones en las estructuras políticas después de las legislativas de junio del año pasado. El nuevo escenario de cara a 2011
Las elecciones de junio pasado dejaron una importante huella a lo largo y ancho de la provincia de Buenos Aires. Victorias y derrotas inesperadas hicieron que el mapa de odios y afectos cambiara radicalmente. Los intendentes oficialistas de la Tercera sección lograron superar el escollo y se mantienen como un grupo cerrado, siempre a las órdenes del Gobierno nacional.
Un tanto distinta es la situación en la Primera, donde los triunfos, al parecer, no fueron suficientes. De allí casualmente salió el “caza traidores” mandatario de José C. Paz, Mario Ishii. Pero... ¿qué pasa en el interior? Tierra adentro también se generaron polémicas y desencuentros, que de a poco se van recomponiendo o acrecentando. Según el caso. La Segunda, la Cuarta, la Quinta, la Sexta y la Séptima sufrieron el embate de la contienda electoral, tal como sucedió en el Conurbano. Acusaciones cruzadas, discusiones subidas de tonos y hasta amenazas. “Cuando me lo cruce al senador Patricio García, lo mato a trompadas”, llegó a decir el intendente de Lincoln, Jorge Fernández. Triunfos a nivel local y derrotas a nivel provincial y nacional significaron que más de uno haya tenido que agachar la cabeza y apagar el teléfono.
En cambio, los que ganaron abajo, arriba y en el medio, lo gritaron a los cuatro vientos. Jorge Paredi, “el único peronista de la ruta 2” -como él suele autodenominarse-, es uno de los pocos que lograron tal hazaña. Y aunque el propio Pitingo lo niegue, eso generó algo de recelo en algunos de sus pares kirchneristas, tanto entre los que se la habían jugado el todo por el todo yendo como candidatos testimoniales, como entre los que prefirieron mirar desde afuera. Amores y odios en el interior. Ante tan extenso y diverso panorama, La Tecla propone hacer un repaso por las estructuras de poder de cada sección electoral. ¿Quiénes perdieron peso y quiénes ganaron terreno? ¿Cómo son las relaciones entre los intendentes de la misma región? ¿A quiénes responden políticamente? ¿Qué papel juegan los legisladores que los representan a nivel provincial?
Segunda sección
La Segunda sección aparece bastante polarizada en lo que respecta al oficialismo. Uno de los distritos fuertes es, sin duda, San Nicolás, comandado por Marcelo Carignani. Oriundo de esta localidad, el referente nacional José María Díaz Bancalari es uno de los hombres con peso en la región. Representa al brazo kirchnerista de la zona. Con él tienen buena llegada los jefes comunales de San Nicolás (Carignani), Rojas (Norberto Aloé), Salto (Brasca) y Baradero (Carossi). Por otro lado, se ubican los intendentes del oficialismo que responden a la facción más ortodoxa del PJ. Entre ellos están los mandatarios de San Andrés de Giles (Ghione), Capitán Sarmiento (Ostoich) y Exaltación de la Cruz (Errazú).
En la Segunda sección los mandatarios suelen compartir reuniones vinculadas con la gestión, aunque reconocen que entre ellos hay cuestiones, sobre todo referidas a las aspiraciones políticas, en las que difieren bastante.
“La relación es muy buena. Nos reunimos con Colón, Arrecifes; nos encontramos con regularidades para llevar adelante temas de gestión. Lo político está en una situación distinta en cada distrito, pero en temas de gestión siempre nos reunimos. Hay intendentes que quieren ir por la reelección y otros que buscarán ser legisladores. Más allá de eso, nos debemos un encuentro político para definir algunas cuestiones”, indica, en diálogo con La Tecla, el mandamás de San Andrés de Giles, Luis Ghione. En este mismo sentido apunta el intendente de Arrecifes, Daniel Bolinaga. “A nivel seccional nos reunimos casi todos los intendentes de la Segunda, aunque tenemos, por supuesto, algunas diferencias políticas. Nos abocamos a tocar cuestiones referidas a la gestión”, expresa .
En tanto, los intendentes nucleados en la oposición también tienen diferencias entre sí, salvo los pertenecientes al vecinalismo (Skansi y Lennon), que mantienen un buen vínculo con todos los sectores. El arco opositor en la Segunda sección está casi completamente representado por el cobismo, con base en Pergamino, territorio comandado por Héctor María Gutiérrez, y en San Pedro, zona dominada por Mario Barbieri, ex intendente y actual diputado nacional. Entre estos dos pesos pesados del cobismo surgieron algunas diferencias, que comenzaron a avizorarse a mediados del año pasado, para las elecciones legislativas. Los roces estuvieron ligados a las candidaturas, ya que Cachi Gutiérrez era el postulante del vicepresidente, Julio Cobos, para ocupar la lista nacional, pero en una intensa negociación con las filas de Carrió, Gutiérrez quedó afuera y entró Barbieri.
Cuarta sección
La Cuarta sección se encuentra atomizada. Dos ministros nacionales tienen injerencia en esa región, lo que ocasiona algunos roces entre los jefes comunales. Se trata de Florencio Randazzo, ministro del Interior, y Julián Domínguez, titular de Agricultura. En lo que respecta al chivilcoyano, tiene buena llegada en distritos como Alberti (Leonel Zacca), General Viamonte (Juan Carlos Bartoletti) y, obviamente, en su localidad, donde se encuentra Pitelli. En esa zona también juega políticamente Ariel Franetovich, ministro de Asuntos Agrarios. Por su parte, Domínguez tiene buenos contactos en General Pinto (Alexis Guerrera), Florentino Ameghino (Francisco Iribarne) -acá también juegan con fuerza los hermanos García-, Chacabuco (Darío Golía) y Pehuajó (Pablo Zurro).
En Carlos Tejedor (María Giannini), el ex ministro y actual diputado Emilio Monzó tiene injerencia. Giannini no se apartó de las filas del Frente para la Victoria, aunque las decisiones de su “jefe político” la han obligado a distanciarse un poco de sus pares.
Los que muestran una actitud independiente dentro de la sección son General Villegas (Gilberto Alegre), General Arenales (José María Medina) y Lincoln (Jorge Fernández). Estas tres localidades, por su territorialidad, mantienen un caudal de votos que para una interna aseguraría la minoría. Hace pocas semanas se asoció al intendente Alegre con el armado que está llevando adelante su par platense, Pablo Bruera. Sin embargo el jefe comunal desmintió tal acercamiento. A pesar de esto, el rumor generó recelo en un grupo de jefes comunales que representan la facción más ortodoxa del kirchnerismo en la re-gión. En tanto en Bragado (Aldo San Pedro) se alineó al núcleo duro del kirchnerismo, que actualmente comanda los intendentes Francisco Barba Gutiérrez (Quilmes) y Mario Secco (Ensenada). Por su parte, Alberto Conocchiari (Leandro N. Alem) mantiene su condición de radical K y se encuentra en la línea de acción del Ejecutivo.
Trenque Lauquen, donde gobierna Jorge Barracchia, si bien fue un radical K, se muestra en la línea de acuerdo con el oficialismo.
Respecto de Junín, Mario Meoni alcanzó a ser uno de los hombres de confianza del vicepresidente, Julio Cobos, aunque últimamente ya no mantiene tal postura. El armado cobista en la Cuarta sección aparece con fuerza de cara a las próximas elecciones.
Las disputas dentro del oficialismo en la Cuarta están dadas entre Ariel Franetovich, Darío Golia, Andrea García y Alexis Guerrera, quienes quieren mantener el juego político de la sección de cara a 2011. Como se mencionó, los jefes comunales del Frente para la Victoria están atomizados en al menos dos grupos. No se caracterizan, como en otros casos, por las reuniones de sección, sino por los encuentros con sus líderes políticos.
Quinta sección
El oficialismo en la Quinta sección se encuentra fragmentado en varias figuras de poder que tienen injerencia en la región, aunque el peronismo opositor se posicionó favorablemente luego de la última elección. Necochea es una de las ciudades más fuertes de la Quinta. Allí ha crecido notablemente el justicialismo disidente luego de las elecciones pasadas, a través de la figura de Gerónimo Momo Venegas. Aunque el intendente Molina mantiene una buena imagen dentro de su ciudad.
El kirchnerismo en esta localidad está encabezado por Javier Masa (presidente de IPS), figura representativa en esta región. Otra de las figuras K de la Quinta, que viene ganando protagonismo, es Diego Bossio, titular de la Anses. Bossio hizo base en Tandil y de a poco fue desplazando al ex senador y actual concejal Néstor Auza. Por su parte, el intendente, Darío David, se muestra abierto a escuchar a distintos referentes, y ha manifestado autonomía, a tal punto que recibió a Mario Das Neves en su distrito. David tiene diferencias con varios de sus pares del oficialismo, y ha mantenido algunos cruces con ellos, aunque tampoco se identifica con el peronismo disidente. Otro de los hombres fuertes de la sección es el senador Goicoechea, con base en General Lavalle. Entre el legislador y el jefe comunal, Guillermo Marchi, prácticamente no existe diálogo desde de las elecciones del año pasado. En General Alvarado, Patricio Hogan se muestra alineado a los gobiernos provincial y nacional, y es uno de los jefes comunales del oficialismo que más intentan mantener ordenada a la tropa dentro de su sección. Por último, otro distrito fuerte donde comanda el oficialismo es el Partido de La Costa. Allí los De Jesús (padre e hijo) tienen buena llegada con el resto de los intendentes oficialistas.
El radicalismo de la sección, representado por Chascomús (Denot), Maipú (Rap-pallini), General Guido (Loubet) y Necochea (Molina) se muestra orgánico y unido.
Por último, el caso de Gustavo Pulti, in-tendente de Mar del Plata, merecería una distinción aparte. Es sabido que el jefe comunal de La Feliz va y viene en cuanto a su relación con el kirchnerismo. Estas idas y vueltas cansaron a sus pares de la sección, que por lo general despotrican por lo bajo con respecto al accionar del alcalde.
La lógica del poder y del apriete
Por Joaquín Morales Solá Domingo 28 de marzo de 2010
Una vieja leyenda política señalaba que Cristina Kirchner era más negociadora y consensual que su marido. Esa invención se respaldaba en la historia personal de la Presidenta, que hizo gran parte de su carrera en la política nacional entre diputados y senadores acostumbrados a negociar. Ahora se sabe que fue sólo una creación del kirchnerismo en los tiempos en que intentaba instalar la entonces apagada imagen de Cristina. Nunca como en los días recientes la política de los Kirchner estuvo más tomada por la intolerancia, la presión y la amenaza explícita o implícita a sus adversarios de cualquier estirpe. Una cultura del apriete parece haberse instalado peligrosamente en la Argentina. ¿Qué les pedirá mañana la Presidenta a los gobernadores kirchneristas, en Olivos, si no una renuncia a lo que son y a lo que representan? Les reclamará que la ayuden a voltear un nuevo sistema de coparticipación del impuesto al cheque, que está a punto de ser aprobado por el Senado con la deserción de varios oficialistas. ¿Por qué el Gobierno dejó que la misteriosa agrupación Quebracho mostrara el miércoles su poder de destrucción y su adiestramiento para esas tareas? ¿Qué costo político temió pagar la administración si evitaba esas imágenes de depredación y violencia?
Apriete político o apriete violento. Esos son sólo ejemplos extremos de un sistema de poder que busca permanentemente la polarización de la sociedad; es también el camino para sembrar el temor entre todos los que podrían decir que no. El Gobierno está en condiciones, incluso, de librarse en los resultados contables de las nuevas obligaciones de la coparticipación del impuesto al cheque. Podría cumplir con esas obligaciones y reducir los actuales aportes del Tesoro a las provincias.
Sin embargo, hay una diferencia insoportable para el kirchnerismo: los actuales aportes están a disposición de la arbitrariedad de los que gobiernan, mientras los nuevos serán rígidamente fijados por una ley. En una lógica retorcida, el inminente apriete a los gobernadores persigue el objetivo de que éstos continúen aceptando los aprietes.
Nadie sabe quién financia a Quebracho; menos se conoce en qué cosas cree o si tiene un proyecto de poder. Las imágenes del miércoles fueron patéticas, a pesar de tantas lagunas de desconocimiento, por el grado de entrenamiento y disciplina que sus militantes mostraron ante las cámaras de televisión. Sólo se saben dos cosas de Quebracho: sus apariciones no son frecuentes, pero son extremadamente violentas cuando ocurren. Actúa con la eficacia y la sincronización propias de adiestradas fuerzas militarizadas.
Existe una tercera constatación: el miércoles, las fuerzas de seguridad no hicieron nada ante ese encarnizamiento desatado en el centro de la ciudad. ¿Cuenta Quebracho con protección especial? ¿Por qué? ¿A cambio de qué? ¿Acaso para sembrar temor entre líderes que ya no se inclinan ante los Kirchner?
Un día después, un juez de Mendoza, el camarista Otilio Roque Romano, denunció públicamente que recibió mensajes cuasi mafiosos (para usar un término en boga) cuando debía decidir una apelación por un fallo de inconstitucionalidad de la ley de medios. Romano explicó que su casa fue asaltada en un operativo comando y que le robaron el archivo de su computadora. También dijo que recibió presiones de "organizaciones de derechos humanos", pero no dio más precisiones.
El problema es que Romano no es el único presionado. Otros magistrados, que llevan causas de corrupción contra funcionarios del Gobierno o que deben decidir sobre problemas importantes para la administración, también reciben llamadas con advertencias o promesas. Uno de los jueces de la Corte aceptó hace unos días que esas presiones son habituales entre los jueces de instancias inferiores o intermedias.
El Gobierno no defendió a Faggionatto Márquez, hasta el instante agónico, porque creyera en su inocencia; nadie, en su sano juicio, puede concebir inocente a ese ex juez. La defensa oficial se basó en la premisa política de que el kirchnerismo debía enviar un mensaje de que todavía está en condiciones de proteger a los jueces que le hacen favores. No pudo. Los propios legisladores kirchneristas que integraron el jury se manifestaron incapaces de cerrar los ojos ante la evidencia. ¿Cómo explicaría en su provincia, preguntó uno de ellos, un voto a favor de Faggionatto Márquez? Imposible.
Otro juez, el polémico Norberto Oyarbide, entendió la nueva situación en el acto. Un día después, ordenó el allanamiento de casas y oficinas de Ricardo Jaime, el ex funcionario con más causas judiciales abiertas por presuntos actos de corrupción. Oyarbide había puesto a dormir esos expedientes durante más tiempo del que puede explicar.
Otro que recibió las esquirlas del caso Faggionatto Márquez fue el presidente del radicalismo, Ernesto Sanz, que hizo, como senador, las veces de fiscal del ex juez. El oficialismo ventiló primero la grabación de una conversación telefónica de un colaborador suyo para endilgarle a Sanz un objetivo político. La grabación fue hecha por los servicios de inteligencia que controla el Gobierno. La redada mediática del kirchnerismo difundió en los últimos días otra versión, que ponía en duda el honor de Sanz. El senador está seguro, al final de una pesquisa que realizó, de que detrás de esa difamación estuvo la mano del ministro del Interior, Florencio Randazzo.
La periodista Magdalena Ruiz Guiñazú fue agraviada y calumniada por Hebe de Bonafini en uno de los arrebatos verbales más injustos que ésta haya tenido. Magdalena, una periodista crítica de cualquier poder (también del actual), le inició a Bonafini una querella por calumnias e injurias. Pero ¿por qué las personas honestas están condenadas en la era kirchnerista a dar explicaciones sobre una vida que no vivieron? ¿Por qué el locuaz gobierno kirchnerista calla cuando la insidia afecta a los que no están con él? ¿Qué mensajes conllevan esos silencios?
La propia Cristina Kirchner dejó de lado su condición de abogada y de Presidenta cuando el mismo miércoles prejuzgó al tratar en su discurso en la antigua ESMA el caso de los hijos de Ernestina Herrera de Noble. Esa causa está en la Justicia y hay una disidencia entre las partes sobre cómo deben seguir las indagaciones en los tribunales. Punto. No hay ninguna constatación.
Sin embargo, la Presidenta dio por hecho que esos jóvenes son hijos de desaparecidos y que su madre es una apropiadora. ¿La madre es culpable sólo por ser la directora de un medio periodístico al que los Kirchner le declararon la guerra? ¿Se necesita tan poco para resolver un difícil conflicto humano? En el fragor del combate perpetuo, los Kirchner se han olvidado de cualquier compromiso con la condición humana.
Cierto populismo suele olvidarse de lo humano, y también de la legalidad. Los tribunales internacionales de derechos humanos existen para proteger a los ciudadanos de posibles abusos del Estado. Cristina Kirchner es la expresión más importante del Estado argentino en estos momentos. ¿Para qué prometió entonces que recurriría ante esos tribunales por el caso de los jóvenes Herrera Noble? Ella es la que debe garantizar en su país una justicia sensata e imparcial para todos los protagonistas de ese dramático conflicto.
La guerra en estado crónico cubre con un velo confuso y difuso hasta las buenas decisiones políticas de los Kirchner. Pagar la deuda es una buena decisión después de tantas transgresiones argentinas. ¿Por qué pagarla transgrediendo todas las formas legales? ¿Por qué no recurrieron al Congreso si necesitaban de las reservas? ¿Por qué prefirieron un decreto con las formas de un ultimátum? Hasta la inquebrantable Elisa Carrió admitió que un proyecto de ley presentado en el Congreso le habría resuelto el problema de las reservas al Gobierno.
Algo parecido pasa con la decisión de dejar atrás el default con los holdouts , los bonistas que no entraron al canje de la deuda en 2005. La decisión política es correcta, pero el Gobierno hace presentaciones de su propuesta en el exterior mientras aquí nadie sabe nada. ¿Está haciendo la propuesta conveniente o podría haber alguna mejor? ¿Por qué no se consultó al menos con los líderes parlamentarios, oficialistas y opositores? En la cuenta final, los dos Kirchner son iguales: el poder es, para ellos, un latifundio personal que debe acatarse. Por las buenas o por las malas.
Para un argentino,
¿no hay nada peor que otro argentino?
Por Mariano Grondona Domingo 28 de marzo de 2010 Una larga tradición nos ha enseñado desde Aristóteles que las pasiones humanas son en cierto modo ambivalentes porque pueden fallar por exceso o por defecto y sólo pueden ser aprobadas cuando arriban a un justo medio alejado de estos dos extremos.
El coraje, para tomar un ejemplo, sólo es encomiable cuando se aleja tanto de la temeridad, que es su exceso, como de la cobardía, que es su defecto. Pero Emanuel Kant observó que algunas pasiones son tan destructivas que "siempre" resultan nocivas y no admiten, por ello, ningún "justo medio".
Este es el caso del odio porque, sea grande o pequeño, siempre daña tanto al odiado como al odiador. Desde la intolerancia hasta la venganza y el resentimiento, el odio discurre a través de diversos canales. Aunque también se pueda reconocer que algunas de sus causas son comprensibles aún así, según Kant, el odio es desde cualquier punto de vista condenable.
Esta introducción nos lleva a una pregunta incómoda. Muchos de los que en la jornada del último miércoles gritaban contra los militares y los civiles que los apoyaron durante los terribles años setenta, cuando tres manifestaciones simultáneas aunque divergentes los repudiaron en la Plaza de Mayo, albergaban razones comprensibles para vocear sus reclamos, pero aun así hay que preguntarse hasta qué punto no los inspiraba un sentimiento de venganza.
Lo que estuvo totalmente ausente de la Plaza fue un sentimiento de concordia y de reconciliación, que es la antítesis del odio, en tanto sería justo preguntarse además si, en el caso de que otros manifestantes se pronunciaran a su vez contra los Montoneros y sus sucesores, no los movilizaría un odio igualmente intenso de signo inverso. Todo ello sugiere que la zanja de la enemistad que cavaron los años setenta, lamentablemente, sigue abierta.
Y no es que un sentimiento de reconciliación y de concordia no haya intentado infiltrarse entre nosotros. Cuando volvió a la Argentina en 1972 y fue abrumadoramente votado al año siguiente, el viejo Perón, que en su momento había proclamado que "para un peronista no hay nada mejor que otro peronista" (lo cual implicaba que para un peronista no había nada "peor" que un antiperonista, un sentimiento destructivo cuya exacta contrarréplica albergaban los antiperonistas), pasó a decir que "para un argentino no hay nada mejor que otro argentino", una expresión de concordia superadora que acogió, desde el otro extremo, un Balbín también reconciliado. Pero justo en ese momento, al lado de la sabiduría adquirida por los dos viejos líderes brotaba impenitente el odio, esta vez entre los Montoneros y los militares.
La sabiduría de Perón y de Balbín tuvo sus continuadores a partir de Alfonsín, cuando dos leyes de concordia, como la del punto final y la de obediencia debida, remataron después en los indultos de Menem y del propio presidente Duhalde, refrendando de este modo la lección de la concordia que en otros pueblos ha dado lugar a iniciativas superadoras como los Pactos de la Moncloa en España y las leyes de amnistía en Uruguay, que el ex tupamaro José Mujica viene de avalar.
La Argentina parecía encaminarse entonces hacia la noble meta de la reunificación espiritual, pero todo esto hasta que Néstor Kirchner resembró imprevistamente en 2003 la semilla del odio que suponíamos en trance de erradicación y cuya más reciente manifestación ha sido el acto en Plaza de Mayo, cuando la señora de Kirchner presidió una serie de recordaciones que rematarían en el discurso incendiario de Hebe de Bonafini.
Un país de "odiadores"
Los Kirchner, ¿continuaron el auténtico sentimiento de venganza que aún portaban de una manera comprensible pero no justificable muchos de los manifestantes de Plaza de Mayo, o lo suyo ha sido, como lo denunció el filósofo Santiago Kovadloff, un mero acto de oportunismo ?
La pregunta es válida porque antes de 2003 el gobernador Kirchner se había destacado por sus excelentes relaciones con los militares a los que después procuraría destruir y por sus exorbitantes elogios al presidente Menem, a quien demonizaría.
¿Qué guió a los Kirchner entonces? ¿Una suerte de "conversión" espiritual o un cálculo táctico para aprovechar un poderoso sentimiento que nunca habían tenido? En contraste con ellos, el ex presidente Duhalde se animó en el mismo día de la Plaza a reclamar la reconciliación entre los argentinos.
Las dos pasiones incompatibles del odio y la concordia volvieron de este modo a chocar y cabría preguntarse, en este sentido, si la abrumadora derrota electoral del Gobierno en las elecciones del 28 de junio no se debió, en lo esencial, a que el pueblo argentino se hartó de su lenguaje agresivo.
Pero inculpar solamente a la pareja presidencial por la subsistencia de la agresión a los adversarios convertidos en enemigos sería excesivo, porque las zanjas del odio no han cesado de cavarse a costa de la reconciliación mediante las sucesivas rupturas que asolaron a nuestro país desde el feroz antagonismo inicial entre los unitarios y los federales hasta los fortísimos embates entre el peronismo y el antiperonismo, pasando por el encono que frustró nuestro primer régimen democrático de 1912-1930 por la aguda puja entre los conservadores y los radicales.
Esta observación lleva entonces a una inquietante pregunta: ¿no hemos sido, a lo largo de nuestra historia, una nación de odiadores en medio de la cual el "sectarismo", es decir, la adhesión a una parte como si ella fuera el todo, nos ha impedido probar una y otra vez los frutos de la unidad, de una suerte de "nacionalismo global", o de patriotismo, cuya clave es que cada sector se reconozca a sí mismo, igual que a su "enemigo" convertido en "adversario", como la "parte" de un "todo" englobante y no como una parte que pretende ser un "todo aparte"?
"Huérfanos de patria"
Esta serie de interrogantes desemboca en la pregunta más inquietante de todas: ¿sentimos acaso los argentinos que, por encima de cada facción, debe resplandecer el horizonte de una patria que no pertenece a nadie en particular sino que nos pertenece a todos porque a ella les pertenecemos todos, tanto los vivos como los muertos? ¿Por qué los argentinos no hemos seguido la senda constructiva de países hermanos como Uruguay, Brasil, Chile y Colombia?
En un poema que escribió el salteño Jorge Armando Dragone pueden leerse estas angustiantes estrofas, cuyo contenido glosamos: "Se nos murió la patria. Era una patria casi adolescente, era una niña apenas. Cuando murió, para la mayoría de la gente fue un día cualquiera. Unos hombres muy sabios opinaban que fue mejor que muriera porque después de todo era sólo una patria. Pero estábamos tristes. Es que esa patria era la nuestra. Es muy triste ser huérfanos de patria . Sólo después que ella murió, nos dimos cuenta" (Eduardo María Taussig, El Te Deum y otros aportes al Bicentenario , con prólogo del cardenal Jorge Bergoglio, Libros Agape).
Sólo falta ahora que los grupos opositores que se sientan en el Congreso y que, sumados, expresan desde el 28 de junio a la mayoría abrumadora de los argentinos eviten con cuidado la trampa del "particularismo", que es el residuo final de la intolerancia.
El clima que reina entre ellos es extremadamente cordial. Pero, inducidos por el ejemplo insoslayable de ese "maestro involuntario" de lo que no hay que hacer que ha sido Néstor Kirchner, lo que ahora necesitan es elevar la cordialidad que ya exhiben al nivel superior de la convergencia republicana.
¿Sería excesivo concluir que esto es precisamente lo que hoy nos exige, para renacer, la patria olvidada?
La pueblada
Mariano Grondona
Especial para lanacion.com Miércoles 24 de marzo de 2010
Lo que viene de ocurrir la madrugada del domingo en la ciudad de Baradero, a 150 kilómetros de la Capital, trae a la memoria el dramático filme protagonizado por Michael Douglas en 1993, Un día de furia, en cuyo transcurso un ciudadano al parecer común, William Foster, atraviesa una serie de incidentes cada vez más enervantes hasta que su agitación, ya fuera de control, estalla en tragedia. Es entonces cuando los espectadores advierten que William, lejos de ser el "ciudadano común" que suponían, se hallaba en verdad al borde de una locura terminal de vandalismo generada, en definitiva, por las tensiones acumuladas de la vida moderna.
En su análisis magistral de la tragedia griega, Aristóteles señaló que estaba destinada a provocar en los espectadores sentimientos mezclados de espanto y compasión para que pudieran "purgarlos", liberándose así de ellos. Pero hay dos diferencias entre las tragedias griegas y Un día de furia de un lado y la pueblada que acaban de protagonizar los vecinos de Baradero del otro: la primera, que en tanto aquellas eran obras de ficción, impactó en la realidad que nos rodea; la segunda, que sus protagonistas no fueron algunos individuos sino un pueblo entero.
Pese a estas diferencias, un hilo común enlaza a los distintos episodios que venimos de reseñar: que todos ellos, ya hayan provenido de la imaginación creativa de algún autor o de la nuda realidad social, han seguido el curso de idénticos "crescendos", yendo de menor a mayor hasta desembocar en una catástrofe que, si en un principio era quizá controlable, se convirtió finalmente en inevitable.
Los trágicos sucesos de Baradero, ¿fueron entonces, en algún momento, previsibles y por lo tanto evitables? El cardenal Richelieu escribió en su Testamento político que los únicos conflictos controlables son aquellos que, fueran grandes o pequeños, el príncipe supo anticipar. La pregunta sobre el estallido del domingo en Baredero se vuelve inquietante a partir de aquí, porque ya no deberíamos indagar sólo acerca de la responsabilidad de tal o cual funcionario municipal en el desencadenamiento de la tragedia sino también en el clima de crispación social que la rodeaba ya no "durante" sino "antes" de que se escapara de las manos.
Si no pudimos prever entonces el tumulto de Baradero antes de que ocurriera, ¿podremos extraer de él al menos ahora, cuando ya ha ocurrido, valiosas lecciones sobre nuestro futuro inmediato? La violencia, como los argentinos ya aprendimos a costa nuestra, no empieza en los actos que conmueven sino en los labios que la instigan. Es lógico preguntarse entonces, con urgencia, por el ambiente de confrontación que ensombrece cada día más la convivencia de los argentinos. Después de Baradero, en todo caso, ya nadie podrá alegar inocencia ante el larvado desafío de la violencia que nos está envolviendo.
La prensa, a merced del rumor y el agravio
Joaquín Morales Solá
LA NACION 24 de marzo de 2010
La escritora mexicana Angeles Mastretta ha dicho que le importa el rumor que produce el agravio más que el agravio. Suele explicar esa idea con una metáfora irónica, chispeante y sabia, ciertamente imposible de reproducir en un diario.
La prensa argentina padece desde hace bastante tiempo los estragos del rumor con mucha más fuerza que la bala perdida del agravio. ¿Los periodistas somos meros mercenarios a sueldo, dispuestos a describir el improbable sol de la noche sólo por un salario? ¿Las empresas periodísticas son demonios sueltos entre gente incauta, que defienden nada más que intereses corrompidos? El kirchnerismo ha tenido la astucia (sumada a los recursos y a las complicidades) de amplificar ese debate más de lo que se cree.
El tema es recurrente en tertulias de bares, en mesas familiares y en reuniones de amigos. Tal vez el éxito más importante del kirchnerismo haya sido esa capacidad inédita en los últimos 26 años de democracia de descalificar a sus adversarios reales o imaginarios. Esa situación cumple con el protocolo de un gobierno que llevó las naturales disputas por el poder a las entrañas de la sociedad, hasta fragmentarla entre amigos y enemigos.
La reciente reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa se refirió a la Argentina en términos muy críticos, pero aludió sólo a los asuntos comprobados. Es lo que le corresponde hacer. Sin embargo, aquel debate instalado sobre los periodistas y los medios es tan erosionante para la profesión como los despectivos discursos en los atriles del matrimonio Kirchner, que cuestionó la SIP.
Entremos al conflicto de la dependencia. Es oportuno responder aquellas dos preguntas iniciales que se han incrustado en la discusión social. Cualquiera con experiencia en este oficio sabe que hay muy pocos periodistas que trabajan en un medio contra la opinión del mismo medio. Por lo general, cada periodista llega, tarde o temprano, al medio que más le gusta y en donde se siente más cómodo. Cada diario tiene su línea editorial, su historia y su manera de ver la política, las cosas y la propia vida. Los periodistas también. Esto es así desde que existe el periodismo. Lo que se produce, en última instancia, es una convergencia natural entre la línea editorial del diario y las posiciones personales del periodista. Hay veces que módicas diferencias en ese camino común son fácilmente perceptibles para el lector atento.
Las empresas periodísticas, a su vez, sólo necesitan independencia económica. No hay peor dependencia que la dependencia económica. Dependencia que puede venir del gobierno, viejo proveedor de publicidad, o de un avisador privado único. Cuanto más rentable sea una empresa periodística (y más diversificados sean sus anunciantes), más independientes serán sus medios. Y también sus periodistas. No hay, en general, otros intereses que no sean los que buscan la independencia ahora cuestionada. El Gobierno aspiró siempre, y felizmente no lo logró, a que los medios terminaran agolpados a sus puertas, reclamando una cuota de publicidad y de vida.
¿Eso es lo único que ha hecho la gestión kirchnerista contra la prensa independiente? Ha hecho mucho más. Existen varios programas de TV extremadamente oficialistas. ¿Está mal? No. Pero hay una condición: que se dediquen a ejercer el legítimo derecho de defender a un gobierno, aun cuando el verdadero periodismo pierde su razón de existir si no es crítico. Esa defensa sería legítima, aunque discutible desde la deontología del periodismo. El problema es que tales programas no se ofrecen para esas imposibles defensas, sino para calumniar, ofender y descalificar al periodismo independiente o crítico. En una sospechosa cadena de similitudes, tales insultos se reproducen también en medios escritos que germinaron, sin historia ni explicación, en los años del kirchnerismo.
Redadas televisivas
Un periodista lúcido calificó esas tareas como redadas televisivas y gráficas, igual que en otros tiempos y en otras geografías se perseguía a las personas por lo que eran o por lo que pensaban. Sabemos que esos programas, diarios y revistas no podrían existir sin la subvención del Estado. Cumplen con su misión: actúan como fusileros mediáticos contra los adversarios y periodistas señalados por Kirchner.
Uno de los conflictos que destacó la última y dura crítica de la SIP fue también la persistente ofensiva oficial sobre Papel Prensa. Muchos periodistas buenos están desorientados frente a ese caso. ¿No será un problema particular de sus dueños?, parecen dudar. El Gobierno divulgó que se trata de una perversa empresa y que ella nada tiene que ver con la libertad del periodismo. Es falso.
Papel Prensa no fue una dádiva de la dictadura a los diarios; fue una operación privada que los ex dueños de la empresa (la perseguida familia Graiver) nunca denunciaron ni desconocieron cuando recuperaron sus derechos. Como suele hacerlo con frecuencia, el kirchnerismo metió a Papel Prensa en tal embrollo judicial que ya es indescifrable hasta para los que están en el directorio de la fábrica. Conviene detenerse sólo en los trazos gruesos del problema. Saquemos del medio el folklorismo gansteril de Guillermo Moreno y observemos sus líneas maestras.
En septiembre pasado, Moreno instruyó a los directores estatales de Papel Prensa para que hicieran lo posible y lo imposible para devaluar la empresa hasta que el Estado pudiera comprarla a precio de oferta o para crear las condiciones de una intervención. Es eso lo que ha hecho durante seis meses. Papel Prensa sería inviable si LA NACION y Clarín decidieran no comprarle papel para diarios. Podrían consumir papel importado. Pero ¿qué sucedería si Moreno, dueño y señor de la Aduana, decidiera cerrar la importación de papel? Esa es la pregunta que los periodistas debemos hacernos. En tal caso, los diarios deberían caer de rodillas ante Moreno para acceder a míseras cuotas de papel. ¿Nos gustaría escribir en diarios tan dependientes de la arbitrariedad del mejor soldado de Kirchner? ¿Es una empresa o es la libertad lo que está en juego? Es la libertad. No lo dudemos.
Hay ahora otro acceso hacia la descalificación del periodismo. Lo promueve Internet. Nunca el periodismo fue tan eficaz ni tan rápido. Sin embargo, esa horizontalidad de la comunicación, ese milagro de la modernidad tiene un aspecto oscuro. "Una parte de la Web es una cloaca de psicópatas anónimos", escribió hace poco Jorge Fernández Díaz. ¿Algunos psicópatas disfrutan también de subsidios oficiales? Hace menos tiempo, en el diario El País , de Madrid, José Luis Barbería profundizó la descripción: "¿Por qué pululan por ahí (por la Web) gentes inclinadas a denigrar y despellejar, mentes perezosas que no leen lo que descalifican y sueltan lo primero que se les pasa por la cabeza?".
Barbería citó una idea de Rosa Pereda que encaja justo en el caso argentino: "El escándalo, la burla, el insulto y la murmuración denigratoria son, según Pereda, las formas más eficaces de control social". Los periodistas no somos ángeles caídos. Hay buenos y malos periodistas, y buenos y malos medios. Los Kirchner no hacen esa diferencia: para ellos, el periodismo debe estar con ellos o contra ellos. Ese es el punto de partida hacia el destino final, grave e irreparable: el control de la opinión social y, por lo tanto, de la libertad.
¿Un gobierno en manos de la Corte?
Joaquín Morales Solá
LA NACION Domingo 21 de marzo de 2010 |
Legisladores de la oposición clamaban el jueves pasado para que la Corte Suprema de Justicia interviniera con urgencia en la crisis política e institucional. Miembros del propio tribunal de justicia fueron asediados en los últimos días por dirigentes sectoriales con una frase extrañamente coincidente: "La Corte es la única esperanza que tenemos para salir del conflicto".
¿Qué pasó para que los máximos jueces del país cobraran tanto protagonismo en el imaginario político? Un juez de primera instancia había frenado, de manera insólita, una sesión clave de la Cámara de Diputados. Ese asombro tuvo otro capítulo: el vicepresidente de la Nación, Julio Cobos, apeló luego el fallo que beneficiaba a su propio gobierno. El conflicto se agravó aún más en el vértice mismo de la pirámide institucional. El Senado se consumía en una patética parálisis. El Gobierno ratificaba (y la Presidenta lo repitió ayer, de manera indirecta, en un almuerzo en Olivos) que prefiere un Congreso a los gritos, pero sin decisiones. Todas las piezas del tablero institucional estaban, en síntesis, en el lugar equivocado.
Una política navegando en el vacío reclamaba un árbitro; éste es, dicho con palabras directas, el papel que todos aquellos le reclaman a la Corte. ¿Puede hacerlo? En los Estados Unidos, donde abreva gran parte de la jurisprudencia argentina, la Corte Suprema suele arbitrar en momentos especialmente conflictivos. Una diferencia notable es que en Washington esos momentos son excepcionales y muy esporádicos. El ritmo atropellado de la crisis argentina estaría reclamando, en cambio, un arbitraje permanente.
Ejemplos: hasta el martes último, la dirigencia política requería de un pronunciamiento de la Corte sobre el uso y abuso de los decretos de necesidad y urgencia por parte del Poder Ejecutivo. Dos días después, la prioridad había cambiado: los protagonistas reclamaban que el tribunal les fijara a los jueces las causas y las circunstancias sobre las que están habilitados para resolver. Había sucedido el inédito fallo del juez Enrique Lavié Pico que se incrustó justo en el medio de una sesión de la Cámara de Diputados y que la vació de sentido. La cadena de juicios podría ser infinita. Meter a la Justicia en el Congreso conduce directamente a la paralización del Congreso.
Varios miembros del tribunal están dispuestos al arbitraje en el sentido norteamericano; es decir, a resolver las cuestiones promoviendo un acercamiento de las partes. Pero nunca pasarán por encima del debido proceso judicial. ¿Cómo podrían opinar sobre el polémico fallo de Lavié Pico? No existe ningún caso parecido en los despachos de la Corte ni ésta podría recurrir al per saltum para resolver una situación que sólo anda por los juzgados inferiores. Un arbitraje constante llevaría el gobierno virtual del país a la Corte, pero ninguno de sus miembros está dispuesto a cumplir ese rol.
Lavié Pico se metió en la procedencia de la constitución de una comisión parlamentaria bicameral. Actuó, por lo tanto, contra una vieja doctrina de la Corte Suprema de Justicia; para ésta, no son justiciables las decisiones internas de los otros dos poderes del Estado. La Justicia no debería jamás, para poner un ejemplo extremo, frenar la designación de un ministro, aunque fuere manifiesta su falta de idoneidad. Es cierto que Lavié Pico decidió sobre un exceso de la oposición (ésta cambió los miembros de una comisión luego de haber acordado su integración), pero no debió hacerlo, aún cuando el planteo fuera correcto.
El juez es un hombre joven que tiene buenos contactos con los magistrados más cercanos al oficialismo. Una influencia no menor en la Justicia es también el destello de notoriedad que esta clase de decisiones les otorga a los jueces. La presión del oficialismo es, además, mucho más efectiva entre jueces jóvenes. Nosotros estamos acostumbrados a recibir presiones y a rechazarlas, sin inconvenientes , deslizó uno de los jueces de la Corte. Pero Lavié Pico no se dejó llevar por una simple suposición: el senador krichnerista Miguel Pichetto lo amenazó públicamente con la destitución. Ningún otro juez consultado, ya sea de la Corte Suprema o de estamentos menos cimeros, estaba de acuerdo con la decisión de Lavié Pico.
La Corte dará su opinión en breve sobre los decretos de necesidad y urgencia: para el tribunal es importante la cohabitación del Poder Ejecutivo y del Congreso en la confección de las leyes. En síntesis, aquellos decretos sólo se justificarían en casos verdaderamente graves y excepcionales. Esa visión choca de frente con lo que Cristina Kirchner hizo hace poco, cuando inauguró las sesiones ordinarias del Parlamento anunciando no uno, sino tres decretos sobre las reservas. Esos decretos de la Presidenta decidieron sobre cuestiones que necesitan de leyes y, consecuentemente, de la aprobación del Congreso.
La política, la oficial y la opositora, le están hablando a la sociedad en esperanto. La política argentina se ha convertido en materia de curiosidad sólo para obsesivos y fastidiosos leguleyos. No es una mala estrategia del matrimonio gobernante, que de esa manera le está pasando el costo de su derrota electoral a toda la política. Varios presidenciables van cuesta abajo en las mediciones de opinión pública. Son, sobre todo, los que deben dar la cara frente a la impotencia institucional.
Los Kirchner desgastan al Congreso y a los jueces y preparan, también, nuevas baterías de presión y aprietes. Podría ser una casualidad, pero las empresas del senador peronista jujeño Guillermo Jenefes fueron violentamente agredidas en su provincia por los piqueteros que lidera Milagro Salas, según una denuncia penal del propio legislador. Salas se manifestó contra la línea editorial de empresas de comunicación del senador, pero resulta que Jenefes había notificado a su bloque de que votaría con la oposición en la nueva coparticipación del impuesto al cheque. "Traidor", le escribieron en las paredes de Jujuy. Milagro Salas es una dirigente muy cercana a los Kirchner y al comandante oficialista Luís D´Elía.
¿Por qué sólo ahora la Justicia descubrió que el padre de la jueza María José Sarmiento, que le puso el primer límite serio al Gobierno en el manejo de las reservas, es un militar retirado que podría estar vinculado a casos de violaciones de derechos humanos? ¿Por qué sólo después de un escándalo nacional de varias horas la Justicia se enteró de que ese militar está gravemente enfermo? ¿Por qué, en definitiva, los hijos tienen que explicar durante toda su vida lo que habrían hecho sus padres? La jueza Sarmiento es hija de su padre, como otra jueza díscola, Claudia Rodríguez Vidal, debió soportar que la propia Presidenta ventilara públicamente con quién está casada. La vida privada usada como extorsión de la política.
Cristina Kirchner almorzó ayer en Olivos con legisladores kirchneristas para disciplinar su propia tropa. Su marido ya había volteado un suave acuerdo senatorial entre oficialistas y opositores, en apenas dos horas, el jueves último. La Presidenta fue clara: sólo se aceptarán acuerdos que apoyen al Gobierno. Punto. Y el Gobierno sólo está de acuerdo con la única estrategia clara que tiene: los Kirchner no harán nada para bajar el actual nivel del gasto público. Esos menesteres serán responsabilidad de las próximas autoridades.
La negociación está prohibida por Olivos, pero el matrimonio que gobierna le teme a una sola cosa: el precedente de una deserción entre legisladores del oficialismo. Ningún senador ni diputado oficialista debería, por ejemplo, cruzarse hacia la oposición votando la nueva coparticipación del impuesto al cheque. La primera defección podría abrirles las puertas a muchas más.
Los jueces más importantes del país están seriamente preocupados por otra noticia que pasó inadvertida en el fárrago político: la reforma tributaria que penaría con la cárcel inmediata a infractores. Todos los empresarios quedarán en el patíbulo , se escuchó en la cresta de la Justicia. Los impuestos deben pagarse, aun cuando exista un debate político sobre el grado de presión impositiva de un Estado que despilfarra los recursos públicos.
Sin embargo, las amenazas de persecución y cárcel son extremadamente sospechosas cuando la AFIP se ha convertido en una agencia personal de los Kirchner para acosar a los adversarios del Gobierno y cuando, además, muchos jueces están pendientes del temperamento de Olivos. En efecto, una República sin Congreso es sólo la antesala de nuevas y más graves opresiones.
¿Cómo evitar la anarquía
sin recaer en el despotismo?
Mariano Grondona Domingo 21 de marzo de 2010
SI entendemos por "pensadores malditos" a aquellos que, por decir lo que nadie se atrevía a decir, fueron "políticamente incorrectos" ante el ingenuo optimismo que los rodeaba, el inglés Thomas Hobbes (1588-1679) ocuparía el podio. Lejos de ser "biempensantes", Hobbes y otros pensadores afines como Nicolás Maquiavelo (1469-1527) fueron "pesimistas" en el sentido de que, en lugar de postular el bien deseable de la república democrática, para ellos ideal pero utópico, querían evitar al menos el mal temible de la anarquía, una enfermedad según ellos probable dada la debilidad de la naturaleza humana. Fue en esta vena que Hobbes, en su famoso Leviatán , se preguntó cuál es el peor de los dos grandes males políticos que acechan a la humanidad, si la anarquía o la tiranía . Su respuesta fue contundente: la anarquía es peor aún que la tiranía porque, en tanto que en ésta los ciudadanos únicamente necesitan obedecer los caprichos de una sola persona, y si lo hacen quedan a salvo, en aquélla no saben a ciencia hacia dónde huir porque cientos, quizá miles de "tiranuelos" andan por las calles.
Si la virtud, como quería Aristóteles, reside en un "justo medio", las naciones bien ordenadas son aquellas que han demostrado ser capaces de eludir al mismo tiempo los dos extremos de la opresión y la evaporación del poder. Esta es la nota sobresaliente que obtienen hoy países políticamente cuasi desarrollados como Brasil, Chile, Uruguay y Colombia. Pero otros países, por ser políticamente subdesarrollados, oscilan bruscamente todavía entre aquellos dos extremos. A estos países los aqueja un mal que ha sido bautizado como "el síndrome anárquico-autoritario" porque las sociedades que lo padecen no obtienen el necesario equilibrio entre el gigantismo y el enanismo del poder. Entre esas sociedades aún figura, lamentablemente, la nuestra.
De De la Rúa a Kirchner
Por más de cuarenta años, de 1810 en adelante, la Argentina inicial fue "anárquico-autoritaria" por las luchas feroces entre unitarios y federales. La tiranía de Rosas puso un cruel punto final a sus oscilaciones hasta que, inspirado por Alberdi, Urquiza nos colocó en el prometedor camino de las repúblicas bien ordenadas. Pero a partir del golpe militar de 1930, la Argentina anárquico-autoritaria volvió a las andadas.
Su manifestación más reciente fue el paso de la anarquía en tiempos de De la Rúa al despotismo en tiempos de Kirchner. Como, según la tesis de Hobbes en el Leviatán , cuando las papas queman el pueblo suele resignarse al exceso de poder con tal de evitar el abismo aún más profundo de su ausencia, Kirchner, nuestro nuevo "restaurador de las leyes", obtuvo un rápido consenso que confirmarían sus victorias electorales de 2005 y 2007. Y si lo llamamos "déspota" en lugar de "tirano", es porque todavía no ha metido presos a sus opositores, aunque nadie puede decir hasta dónde llegaría si pudiera concretar su confesado propósito de gobernar de 2011 a 2020. En tal caso, la evidente tiranía de Chávez le quedaría peligrosamente cerca.
Estas observaciones cobran una inquietante actualidad ante el panorama cuasi anárquico que nos brinda un Congreso en el cual, aunque el kirchnerismo ya no predomina, tampoco logran hacerlo sus opositores. Mientras Kirchner conserva el control absoluto del Ejecutivo, tanto las indecisas sesiones del Congreso como las contradictorias decisiones judiciales que la Corte -ella misma de origen kirchnerista- no puede o no quiere armonizar terminan por diseñar un cuadro potencialmente anárquico o, como suelen calificarlo los observadores, un precario empate en la pugna por el poder entre el kirchnerismo, que aún prevalece, y el no kirchnerismo, que procura desplazarlo.
Por su parte el pueblo, después de haberse resignado en un principio al despotismo inicial de los Kirchner en 2005 y 2007, pero advirtiendo al fin la veta autoritaria de ambos, terminó por bajarles el pulgar en las elecciones de 2009. La última esperanza que le queda al matrimonio es que, después de haber comprobado en el Congreso que no hay quién gobierne, el pueblo se incline al fin por la aún fresca nostalgia del poder total. El objetivo de los Kirchner parece ser, en este sentido, demostrarle al pueblo que, sin ellos, es imposible gobernar. Si esta demostración fuera eventualmente completada, ¿se resignaría otra vez el pueblo a preferir el despotismo como la única alternativa viable a la anarquía? "Con nosotros, el despotismo; sin nosotros, la anarquía": ¿es éste el dilema crucial que los empecinados Kirchner pretenden presentar?
El "re-reeleccionismo"
Si la búsqueda del poder total es la tendencia "política" dominante de los regímenes autoritarios de la América latina actual, a su servicio opera una tendencia "institucional", el re-reeleccionismo , entendiéndose por tal el empeño de reelegir indefinidamente a un "hombre fuerte", ya se llame Chávez, Morales, Correa u Ortega. Contra esta característica, funesta para la democracia, se eleva en cambio el no reeleccionismo, que bloquea la enervante tentación de acudir a un "hombre fuerte" en naciones como Brasil, Chile, Uruguay y Colombia, que ya están en el umbral del desarrollo político.
Entre nosotros, ya Menem pretendió la re-reelección en 1999. Informes confiables señalan sin embargo que la propia Corte Suprema de Nazareno, si bien presuntamente menemista, fue la que opuso una valla infranqueable a la aspiración re-reeleccionista de Menem al sugerirle discretamente al presidente que sólo podría considerar sus apetencias si encabezaba las encuestas. Pero la estrella ya declinante de Menem no satisfizo esta consideración de alcance práctico. A la vista de lo que había ocurrido en este caso, la pareja kirchnerista del poder concibió entonces una ingeniosa chicana para eludir el espíritu de nuestra Constitución de 1994, que, al igual que las de los países latinoamericanos auténticamente republicanos, prohíbe expresamente dos reelecciones presidenciales consecutivas. La forma de sortear esta barrera consistió en suplantar el abierto no reeleccionismo de 1994, inspirado por Raúl Alfonsín, mediante la fórmula oblicua del re-reeleccionismo conyugal, un recurso que, si el pueblo lo secundara, permitiría la permanencia del matrimonio Kirchner en el poder hasta 2020 y aún más allá.
Dos vallas se interponen entonces entre la aspiración vitalicia o dinástica de los Kirchner y la república democrática. Una, "política", es que el pueblo mantenga en 2011 el rechazo a la pareja que ya anticipó en 2009. La otra, "institucional", es que la Corte actual prolongue de algún modo la prohibición del re-reeleccionismo que le impidió a Menem perpetuarse en el poder en 1999. Para todos los efectos prácticos, la elección de Cristina Kirchner en 2007 fue, en lo sustancial, una "reelección" de la pareja indisoluble que ella integra. ¿Se animará la Corte actual, pese a su origen, a reforzar entre nosotros el no reeleccionismo que garantiza a Brasil, Uruguay, Chile y Colombia la continuidad del antipersonalismo republicano? Esta posibilidad, hoy, parece remota, pero aun así continúa siendo verdad que, en las repúblicas presidenciales como la nuestra, la única alternativa viable al personalismo vitalicio o dinástico es que, ya sea en los estrados judiciales o en las urnas, los argentinos decidan ponerles un punto final en 2011 a las aspiraciones al poder interminable que los gobernantes de hoy encarnan y que es, en definitiva, un "chavismo embozado".
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No es razonable pedirle milagros a la flamante mayoría opositora en el Congreso
Del repudio a la impaciencia
Santiago Kovadloff
Para LA NACION Viernes 19 de marzo de 2010
Se ha impuesto una semblanza del oficialismo que me parece certera y otra de la oposición con la que me interesa disentir.
La involución sufrida por el país, a raíz del auge alcanzado por las prácticas políticas del oficialismo, nos retrotrae a un estado de precariedad institucional y social francamente alarmante. Nunca, desde que, en 1983, se recuperó la democracia, un partido gobernante se ha burlado tanto de la ley y las instituciones a las que debe su legitimidad. Resulta sorprendente, a la luz de semejante caudal de transgresiones, el cinismo con que sus voceros se presentan como víctimas de una conspiración orquestada para privarlos de sus derechos e impedirles el ejercicio de sus deberes. Nadie, hasta donde sé, caracterizó este procedimiento con más elocuencia que Alain Finkielkraut: "No hay teoría más voluptuosa que la del complot. Basta adoptarla para que se desvanezca cualquier obstáculo y el puñetero principio de realidad exhale su último suspiro. Ese discurso no falla nunca: creer en una conspiración significa ponerse al amparo de lo real. ¿Quién manipula los signos? ¿Quién intoxica la opinión? ¿Quién deforma los acontecimientos? ¿Quién si no precisamente este pulpo inaferrable que denuncio sin descanso?". Desde siempre y para siempre, "la culpa es del Otro, del Gran Antagonista: nada, absolutamente nada, se deja sin respuesta y uno mismo queda exento de antemano de cualquier replanteamiento".
El proceso regresivo impulsado por el Gobierno se inicia con la homologación del adversario con el enemigo y el asentamiento del monólogo hegemónico unido a la equivalencia entre disidencia y traición. Su hilo conductor, vocacionalmente maniqueo, se tensa y se ahonda con el menoscabo de las instituciones; prosigue su avance recurriendo a la manipulación de la pobreza y a la instrumentación impúdica de la caja, para completarse mediante el saqueo de los fondos públicos, el matonaje como pedagogía disuasiva y la acumulación ostentosa de riqueza y poder. A los siniestros partidos opositores, nunca suficientemente denostados, se les suma la denuncia oficialista de un Poder Judicial mercenario y un Parlamento controlado, ahora, por quienes se empeñan en tumbar al Gobierno. Heroicamente, y aislado, el Poder Ejecutivo combate, impoluto, contra quienes, desde el campo, la industria, las empresas periodísticas y los intereses financieros, se empecinan en destruir los avances justicieros del Frente para la Victoria. Afloran por doquier perros y buitres, y a ellos suma D´Elía los tentáculos de la bestia sionista, que se ciernen sobre el cuerpo inerme de la Argentina.
Mediante los términos "real" y "virtual", la oratoria gubernamental alcanza su más exquisito refinamiento analítico y remata con ellos su diagnóstico iluminado: dos poderes -los del bien y el mal- se disputan el dominio del presente y el porvenir. La gracia de obrar el bien, por supuesto, es don que recae sobre el Gobierno.
Estamos ante un derrame discursivo abocado a hacerse ver como principista. Para lograrlo, sus portavoces no vacilan en recurrir a lo que sea. De la legítima habilidad operativa a la avivada, la trampa y el delito: de la brutal descalificación del disidente al apriete mafioso. Ningún elemento es impropio para asegurarle supervivencia y proyección. En su conducta, los procedimientos confesables e inconfesables se equivalen, desde que rindan el fruto esperado. Cuando les conviene, obran con verdad y por derecha, como se hizo en el reciente reclamo por las islas Malvinas. Cuando no, lo hacen mintiendo y con mala fe, como lo evidenció lo sucedido en el Banco Central mientras se desplegaba en el Congreso la catilinaria presidencial.
La tribalización del cuerpo político, alentada por una festiva pasión por la intolerancia, impide completar la transición a la vida democrática reiniciada a los tropezones hace más de cinco lustros. En su afán por seguir acotando la ley en favor del poder, el Gobierno no hace más que perder legitimidad. Suma, así, a su creciente impopularidad la posibilidad de situarse fuera del marco constitucional.
Frente a semejante caudal de irregularidades, la sociedad se inquieta y angustia al verificar el espesor de las dificultades con que tropieza la oposición para sanear las prácticas parlamentarias y contener los desbordes oficialistas. La impaciencia desnaturaliza la expectativa generada por las elecciones del 28 de junio y la convierte en acicate de una ansiedad peligrosa. Ella induce a confundir la inevitable lentitud con que se avanza hacia estrategias eficientes con una falta de idoneidad irremontable para encarar lo que cabe resolver. Es indiscutible que pericia y rapidez para orquestar su acción no les han sobrado ni a los diputados ni a los senadores no oficialistas. Y que han probado ya varias veces cuánto les cuesta constituir liderazgos consensuados. Pero la oposición es el recurso -el único recurso- del que dispone el país para construir una alternativa democrática ante un oficialismo que no lo es ni demuestra interés en serlo. Nadie sensato puede ignorar la abundancia de sus precariedades. Sin embargo, la intransigencia ante sus limitaciones actuales no ayudará a mejorar lo que es indispensable. Es preciso que la opinión pública, sin abandonar su vigilia crítica, se reconcilie con la paciencia. Ser exigentes no es lo mismo que ser fundamentalistas. Ciudadanos y verdugos no ejercen el mismo oficio. Y no habrá renovación parlamentaria auténtica si a ese aprendizaje se le niega el derecho de cumplirse en un escenario de extrema complejidad. Todo esto requiere cultura cívica, y no se la va a lograr sin templanza y reflexión. Ello no vale sólo para los políticos. Vale también -y mucho- para la sociedad, que es, después de todo, el suelo donde crece la clase dirigente.
En conclusión: la oposición parlamentaria se encuentra hoy triplemente acosada. En primer término, por sus propias dificultades para proceder como debe. En segundo término, por un oficialismo que teme los progresos de esa oposición y se desvela por impedirlos. En tercer término, por una sociedad que, harta de las desmesuras del Gobierno, no tolera sus desaciertos y demoras para desbaratarlas y cae en el facilismo de la impaciencia y la subestimación, confundiendo lentitud con inmovilidad, lo complejo con lo simple, el desorden con la impotencia y la vida parlamentaria con un mostrador que debería expedirse con la celeridad de un fast food .
No se trata, insisto, de justificar a quienes tienen responsabilidades mucho más altas que los anémicos servicios que prestan. Se trata de entender por qué esa disonancia entre exigencias y recursos no se puede superar sin una laboriosa decantación. Aprender a devolverles vida a la ley y valor a las instituciones ha sido, en la Argentina, un aprendizaje con frecuencia superficial y siempre discontinuo. Revertir esa discontinuidad exige algún tiempo más que un último mes de verano.
Por fin: la mayoría parlamentaria, que hoy se mueve todavía como un oso en un bazar, está integrada por fuerzas de centroizquierda, de centroderecha y de centro sin más. Ellas constituyen, en conjunto, el capital ideológico y programático más amplio y auspicioso con que puede contar una democracia. La aptitud negociadora que, en el marco de la ley, puedan desarrollar esas fuerzas será la que garantice el buen funcionamiento de la República y asegure su salida del pantano en que hoy se hunde. El oficialismo lo sabe. Por eso lo desvela esa posibilidad de diálogo y convivencia. El oficialismo sabe y hace saber, además, que entre sus expectativas y propósitos no figura el encuentro con sus adversarios. La única ley a la que se somete es la de la supremacía irrestricta de su voz. Lo suyo no es la centroizquierda ni el centro ni la centroderecha, sino el pragmatismo descarnado que le impone su gravísimo apego al poder.
Un empate interminable
Joaquín Morales Solá
LA NACION de marzo de 2010
El Congreso abandonó ayer de hecho la escena. Boicoteado el quórum en el Senado y cuestionada por la Justicia la principal decisión que iba a tomar la Cámara de Diputados, la nación política se metió de lleno en un empate tan infernal como interminable. Pero esa igualdad es sólo aparente: un Congreso irresoluto no deja de ser una buena novedad para el kirchnerismo. El argumento de la razón de Estado le sigue sirviendo a la Casa Rosada para gobernar un país en estado de permanente excepción. "Las decisiones de un gobierno no pueden esperar que el Congreso y la Justicia se pongan de acuerdo", disparó al final de la agitada tarde de ayer un oficialista, marcando con cierto cinismo sus palabras y sus gestos.
El Senado debería resolver el conflicto del quórum o se convertirá en una cámara muerta. La oposición lo paralizó durante la semana anterior; el oficialismo hizo lo mismo en la semana que transcurre. El problema del Senado es más grave que el Senado mismo; su ausencia terminará por inmovilizar todo el Congreso. Cualquier decisión del Poder Legislativo debe ser aprobada por ambas cámaras del Congreso.
La Cámara de Diputados tiene, a su vez, una mayoría opositora más contundente, pero sometida claramente en su interior a la disparidad ideológica, a la competencia personal y a la propia carrera presidencial desatada con miras al año próximo. Un juez, Enrique Lavié Pico, decidió ayer, además, hacer lo que los jueces nunca hacen: incursionar en los conflictos internos de otros poderes. Los jueces están habilitados para juzgar la constitucionalidad o la procedencia de las decisiones del Ejecutivo y del Legislativo, pero siempre se han apartado de las disputas puramente internas de otros poderes.
Lavié Pico había sido públicamente amenazado por el jefe de la bancada de senadores oficialistas, Miguel Pichetto; éste dijo que lo llevaría a un juicio político por no haber aceptado la recusación que se le hizo a otro juez, Ernesto Marinelli, fuertemente cuestionado por la presidenta Cristina Kirchner. Una cámara judicial con influencia del infaltable Javier Fernández puso al final la decisión en Lavié Pico. Todos esos jueces tuvieron en sus manos un expediente extraño: el bloque de senadores kirchneristas cuestionó ante la Justicia la integración de la comisión bicameral de seguimiento de los decretos de necesidad y urgencia.
Esa fue la confesión más implícita que se pueda hacer de impotencia por parte de la política. ¿Por qué los jueces deberían arbitrar en la distribución de poder dentro del Congreso? ¿No pueden los políticos resolver ese diferendo tan escueto? La negociación está fuera de juego en el Congreso. En los últimos tiempos se ha producido una radicalización de las voces más negociadoras del oficialismo. Ni Pichetto ni Agustín Rossi, el jefe de los diputados oficialistas, tienen ya ese viejo talante para aceptar en privado lo que negaban en público. Han dejado de ser también los antiguos y amables interlocutores de la oposición.
La decisión de Lavié Pico inhabilitó la probable decisión de la Cámara baja, que se disponía a declarar la nulidad absoluta del último decreto de necesidad y urgencia de Cristina Kirchner sobre las reservas. La trabajosa sesión de ayer de la Cámara de Diputados (labrada con orfebrería por la disímil oposición) se transformó en papel mojado cuando el juez cuestionó la integración de la comisión bicameral, cuyo dictamen había dado sostén a esa sesión.
¿Apelará la oposición esa decisión de Lavié Pico aun con el riesgo de extender la virtual colisión de poderes que ya existe? ¿O, en cambio, la aceptará y deberá resignarse a otra paridad en la comisión bicameral (ocho oficialistas contra ocho opositores), lo que colocaría sus decisiones en el permanente desempate de su presidente? Si el Congreso se viera condenado a no poder opinar sobre decisiones tan cruciales como los DNU, entonces su propia razón de existir estará en discusión.
El Senado se convierte en hemipléjico cuando el oficialismo o la oposición pueden perder. Y alguno deberá perder siempre, en una permanente alternancia. El problema de los senadores opositores son las deserciones explícitas o implícitas que los aquejan con demasiada frecuencia.
* * *
Ayer, el oficialismo no dio el quórum necesario porque iba a perder la crucial votación por la coparticipación del impuesto al cheque. Dos senadores kirchneristas (presuntamente el jujeño Guillermo Jenefes y el chubutense Alejandro Guinle) y dos senadores por Tierra del Fuego, aliados permanentes del oficialismo, habían adelantado su voto a favor de una nuevo régimen para coparticipar ese impuesto. "Si la oposición pone el quórum, nosotros votaremos con la oposición", advirtieron. Esa nueva coparticipación es demasiada sensible para las provincias y para el capital político de los senadores.
La oposición no puso el quórum porque faltó Carlos Menem, que siempre se las ingenia para estar ausente cuando debe estar presente. "No esperaremos más a Menem", estalló ayer un referente de la oposición. Los senadores opositores tampoco quieren pagar el precio popular de quitarle quórum a la Cámara. Desde ahora, dicen, irán a las sesiones a ganar o morir en el recinto. Lo que los opositores hicieron la semana anterior (cuando dejaron también sin quórum al cuerpo) fue algo más que impopular: se restaron ellos mismos autoridad moral para reclamarle al oficialismo que se presente en las sesiones en las que debe perder.
Para ser justos, Menem no es el único problema de la oposición. Cuando Menem está presente, son Roxana Latorre o María Bongiorno las que se cruzan campantes de la oposición al oficialismo. Y siempre le quedará al Gobierno Carlos Verna, que es más sutil y menos rústico que aquellos para hacer favores oportunos. Cuando una Cámara resuelve algo, la otra Cámara se queda sin quórum o sin mayoría manifiesta. Esa es la realidad de los últimos 17 días, agravada en las horas recientes.
Hay un empate y no hay árbitros. Hay un gobierno con características excepcionales en los hechos concretos y visibles. El Congreso está a un paso de cerrar sus puertas por exceso de acción y por carencia absoluta de ejecución.
El gobierno de los Kirchner cuenta, mientras todo eso se abate sobre sus adversarios, con los recursos financieros para mover y remover la política; con el derecho que tiene todo Ejecutivo para firmar decretos, resoluciones o vetos a las decisiones parlamentarias, y con la monumental información que le proporciona el espionaje oficial. No son pocas vituallas para cruzar el desierto.
Miserias y fracturas de los políticos
Por Joaquín Morales Solá Domingo 14 de marzo de 2010 | La Nación
Un senador opositor desparrama su depresión en un desvencijado sillón después del triunfo oficialista en el caso Marcó del Pont. ¿Cómo seguirá la política?, le preguntan. La respuesta cae, seca y rápida: Será un lodazal. Un shopping permanente para la compra y venta de votos . La oposición tiene sus diferencias partidarias, y hasta ideológicas, pero lo que sucedió en los últimos días no se inscribe en esos desacuerdos congénitos. Una mezcla de intereses políticos personales y de intercambio de favores, también personales, fue lo que espoleó la derrota de los opositores.
Carlos Menem sentó hace poco un precedente: sólo la deslealtad de un senador opositor podía dejar a la Cámara alta sin quórum. Carlos Verna (que le dio al Gobierno el mejor proyecto de ley posible sobre el manejo de las reservas) abrió otro camino para la inconsistente coalición de senadores opositores: se puede ir y venir entre la oposición y el oficialismo en un paseo sin dificultades. Los impopulares Kirchner podrían cosechar de esas deserciones más de lo que se propusieron: toda sociedad reclama, al fin y al cabo, un gobierno. La gente común detesta la anarquía y la oposición no le da mucho más, hasta ahora, que un desorden estéril.
La verdad es que los opositores no saben ni siquiera cuántos son. Sectores del peronismo disidente sospechan, por ejemplo, que Francisco de Narváez está negociando con el kirchnerismo la reunificación del peronismo. El candidato que venció a Kirchner en junio pasado suele explicar, en efecto, que la Argentina necesita de la reconstrucción del poder y que esa faena sólo la puede acometer el peronismo unificado. Esa reunificación peronista necesita de los sindicatos y del kirchnerismo, sin los Kirchner , repitió en los últimos días.
Felipe Solá se cayó de espaldas cuando el también diputado Alfredo Atanasof, que milita con De Narváez, lo desayunó con una noticia inesperada. Quiero avisarte formalmente que iniciamos una negociación con el kirchnerismo , le zampó Atanasof. ¿Por qué? , se inquietó Solá. Mirá, Kirchner sabe que él ya no tiene destino, pero no quiere que Cobos sea el próximo presidente. Está buscando al tercer candidato , le explicó Atanasof. Ese es Scioli , le replicó el ex gobernador. No estoy seguro , le dijo Atanasof. Dejame darte un anticipo: Kirchner se los comerá crudos a todos ustedes , cortó Solá.
Kirchner les aseguró a gobernadores peronistas, en Chaco, que él no será el candidato presidencial. Primera coincidencia con Atanasof. También propuso en su discurso público chaqueño la reunificación del peronismo, incluidos, dijo, los que se han ido. Segunda coincidencia, esta vez con De Narváez. Insistentes versiones señalaron en los últimos días que De Narváez se había reunido en secreto con Julio De Vido, con Florencio Randazzo y con Juan Carlos Mazzón, el eterno operador de Kirchner. Voceros inmejorables de De Narváez afirmaron que esas reuniones no existieron, pero es cierto que preexiste una antigua comunicación entre el diputado opositor y De Vido.
Lo cierto es que el peronismo disidente no pudo bajar a la sesión especial de la Cámara de Diputados (en la que Elisa Carrió quedó en soledad) porque las tropas de De Narváez se negaron a acompañar al resto. Los moderados , les llama a éstos el felipismo. De Narváez reclamó también una modificación de la actual ley electoral con los votos de todo el peronismo unido en la Cámara de Diputados y en contra del resto de la oposición no peronista.
De Narváez aspira a ser candidato presidencial (sólo se bajaría frente a la improbable postulación de Carlos Reutemann, ha dicho) y quiere ser la expresión de todo el peronismo; por eso necesita al kirchnerismo. Su único y monumental escollo es que tiene un conflicto personal con la Constitución. No es argentino nativo ni sus padres son argentinos. Carece, en principio, de los requisitos esenciales para ser presidente.
De Narváez cree que sorteará ese escollo con una relectura de la Constitución por parte de la Corte Suprema de Justicia, que debería resolver su caso, dice, a la luz de los tratados internacionales de derechos humanos. Sin embargo, es perceptible cierto escepticismo entre varios jueces del máximo tribunal de justicia, porque no hay ningún precedente internacional en condiciones de avalar su pretensión. El mismo requisito argentino existe en casi todo el mundo.
Verna venía anunciando un proyecto de ley sobre las reservas y presentó otro. Cristina Kirchner saludó la noticia con algarabía. ¿Qué pasó? Imposible saberlo con certeza; sólo cabe la conjetura. Verna es un hombre escurridizo, que oscila entre la ambigüedad y el silencio. Nadie sabe nunca si está llegando o si se está yendo. Perteneció a la dirigencia de senadores que en el año 2000 estalló con el escándalo de los sobornos. Fue el único que sobrevivió.
La senadora Hilda Duhalde le preguntó hace unos días a Verna cómo votaría él en uno de los casos en disputa en el Senado. En contra del Gobierno , le respondió Verna. ¿Y su compañera Higonet? , le repreguntó la senadora. No lo sé. El voto de ella es de ella , le contestó Verna. Es inverosímil que el duro Verna acepte tan mansamente una eventual división de un bloque de dos, que conforman María Higonet y él mismo, jefe político de su compañera de bancada. Verna es así. Algo pasó , señaló, seguro, uno de los senadores del bloque kirchnerista en alusión al imprevisto acercamiento de Verna.
La supuesta senadora opositora Roxana Latorre (que adelantó que le salvará la vida a Marcó del Pont) es una ex colaboradora de Reutemann, aficionada a nombrar ordenanzas y jueces, inspectores y secretarias en la administración pública. Su despacho es una especie de bolsa de trabajo permanente. Cuentan ex funcionarios kirchneristas que ningún diálogo con Latorre es posible si no se empiezan aceptando sus muchos pedidos de empleos, traslados y ascensos.
Tiene personas muy cercanas en puestos clave de la Oncca, el organismo oficial que controla el comercio de granos. Productores rurales suelen recurrir a ella para reclamar los pagos atrasados de subsidios. Con esas formas, su situación es muy vulnerable frente a un gobierno que no duda en echar de la administración, en el acto, a todos los empleados que responden a legisladores díscolos. Latorre no podrá volver a Santa Fe , coligió Reutemann.
El gobierno tiene, además, un enorme sistema de información para detectar debilidades de sus adversarios. Intentó llevarse a la senadora liberal correntina Josefina Meabe, con la promesa de permutar su voto por un cargo de juez del Superior Tribunal de Justicia de Corrientes para un abogado de su partido. No pudo. Chocó antes con la negativa del senador radical Nito Artaza; el popular actor es el único senador que debe explicar en la calle sus posiciones parlamentarias.
Los radicales no andan en estas permutas, pero hay cierta incompetencia en su actual liderazgo parlamentario. Una interna radical puso en duda también la continuidad del presidente de la Auditoría General de la Nación, Leandro Despouy. El funcionario es radical y debe ser propuesto, según la Constitución, por el principal partido de la oposición para ocupar ese cargo. Su mandato concluirá en los próximos días, pero algunos radicales quieren cambiarlo.
Despouy ha sido el contralor más tenaz y eficaz en el seguimiento de los actos del Gobierno, aun cuando fue duramente asediado por el kirchnerismo. Despouy conserva en su cabeza cada caso de supuesta corrupción del Gobierno. Ahora, una disputa radical podría sacarlo del medio.
Los senadores que se han ido con el Gobierno volverán con la oposición y después se irán de vuelta. Ese juego será interminable y es la estrategia de ellos. Una adscripción definitiva al kirchnerismo les impediría seguir cotizando en Bolsa. Nunca harán eso.
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Los halcones, las palomas
y sus vuelos cruzados
Por Mariano Grondona Domingo 14 de marzo de 2010 LA NACION
Por siete años el kirchnerismo actuó con la certeza, confirmada por los hechos, de que dominaba las dos cámaras del Congreso. Pero fue ampliamente derrotado en las elecciones parlamentarias del 28 de junio, en una proporción de tres a uno. La nueva composición del Congreso dejó a los Kirchner en minoría. Cuando los opositores arrebataron su dominio al oficialismo y se quedaron con el control de las comisiones parlamentarias, se tuvo la impresión de que había nacido una nueva mayoría esta vez adversa al matrimonio presidencial. La inesperada "no votación" en el Senado del pliego enviado por el Poder Ejecutivo para confirmar el nombramiento de Mercedes Marcó del Pont como nueva presidenta del Banco Central no se tradujo empero esta semana en la victoria opositora que muchos esperaban, sino en un tembloroso "empate" debido a tres razones.
La primera de ellas es que el nuevo Congreso, por haber sido la renovación del 28 de junio apenas parcial, sólo traduce en forma incompleta la derrota electoral del Gobierno en aquel día, ya que todavía se sientan en sus bancas legisladores elegidos en 2005 y en 2007, en los tiempos idos del apogeo kirchnerista. Si la elección del 28 de junio hubiera sido "total" en vez de "parcial", hoy el nuevo Congreso arrinconaría implacablemente al Gobierno. Pero no fue así. Por eso, por el distorsionado calendario institucional que pese a ello todos acatamos, el nuevo Congreso está, para todos los efectos prácticos, "empatado". La segunda razón de este punto muerto es que la oposición, lejos de constituir un bloque monolítico, es multiforme y diversa. Como no hay una proporción cierta entre el kirchnerismo y el antikirchnerismo en los recintos parlamentarios, habrá que prepararse de ahora en adelante para una accidentada sucesión de inciertas batallas. La tercera razón tiene que ver con el hecho de que, en tanto que Kirchner es un halcón sin una sola pluma de paloma , que en cada ocasión apuesta a todo o nada, en la oposición conviven halcones y palomas sin que haya que omitir además el inquietante vuelo de algunas golondrinas migratorias que alimentan con sus giros la incertidumbre general. Parece oportuno explorar entonces esta metáfora, tomada del reino animal, de los halcones, las palomas y las golondrinas.
Las aves y sus vuelos
La bandada de las aves que siguen a Kirchner no está compuesta sólo por halcones. También la integran palomas como, por ejemplo, el vacilante senador Pampuro. Lo que ocurre es que Pampuro y otros como él que, por ser palomas, querrían llegar a un acuerdo de gobernabilidad con los opositores, no lo han logrado hasta ahora debido a que, justamente por ser palomas, ceden una y otra vez, aunque sea de mala gana, ante la imperiosa voz de mando del halcón oficial.
En la oposición conviven mientras tanto halcones definidos del antikirchnerismo como Elisa Carrió, para la cual el objetivo prioritario es derrotar a los Kirchner sí o sí en 2011, y palomas cuyo empeño principal ya no es sólo derrotarlos, sino también asegurar que el próximo gobierno, que ya no será kirchnerista, no reciba el país como una tierra arrasada, lo que dificultaría enormemente sus propias posibilidades de gestión. En esta otra bandada habría que incluir por lo pronto a los radicales, ya sea en su versión cobista o en su versión alfonsinista, cuyo lema podría describirse con la ayuda de la famosa frase que Mirabeau acuñó en los tiempos convulsionados de la Revolución Francesa cuando levantó la bandera de la moderación al decir que había que "superar la subitaneidad del tránsito" entre la monarquía absoluta de los Borbones y el intemperante impulso de los jacobinos, un noble anhelo que, al no prosperar, dejó en su lugar a la guillotina y las devastadoras guerras napoleónicas.
En cuanto al halcón Kirchner, esta semana confirmó su empeño "maximalista" al pronosticar públicamente su intención de perdurar en el poder hasta 2011 y hasta 2015, y de transmitir su poder sólo a partir de 2020, dejándolo en manos de un fiel sucesor. Aquí Kirchner repitió el método que había empleado en 2007, cuando aseguraba que a él lo sucedería un "pingüino" o una "pingüina" que al fin resultó ser su propia esposa. Este anuncio respondía al objetivo de anticipar que los Kirchner aspiran a quedarse sin término a la vista, sin respetar el límite de los cuatro años más otros cuatro de nuestra Constitución, un límite que por su parte han respetado Lula en Brasil y hasta el propio Uribe en Colombia, en su caso a instancias de una corte electoral. Cuando habla del año 2020, ¿en qué estará pensando entonces el halcón oficial? ¿Sólo en una secesión "política" de manos, digamos, de un Daniel Scioli, o en una sucesión "dinástica" que prolongue la continuación indefinida de la familia Kirchner en el poder, tal vez a través de su hijo militante Máximo, quien para aquella fecha tendrá 42 años en lugar de los 70 años de su padre?
Las oscuras golondrinas
La metáfora de los halcones y las palomas nos serviría también para adivinar los vuelos de Elisa Carrió y de Eduardo Duhalde. Carrió, por lo pronto, es sin duda un halcón en su insobornable oposición a la voracidad de los Kirchner. ¿También lo es, acaso, en su tensa relación con Cobos y con Duhalde? En cuanto a éste, cabe preguntarse ahora si, después de haber sido paloma al digitar al halcón Kirchner, no está iniciando un nuevo vuelo. Lo más adecuado sería tal vez decir que Duhalde es un ave singular que tiene alas de paloma y garras de halcón. Alas de paloma porque su designio estratégico, de largo plazo, es lograr un amplio acuerdo entre los partidos opositores para brindar al próximo gobierno, sea el que sea, el paraguas de un amplio consenso a la manera del que ahora preserva al nuevo presidente uruguayo, José Mujica, o incluso al que podría cubrir, inspirado por una terrible tragedia, al flamante presidente chileno, Sebastián Piñera. Pero garras de halcón porque el objetivo inmediato de Duhalde es nada menos que desalojar de la conducción justicialista a Néstor Kirchner.
Sólo nos queda ubicar en este cuadro a las inciertas golondrinas, cuyo primer ejemplo, que no será el único, ha vuelto a ser la senadora Latorre, quien por segunda vez ha conseguido "desentusiasmar" a otro presidenciable, el senador Reutemann. Los giros migratorios de Latorre, ¿han de ser imputados a un sincero cambio de convicción o, a la inversa, a los dictados inconfesables del oportunismo político? ¿Cuál es la presunción que deberíamos albergar respecto de su comportamiento? Los abogados solemos hablar de dos clases de presunciones: una de ellas, la presunción iuris et de iure , consiste en asignar al responsable de un acto una conducta determinada sin que se admita prueba en contrario. La presunción iuris tantum consiste a la inversa en atribuirle en principio una intención que el responsable podría desmentir luego, mediante pruebas fehacientes. La senadora Latorre y otras golondrinas como ella, ¿cargan entonces con una sospecha ilevantable de política acomodaticia, a la que avalarían los numerosos nombramientos de familiares en los que ya habría incurrido, o ella, al revés, no está mostrando un condenable oportunismo sino una digna independencia? No la condenemos, en todo caso, antes de juzgarla. Sepamos desde ahora, eso sí, que en los vuelos cruzados que estamos observando, las golondrinas no serán una minoría irrelevante porque, por haberse posado sobre el fiel de una delicada balanza, su inconsistencia parece destinada a formar parte de la rebelde realidad que en los próximos meses nos espera.
La última consigna: alejarse de Kirchner
antes de que sea tarde
Noticias de Economía:Domingo 14 de marzo de
Por Francisco Olivera La Nación
Poco acostumbrado al no, el hombre de negocios, poderoso como casi nadie en la Argentina, se sorprendió este verano cuando quiso abrir una cuenta en un banco en Uruguay. Lo rechazaron por razones políticas: su nombre, se le informó, está muy pegado al kirchnerismo.
La corrosión del Gobierno ha afectado a unos cuantos. Rápidos como la luz, los empresarios lo advierten y así se mueven. Los efectos de esta nueva postura conmovían la semana pasada a un dirigente agropecuario: "Antes se corrían de las fotos con nosotros; ahora empiezan a ponerse".
Alejarse del kirchnerismo no es un trabajo fácil. Julio De Vido no estaba tan de acuerdo, el 18 de enero, cuando desde Olivos se le ordenó amenazar, en conferencia de prensa, con la estatización de Telecom. Más atrás en el tiempo, en marzo de 2006, Felisa Miceli negó por la tarde el cierre de las exportaciones de carne y fue, por la noche, la encargada de anunciar la medida públicamente. Hace diez días, el presidente de una cámara pidió perdón ante sus pares antes de enviar un comunicado de respaldo al Fondo del Desendeudamiento por pedido del Gobierno. "No me queda otra", explicó. Y Sergio Massa pensaba en 2008, momentos antes de asumir, en una oxigenación del gabinete. Dio su primera conferencia de prensa el día en que juró como jefe de ministros escoltado por De Vido y Ricardo Jaime.
La muestra más acabada y reciente de la estampida empresarial se vio el martes pasado, con el faltazo de por lo menos ocho de los más importantes dirigentes de la Unión Industrial Argentina (UIA) a la visita de la ministra de Industria, Débora Giorgi. Personas del entorno de la funcionaria estallaron de fastidio ante la publicación de la noticia, que juzgaron antojadiza y malintencionada. Tal vez no tenían, en el mejor de los casos, la misma información que la propia Giorgi, que había recibido explicaciones telefónicas por las ausencias. "Hay malestar con el «Gordo»", le adelantó uno.
El "Gordo" es Héctor Méndez, presidente de la UIA, que había aceptado el viernes anterior la propuesta de la ministra y lo comunicó el lunes por la tarde a sus pares. Algunos temieron que la sorpresiva reunión fuera un montaje a cuya foto no se querían sumar. Una "emboscada", definieron, análoga a la que, dicen, le ocurrió días atrás al presidente de Copal (alimentos y bebidas), Daniel Funes de Rioja. Apenas terminado el encuentro en Copal, el Ministerio de Industria difundió un comunicado con declaraciones de Funes de Rioja en respaldo al Gobierno.
A veces, el desdén hacia funcionarios reside, en realidad, en cuestiones bastante más elementales: sólo sirve hablar con quienes tienen verdadero poder. Traducido: llegada a Néstor Kirchner. Julián Domínguez, ministro de Agricultura, se comunicó días atrás con Carlos Garetto, presidente de Coninagro. Quería ir a tomar un café a la casa del ruralista. Disciplinado y cumplido, Garetto invitó a sus pares de la Comisión de Enlace. No fue nadie. Hasta la mujer de Garetto eligió un programa más edificante.
¿Cómo creer en la capacidad de decisión del ministro de Agricultura, si hace un mes, en una reunión con productores de trigo el propio Guillermo Moreno, pese a su rango inferior de secretario, irrumpió en la conversación y mostró la birome con que autorizaría quiénes, de las listas armadas por Domínguez, venderían realmente a las molineras y quiénes no? Domínguez miraba para abajo. Moreno agregó que les había dado a dos productores bonaerenses biromes similares para habilitar operaciones. En el planeta empresarial, aliados circunstanciales pueden encontrarse debajo de las piedras.
De ahí que desde las cámaras tejan ahora contactos entre privados. Jaime Campos, presidente de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), invitó el jueves a Hugo Biolcati, de la Rural, a un almuerzo el miércoles próximo en la sede de la entidad empresarial. Se intentará sumar a los industriales, si en la UIA se vencen algunas resistencias internas. Luis González Estévez, director ejecutivo fabril, andaba hace diez días por Expoagro, desempolvando un viejo borrador con puntos coincidentes entre ambos sectores. Pero Guillermo Moretti, Juan Carlos Lascurain y Carlos Garrera son algunos de los que se oponen.
Acercarse al agro no es ya tan dramático porque, entre otras cosas, el Gobierno parece haber cambiado de estrategia. "Ya no nos enfrenta; nos dibuja datos y anuncios", explicó un productor.
La excepción al cambio de hábitos es Moreno. El último de los kirchneristas convencidos. Su despacho, poblado de imágenes de la Virgen y Eva Perón, exhibe también, enmarcado, un editorial de LA NACION del 3 de octubre de 2007. "¿Hasta cuándo, señor Moreno?", se titula el artículo. Con la misma tipografía, el soldado peronista endosó abajo una respuesta para que vean sus visitas: "Hasta que el pueblo sea feliz".
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Nos escribía el Profesor Rocco para recomendarnos este articulo que compartimos debajo; y nos explicaba como el ajedrez puede servir como recurso para elaborar una nota. Es cierto, de hecho lo solemos usar. El problema es que el estilo gobernante nos ha puesto de moda ‘lo futbolistico’ por considerarse mas popular.. Igual, uno medio se cansa de que ‘se pasen tanto la pelota, que los que juegan están siempre en falta y que los árbitros estén todos comprados’ ¿no?... Veremos entonces que pasa con lo ajedrecistico y cuánto tiempo permanece ‘La Torre en pie’ (léase bien parada politicamente). Igual, lo más seguro es que si al oficialismo ‘les morfan otra ficha’ en el próximo juego, utilicen la estrategia que tan frecuentemente vienen utilizando ‘patear el tablero’ y defecarse en las reglas del juego. ¿Habrá sido lo suficientemente gráfico?
ALD'A
LA VOLTERETA DE DOS SENADORAS SALVÓ A MECHA
Latorre salvó a la Dama
La Casa Rosada quedó a un paso de lograr el aval del Senado para que Marcó del Pont siga frente del BCRA, con la ayuda de las legisladoras por Santa Fe y Río Negro. 11:46 |12.03.2010 Movimientos de ajedrez. El frente opositor había planificado sesionar sin los K. El cambio de postura de Latorre y Bongiorno invirtió el escenario. El oficialismo estuvo sólo en el recinto.
Movimientos de ajedrez. El frente opositor había planificado sesionar sin los K. El cambio de postura de Latorre y Bongiorno invirtió el escenario. El oficialismo estuvo sólo en el recinto.
El Frente para la Victoria honró su nombre. Después de una semana de negociaciones, sumó los votos de las senadoras Roxana Latorre y María José Bongiorno e impidió que la oposición rechace el pliego de Mercedes Marcó del Pont como presidenta del Banco Central. La ausencia de Latorre en el recinto los privó del quórum, si no el festejo hubiera sido completo. Quedó postergado hasta el miércoles que viene. Para ese día, inluso, el oficialismo confía en sumar algunos votos más. La maniobra K puso al desnudo la fragilidad del armado opositor, la falta de pericia y, por qué no, la carencia de recursos de quienes enfrentan al kirchnerismo.
“Lamentamos profundamente la ausencia de la oposición”, se solazaba desde su banca el jefe del bloque K, Miguel Ángel Pichetto, antes de que se levantara la sesión. El día anterior el rionegrino había adelantado que los suyos no bajarían al recinto. ¿Qué cambió? Obtuvo dos apoyos que le permiten el triunfo. Antes de retirarse, no se privó de chicanear a un asesor del senador radical Ernesto Sanz que se encontraba entre las bancas. “Ustedes tendrían que haber negociado con nosotros en lugar de dejarse llevar de las narices por Adolfo Rodríguez Saá. Hubieran tenido la mitad de las comisiones y no tendrían estos dolores de cabeza”, lo aguijoneó Pichetto.
Los salones del Senado eran testigos del desconcierto opositor. Mientras los oficialistas se retiraban con su mejor sonrisa, los opositores estaban reunidos a puertas cerradas en el Salón de Lectura. En ese encuentro faltaban los peronistas disidentes. Los radicales reprimieron sus críticas al jefe de su bloque y lo acompañaron en cada uno de los pasillos en los que Gerardo Morales enfrentó a la prensa. Rodríguez Saá se sumó a la reunión unas horas más tarde. Tardíamente reconoció que los dos votos que se fugaron pertenecían a su interbloque. Momentos antes, frente a los medios de comunicación, el puntano repetía que los 37 votos opositores estaban “firmes”. No fue así. Los opositores tampoco pudieron garantizar ayer la presencia de Carlos Menem, que llegó a la Cámara alta cuando la sesión ya había sido levantada.
“La decisión de rechazar el pliego de Marcó del Pont se tomó contando 37 votos. Se nos fueron dos”, fue la única respuesta que el radical Morales esgrimió frente a los suyos. Además de criticarle el manejo personalista de las negociaciones, la falta de información, y haber cedido demasiados espacios al Peronismo Federal, los senadores radicales le cuestionan al jujeño que fue equivocada la estrategia de mostrar un polo opositor que, en los hechos, no funciona como tal. No por casualidad los peronistas disidentes ahora prefieren definirse como “no oficialistas”.
Los radicales le pidieron a Morales cambiar de estrategia. Ir despacio y pelear la mayoría tema por tema. Saben que el rechazo a Marcó del Pont es una batalla perdida. El jujeño se comprometió a bajar el recinto el próximo miércoles. “Salga como salga, el tema se resuelve la semana que viene”, dijo cuando se lo consultó por el futuro de la titular del Banco Central. Los radicales se resisten a expulsar del armado opositor a las dos senadoras que ayer contribuyeron a su derrota. Confían que en otros temas las podrían sumar. La definición no deja de ser peligrosa ya que continuarían durmiendo con el enemigo.
Los opositores esperan tener un pequeño desquite cuando le den media sanción a la coparticipación del impuesto al cheque. En esa ocasión especulan que sumarán el voto de algunos aliados del oficialismo, como el neuquino Horacio Lores, y también que algunos senadores K se retiren del recinto. Eso explica que a última hora de ayer Pichetto dijera a este diario: “Estamos trabajando para unificar el bloque”. Aunque Morales admitió que “a veces se pierde y a veces se gana”, lo real es que desde hace tres semanas el Gobierno gana en su intención de evitar que la oposición ejerza el control del Congreso.
Fuente: Diario Crítica de la Argentina
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