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La campaña y las batallas de la Presidenta
Por Joaquín Morales Solá.Domingo 13 de marzo de 2011
La candidata no formalizó aún su candidatura, pero los ejes de la campaña de Cristina Kirchner ya se perfilan claramente. La resolución de la Justicia sobre el caso del avión norteamericano que aterrizó en Ezeiza, en el marco de un convenio con el gobierno argentino para el entrenamiento de policías federales, respalda la tesis de que se trató de una operación mediática para mostrar a una Presidenta decidida a enfrentarse con la única superpotencia del mundo. La inaudita orden política a la Policía Federal para que desobedeciera el dictamen de un juez, que le mandó poner orden en Villa Soldati, definió, otra vez, al adversario casi obsesivo de Cristina Kirchner: es Mauricio Macri.
Esos trazos esenciales de la campaña y la preparada liturgia oficialista en Huracán, anteayer, muestran también a una Presidenta que aspira a colocarse a la izquierda de un mundo real o imaginario; se propone enfrentarse a todo lo que expresa el pensamiento político centrista o de derecha.
La campaña se define, del mismo modo, por lo que oculta. Muy pocos gobiernos han hecho una campaña electoral de espaldas a las preocupaciones de la sociedad. Cristina está tratando de innovar ahí también. Llueve información diaria sobre asaltos, robos y crímenes que afectan tanto a personas conocidas como desconocidas. El espacio público es, cada vez más, un lugar de peligros y acechanzas, pero nadie del Gobierno habla de esas cosas. Habla de la policía, pero no de lo que la policía debería hacer. Economistas privados, que suplican el anonimato, estiman que la inflación de este año podría trepar a más del 38 por ciento, es decir, el promedio anual del aumento de precios se colocaría a un paso del 40 por ciento. El riesgo del abismo está a la vuelta de la esquina.
¿Qué sucede, entonces, para que la Presidenta lidere aún la intención de voto? Influyen dos elementos. Uno es que los salarios siguen estando, hasta ahora, por encima de la inflación. Los muy altos aumentos salariales que están reclamando ahora los dirigentes sindicales desafían cualquier lógica en una situación de alta inflación. Están, para decirlo con palabras más directas, acercando el papel al fuego. Es una lógica contraria al sentido común, pero es la lógica del Gobierno, que decidió disimular la inflación con un alto consumo. Esa estrategia crea una burbuja económica, condenada a desaparecer como toda burbuja. La pregunta sin respuesta es cómo y cuándo sucederá lo inevitable.
El otro elemento es el contraste entre un gobierno que tiene una candidata, un discurso, una campaña y un grupo homogéneo a su lado, y la imagen de la oposición, que aún está en el proceso de selección de candidatos y de alianzas. El único reproche que le cabe a la oposición es que se dejó llevar por los tiempos que impuso el kirchenrismo, desde que Néstor Kirchner decidió obligar a los otros a definir candidaturas y programas apenas dos meses antes de las elecciones. Menem y Cafiero definieron la candidatura opositora en 1988, un año antes de las elecciones generales; De la Rúa y Graciela Fernández Meijide lo hicieron en 1998, también un año antes de los comicios presidenciales.
La Presidenta está en campaña todos los días, gobierna en función de esa campaña y el kirchnerismo no tiene otro candidato. Esa descripción es absolutamente contraria a la fragmentación que muestra la oposición. El kirchnerismo ha sido derrotado en elecciones, pero siempre gana cuando se propone confundir las reglas del juego.
Sin embargo, algunas cosas comienzan a aclararse. Macri será candidato a presidente contra las versiones que lo situaban otra vez en la duda. Es otro ardid go ebbeliano del gobierno, señaló Macri sobre esos rumores. Macri, que ratificó a La Nacion su candidatura presidencial, terminará aliado al peronismo disidente, con el que ahora pone algunas distancias hasta crecer por mérito propio. El Acuerdo Cívico y Social se recreará como lo fue en el 2009 con el radicalismo, la Coalición Cívica y el socialismo. Elisa Carrió es una negociadora dura y terca, pero no es una suicida y cuenta con precisos sensores políticos. Su reconciliación con el radicalismo llegará seguramente después de arduas tratativas, pero llegará, ineluctable.
La decisión estratégica de confrontar con Macri empujó al Gobierno a otro de sus recurrentes extremos: obligar a la Policía a desobedecer la orden expresa de un juez federal. En este caso, para peor, no se trata de cualquier juez, sino de un delegado directo de la Corte Suprema de Justicia para controlar el saneamiento del Riachuelo. El juez Luis Armella había resuelto que fueran alejadas de la ribera del Riachuelo familias que vivían consumiendo plomo. El gobierno de la Capital les adjudicó 140 viviendas populares que estaban a punto de ser entregadas. Esas viviendas fueron ocupadas el fin de semana por pobladores de otras villas miseria de la zona.
El juez le ordenó a la Policía Federal el inmediato desalojo de los ocupantes, pero el gobierno nacional dispuso que la Policía no obedeciera a la Justicia. El precedente es muy serio por dos razones. La primera: el conflicto social y la inseguridad son manchas que se extienden, imparables, bajo un gobierno que se ufana de la "inclusión". La otra: la Policía es auxiliar de la Justicia y no necesita de la autorización del Gobierno para acatar las resoluciones de los jueces. Los jueces sin policía se convierten en el acto en escritores de literatura, porque carecen de medios prácticos para hacer cumplir sus órdenes. No es la primera vez, ni será la última, que el kirchnerismo desobedezca o haga desobedecer una orden de los jueces y hasta de la Corte Suprema.
La propia Presidenta ordenó, además, que no se desviara un alambrado, que está en terrenos del gobierno federal, para que la administración de Macri no pueda terminar un crucial desvío de la avenida Lugones. La disputa consiste en si están cumplidos, o no, todos los requisitos. Nada, en fin, que dos gobiernos no puedan resolver con una llamada telefónica. La sociedad es, mientras tanto, rehén de los caprichos. Una información señala que Cristina no le perdonó nunca a Macri que haya hecho una fiesta de casamiento cuando ella estaba de luto; Macri se casó un mes después de la muerte de Néstor Kirchner.
La impecable resolución del juez Marcelo Aguinsky sobre el escándalo por el avión militar norteamericano ("no hubo delito", concluyó) retrotrajo las cosas con Washington al 10 de febrero, cuando llegó a Buenos Aires la monumental aeronave. Esto es: devolvió la situación a la diplomacia y a la relación entre los dos países. ¿Cuánta molestia hay en Washington? En rigor, ni siquiera sabemos ya dónde está esa relación, respondió un analista norteamericano.
La Aduana argentina, en cambio, profundizó el enfrentamiento cuando, tras la resolución de Aguinsky, informó que estaba averiguando si algunas armas norteamericanas no estaban destinadas al "mercado negro". ¿El gobierno de Washington intentó vender seis cañones y algunas carabinas en el "mercado negro" argentino de armas? ¿Obama envió aviones militares, que se movieron dentro de un formal convenio binacional, para traficar armas con la ilegalidad? La única conclusión es que Obama tuvo razón cuando decidió no ir a la Argentina en un año electoral. Todo sería usado por el G obierno en su campaña, dijeron en Washington.
La fogosidad de los discursos de Huracán exhibió a un kirchnerismo cerril en combate contra los empresarios, contra los productores rurales y contra el periodismo. Cristina Kirchner se reservó el papel más moderado, aunque no se privó de maltratar a los Estados Unidos. Sus teloneros tuvieron la misión más precisa de señalar a los enemigos. La campaña se hará, de frente o de perfil, con los ejes puestos en las perpetuas batallas que propone el kirchnerismo
 
  Un civil como Jefe de la Policía Federal  
Desde la Casa Rosada vienen solicitando poner un civil a cargo de la Policía Bonaerense, pero en la Policía Federal la siguen manejando uniformados. Las carpetas que tienen reservadas contra el Ministro Casal son el final de la tregua entre la nación y la provincia, o solo golpes laterales. Los Argentinos ¿de que lado del juego nos ubicamos?
Por Mario Baudry
En la última semana, en los medios nacionales, se anuncio la tregua alcanzada entre el Gobernador Daniel Sicioli y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, para ponerle fin a los ataques contra la gestión del Gobernador.
Todos los dardos se centraban en el Ministro Ricardo Casal, originando que el Gobernador tenga que salir a respaldar a su funcionario, aclarando que la política de seguridad la fija él.
Lo cierto es que desde la Casa Rosada después de la frágil tregua lograda, se dio la orden de esperar, que no lo atacaran a Casal, sin dar precisiones, solo que había que esperar.
No pasaron muchas horas para saber el porque de la orden, el domingo en el diario “Pagina 12” el periodista Horacio Verbitsky publico una investigación judicial donde pone de resalto la presunta comisión de delitos por varios funcionarios del Servicio Penitenciario Provincial, y el desmanejo interno de la fuerza.
De confirmarse la denuncia, fue un tiro directo a la línea de flotación del Ministro Casal, en el Servicio Penitenciario las cosas no están bien, se volvieron a utilizar practicas para la designación de jefes de unidad que hace muchos años que no se utilizaban, los jefes están pasados en años de servicio, de haber recambio y poner la casa en orden, se debería pasar a retiro a tres o cuatro promociones, para poder dejar un Jefe con 28 años de servicios.
En los pasillos de la Casa Rosada, se habla de que tienen al menos tres hechos mas que van a afectar la gestión de Casal, incluso hablan de que alguno de ellos atacaría su sistema central de administración, que podría afectar mucho a la imagen del Gobernador.
Los laderos de la Casa Rosada atacan a la Bonaerense pidiendo que ponga un civil en la gestión, para que no haya autogobierno policial.
Si resulta tan imperioso pasar del modelo de autogestión policial, a uno de gestión civil, como enuncian desde el gobierno nacional, la pregunta de rigor, es ¿porque no se pone un Jefe Civil en la Policía Federal?, o en Prefectura o en Gendarmería, es mas se podría poner también un jefe civil en el comando en Jefe del Ejercito, en la Fuerza Aérea, o en la Marina.
A los oficiales del Ejercito les están vaciando los arsenales, como en la Unidad de Santa Fe, donde sustrajeron 153 fusiles FAL de fabricación Nacional, que se dieron cuenta del faltante, solo porque aparecieron 4 fusiles en los operativos de la Favela de Rió de Janeiro, por los números de serie descubrieron, que deberían haber estado depositados en Santa Fe.
A la Fuerza Aérea en el robo de los Arsenales de Palomar, no solo le sustrajeron la munición de descarte, sino que le sustrajeron todo el arsenal de armas que tenían guardado, pero que no se dio a conocer, con la salvedad de que estas armas no están en Brasil, sino que quedaron en el mercado interno y no con fines delictivos.
Seguramente la Bonaerense necesita un ajuste y una depuración interna, que desde el gobierno provincial nunca se hizo, pero lo cierto es que también existen dentro de la fuerza gente honesta, que quiere la institución y que tiene vocación de servicio, no todos sus integrantes son iguales, en los hechos tienen como jefe de la fuerza a un civil como lo es Casal, después cada uno juzgara si cumplió o no con su función, pero es un civil, el Subsecretario Administrativo que maneja los recursos financieros de la fuerza es un civil, en Asuntos Internos de la Bonaerense son civiles. En definitiva la discusión del modelo es poco seria si no es integral y se aplica a todas las fuerzas.
No hay posibilidad de una política de seguridad efectiva sin un trabajo en conjunto de Nación y Provincia, los debates son buenos siempre que se prediquen con el ejemplo, en esta confrontación sin sentido, solo ganan los delincuentes y pierden los argentinos. REV LA TECLA
Cambios en la cúpula del Servicio Penitenciario
Se dispusieron cambios en la cúpula del Servicio Penitenciario Provincial, su titular el Dr. Mendoza le habría solicitado la renuncia de Inspector Javier Ciancio y al Inspector Pedro Aizpitarte. Se anuncian mas cambios
Como consecuencia de las críticas y el desmanejo interno en el Servicio Penitenciario Provincial el Jefe del Servicio Dr. Javier Mendoza, dispuso el pase a retiro de todo el personal que haya cumplido los 32 años de servicio en la fuerza.
Los cambios, se dispusieron por orden del día interna Nº 047/11, los que incluyen el pase a retiro del Director General de Coordinación Inspector Gral JAVIER CIANCIA, y en su lugar se haría cargo el actual Director General de Seguridad RUBEN BORZANI, y en lugar de este ultimo se haría cargo el Subinspector General de Seguridad MARIO MAZZEO.
También pasa a retiro el Director General de Recurso Humanos PEDRO AIZPITARTE, el cual seria reemplazado por el Prefecto Mayor HECTOR EYROS y el cargo de Subdirector seria cubierto por MARCELO DANIEL CAPRA.
Se esperan nuevos cambios en las unidades carcelarias, que se dispondrán en los próximos días.- Fuente: REV LA TECLA

Los límites de la mitología oficialista
Joaquín Morales Solá LA NACION
Miércoles 09 de marzo de 2011
El peronismo es una cantera inagotable de mitos. Cristina Kirchner está siendo elevada al altar de la izquierda justicialista junto con Eva Perón y por obra y gracia de Hebe de Bonafini. Héctor Cámpora, que fue un simpático conservador de Buenos Aires, ya fue izado al panteón de la izquierda justicialista. El propio Néstor Kirchner, fundador de una considerable fortuna familiar gracias a la generosidad del Estado, es el ícono actual de la progresía argentina más fanática. El peronismo gobernante se ha olvidado un poco de Perón, es cierto, pero éste murió demasiado viejo como para convertirse en mito.
Pasado mañana, la Presidenta se cubrirá con su atuendo de militante para celebrar otro aniversario del triunfo electoral de Cámpora. La rodeará poca gente del peronismo histórico, salvo Hugo Moyano, que no está en condiciones judiciales de decirle que no a nada. La convocatoria está hecha por organizaciones de izquierda que corren paralelas al peronismo. Muchos de sus integrantes formaron parte de los viejos grupos armados, que Perón envalentonó en el exilio y desahució en el poder. Cámpora fue hijo de sus circunstancias y de su débil carácter; por eso se vio convertido en un símbolo revolucionario cuando no era más que un módico político bonaerense, que en el fondo cultivaba ideas moderadas. Hizo su carrera adulando al jefe o a la jefa, a Eva Perón en aquellos tiempos.
Cámpora es un mártir sólo porque su partido y su jefe, Perón, lo despidieron de la presidencia de la Nación, que había ganado legítimamente, como a una secretaria indolente. Tampoco él se resistió, debe aclararse, a ese maltrato. Perón y el peronismo despreciaron ostensiblemente la fórmula que la sociedad había votado apenas tres meses antes. Cámpora se dejó llevar por el espíritu de la época, creyendo que cumplía con su jefe, pero éste ya estaba en otra cosa: quería disolver a sangre y fuego a las organizaciones guerrilleras a las que les había dado aire desde Madrid. Esas confusiones de la historia terminaron por beatificar a Cámpora en tiempos kirchneristas y por condenar a Perón al silencio.
Pasa algo parecido con la Presidenta. Ni sus gustos, ni su fortuna, ni su manera de tratar a sus colaboradores, ni sus formas feudales en Santa Cruz la colocan a la izquierda de nada. Su condición de símbolo de la izquierda es una creación extravagante de la Argentina y de cierto peronismo (más de ese peronismo que de otra cosa). No es casual que los que más han criticado al matrimonio Kirchner en los cables secretos difundidos por WikiLeaks hayan sido dos gobiernos socialistas de América latina como los de Michelle Bachelet y Tabaré Vázquez. Estos ex mandatarios, auténticas expresiones de la nueva izquierda latinoamericana, nunca aceptaron a los Kirchner como propios. Bachelet les reprochó sus escasos apegos institucionales y un ministro de Tabaré Vázquez calificó al gobierno kirchnerista de "fascista". Es lo que devuelve el espejo argentino cuando se lo mira desde la distancia, sin el barullo que arma el kirchnerismo dentro del país.
La Presidenta no quiere acercarse a dirigentes como Hugo Curto, un ex metalúrgico que gobierna Tres de Febrero con avalanchas de votos, o a Jesús Cariglino, intendente peronista de Malvinas Argentinas, porque son representantes de la "vieja política". Pero ¿son mejores que ellos Emilio Pérsico, Edgardo Depetri o Carlos "Cuto" Moreno, organizadores del acto del viernes, cultores incansables del setentismo gobernante? Hay una sola diferencia: Curto y Cariglino no recurren a los escraches para resolver la política; los otros tres lo hacen con mucha frecuencia, aunque no ponen la cara, pero aportan la logística de los escraches y los escrachadores.
La familia Kirchner tiene el derecho de hacer de la imagen de Néstor Kirchner lo que quiera, siempre que la construcción de ese mito no le signifique erogaciones al Estado. Nadie sabe quién pagará la película del uruguayo Adrián Caetano sobre el ex presidente, que se estrenará, por supuesto, antes de las elecciones de octubre. Hasta ahora sólo se conoce que el increíble aviso publicitario hagiográfico de Kirchner (que se difundió junto con los partidos de fútbol) fue financiado por el gobierno nacional. La historia se repite, incansable: el culto a la personalidad fue siempre una subvención del Estado y nunca una inversión privada.
¿Cuánto duran los mitos impuestos por el poder? Nadie en la calle habla ya de Néstor Kirchner, como no es frecuente el recuerdo de Raúl Alfonsín, aunque la muerte de éste provocó una reacción popular más espontánea que la del esposo de la Presidenta. El propio Ricardo Alfonsín debería saber que deberá ganar las elecciones, si es candidato, con más pergaminos que la condición de hijo de su padre. Las sociedades nunca votan por el pasado, sino por una cierta noción, certera o no, del futuro.
Cuentas pendientes
Mitología aparte, Cristina Kirchner deberá explicar como candidata la condición indomable de la inflación, que analistas privados ya la sitúan, en el segundo mes del año, entre el 21 y el 25 por ciento anual. Faltan todavía las paritarias, los aumentos salariales y el decurso de la crisis económica mundial en el marco del profundo conflicto político en los países petroleros del mundo. Deberá explicar, también, por qué ordenó desactivar hasta la inexistencia la Fiscalía de Investigaciones Administrativas, que es la auditoría interna de la administración. La Auditoría General de la Nación, que acaba de iniciarles juicio a varios organismos del Estado por retacearle información, es la auditoría externa.
Ambas decisiones, la nulidad de la Fiscalía y el bloqueo a la Auditoría, son decisiones que se tomaron durante la administración de Cristina Kirchner, no en la de su esposo. Los mitos, cuando no son instintivas creaciones sociales, siempre terminan chocando con la inevitable constatación de la vida.
Un pacto de no agresión endeble y maleable
En la última reunión producida por Cristina Fernández y Daniel Scioli se acordó el cese del fuego entre las gestiones cerrando un punto redituable para ambas partes: Gobernación aceptaría las colectoras y la Rosada frenaría la balacera contra la eguridad provincial. Sin embargo, algo falló y la disputa se encendió nuevamente desde Olivos
Todo parecía calmo, una paz tensa pero calma al fin. Una especie de guerra fría se empezaba a jugar entre Nación y Provincia en lo que respecta a la pulseada por la territorialidad y el poder.
El pacto de no agresión forzado por Cristina Fernández y Daniel Scioli clavó la bandera blanco delimitando la cancha: el sciolismo se tragaría el sapo de las colectoras, y por ende el de Sabbatella, y los cristinistas dejarían de balear la osamenta de la seguridad bonaerense.
Juego aceptado y reglas claras. Todos orden, casa acomodada. Pero a mitad de camino, el mensaje no bajó con claridad y una parte sustancial se desvaneció luego del “sí” de mabos mandatarios.
¿Qué pasó? Que Horacio Verbitzky, asesor de la presidenta y personaje activo del fogoneo a discreción operado contra la Provicia, volvió a atacar con los colmillos nuevamente ávidos de sangre.
Durante el fin de semana, el periodista K le pegó al corazón del ministerio más polémico y débil de la gestión Scioli. Sin guardarse nada, y hasta evidenciando cierta pérdida de códigos, impactó plenamente contra el Servicio Penitenciario Bonaerense.
En una editorial acaecida en Página 12, arranca la nota con una declaración de guerra para las huestes provinciales. “Mientras Scioli respaldaba en la Legislatura al alcaide mayor Casal, un preso entregaba a la Justicia fotos suyas con uniforme del SPB. Tres detenidos contaron a distintos magistrados que los sacan a robar entre la noche y el alba, con ropa y armas del Servicio, que los desarmaderos funcionan en las propias cárceles, donde también se venden estupefacientes. A quien se niega le violan la mujer o lo asesinan. Fiestas nocturnas con alcohol y prostitutas y tiro al blanco sobre los detenidos”.
Durante todo el recorrido de la nota, Verbitzky no detiene en ningún momento su descarga y desnuda, según su información, el agujero negro anidado entre las redes de la seguridad bonaerense: “El martes 1º Daniel Scioli leyó un excelente discurso ante la Legislatura de Buenos Aires, en el que respaldó a su cuestionado ministro de Justicia y Seguridad, Ricardo Blas Casal. Scioli. A la misma hora, un detenido en la Unidad 48 del Servicio Penitenciario Bonaerense sorprendió al fiscal Germán Martínez al quitarse la zapatilla izquierda, donde escondía el chip de un teléfono celular. Allí había seis fotografías del detenido y de otras personas. Todos lucían piezas de uniformes del Servicio Penitenciario Bonaerense, y un video en el que uno de los funcionarios de seguridad entrega un pequeño sobre a uno de los detenidos”.
“El detenido, a quien aquí llamaremos Erre Jota, tiene 32 años y purga una condena por robo, dijo que el director y el subdirector del penal y el jefe de complejo en ese momento, le señalaron los modelos de autos que debían robar. El turno de robar para el Servicio iba de las 23 a las 6 del día siguiente, les suministraban partes de uniformes, armas y teléfonos celulares. Una vez en la calle usaban esos teléfonos para llamar a conductores de remises que formaban parte de la combinación”, cuenta el asesor cristinista pegándole de lleno al mentón de Casal.
La editorial se extiende, se dilata en detalles y presenta varios subtítulos. Pero aquí lo sustancial a dirimir y a desentramar es ¿qué sucedió a mitad de camino que la Nación desestimó el acuerdo de paz y “prepeó” al gobernador? ¿Por qué si los lineamientos quedaron claros, la bajada editorial de la Rosada no se condice con el accionar del periodista? ¿Por qué el sciolismo no devuelve el guantazo y continúa la política de la baja intensidad en la resistencia?
Las preguntas se abren, al igual que las hipótesis. En esta escena pueden divisarse un grueso marco de afirmaciones esbozadas por el alineado íntimamente al kirchnerismo, y un istmo exacerbado de dudas que disponen en carne viva una herida con la Provincia que parecía comenzar a cerrar, aunque sea de un modo obligado y acorde al contexto de “unidad” que el justicialismo buscaba empezar a mostrar hacia fuera.
Pero algo se rompió, se partió en un instante. Y el “tiroteo” solo provino de un bando. El otro, como siempre, condensa templanza y mansedumbre.
Sin embargo, la réplica que no esgrimieron desde Gobernación la efectuó el mismo Jorge Lanata, quien salió a “ponerle el cascabel al gato”.
Como acostumbra su lengua filosa, el mensaje para Horacio Verbitzky fue al hueso. “Es muy talentoso, muy inteligente, y muy inescrupuloso”, inició el periodista en un reportaje publicado por Perfil.
“En el fondo, es más un político que un periodista. Yo siempre supe que él era eso”, aludiendo a las relaciones carnales con el gobierno nacional.
“Hace mucho tiempo, yo le había pedido a una gente amiga que averiguara cosas sobre El Perro (Verbitsky). Yo nunca conté esto que voy a contar, y entonces me entero, ahora es público, en aquel momento no se sabía y era como un escándalo, lo del libro de la Fuerza Aérea. Y me viene a ver El Perro porque se entera de que yo estaba preguntando por él. Y le cuento: ‘Sí, yo mande a tal persona a preguntar tal cosa porque quería saber con quién trabajo’. Y tuvimos una larga charla como de tres, cuatro horas, sobre todo. Entendí un poco más por qué él es más político que periodista”, profundizó Lanata sin preámbulos.
“Y un poco más cuáles son las cosas que me separan de él, pero que me separan también de esa generación: sin hacer ninguna acusación en particular, porque no la podría hacer, yo no puedo tener a un tipo secuestrado en un pozo dos días, un día, diez horas. Y cuando yo tengo que abrir la puerta y verlo al tipo ahí abajo, no me lo banco. Bueno, estos tipos no sólo se lo bancaron, sino que fueron y le pegaron un tiro al que estaba ahí abajo. No me importa quién fuera el que estaba ahí abajo, porque podía ser el demonio, pero no me importa”, continuó fustigando al kirchnerista.
“Eso es un abismo, un abismo. Entonces, yo me encontré a lo largo de los años con El Perro dándole una nota a Clarín antes que a nosotros. ¿Pero por qué? Porque para él era más importante Clarín…”, cerró dando por tierra con la figura de Verbitzky.
El conflicto se abrió ya sin encontrar parangón. El cristinismo atacó de nuevo y sin silenciador. Daniel Scioli y su gestión resultaron expuestos nuevamente y nadie salió de sus huestes a apagar el incendio. Por el contrario, dejaron caer la sal fina de la Rosada que ya tomó como costumbre “pegarle al muñeco”. Quién dará el próximo golpe ya lo sabemos, deberá dilucidarse si la pólvora del otro lado no continúa mojada
 
  Cristina, entre la obsecuencia y la moderación 
Por Mariano Grondona.Domingo 06 de marzo de 2011 |
.La palabra "obsecuencia" está ligada al latín sequere , "seguir? a alguien", pero seguirlo hasta un punto tal que el seguidor se convierte, por elección propia, en un esclavo voluntario de aquel a quien ha escogido como jefe. El Diccionario define al obsecuente como aquel "que se rinde" ante un líder de una manera absoluta e incondicional, como aquel que está "sumiso" a otro sin que, después de habérsele sometido, le quede resto alguno de dignidad. Es difícil que el obsecuente no se presente ante nuestros ojos como un ser moralmente cuestionable. La obsecuencia admite dos expresiones alternativas: una la del fanático al que le han lavado el cerebro y otra la del oportunista que hace como si fuera un fanáticopero en el fondo está dispuesto a abandonar el barco a la primera ocasión.
Cristina Kirchner aparece rodeada, en este sentido, por una verdadera corte de obsecuentes que disputan entre ellos, como si participaran de un torneo, la medalla de oro, o si no pueden la de plata, de los favoritos. La palabra corte viene al caso porque este tipo de adhesiones no corresponde a una república sino a una monarquía en cuyo seno los cortesanos pugnan por obtener el favor del rey o de la reina, sin timidez y sin vergüenza. Funcionarios como Aníbal Fernández, Héctor Timerman y Amado Boudou pugnan, con un entusiasmo digno de mejor causa, por ser "amados" por la Presidenta. ¿Diríamos de ellos que han escogido la no envidiable condición de los "cortesanos"? La pregunta parece adecuada no bien se advierten los rasgos monárquicos, o dinásticos, que han caracterizado al kirchnerismo desde 2003 hasta la fecha.
Esta semana nos trajo dos novedades a este respecto. Una, cuando la diputada Diana Conti y el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, quien hoy ocupa el puesto que alguna vez honró Jorge Luis Borges, consiguieron ponerse al frente en la carrera de los cortesanos. Después de confesar su admiración sin límites por Cristina, a la que le deseó nada menos que fuera "eterna", Conti se anticipó a todos los demás cortesanos al desearle no sólo la reelección en 2011 sino también la re-reelección en 2015, aunque esté constitucionalmente vedada. González, por su parte, objetó que al premio Nobel Mario Vargas Llosa, un crítico sin tapujos del gobierno argentino, se le haya ofrecido inaugurar la Feria del Libro prevista para el 20 de abril.
Pero la segunda novedad llegó cuando la Presidenta retó tanto a Conti como a González por su celo excesivo, poniendo por delante de la obsecuencia mediante la cual ambos aspiraban a ser más papistas que el papa, una señal elogiable de moderación. ¿Cómo interpretar esta aparente contradicción entre la señora de Kirchner y sus más ardientes aplaudidores?
¿Sólo gestos o un giro?
A las reconvenciones a Corti y a González, la Presidenta sumó otros gestos que apuntaban en la misma dirección. Uno fue la decisión de contener con la policía y la ley los cortes de rutas que intentaron los vendedores ambulantes. Otro, el anuncio de que el Gobierno intentará privatizar al menos parcialmente a Aerolíneas Argentinas y Austral, hoy rehenes de los sindicatos aeronáuticos. A ellos habría que agregar la influencia que la Presidenta desplegó junto con Macri y con Scioli para impedir que las huelgas docentes perturbaran más de la cuenta la iniciación de las clases, y la influencia que no desplegó para cerrar el cerco que sus asesores de izquierda habían montado contra el ministro de Seguridad de Scioli, Ricardo Casal, lo cual le permitió afirmar, además, algo escandaloso para los activistas "antipoliciales" y "antisciolistas" como León Arslanian: que ella, si bien no es partidaria de la "mano dura", tampoco es "garantista". Hubo reiteradas advertencias a la CGT de Moyano, en fin, para que "no se pase" cuando promueve la recomposición de los salarios y la "acción directa" y cuando defiende a los sindicalistas involucrados en denuncias de corrupción porque esta acción podría vulnerar la frontera que separa la "solidaridad" de la pura y simple "complicidad" con los acusados.
Todos estos gestos de Cristina, ¿sólo son islotes perdidos en medio de la corriente izquierdista en la que siempre navegó o indican, al contrario, que ha empezado a moverse hacia el centro? Los escépticos sobre la supuesta renovación ideológica de la Presidenta hacen notar que entre sus recientes dichos no omitió demostrar una vez más su animadversión al campo, al que acusó de eludir sus obligaciones impositivas, una acusación injusta porque ignora el enorme impacto fiscal de la retención del 35 por ciento a las exportaciones agropecuarias en función de la cual ese famoso "yuyito" que según ella es la soja sigue engrosando como ninguna otra fuente tributaria las arcas fiscales. La oposición y los críticos independientes también hicieron notar que, en su reciente mensaje al Congreso, la Presidenta continuó eludiendo el espinoso tema de la inflación, lo que obligó a Moyano y los suyos a reconocer que en esta materia no los guían los vergonzosos índices del Indec sino las elocuentes góndolas de los supermercados.
El "bueno" y el "malo"
Para identificar la estrategia de Cristina habría que suponer que, en este crucial 2011, a ella la guían las consideraciones electorales en busca de esa reelección que busca sin admitir aún, empero, que la está buscando. A su izquierda cuenta con la adhesión militante de la corte de incondicionales que integran Carlos Zannini, ministros como Fernández, Timerman y Boudou, periodistas como Horacio Verbisky, Víctor Hugo Morales y Sergio Spolsky, las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, y los jóvenes ahora funcionarios de La Cámpora. Pero la adhesión de este núcleo radicalizado, ¿le alcanzaría acaso para ganar la reelección? Consciente de la insuficiencia electoral de su secta ideológica, la Presidenta ha empezado a buscar apoyos en la reacia clase media. Algunos de los "gestos" que hemos enunciado responderían por ello a su intención de ampliar la cosecha oficialista entre los votantes de clase media.
Gracias a esta estrategia, la Presidenta ha empezado a replicar el método que usan los interrogadores policiales frente a un sospechoso, cuando un policía hace de "bueno" y otro hace de "malo". Tomemos un ejemplo. Cuando se dedicó a exaltar la "eternidad" de Cristina, Conti hizo de "mala" frente a la sociedad por su obsecuencia, pero también le permitió a la Presidenta hacer de "buena" reprendiéndola. Este movimiento de pinzas vino a subrayar de un lado la moderación de Cristina y a permitir del otro que la insólita actuación de Conti enviara al país, de paso, este mensaje indirecto: que, como 2011 ya está asegurado, sólo resta apuntar a 2015.
Se nos dirá que este método es maquiavélico. Lo que tiene de positivo, en cualquier forma, es que lleva al Gobierno a alejarse de la irracionalidad de los militantes para abrir un nuevo campo donde impera, al contrario, la racionalidad que, según Max Weber, existe cada vez que alguien busca el medio idóneo para alcanzar el fin que persigue. Si lo comparamos con la búsqueda idealista del bien común, este método sigue siendo un "mal", pero es en todo caso un "mal menor" que la irracionalidad ideológica.
De seguir con este método del "policía malo" y el "policía bueno", Cristina se estaría acercando a la estrategia electoral "normal" que siguen los restantes candidatos. Este método, que al fin podría tener éxito o no, permitiría al menos ubicar a Cristina ya no en el ilusorio "cielo" de los fanatismos, sino en la modesta "tierra" donde habitan los demás mortales
   La soledad de la Presidenta  
Por Joaquín Morales Solá .Domingo 06 de marzo de 2011
Compartir.EL kirchnerismo puro se atropella en su sesgo adulador hasta llevársela por delante a Cristina Kirchner. El viejo peronismo no la atrae a la Presidenta ni por sus ideas ni por su estética (por ésta, más que por otra cosa). Sí. Cristina está sola , deduce, no sin información, un legislador cercano a la Presidenta. No se refería a la soledad afectiva, que está atravesando necesariamente, sino a la soledad política. Su discurso de apertura del año legislativo fue ilustrativo de esa tensión que viven tanto el peronismo como ella. A Cristina le faltó tiempo para azotar a sus adversarios políticos, ejercicio que practica con particular deleite, pero que esta vez estuvo ausente, salvo una alusión al infaltable Mauricio Macri. Necesitaba retar a sus propios adeptos, ya sean sindicalistas o políticos; requería, más que nada, poner la casa en orden ante la inminencia de un desmadre por izquierda y por derecha.
La Presidenta debería hurgar primero en ella misma para encontrar una explicación al erial donde está, en sus modos de hacer política y en sus métodos de relacionarse con sus seguidores más próximos. ¿Por qué ellos creen que haciendo sólo un cristinismo fanático pueden conseguir su simpatía? ¿Por qué compiten entre ellos por la apología de la jefa? ¿No será, acaso, que la distancia presidencial que ella pone con todos y la necesidad de alimentar el alto concepto que tiene de sí misma están en el origen de las cosas? Un párrafo aparte merecen, desde ya, los exponentes de esa izquierda kirchnerista que sólo se siente cómoda cuando adula un liderazgo.
Diana Conti se manifestó ultrakirchnerista antes de proponer una reforma constitucional para crear la perspectiva de una "Cristina eterna". Nadie en política y en su sano juicio se manifiesta "ultra" de nada. La condición de ultra es la negación de la política. Ese es un calificativo que inventó el periodismo para describir ciertas adhesiones políticas cerriles, pero que ningún político se lo infligió; ni siquiera los que profesaron los peores fanatismos de la historia. "Ultra" es casi un sinónimo de "ceguera".
La reforma de la Constitución es virtualmente imposible, aunque el pecado de Conti fue sólo hacer público lo que el cristinismo más exaltado venía reflexionando en voz baja, casi inaudible. La reforma de la Constitución necesita, por mandato de la propia Constitución, que la aprueben los dos tercios del total de votos de cada Cámara del Congreso. Proyecto imposible.
Una terca fracción del oficialismo creyó encontrar un atajo cuando descubrió la posibilidad de un plebiscito después de un eventual triunfo de Cristina en las elecciones de octubre. Es un camino posible, pero que no evitará nunca el procedimiento constitucional; es decir, los inalcanzables dos tercios de diputados y senadores, separadamente. El plebiscito es una consulta popular que no elude la obligación de cumplir con el debido procedimiento constitucional. Pueden flamearlo en las narices de la oposición, como hizo Menem en su momento, para presionar a la política y a las instituciones. Presión. No mucho más que eso.
Lo peor que le sucedió a la Presidenta es que, en la práctica, el ultrakirchnerismo se convirtió en anticristinista. ¿Está dispuesta la sociedad argentina a avalar, aunque fuere una fantasía sin sustentación, la perspectiva de una "Cristina eterna"? El plazo que la sociedad argentina les ha dado históricamente a sus gobernantes, incluidas las dictaduras, ha sido de seis años, más o menos. Menem duró 10 años, pero fue un político impopular durante todo su segundo mandato. Su etapa estaba políticamente concluida cuando cumplió los primeros seis años. "Cristina eterna" parece, en fin, un eslogan de sus opositores antes que de sus aduladores. La Presidenta salió en el acto a exorcizar ese demonio, que se lo impuso su propio círculo creyendo que la seducía. Guste o no, el tema ya quedó instalado.
La Presidenta sabe que su casi único capital político es el crecimiento de la economía y que su riesgo político está en la inflación y en la inseguridad. Los niveles actuales de inseguridad le impiden imaginar una solución perceptible en apenas ocho meses, que son los que restan hasta las elecciones. La única salida que encontró es hacer anuncios políticos todos los días, que no están en condiciones de espantar a ladrones ni a criminales. Y la inflación vacila en el límite mismo de la paciencia de los argentinos; todavía parece pesar más en el ánimo colectivo la posibilidad del consumo que el aumento de los precios.
Los sindicatos son la clave de ese conflicto en los días en que comienzan a debatirse los aumentos salariales del año. Los gremialistas más grandes (o con mayor capacidad de fuego) pertenecen todos a la derecha peronista, aunque se hayan maquillado de progresistas. Gran parte de esos sindicalistas están siendo perseguidos por la Justicia por la corrupción con que manejaron las obras sociales; corrupción que es criminal en muchos casos. Algunos están cerca de la cárcel. El nivel de los aumentos salariales será una carta de negociación con el gobierno: pedirán impunidad y ofrecerán moderación. Cristina sabe que amparar la corrupción sindical no sería nunca una buena propuesta electoral. Le huirá a un acuerdo en esos términos.
Trataba de disciplinar a los duros sindicalistas cuando la izquierda de su propia fracción la sorprendió con otro zafarrancho: pidió que Mario Vargas Llosa fuera censurado como orador principal de la Feria del Libro. Es un contrasentido que intelectuales clamen al cielo por la censura. Pero el kirchnerismo cree que todo le pertenece: esa feria es un evento privado que puede hacer lo que quiera en un país supuestamente libre. Los intelectuales kirchneristas ni siquiera han leído a Vargas Llosa; el célebre escritor es el más persistente luchador, entre los escritores latinoamericanos, contra los autoritarismos de cualquier signo, sean militares o civiles.
Sólo la última dictadura militar censuró a Vargas Llosa y a Julio Cortázar. Una vez más, la historia demuestra que la matriz del autoritarismo es una sola. ¿El pensamiento económico de Vargas Llosa es liberal? Sí. Pero ¿acaso la opinión es un delito en la Argentina de hoy? Vargas Llosa no es un liberal. ¡Es el último premio Nobel de Literatura! , se escandalizó un peronista que solía frecuentar al kirchnerismo. Es ahora también, quizás, el escritor con más repercusión periodística en el mundo. Es lo que Cristina entrevió en soledad cuando ordenó frenar la censura contra Vargas Llosa; éste vendrá a la Argentina, pero nada lo salvará del acoso y la agresión del kirchnerismo más rancio. No importa. Vargas Llosa es un escritor excepcional, pero también un hombre con un enorme coraje.
¿Cómo se lleva adelante una campaña electoral con un promedio de tres desastrosos errores por semana? Una encuesta seria preguntó en los últimos días a miles de argentinos si querían en octubre el cambio o la continuidad. La encuesta no dio ningún nombre. Se limitó a esa simple pregunta. Un 35 por ciento prefirió la continuidad y un 65 por ciento eligió el cambio. Un dato revelador es que los encuestadores necesitaron llamar a 10.000 o 15.000 personas para poder hablar sólo con 1000 de ellas. El resto no quiere oír de elecciones ni de encuestas.
El final es un misterio, entonces. Dependerá de que el Gobierno no se siga esforzando en perder parte de ese tercio que pide la continuidad, y que la oposición empiece a administrar bien la mayoría que aspira a un cambio. Es una exigencia demasiado alta, porque no se resolverá nunca con la fragmentación opositora ni rectificando en soledad los desquicios que hacen muy cerca de Cristina. El problema de la Presidenta no consiste, en efecto, en las multitudes interesadas y pasajeras que la halagan, vaya donde vaya, sino en su constante soledad.

 
  Daniel Scioli y un juego peligroso  
En el último tiempo, los kirchneristas más fanatizados se lanzaron directamente contra la gestión sciolista cuestionando su política de seguridad. Esta operación bajada "desde arriba" disparó las reacciones en Provincia para evitar nuevamente el intevencionismo K. La defensa dejó pegada la figura del Gobernador a la de su ministro más polémico. Escenarios hacia octubre  . Por Mario Baudry
Los tiempos de campañas se adelantan y todos los actores políticos comienzan a colocar sus fichas para las próximas batallas electorales, que serán muchas y muy reñidas, pero teniendo en cuenta que es un tablero político que cambia constantemente.
Desde hace varias semanas un sector de los ultrakirchneristas viene atacando en forma personal y sistemática al ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Ricardo Casal, sabiendo que es el ministro más débil del gobierno de Scioli.
El Gobernador entendió que era tiempo de reaccionar y poner freno a la embestida de la Casa Rosada: salió a respaldar a Casal como ministro y su política de seguridad.
El hombre al mando del gabinete de la Provincia, hábil en el armado político y mano derecha del Gobernador, salió a defender a capa y espada la postura de su Jefe, pero puso mucho más énfasis en la política de seguridad que en quien está a cargo de dicha cartera.
Esta arremetida oficial causó un efecto inmediato: por un lado, quedó solo el ex ministro de Seguridad Carlos Arslanian criticando a Casal; por otro lado, con la embestida de Scioli se acallaron las voces críticas que venían orientadas desde la Casa Rosada.
Algunos hombres del entorno del Gobernador decían que “…era todo un triunfo, los pusimos en caja y, además, marcamos territorio. Hasta acá los dejamos pasar, pero éste es el límite; si se pasan de la línea, los sacamos a patadas…”. Todos estaban contentos.
Pero el análisis que se hace desde la Casa Rosada no es el de una derrota; por el contrario, ellos piensan que desde la Provincia cometieron un error, y entraron en el propio juego de los ultrakirchneristas; pusieron a Scioli de la mano de Casal, con lo cual ahora sólo resta esperar.
Desde la Casa de Gobierno nacional saben que la seguridad de la provincia de Buenos Aires es un tema muy candente: para el 79 por ciento de la sociedad es su principal preocupación. Probablemente no vendrán más ataques dirigidos, salvo el de algún ultrakirchnerista descolgado que se mande solo con críticas a Casal, pero la orden desde arriba es clara: hay que esperar.
Cualquier hecho de inseguridad que mueva los cimientos de la sociedad bonaerense ya no sólo dañaría la figura de Casal, sino que esta vez el golpe iría directo a Scioli. Que acontezcan casos graves de inseguridad no resulta descabellado. Hay pocos policías en las calles, y ninguna asistencia en materia de seguridad desde la Nación; hay quite de colaboración desde las fuerzas de seguridad nacionales a la Provincia. Todo esto sumado, es un cóctel peligroso; los delincuentes que viven de las señales lo saben leer, y pueden entender que tienen las zonas liberadas.
Los únicos enemigos hoy de los delincuentes son los policías bonaerenses; el resto de las fuerzas de seguridad nacionales van a estar ausentes.
Scioli hizo bien en marcarles el territorio, y poner énfasis en que a la provincia de Buenos Aires la maneja él. Muchos de sus asesores salieron a defender la persona de Ricardo Casal, lo cual resulta meritorio, pero pusieron al Gobernador en una situación incomoda y de difícil salida. Sólo el jefe de Gabinete, Alberto Pérez, entendió que había que defender la política de seguridad y la aplicación de las leyes, y no a Ricardo Casal.
Desde el entorno del Gobernador le solicitan que acentúe su política en el tema de seguridad, pero sin hacer hincapié en los hombres que hoy manejan el tema. Scioli tiene la capacidad para mejorar las condiciones de seguridad de los bonaerenses, aunque también sabe que tiene que mantener a su ministro Casal hasta después de los comicios. Hoy no puede cambiarlo, no puede ceder a la presión de la Casa Rosada; pero también entendió que debe defender sus políticas de seguridad y no a los hombres que las aplican, si quiere ser una opción electoral en el mes de octubre. REVISTA LA TECLA
 
   Narcotráfico: el país sigue los pasos de Colombia y México  
Joaquín Morales Solá
LA NACION.Martes 01 de marzo de 2011
.El avión argentino en el que las autoridades españolas hallaron una tonelada de cocaína en el aeropuerto de El Prat, en enero. Foto Archivo.Un ex canciller de Colombia y ex embajador de ese país en la Argentina, Jaime Bermúdez, describió a fines del año pasado en Buenos Aires, ante un auditorio cerrado de políticos argentinos, los comienzos del narcotráfico en Colombia y en México. No habló de la Argentina. Bermúdez es un político y diplomático simpático y culto, que dejó en Buenos Aires decenas de amigos cuando volvió a Bogotá para hacerse cargo de las relaciones exteriores de su país.
Esta vez no trajo buenas noticias, aunque su intención no haya sido, seguramente, ser un mensajero de ingratas novedades. Lo cierto es que los argentinos que lo oyeron quedaron estupefactos: aquellos comienzos del flagelo del narcotráfico en México y Colombia se parecían demasiado a la situación actual de la Argentina. "Estaba narrando la Argentina de hoy", resumió un ex ministro de gobiernos radicales.
¿Qué dijo Bermúdez? Contó que esas tragedias nunca aparecen súbitamente en su dimensión final. Siempre hay antes señales inconfundibles: los cargamentos de drogas pasan de gramos a kilos y de kilos a toneladas; el consumo local crece exponencialmente, porque entre los adictos hay potenciales colaboradores; otros países empiezan a registrar que un país determinado se ha convertido en un exportador destacado de drogas; las fuerzas de seguridad son paralizadas por el temor o la corrupción; la política se muestra indiferente o cómplice, y comienzan a aparecer extraños cadáveres de personas ajusticiadas por sicarios. Primero, son pocos y aislados, destacó, pero el negocio es tan grande que termina convirtiendo a la muerte en un alud macabro.
La Argentina tiene dos problemas enormes. El primero es que su dirigencia política (con algunas pocas excepciones, sobre todo la de Elisa Carrió) no quiere hablar del conflicto que plantea el crecimiento del narcotráfico. Hay -¿cómo no?- complicidades, indiferencia e ignorancia. El segundo es que el país está, por el azar de la geografía y la política, en medio de una región productora y exportadora de drogas, donde, además, se han producido importantes cambios en los últimos tiempos en la represión del tráfico de estupefacientes. Nunca ninguno de los dos presidentes Kirchner, por ejemplo, mencionó ese conflicto en ningún discurso público ni se recuerda que hayan hablado de él en conversaciones privadas. Esa ausencia es coherente, según la lógica que indica que los problemas desaparecen cuando no se los nombra.
Hubo ya varias muertes en la Argentina, relacionadas con el narcotráfico desde aquella balacera que fulminó a dos colombianos en la cochera del shopping Unicenter. Esas muertes y también otras fueron ejecutadas por sicarios montados en motocicletas, que es la manera rápida y limpia como actúan los sicarios del narcotráfico. No queda un solo rastro; todo tiene la velocidad de la luz y la policía llega cuando todo pasó. Una vez, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, dijo que se estaba dramatizando la cuestión porque aquí se podían contar 15 o 20 muertes por el narcotráfico, mientras que en México hay entre 9000 y 10.000 muertes por año. La estadística puede ser cierta, aunque haya sido módico con los números argentinos, pero lo más notable es que los funcionarios kirchneristas se hayan quedado tranquilos con esas comparaciones. ¿Esperan que la situación se desmadre, como en México, para comenzar a tomar cartas en el asunto?
Brasil, Colombia y México han ejecutado en los últimos años políticas muy agresivas contra el narcotráfico. Muchas bandas de traficantes comenzaron a trasladarse a países más seguros para ellos. Los traficantes y los espías nunca se jubilan. "Siempre habrá alguien dispuesto a morir por 100 millones de dólares", dice, irónico y certero, un experto argentino. Sólo la muerte (o la cárcel, a veces), en efecto, aparta del negocio a los comerciantes de la drogas. La Argentina es un país seguro porque ellos no quieren ser vistos y aquí nadie quiere verlos.
La Argentina es un país de arribo y traslado de cocaína, como quedó claro en el reciente caso del avión cargado con una tonelada de esa droga, que aterrizó en Barcelona. La droga la habría proporcionado, según la investigación española, un importante cartel colombiano. Tampoco eso debería tranquilizar a nadie. México cumplió el mismo papel durante muchos años, porque el país azteca tiene, además, una puerta directa abierta con Estados Unidos, el mayor mercado de consumo del mundo. Pero sucedió que un día los delincuentes mexicanos se dieron cuenta de que el negocio podía ser de ellos. Decidieron dejar de hacer el trabajo menor de transportistas de la droga colombiana; formaron sus propios carteles y ahora rivalizan entre ellos por el grado de crueldad a la hora de torturar y matar.
No es cierto, tampoco, que la Argentina carezca de su propia producción. Ya se han encontrado laboratorios en la provincia de Buenos Aires (en Maschwitz, por ejemplo), pero esos hallazgos fueron muy pocos y aislados. La mejor prueba de que existe una producción argentina de cocaína es el extendido consumo del "paco". Es una droga letal, que destruye el cerebro de los consumidores antes de que llegue el Estado, hecha con los desechos de la producción industrial de cocaína. ¿Cómo podría ser tan barata (la llaman "la droga de los pobres") si fuera importada? Los más serios expertos argentinos están seguros de que se trata de los desperdicios de la cocaína que se fabrica en la Argentina. Esa deducción está hasta en la cabeza de empinados funcionarios kirchneristas, pero ellos, como su gobierno, prefieren no hablar nada en público y hacer menos en privado.
La proliferación de la droga, sea de producción nacional o importada, puede establecerse también por el consumo local. Según el último informe anual de las Naciones Unidas sobre consumo de drogas en el mundo, la Argentina es el mayor consumidor de cocaína en América latina y el segundo en América, sólo después de Estados Unidos. Un 2,6% de su población consume esa droga, mientras en Estados Unidos lo hace el 3%. El precio de la cocaína para el consumo personal en la Argentina, según informes oficiales, es muy barato: cuesta sólo entre el 10 y el 20 por ciento de lo que vale la misma droga en Europa o en los Estados Unidos. Una conclusión es factible: o se produce aquí o los traficantes no tienen que hacer muchos esfuerzos ni grandes inversiones para ingresarla al país.
¿Se puede llegar a esa situación sin la complicidad del Estado, de la política, de la policía y hasta de la Justicia? Ya se han hecho varias denuncias sobre campañas electorales financiadas por el narcotráfico. Nadie se dio por aludido. Un concejal formoseño, amigo cercano del gobernador Gildo Insfrán, fue descubierto con 700 kilos de cocaína en un campo de su propiedad. Formosa, Misiones, Corrientes y Chaco forman una región muy vulnerable, porque sus porosas fronteras limitan con Brasil y Paraguay, dos países con intenso tráfico de drogas. En el otro costado del norte argentino, Salta y Jujuy limitan con Bolivia y reciben la materia prima, la hoja de coca, o la droga ya elaborada desde el país vecino. Aquel informe de las Naciones Unidas daba cuenta de que Chile y Uruguay habían incrementado notablemente el decomiso de cocaína en los últimos años. Esa gestión del Estado fue mucho menor en la Argentina y Paraguay.
Desde hace años se sabe que hay cientos de pistas clandestinas de aterrizaje y despegue de aviones en el norte argentino, pero ningún estudio serio las contabilizó. La dirigencia nacional se enredó siempre en denuncias sobre corrupción cuando apareció un proyecto para instalar radares modernos y eficientes en el país y, sobre todo, en la región norte. Sería un desastre que más funcionarios se hicieran ricos mediante licitaciones para radarizar el espacio aéreo argentino, pero esa probable corrupción no debería frenar el intento, al menos, de controlar qué entra y qué sale del país.
La policía encuentra poco o nada aquí. En los aeropuertos de Europa, sobre todo de España, son frecuentes las revelaciones de "mulas" (transportadores de cocaína) que arriban en vuelos comerciales procedentes de la Argentina. El país tiene un solo aeropuerto con varios vuelos internacionales, Ezeiza, pero nadie ahí parece poder controlar nada. El avión privado que aterrizó en Barcelona se paseó aquí entre una base militar, la de Morón, y el aeropuerto de Ezeiza antes de partir, impune. La investigación española habría determinado que la droga se cargó en un aeródromo que forma parte de la base militar. ¿Corrupción? ¿Temor? No importa. Existen las dos cosas. Las dos tienen el mismo efecto: adormecer la reacción de un Estado ya dormido


  AJEDREZ : EL ADIOS A UN GRANDE 
Por: Hernán Sartori
Como si los avatares de la vida se empecinaran en transformarla en circular, quiso el destino que Reykjavik fuera el escenario donde Robert Fischer viviera su apogeo y su ocaso. En 1972 paseó su talento en la capital islandesa, con su histórica victoria en "El Match del Siglo" frente al soviético Boris Spassky. Y el jueves se apagó su luz en la misma ciudad. El ajedrez perdió a uno de sus más grandes exponentes, que trascendió el tablero hasta transformarse en un personaje polémico que prefirió el ostracismo.La misma propaganda que lo ensalzó hace 36 años como el adalid del triunfo estadounidense sobre la rigidez soviética, en plena Guerra Fría, lo expatrió de su país. Islandia le dio nacionalidad después de que en julio de 2004 lo detuvieran en el aeropuerto de Tokio con un pasaporte anulado por Estados Unidos. El país del Norte le había hecho la cruz por haber revivido el duelo con Spassky en 1992, en una ex Yugoslavia sobre la que pesaba un embargo comercial.
Imposible no asombrarse con la infinidad de anécdotas, curiosidades, excentricidades y frases de Bobby Fischer durante su vida. Una vida sintetizada en la pasión por el ajedrez, esa lucha romántica y desgastante entre mentes. Su cuerpo dijo basta en su hogar por una insuficiencia renal que lo había mantenido internado en octubre y noviembre en el hospital de la Universidad de Reykjavik."No era de esas personas que intenta buscar asistencia médica porque no confiaba en la medicina occidental. Amaba la naturaleza y por eso amaba a Islandia. Estaba muy contento de vivir en este país, pero se sentía un poco prisionero porque no le permitían viajar", explicó ayer Einar Einarsson, presidente del Comité de Ayuda a Fischer.Cansado de las descripciones del periodismo sobre su personalidad, el ex campeón mundial lanzó: "La prensa constantemente dice que soy excéntrico o extraño. ¡Soy aburrido! ¡Soy aburrido!".
Pero su vida fue un devenir de acontecimientos desde su mismo nacimiento, el 9 de marzo de 1943, en Chicago. Para la ley, su padre fue Gerhardt Fischer, que se casó con Regina en 1933. Pero por archivos secretos del FBI, desclasificados, se supo que sus padres estaban separados y que Bobby nació cuando Regina estaba relacionada con el húngaro Paul Nemenyi.Se crió en Brooklyn, Nueva York, donde su madre lo inscribió en un club de ajedrez por sus problemas para relacionarse con los compañeros de estudio. A los 13 años ganó el campeonato juvenil estadounidense. A los 14, el Abierto de los Estados Unidos. Y a los 15 se convirtió en el Gran Maestro más joven de la historia, récord luego superado. Pronto abandonaría el colegio porque lo consideraba una pérdida de tiempo.
Su esplendor llegó en 1972, cuando se consagró campeón mundial y quebró el dominio soviético. Tres años después no aceptó las condiciones económicas y no defendió el título ante el ruso Anatoli Karpov. "Soy un individuo detestable. Mis ideales son el ajedrez y el dinero. Quiero ser riquísimo. Todos quieren serlo, pero ninguno lo dice. ¿Es pecado?", dijo alguna vez.
Desapareció de la escena ajedrecística hasta 1992, cuando reeditó el match con Spassky. Su propósito fue expandir el Fischerandom, un intento de sortear la posición inicial de las piezas en cada partida. "No juego el viejo ajedrez, pero si lo hiciera sería el mejor", señaló en 2005 antes de su reclusión en Islandia.En diálogo con Clarín, un compungido Antonio Carrizo recordó ayer rasgos poco conocidos de Fischer. "Le encantaba comprarse trajes en Argentina -contó el locutor, quien trató mucho al estadounidense-. Ese vicio lo agarró cuando un día Miguel Najdorf le prestó un saco para entrar al casino y le contó que tenía como 25 trajes. Luego de unos meses, los dos se cruzaron en un aeropuerto y Bobby le dijo: "Miguel, me compré 30 trajes; tengo más que tú"".
Para Fischer, Moscú era "El Vaticano del ajedrez". Su pasión llegaba a tal extremo, recordó Carrizo, que un día le tuvo que cortar un bife en su casa de Maschwitz mientras el estadounidense jugaba al ajedrez en un tablero pequeño de cuero que llevaba a todos lados. "El ajedrez de alto nivel es como escuchar música clásica y ver una partida de Bobby es como escuchar a Mozart", graficó Carrizo. ¿Deporte o juego? Robert Fischer trascendió esa dicotomía generada entre piezas blancas y negras. Si el ajedrez es un arte, en parte es por un tal Bobby que ya es leyenda. Y que por esos avatares de la vida, sufrió en Islandia el jaque mate a los 64 años.Sí, 64, como la cantidad de escaques de un tablero de ajedrez.
Fuente: Clarín.com
 
El Ajedrez despide a una Leyenda
GRAN MAESTRO. Fischer, durante una partida en 1971. Los problemas físicos y de paranoia del ajedrecista se habían agravado en los últimos años. (AP)
El estadounidense Bobby Fischer murió en Islandia a los 64 años. De un talento innato y único, fue campeón mundial entre 1972 y 1975. Se encontraba exiliado desde que Washington dictó una orden de captura en su contra, por haber violado un embargo contra la ex Yugoslavia.
El estadounidense Robert "Bobby" Fischer, campeón del mundo de ajedrez entre 1972 y 1975, murió hoy en Reykjavik, Islandia, a los 64 años, según informó oficialmente la radio nacional islandesa. Fischer, un hombre de fuerte temperamento, había nacido el 9 de marzo de 1943 en la ciudad de Chicago y se consagró campeón al vencer al soviético Boris Spassky en el denominado "Match del Siglo". El estadounidense poseía también la nacionalidad islandesa y era un refugiado político, perseguido por traición en su país natal. El brillante ajedrecista, quien a los 15 años se convirtió en el Gran Maestro más joven de la historia, fue buscado por las autoridades estadounidenses por jugar, en 1992, una partida de revancha contra Spassky, su rival durante la Guerra Fría, en Yugoslavia, pese a las sanciones internacionales que pesaban sobre ese país. A Fischer le costó caro esa exhibición frente a Spassky. Estados Unidos había bloqueado Belgrado y su viaje a Yugoslavia fue considerado como una traición a su país y pasó a ser fugitivo del FBI y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
En 2004, cuando pretendía viajar a Filipinas desde Japón, Fischer fue detenido en el aeropuerto de Narita por usar un pasaporte cancelado por el gobierno estadounidense. Los japoneses lo encarcelaron a la espera del pedido de extradición de Estados Unidos. Pero Bobby pidió asilo político en Islandia y el 9 de marzo de 2005, luego de estar ocho meses preso y mientras festejaba sus 62 años en la cárcel, recibió una buena noticia: el parlamento islandés aprobó concederle la ciudadanía y fue puesto en libertad por Japón y deportado a Islandia. En noviembre pasado su salud mental provocó que fuese internado en un Hospital de Islandia. "Fue un hombre que nunca mintió, aún con sus errores siempre fue transparente", lo recuerda Miguel Quinteros, ajedrecista argentino amigo de Fischer. "Tuvo una vida muy triste, en los últimos años se quedó solo", agrega. Sin dudas, hoy el ajedrez se quedó sin uno de sus mayores exponentes.
Fuente: Clarín.com  (Articulo enviado por el Prof. de ajedrez santaclarense Juan Rocco)

 Hasta después de las elecciones, el gobierno le pone a toda acción “Nestor Kirchner” de nombre 
El torneo Clausura se llama Néstor Kirchner; un video clip con una canción en homenaje a “los hinchas” esta dedicada y llena de imágenes de Néstor Kirchner y además de cientos de propuestas de nombres a calles en el país, también están las Jorgadas “Néstor Kirchner”. Sólo las milanesas que se compran en Capital a precios populares ($21) no llevan el nombre de “Néstor Kirchner”.
Las jornadas nacionales “Néstor Kirchner”, en la que jóvenes en forma voluntaria acondicionarán escuelas de todo el país, serán inauguradas mañana en el partido bonaerense de Moreno con la asistencia del ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni.
La apertura será a las 12 en la intendencia de ese partido del oeste del Gran Buenos Aires y estarán presentes, además, el presidente de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA), Gabriel Mariotto junto al diputado Mariano West, informó la cartera educativa a través de un comunicado.
Unos 20 mil jóvenes trabajarán para acondicionar 1.000 escuelas, 600 ubicadas en distintos distritos bonaerenses y 400 repartidas en las provincias de Chaco, Tucumán, Entre Ríos, Córdoba, Salta, Santa Cruz, San Juan, Santiago del Estero, Misiones, Formosa, Jujuy y Mendoza.
Los trabajos, que se extenderán hasta el próximo viernes, consistirán en el pintado de aulas y frentes de cada edificio escolar, el desmalezamiento y limpieza de predios y la decoración del interior de cada escuela para que sus alumnos las encuentren renovadas al iniciar las clases.
Tras la inauguración en la intendencia de Moreno, los funcionarios visitarán la escuela Media 7 de ese partido, situada en Lafinur y Solón s/n, Barrio Satélite, para conversar y compartir la labor con los jóvenes que se ofrecieron voluntariamente a reacondicionar el establecimiento.
A las 15 Sileoni inaugurará el ciclo lectivo del curso de orientación y preparación universitaria de la Universidad Nacional de Moreno.
En el marco de esta iniciativa, el miércoles próximo las 10 los ministros Sileoni, Carlos Tomada (de Trabajo) y Alicia Kirchner (de Desarrollo Social), visitarán escuelas de los barrios porteños de Pompeya, Villa Soldati y el bajo Flores.
Las “Jornadas Nacionales Néstor Kirchner”, cuyo lema será “florecen 1.000 flores, pintamos 1.000 escuelas”, fueron presentadas a principios de este mes por los ministros Sileoni, Alicia Kirchner y Tomada.
La iniciativa, a su vez, forma parte de la propuesta “Argentina, con vos siempre”, que anunció la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Fuente: http://www.noticiasmdq.com/?p=18817


El crepúsculo de las dictaduras unipersonales
Por Mariano Grondona .Domingo 27 de febrero de 2011 |
Comentá (464) Compartir.Hoy llamamos dictadura al mando absoluto de una persona con pretensiones vitalicias. Al principio, sin embargo, no fue así, porque en tiempos de la República romana se llamó dictador al ciudadano a quien el Senado le otorgaba el poder absoluto por seis meses, en tiempos de emergencia. En su origen, pues, la dictadura era una institución compatible con las instituciones republicanas, parecida al "estado de sitio" que nuestro Congreso puede declarar, no para "condenar" sino para "salvar" a la república si ella se encuentra amenazada.
La dictadura romana era, por definición, breve. El excelso ejemplo del dictador romano fue el legendario Cincinato, un general retirado a quien el Senado convocó para salvar a la república frente a una invasión externa. Antes aun de que se cumpliera su plazo de seis meses, Cincinato venció a los invasores y devolvió el poder al Senado, para volver a cultivar su chacra de dos hectáreas. La institución de la dictadura fue falsificada sin embargo por Julio César, quien en el año 44 a.C. obtuvo el cargo de dictador perpetuo , vitalicio, un logro escandaloso que cesó en este mismo año cuando un grupo de ardientes republicanos le arrancó la vida en el Senado.
Por eso, en nuestro tiempo llamamos dictador a quienquiera que asuma el poder absoluto con pretensiones vitalicias y a quienquiera que, al hacerlo, aspire a superar la contradicción entre su aspiración a la inmortalidad y la realidad muchas veces trágica de su mortalidad. Siendo sólo hombres y, por lo tanto, "mortales", todos los dictadores antiguos y modernos han pretendido ser "dioses", es decir, inmortales, en flagrante rebelión contra la naturaleza humana. En estos días, diversos dictadores de Medio Oriente, desde el tunecino Ben Ali hasta el libio Khadafy, pasando por el egipcio Mubarak, han sido embestidos por revoluciones populares. Esta seguidilla de conmociones políticas, que también afecta a otros gobernantes absolutos en Bahrein, Yemen, Marruecos y más allá, obliga a preguntarse si, como César antes que ellos, aunque sin su lucimiento, unos dictadores tras otros están cayendo en nuestros días ante el incontenible impulso democrático de sus pueblos en un movimiento que, conmoviendo hasta el teocrático Irán y la comunista China, está adquiriendo una irradiación universal. En 1876, Richard Wagner dio a conocer una de sus óperas más famosas, El crepúsculo de los dioses . ¿Podríamos hablar, ahora, del crepúsculo de los dictadores ?
Mortales e inmortales
El pecado capital fue, para los griegos, la hybris o desmesura. Fue el típico pecado de los poderosos, a quienes los dioses de la tragedía griega ponían en su lugar humano, y no en el lugar sobrehumano al que aspiraban, mediante incontables sufrimientos. De César a nuestros días, la hybris ha sido el pecado de los dictadores, con su hambre irracional de ser dioses. Ben Ali, Mubarak y Khadafy lo han cometido. Otros dictadores dentro y fuera del mundo árabe, que también lo cometieron, están en lista de espera.
De Santo Tomás de Aquino a John Locke, la doctrina occidental les ha reconocido a los pueblos el "derecho de resistencia a la opresión". ¿Cuál es el factor que ha actualizado hoy, dramáticamente, este antiguo principio? La revolución de las comunicaciones . Según lo han explicado Alberto Arébalos y Gonzalo Alonso en un reciente libro, La revolución horizontal (Ediciones B, Buenos Aires, 2009), la revolución de las comunicaciones, que encarnan innovaciones como Google, Facebook, Twitter y otras semejantes por Internet, es horizontal porque no liga sólo a los emisores con los receptores de la información, como hasta ahora, sino también a los receptores entre ellos, y por eso su revolución se llama "horizontal", porque ahora los pueblos se comunican, gracias a esta revolución, consigo mismos . Gracias a esta revolución, los tunecinos, egipcios y libios se han conectado al margen de sus despóticos gobiernos. Gracias a ella, se están conectando los chinos y los iraníes, lo que refleja la aspiración universal a la democracia.
Aunque todos los hombres somos mortales, aspiramos a alguna forma de inmortalidad en la otra vida y esta motivación trascendente fue recogida por las religiones. Por debajo de ellas, sin embargo, los dictadores aspiran a la inmortalidad en esta vida . Pueden alcanzar, si tienen éxito, cierta longevidad política, pero no, de seguro, la inmortalidad. ¿No hay, entonces, ningún régimen político que pueda aspirar a la inmortalidad? Sí, lo hay. Es la democracia, porque sus mandatarios no la persiguen mediante su propia inmortalidad "biográfica", sino mediante una sucesión interminable de ciclos cortos, de pocos años cada uno. La historia prueba que democracias como la inglesa, de más de 300 años de vida, y la norteamericana, de más de 200 años, han llegado a cifras centenarias mediante la humildad sucesiva de gobernantes "cortos". La inmortalidad política institucional se logra en ellos y en otros como ellos a cambio de la renuncia a la inmortalidad política personal.
Chávez, Putin y nosotros
Cuando se difundió el rumor de que Khadafy podría buscar refugio en la dictatorial Venezuela, el aliento de las revoluciones populares comenzó a recorrer nuestra región donde, aun siendo minoritarios, aún existen dictadores con aspiraciones vitalicias como Correa en Ecuador, Morales en Bolivia, Ortega en Nicaragua y, por supuesto, Chávez. Al igual que los dictadores árabes, también su destino está marcado. "Largos" en términos biográficos, los dictadores latinoamericanos serán "cortos" en términos históricos. Aunque teóricamente neutral, pero en los hechos ultrakirchnerista, nuestra agencia Télam mostró la hilacha en estos días al ignorar olímpicamente lo que le pasaba a Khadafy. De ahí que una pregunta se vuelva urgente: ¿cuán dictatorial, cuán chavista, es la herencia de los Kirchner?
En Rusia se ha venido desplegando un régimen semidictatorial en función del cual, en tanto Medvedev "explica" y "habla" en cuanto presidente, Putin "manda" y "decide" en cuanto ex presidente y actual primer ministro. No otra era la división de funciones entre Néstor Kirchner, que decidía y mandaba como ex presidente y supuesto futuro presidente, y Cristina Kirchner, que explicaba y hablaba como presidenta, en tanto que ambos compartían una pretensión vitalicia. Esta fórmula de la "semidictadura", ¿hasta dónde quedó alterada el 27 de octubre, con la muerte de Kirchner? ¿Hasta dónde puede continuar siendo la Argentina de hoy, todavía, rusa o chavista?
Los residuos dictatoriales subsisten en el seno del círculo íntimo que aún rodea a Cristina. Pero también subsiste a su lado la vocación democrática que alientan no sólo las fuerzas de la oposición, sino también el kirchnerismo blando de Daniel Scioli y algunos "barones" del conurbano. La puja interna entre la simiente republicana que se ha implantado cerca del propio gobierno a partir de la muerte de Kirchner y el ultrakirchnerismo será vital para la democracia argentina. Alentada por encuestadores pagos tan creíbles como el Indec, ¿intentará prolongar la Presidenta la línea chavista de su antecesor, ya sin la fuerza que juntos tenían? ¿O se resignará, al fin, frente a la vocación democrática de la mayoría de los argentinos? ¿La oposición se mostrará capaz de mover al país en dirección de una república democrática como las de Brasil, Chile, Uruguay, Colombia y México? Esta no es simplemente una pregunta. Es la pregunta que se cierne sobre nosotros, en este año crucial de 2011.
Por qué está enojada la Corte Suprema
Por Joaquín Morales Solá .Domingo 27 de febrero de 2011 |
Compartir.La inverosímil agencia estatal de noticias Télam calificó como meros "rituales de la democracia" el trabajo de los políticos en el Congreso. En otra obra memorable por el culto a la personalidad, ponderó que Néstor Kirchner detestaba aquellos supuestos rituales y se engolosinaba, en cambio, con el contacto directo con la gente. Sería injusto, sin embargo, negarle a esa apología el mérito de la sinceridad. El problema de la Argentina de ahora es, en efecto, que sus gobernantes parecen no sentirse cómodos con las instituciones democráticas que los llevaron al poder. El mal no aqueja a todos los funcionarios, pero sí a un grupo de creciente influencia en la Presidenta y a gran parte de la generación de jóvenes kirchneristas que accedieron al Gobierno recientemente.
La retórica turbulenta de esos funcionarios no es el verdadero problema. La sustancia del conflicto consiste en que tales discursos tienen un correlato directo con lo que el Gobierno hace y ordena. La República no está en la cabeza de los kirchneristas que gobiernan , abrevió un viejo dirigente peronista. Ese peronista y muchos otros políticos e intelectuales, peronistas y no peronistas, son acusados en el acto por el kirchnerismo de cultivar a destiempo un "republicanismo" que ya pasó de moda.
Las consecuencias son prácticas y comprobables. Ricardo Lorenzetti, presidente de la Corte Suprema de Justicia, es un hombre sereno, que no perdió la calma ni cuando Cristina Kirchner le dijo que ese tribunal estaba urdiendo un golpe de Estado contra ella. Fue en medio de la crisis por la cesantía de Martín Redrado como presidente del Banco Central. Lorenzetti inauguró en los últimos días el año judicial con un discurso lleno de reproches implícitos a los gobernantes, de exhortaciones a los jueces y de súplicas por una política más tolerante y conciliadora. Un día antes se había conocido que el jefe de la Auditoría General de la Nación, Leandro Despouy, les había iniciado juicio a varios organismos del Estado por retacearle información, ignorarlo y vaciarlo de contenido. La Auditoría es un organismo constitucional, encargado del control externo de las decisiones (sobre todo de los gastos) de la administración.
¿Qué son, entonces, el Poder Judicial y la Auditoría si el Congreso es un despreciable "ritual de la democracia"? Resulta interesante desbrozar el discurso de Lorenzetti para establecer dónde están las desventuras de los jueces decentes, que también los hay. Lorenzetti no es sólo Lorenzetti cuando habla. Por lo general, sus expresiones son una síntesis de lo que él mismo escucha de sus colegas en el tribunal. El presidente de la Corte aprendió desde el primer día que está al frente de un cuerpo colegiado y que él es sólo su exponente más destacado.
El titular de uno de los tres poderes de la República se refirió críticamente, así, a los jueces que obedecen las órdenes o sugerencias de los funcionarios políticos. ¿Se refirió a Oyarbide? Sí, pero no sólo a Oyarbide , dijo un alto exponente del personal de la Corte, que oyó conversaciones de los jueces supremos del país. La alusión de Lorenzetti abarcó también a otros jueces federales, sobre todo del interior del país, que hacen "seguidismo" del gobierno nacional. Se cometen muchas arbitrariedades en el interior , precisó uno de los jueces de la Corte. Oyarbide está en Buenos Aires dentro de una suntuosa vidriera; muchos otros están lejos y nadie los ve.
Con todo, una de las perspectivas que más atormentan a los jueces supremos es el decurso del año electoral sin claras reglas de juego. La nueva ley electoral de inspiración kirchnerista nunca fue reglamentada por el Gobierno; su interpretación deberá correr, consecuentemente, por cuenta y riesgo de los jueces electorales. ¿Por qué depositaron semejante responsabilidad en los jueces si la política no pudo encontrar una fórmula común para la más básica de las tareas democráticas, como es la elección presidencial? La responsabilidad de reglamentar la ley es del Poder Ejecutivo, pero éste parece huirle al predecible escándalo. No seremos la Corte que en los Estados Unidos terminó eligiendo un presidente entre Bush y Al Gore , adelantó, sentencioso, un miembro de la Corte argentina.
Otro problema es que el Gobierno no cumple con las sentencias de la Corte. Equipos de ingenieros deben revisar cada poco tiempo el estado de los juzgados que reciben los reclamos de los jubilados. Son millones de causas que se desploman sobre edificios viejos, con escaso mantenimiento y poco personal mal pagado. La Justicia que atiende esas cuestiones está absolutamente desbordada. La Corte ya dictó varias sentencias dándoles la razón a los viejos argentinos, pero el Gobierno no ha hecho nada para llevar esa jurisprudencia a la ley. ¿No puede? La Anses, donde están los fondos para pagarles a los jubilados, se ha convertido en una de las principales cajas del despilfarro político y electoral del Gobierno. Hay algo peor en todo eso: ya la política toma como normal que la dinastía gobernante use los dineros del Estado como propiedad privada. Los jueces no hablan mal sólo de los que gobiernan; también la crítica cubre a la oposición por su ineficacia o su indiferencia.
Es el caso del Consejo de la Magistratura, que para muchos de los más destacados jueces se transformó no en una institución de la Constitución, como lo es, sino en un organismo político. El kirchnerismo usa ahí la experiencia de los expertos, no importa su historia. En representación del Estado fue designado, por ejemplo, Hernán Ordiales, un antiguo operador de Vicente Leónidas Saadi en cuestiones judiciales en los años 80, que siguió luego con el menemismo en los 90 y que recaló ahora como hombre de confianza de Carlos Kunkel. Ordiales está tomando el control del Consejo. La obstrucción de ese organismo es crucial, porque el kirchnerismo ya colonizó fueros íntegros de la Justicia, como el Contencioso Administrativo. Jueces probos de ese fuero optaron por jubilarse antes de tiempo para evitar ciertas compañías.
El Estado de Cristina Kirchner es el principal generador de juicios (el 50 por ciento del total), ya sea porque los inicia el Estado (la AFIP ejecuta venganzas políticas también) o porque es demandado, como en el caso de la Anses. Despouy le acaba de agregar un nuevo condimento a esa ensalada; en su caso, es el Estado el que demanda al propio Estado, según la autorización que el jefe de la Auditoría recibió del Congreso, de quien depende. En medio del criminal escándalo por el uso de los recursos de las obras sociales sindicales, la Auditoría denunció, entre varios organismos más, a la APE, la agencia que distribuye esos dineros a los gremios, porque no quiere rendirle cuentas. Los sindicalistas tienen cómplices en el poder político, más allá de las sobreactuaciones de Oyarbide, que sólo tapa con su teatral arbitrariedad lo que es esencialmente cierto.
Una Justicia obstruida termina construyendo un país injusto. Son temas cardinales que la política parece desplazar entre cavilaciones sobre prematuras encuestas que pocas veces son veraces. Un encuestador muy cercano al Gobierno acaba de terminar una encuesta verdadera, según él. Cristina Kirchner está igual en intención de votos, poco más del 30 por ciento, desde hace un año. Ni siquiera se registró un aumento notable tras la muerte de Néstor Kirchner. La imagen del Gobierno no está mal, aunque más de la mitad de la sociedad lo desaprueba.
La Presidenta no admite en sus cercanías voces disonantes. Remontará sola su candidatura (confirmada por ella misma en Miramar), acompañada por fieles con buenas ondas. Su peor conflicto sucedería si se le mezclaran en el camino los reclamos sociales básicos y una creciente nostalgia de los muchos sectores por una democracia que, en las formas y en el fondo, parece irse.


  Scioli piensa en bajarse de las candidaturas 
Dentro de todos los mentideros políticos entre las rondas de café, se realizan la misma pregunta, ¿que pasaría si después de tantos ataques y ninguneos desde los ultrakirneristas Daniel Scioli decide bajarse de todas las candidaturas? Cuales serian sus consecuencias. Quienes ganarían y perderían con esa decisión. Por Mario Baudry .Revista LA TECLA
Después de varias rondas de café, y muchas horas de rosca política, siempre surge en los mentideros políticos la misma pregunta, que pasaría si Scioli se cansa de tantos ataques y ninguneo, y decide dar un paso al costado
De solo pensarlo los ultrakirchneristas entran en pánico, cuando se prenden las luces de las cámaras de televisión y le ponen un micrófono enfrente, comienzan a denostarlo, critican todo lo que Scioli hace, desde su política de seguridad, hasta el techado del Estadio Único de la ciudad de La Plata, desde los centro de salud, hasta las presentaciones publicitarias que hace de sus empresas Karina Rabolini. .
La premisas publica es criticarlo en todo, sin preocuparse que es lo que se critica, el objetivo es esmerilarlo en la sociedad, tratar de que llegue lo mas condicionado posible a cualquier candidatura.
Pero por lo bajo, la orden impartida desde el Gobierno Nacional es no pegarle tanto como para asustarlo y que se baje de una candidatura a Gobernador, los ultrakirchneristas saben que sin Scioli, no existe posibilidad de triunfo, que lamentablemente para la Presidenta seria el fin de su mandato, la culminación de un ciclo.
No existe nadie en el ámbito provincial que le asegure al Gobierno Nacional los votos que le puede asegurar Scioli, nadie en la provincia tiene la imagen positiva que él tiene.
Pero Scioli sabe en su interior, que la única posibilidad cierta y segura de ser presidente es presentarse en la elección de 2011, si renueva su mandato de gobernador y con cuatro años mas de gestión provincial por delante, en la gran picadora de políticos que es la Provincia. sus chances de ser candidato presidencial desaparecen.
De presentarse nuevamente al cargo de Gobernador, significaría en el final de su mandato, un seguro retiro de la vida política argentina, como actor principal, y pasaría a ser un simple actor de reparto¿Que lugar podría ocupar Scioli en el año 2015 que supere a la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires?, salvo el de presidente, ninguno.
Con solo mirar la historia reciente de la argentina, vería a un Carlos Ruckauf que dejo la Gobernación para ocupar el cargo de Canciller, y en los hechos significo su desaparición política, no solo de la consideración de los ciudadanos argentinos, sino también de las mesas de discusión política. La historia nos enseña que cuando se termina la esperanza desaparece el futuro.
En el hipotético caso de dar un paso al costado, la situación puede ser otra, por cuanto nunca ocurrió en la política Argentina, como si en países vecinos, que un político con la imagen positiva que posee Scioli decida no prestarse al juego de los extremistas políticos y opte por vivir con sus valores y dignidad, haciendo un paso al costado
Si Scioli se retira, en Diciembre de 2011, seria uno de los pocos políticos argentinos que podría caminar libremente por la calle, sin temor a ningún reclamo popular, siempre se lo considero un hombre de consenso, su prestigio estaría intacto. Tendría un futuro político por el solo hecho de que la gente mantiene la esperanza, la gente todavía confía en él.
En esta misma hipótesis, y con los tiempos tumultuosos que se avecinan, seguramente Scioli en el 2013 podría ser candidato a lo que él considere mejor, podría renovar su caudal político sin ningún esfuerzo, y en 2015 seria el político mejor posicionado para una eventual postulación presidencial.
Resta determinar que hará el Gobernador de la provincia mas impórtate del país, si prestarse al juego desgastante de la agenda que le imponen desde el Gobierno Nacional, o seguirá lo que le dicta la razón y su corazón, haciendo que prevalezcan sus valores y su dignidad, solo el tiempo nos dará las respuesta, y en los mentideros políticos de las mesas de café, se seguirá escribiendo esta historia

La impunidad o la cárcel
Joaquín Morales Solá LA NACION
Miércoles 23 de febrero de 2011 | Publicado en edición impresa.
Compartir.José Pedraza es un perfecto burócrata del sindicalismo argentino, que vivió los últimos tiempos atemorizado por el crecimiento de la izquierda gremial y por el peligroso merodeo de los jueces. Buena parte de la conducción sindical está en la misma situación que él. La única y enorme diferencia de Pedraza con el resto de los gremialistas es que el líder ferroviario debe responder por la muerte prematura del joven militante Mariano Ferreyra. Debe responder por una muerte con nombre y apellido, porque muchos de sus pares están siendo investigados por traficar con medicamentos "truchos" para curar el cáncer, el sida o la hipertensión. Estos presuntos delitos producen también otras muertes, sin filiaciones conocidas por ahora.
Ningún otro presidente elegido, ni siquiera Perón, se apoyó tanto en el sindicalismo como los dos Kirchner. Quizá lo hicieron para ignorar el sistema de partidos políticos, y perpetuar así su lamentable ruina, o porque creyeron que los gremios los ayudarían a controlar la calle, eterna obsesión del kirchnerismo. Ningún otro presidente le dio tanto poder ni tanto dinero a la corporación de los sindicatos. Pedraza es un filo kirchnerista, importante dirigente desde hace 40 años, aunque alcanzó el liderazgo de su gremio hace 25 años. Los caudillos gremiales son la única estirpe política preexistente, en muchos casos, a la última dictadura. Es esa cúpula sindical, vieja y corroída la que ahora está tocando los picos más altos de descrédito público y de persecución judicial.
El anquilosamiento de la dirigencia estuvo acompañado por el sectarismo de sus planteos. Siempre se ocupó sólo de los trabajadores en blanco. Hugo Moyano creó la escuela, que siguió Pedraza, de pedir cada vez más y mejores condiciones para esos trabajadores. La consecuencia fue que enormes contingentes de trabajadores pasaron a revistar en negro y otros fueron a parar a empresas tercerizadas, con condiciones muy desfavorables con respecto a los demás. Es una consecuencia injusta, pero las cosas son como son.
Era inevitable, entonces, el crecimiento de las agrupaciones gremiales de izquierda que desafían al viejo orden sindical. Se están llevando a los trabajadores en negro y a los tercerizados. No hay peor enemigo ahora para los ancestrales sindicalistas, como sucedió siempre, que la provocación de la izquierda. En ese contexto, en el que no faltó ni siquiera una llamativa ausencia policial, sucedió la muerte de Ferreyra.
Ninguno caerá sin hacer ruido. Gran parte del servicio ferroviario paró ayer porque un jefe sindical estaba preso por un crimen. Ni un caricaturista hubiera hecho semejante dibujo de los desenfrenos del sindicalismo. Algo parecido había sucedido con la reciente detención del líder de los peones rurales, Gerónimo Venegas, aunque en este caso se trató más de una operación política que judicial. Toda la corporación sindical, haya sido moyanista o antimoyanista, kirchnerista o duhaldista, se abroqueló en defensa de Venegas. Fue una pésima reacción, aun cuando Venegas haya sido víctima de los excesos de un juez excesivo.
Señales
La dirigencia política opositora haría mal en ignorar esas señales, porque podrían ser sólo los preludios de lo que sucederá con un eventual próximo gobierno no kirchnerista. Cristina Kirchner no está ahora para promover la cárcel de ningún dirigente gremial, pero casi todos los candidatos opositores están pensando que la prisión no sería un mal destino para líderes que se han hecho, sobradamente, acreedores de ella. Deberían pensar también en qué harán el día después.
La Presidenta tiene otro problema: a su lado creen que estos arrebatos de los jueces podrían ocasionar una inmanejable puja salarial en marzo. Tal vez ni siquiera están equivocados. La corrupción y la ambición desmedida de los sindicalistas los están colocando ya en la opción de jugar a todo o nada. La impunidad o la cárcel. Es probable que no les importe enloquecer la economía o la vacilante tranquilidad social. El peligro de Cristina Kirchner es que ella es la jefa política de una nación que podría verse envuelta en una pelea por aumentos salariales incompatibles con el control de la ya descontrolada inflación. El problema crecería exponencialmente para una Presidenta que es, además, candidata.
El crimen de Mariano Ferreyra comenzó con un clásico del kirchnerismo: encontrar un culpable. Primero vinculó a Pedraza con Duhalde, haciendo actual una información muy vieja. La información fue manipulada, pero empeoró pocos días después cuando se conoció una foto que mostraba al ministro de Economía, Amado Boudou, fotografiado con un barrabrava acusado de haber participado del crimen. Silencio del oficialismo. La foto se archivó y nadie dijo más nada. ¿Qué habría sido de Duhalde, de Macri, de Carrió o de Sanz si esa foto, tal vez casual, los hubiera comprometido a ellos?
La saga de la desventura no terminó. Un juez paraoficialista lo encarceló hace poco a Venegas con el evidente propósito de vincularlo a Duhalde con los negocios sindicales. Hasta el fiscal pidió su inmediata libertad. Ahora cayó Pedraza, un aliado de los Kirchner y un interlocutor asiduo del ministro de Planificación, Julio De Vido, por el delito mucho más grave de haber promovido una muerte. La más seria acusación contra Pedraza indica que fue él quien ordenó que fuera armada una banda para reprimir a un piquete de izquierda que integraba Ferreyra.
La jueza Wilma López no es Oyarbide ni Pedraza es Venegas. Pero es evidente que el gremio ferroviario quiere repetir la operación de Venegas, que consistió en un monumental escándalo del universo sindical, para mejorar las condiciones de Pedraza. Hasta ayer, el resto de la corporación gremial no había reaccionado públicamente (su silencioso pánico era palpable), a pesar de que Pedraza expresa mejor al sindicalismo que manda que el propio Venegas. Una muerte es una muerte, hasta para esos caudillos ciegos ante cualquier límite.
 
La Presidenta será candidata
Joaquín Morales Solá
LA NACION-.Domingo 20 de febrero de 2011
No tiene otra vida más allá de la política y el poder . Esa es sólo una de las muchas explicaciones (tal vez la más humanamente sólida) que se escucharon en el oficialismo para explicar lo que es ya una evidencia: Cristina Kirchner ha decidido ser candidata a la reelección. Sus gestos, sus decisiones, el contenido de las reuniones con el pequeño grupo de íntimos que la rodea, sus fobias y sus escasos amores conducen a la misma conclusión. Un ministro, dos secretarios de Estado y varios legisladores kirchneristas confirmaron que la Presidenta tomó esa determinación en los últimos días. Ha decidido, también, liderar una fuerza política con el ala izquierda del kirchnerismo, alejada, hasta donde pueda, del peronismo histórico.
La otra novedad, que confirma la decisión presidencial, es que Daniel Scioli no será candidato presidencial. La candidata es ella , le confió el gobernador a su equipo. El argumento de Scioli consiste en que perdería el respeto de la gente si apareciera ahora enfrentado con una presidenta viuda, después de siete años de una alianza mutuamente incómoda con el kirchnerismo.
La tirantez no ha cesado, sin embargo, entre los bandos cristinista y sciolista. La mejor expresión de ese malestar fue precisamente el acto más pacífico del peronismo en los últimos tiempos: la inauguración de un megaestadio en La Plata. Reunieron a miles de peronistas para que ninguno de los dos, ni Cristina ni Scioli, dijera nada. Scioli no habla mucho desde las tribunas, pero la Presidenta no pierde oportunidad de decir sus inmortales verdades desde cualquier micrófono y por cadena nacional. Quizá no quiso ser hipócrita: no era el lugar para maltratar a Scioli y tampoco estaba dispuesta a elogiarlo.
¿Cuándo se hará el anuncio oficial? Lo único que podría plantear un cambio de la decisión actual sería un derrumbe de la Presidenta en las encuestas, pero no hay por ahora ningún indicio de que eso ocurrirá próximamente. Ella conserva un tercio, aproximadamente, de la intención de votos presidenciales. La pregunta que nadie puede responder es si eso significará un piso o un techo para su cosecha electoral. Aquel tercio la coloca en el primer lugar entre los candidatos presidenciales, aunque cuenta con el beneficio de que ella es la única candidata indiscutible en un universo político donde todavía nada se ha resuelto.
Razonablemente, la oposición está en medio de la travesía hacia la elección de candidatos presidenciales. Ninguno de los candidatos opositores logró todavía alzarse con la mayoría de la opinión antikirchnerista de la sociedad, pero eso llegará en algún momento. ¿Ejemplos? Francisco de Narváez en la provincia de Buenos Aires, en 2009, cuando se erigió en el referente antikirchnerista entre muchos candidatos notables, Ricardo Alfonsín entre ellos.
En una reciente reunión con encuestadores muy cercanos (y poco creíbles para el resto de la comunidad política), de la que participaron también un intelectual de Carta Abierta y un par de funcionarios de su total confianza, Cristina Kirchner decidió tender un puente directo con la sociedad. No quiere cerca a los gobernadores peronistas (con la clara excepción de la provincia de Buenos Aires) ni a los intendentes del conurbano. Aquellos encuestadores la convencieron de que ella está mejor en las provincias, según mediciones que le exhibieron, que la mayoría de los gobernadores peronistas. Ordenó entonces que desdoblaran las elecciones provinciales y la dejaran sola con la gente común en las presidenciales de octubre.
Esa estrategia explica que el hiperkirchnerista gobernador de Misiones, Maurice Closs, haya adelantado las elecciones en su provincia. Otro ejemplo es la desesperación reeleccionista del gobernador de San Juan, José Luis Gioja, que está apurando una reforma de la Constitución provincial, porque llegó a la conclusión de que no será candidato a vicepresidente de Cristina, un viejo sueño del mandatario cuyano.
El riesgo que corre Cristina es que los gobernadores peronistas se sientan despreciados, como ya comentan entre ellos. En octubre, esos gobernadores podrían trabajar clandestinamente para otro candidato presidencial. A los intendentes del conurbano, la Presidenta les está imponiendo la candidatura paralela a gobernador de Martín Sabbatella, que tendrá sus propios candidatos a jefes comunales. El peligro ahí es que se declare una guerra sin códigos. Un viejo intendente, otrora sindicalista y antiguo aliado de Néstor Kirchner, acaba de ser denunciado por el candidato local de Sabbattela de haber pertenecido a la criminal Triple A. Cierto o no, las peleas vecinales no serán un intercambio de ideas entre estadistas, sino un combate entre bandas, tal vez armadas.
Hay una sensación de escándalo entre los viejos peronistas. ¿No se está, acaso, reeditando la lucha de los años setenta entre los antiguos ortodoxos del peronismo y los jóvenes que levantaban banderas de izquierda? La historia nunca se repite del mismo modo, pero los parecidos son potencialmente tóxicos. El problema de los "peronistas" (como se llaman a sí mismos los que no militan en el kichnerismo puro y duro) es que carecen de jefe. Creyeron que habían encontrado uno en Scioli, cuando vieron las buenas encuestas del gobernador y los gestos diferentes de éste con respecto al kirchnerismo. Se dieron cuenta, en los últimos días, de que el gobernador nunca irá más allá. Scioli será candidato presidencial sólo si se hundiera antes de tiempo la candidatura de Cristina; su postulación presidencial será siempre una imposición del peronismo, si el peronismo no estuviera ya en otra cosa. Nunca será el heredero consentido de Cristina. Ya se lo dijimos hasta en arameo , precisó un cristinista.
Faltan cien días , dicen cerca de Scioli. Enigmáticos, reservados e irresolutos, los sciolistas hacen esa cuenta después de aclarar que jamás se verá a su jefe competir contra la Presidenta. Ese cálculo lo hace también el resto de la oposición. ¿Por qué? Las encuestas de hoy no tienen en cuenta que el Gobierno siempre está en peores condiciones que la oposición para perder popularidad; que la Argentina es un país con severos problemas económicos, políticos y sociales, y que resta ver si la mayoría neta de la sociedad argentina está dispuesta a suscribir posiciones más a la izquierda que las del kirchnerismo conocido. Falta, también, saber qué harán los gremios con la puja salarial y cómo se moverá la inflación.
Cien días para saber, en definitiva, si el Gobierno se consolida o no. El cálculo vale para cualquiera menos para Scioli. En más de tres meses podría crecer Mauricio Macri, que ahora le muerde los talones, de la mano del peronismo disidente y de cualquier otro peronismo. En ese tiempo, la Presidenta habrá progresado, con suerte o sin ella, en una candidatura que, en los hechos, ya desplegó las velas. A Scioli, como a Carlos Reutemann, parece faltarles esa dosis de audacia (y hasta de locura) que necesita todo político que quiere ser presidente.
El proyecto del Gobierno aspira a polarizar desde la izquierda, hasta tal punto que a la Presidenta le gustaría confrontar en el último domingo de elecciones con Macri. Eso explica también el esotérico conflicto con los Estados Unidos por una maniobra conjunta acordada cordialmente por los dos países. Ya que no pudimos hacer la campaña con Obama, la haremos contra Obama , decía, mitad en broma, mitad en serio, un frecuentador del cristinismo. Se refería a la omisión de la Argentina en la próxima gira de Obama.
Ni siquiera los peronistas con importantes cargos en el Gabinete (Aníbal Fernández, Florencio Randazzo, Carlos Tomada o Julio Alak) participan de esos concilios entre cristinistas huraños. El equipo que rodea a la Presidenta lo comanda Carlos Zannini, que concentra en sus manos la información más reservada, el castigo a los indóciles y el consejo final a Cristina. Las figuras con influencia más creciente son el ministro de Economía, Amado Boudou, y el secretario de Medios, Juan Manuel Abal Medina. Todos llegaron al poder de la mano de un formidable constructor de poder. Ninguno ganó nunca una elección.
 
Disparen contra el imperio... con balas de goma
Mariano Grondona
LA NACON .Domingo 20 de febrero de 2011 |
EL áspero cruce de notas entre la cancillería argentina, el Departamento de Estado y el Pentágono de los Estados Unidos a propósito del avión militar norteamericano detenido en Ezeiza, cuya carga fue secuestrada por la Aduana en una diligencia que contó con la participación personal de nuestro canciller, Héctor Timerman, dio lugar a una escalada diplomática en cuyo transcurso la Presidenta anunció que defendería a todo trance "la soberanía argentina" y el director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, eludió incluir a la Argentina en su inminente gira por América latina, tal como lo había decidido antes que él el presidente Barack Obama. Ante esta vertiginosa sucesión de gestos inamistosos, los observadores se preguntaban hasta dónde llegará esta vez la tensión entre Washington y Buenos Aires.
El origen de esta escalada hay que rastrearlo hasta la recepción hostil que el presidente Kirchner, alentado por Hugo Chávez, deparó en 2005, en Mar del Plata, al presidente George W. Bush, y hasta la ilusión que los Kirchner habían concebido con motivo del reemplazo de Bush por Obama en la Casa Blanca. Los Kirchner malinterpretaron a Obama, en efecto, al suponer que, por ser de color, demócrata y de centroizquierda, vendría a revertir la política exterior de Bush, texano, republicano y de derecha. Esta suposición ignoraba que en los Estados Unidos predominan políticas de Estado que continúan en el tiempo más allá de los cambios de gobierno.
Quizá los Kirchner, en su visión provinciana del mundo, imaginaron que, así como para ellos lo esencial había sido repudiar la herencia política de Carlos Menem en un país como el nuestro donde no hay políticas de Estado, sino sólo políticas de gobierno , también Obama anularía la herencia de Bush, sin advertir que la ofensa de Mar del Plata contra Bush fue un guante que también recogió Obama, al margen de las diferencias internas que había tenido con su antecesor.
Las relaciones entre los Kirchner y la línea Bush-Obama se envenenaron a partir de este malentendido, en función del cual Néstor y sobre todo Cristina se frustraron ante la reticencia de Obama a su respecto, una reticencia que, si se agravó con el anuncio de que Obama no visitará la Argentina en su gira latinoamericana, tuvo otro antecedente de nuestra parte cuando Cristina, ya presidenta, se negó a recibir a Arturo Valenzuela, el encargado de la relación norteamericana-latinoamericana. Quizá Cristina creyó que había superado el diferendo cuando moderó a la región mientras Chávez pretendía atacar a los Estados Unidos a propósito de los trascendidos de WikiLeaks, sin caer en la cuenta de que éste era apenas un paño de agua fría incapaz de apagar el incendio.
La Argentina y Brasil
Los Kirchner llegaron al poder en contradicción con Menem. Obama llegó al poder en continuidad con Bush. Los Kirchner no advirtieron esta crucial diferencia. A este error geopolítico lo acompañaron, sin embargo, con una continuidad histórica que viene de lejos: la animosidad secular entre los argentinos y los norteamericanos. Esta animosidad, que nació con los conservadores a fines del siglo XIX, ha continuado hasta nuestros días si se toma en cuenta que, aún hoy, las encuestas nos informan que el país latinoamericano menos inclinado por los Estados Unidos es, precisamente, la Argentina.
En el congreso continental de 1889, la Argentina fue el país de la región que se opuso, que en verdad vetó, la temprana organización del movimiento "panamericano" que propiciaban los Estados Unidos, un proyecto que recién se materializaría en 1948 con la fundación de la Organización de los Estados Americanos (OEA), cuando Washington ya dominaba la política mundial. Neutrales en la Primera Guerra Mundial, también los radicales insistieron en este espíritu "antiyanqui" al que vino a adherir el propio Perón cuando plasmó las consignas "ni yanquis ni marxistas, peronistas" y "Braden o Perón".
Es que, desde que entró en el mundo, la Argentina fue antes probritánica que pronorteamericana. Esta actitud se había manifestado durante la Segunda Guerra Mundial con una neutralidad que recibían con beneplácito los propios ingleses, ya que gracias a ella nuestros barcos llegaban a Gran Bretaña cargados de alimentos sin ser molestados por los submarinos alemanes. Pero esta situación cambió de cuajo cuando los Estados Unidos entraron en la guerra a consecuencia del ataque japonés a Pearl Harbour, a fines de 1941. A partir de este ataque, el gobierno estadounidense empezó a presionar a América latina para que lo acompañara en su nueva cruzada. Y aquí ocurrió un giro geopolítico de ciento ochenta grados a consecuencia del cual, en tanto que Brasil se aliaba resueltamente con los Estados Unidos enviando una fuerza militar para combatir junto con los aliados en Italia, la Argentina se retraía en un esfuerzo solitario que al fin la llevó nada menos que hasta la Guerra de las Malvinas, en cuyo transcurso la junta militar terminó guerreando no sólo con los ingleses, sino también con los norteamericanos, que apoyaron a la flota de Margaret Thatcher mediante su vasta red de satélites espías. Este giro trascendental ha sido estudiado por Carlos Escudé en su libro Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina.
Ser y parecer
En El príncipe , Maquiavelo observó, con una precisión no exenta de cinismo, que los hombres suelen guiarse más por el parecer que por el ser de las cosas. Esta observación del florentino viene a cuento no bien advertimos que los Kirchner, en esto absolutamente "modernos", también procuran irradiar una "imagen" antinorteamericana aunque sin confrontar de veras al imperio norteamericano. Que sólo le disparan, en suma, con balas de goma. Es que, atentos sobre todo a las repercusiones "internas" de sus definiciones políticas externas, no buscan tanto contradecir al imperio norteamericano cuanto hacer como que lo contradicen en función de su obsesiva preocupación electoral en este año decisivo de 2011. Una preocupación congruente, por otra parte, con la histórica inclinación antinorteamericana de los propios argentinos. ¿Qué queda entonces para la formación de una verdadera política exterior destinada a ubicar a nuestro país en el ancho mundo, ante la cual nuestros sucesivos gobiernos, y más aún el de los Kirchner, han sido tantas veces ajenos, con la efímera excepción de las "relaciones carnales" que proclamó el dúo Menem-Di Tella?
Es por eso que, aparte de mostrar una y otra vez su mala voluntad con Buenos Aires, como lo probaron también cuando le quitaron apoyo financiero a una Argentina que lo necesitaba desesperadamente en tiempos de De la Rúa y de Cavallo, a los norteamericanos no les interesa sobremanera la definición argentina porque saben que cuando las papas queman, como por ejemplo frente a Irán, nuestro país, en el límite, los acompañará.
Mientras advertimos que en nuestro tiempo la imagen es más importante aún que la realidad, como acaba de confirmarlo el pueblo egipcio al acometer nada menos que una revolución a través de Facebook, el gobierno kirchnerista parece más preocupado en diseñar golpes mediáticos de efecto que en acometer la tarea más seria, pero más ardua, de asumir la realidad. Y es así como diseña una política exterior destinada a golpear la imaginación de sus potenciales votantes mientras su verdadera alternativa, la promoción de un intenso clima de inversiones para reducir la cifra escandalosa de nuestra pobreza como lo hacen nuestros vecinos, sigue en espera.


  La desnutrición está matando a niños argentinos 
Verònica Smink
BBC Mundo, Cono Sur
Los 8 menores fallecidos en 2011 por desnutrición eran de familias aborígenes del norte de Argentina.
En las últimas semanas, la muerte de al menos 8 niños con serios problemas de desnutrición en el norte de Argentina volvió a poner el foco sobre un problema que tiene atónitos a muchos: ¿por qué mueren de hambre los niños en un país que es uno de los principales productores de alimentos del mundo?
Según la Cooperadora para la Nutrición Infantil (Conin) 260.000 chicos menores de cinco años sufren algún grado de desnutrición en Argentina.
En tanto, 2.100.000 personas no tienen garantizado el acceso a una alimentación diaria.
Uno de los grupos más vulnerables son las comunidades indígenas, sobre todo las que habitan en el noroeste del país, en la zona conocida como el Gran Chaco o Chaco Salteño, que abarca a las provincias de Salta, Formosa, Chaco, Santiago del Estero y Santa Fe.
Los ocho niños que fallecieron por causas relacionadas con la alimentación deficiente en 2011 eran de familias aborígenes de Salta.
Las muertes generaron acusaciones contra el gobierno provincial de Juan Manuel Urtubey, en medio de un clima preelectoral por los comicios gubernamentales que se llevarán a cabo en abril.
Urtubey, un aliado del gobierno nacional, reconoció que "la desnutrición infantil es un drama latente", pero señaló que el principal problema no es la falta de asistencia estatal, sino una "cuestión cultural" de los indígenas que dificulta las tareas de ayuda.
Acceso a alimentos
Los dichos del gobernador fueron criticados por sus opositores, que lo acusaron de tener actitudes racistas y de buscar deslindarse de su responsabilidad en las muertes.
En esta época del año es cuando más calor hace en la provincia (Salta) y siempre hay un aumento de casos de niños que mueren por deshidratación, por no tener acceso a agua potable y contraer enfermedades como la diarrea
Enrique Heredia, director de Medicina Social del Ministerio de Salud Pública en Salta
El director de Medicina Social del Ministerio de Salud Pública de la provincia de Salta, Enrique Heredia, dijo a BBC Mundo que el problema de la desnutrición infantil está siendo politizado y aseguró que las palabras de Urtubey fueron "tergiversadas".
Heredia señaló que si bien en la provincia hay problemas de desnutrición, los niños que fallecieron no murieron por falta de acceso a alimentos o de ayuda estatal, sino por diversos problemas de salud, provocados por múltiples factores.
 
"En esta época del año es cuando más calor hace en la provincia y siempre hay un aumento de casos de niños que mueren por deshidratación, por no tener acceso a agua potable y contraer enfermedades como la diarrea", señaló.
En ese sentido, Heredia explicó que la principal causa de la desnutrición infantil no es el hambre, sino las malas condiciones sanitarias y nutricionales que provocan enfermedades en los menores.
Para el experto, el problema es agravado por una serie de "barreras" que complican la asistencia social a las comunidades indígenas.
Una de esas trabas -aseguró- es el idioma, ya que muchos de los aborígenes Wichí, que habitan en Salta, no hablan español.
En tanto, ciertas costumbres y tradiciones ancestrales, relacionadas, por ejemplo, con temas como el alumbramiento y la lactancia, también chocan con la medicina moderna administrada por los trabajadores de la salud.
Sin poder subsistir
Según la organización Conin, 260.000 menores de cinco años sufren algún grado de desnutrición.
Ana Álvarez, de la Fundación Asociana, una ONG anglicana que asiste a las comunidades indígenas del Chaco Salteño hace más de cien años, señala que los problemas que aquejan a los aborígenes tienen un origen: la tala de los bosques nativos, de los que dependían para su subsistencia.
"Los Wichí son tradicionalmente cazadores y recolectores. La deforestación los obligó a tener que abandonar sus aldeas para vivir en los alrededores de las zonas urbanas, donde no tienen acceso a agua potable y donde se perdió el tejido social de la comunidad", dijo a BBC Mundo.
Según su organización, entre 1998 y 2006 se talaron 600.000 hectáreas de bosques en Salta, para hacer lugar para la ganadería y sobre todo la agricultura y su cultivo estrella: la soja.
Eso dejó sin posibilidades de subsistencia a los más de 25.000 indígenas que habitan en la zona del Chaco Salteño.
Cambio de dieta
El desmonte también significó un fuerte cambio en la base nutricional de este pueblo autóctono.
Los Wichí son tradicionalmente cazadores y recolectores. La deforestación los obligó a tener que abandonar sus aldeas para vivir en los alrededores de las zonas urbanas, donde no tienen acceso a agua potable y donde se perdió el tejido social de la comunidad
Ana Álvarez, de la Fundación Asociana
"Antes ellos vivían de los frutos del bosque y de los animales que cazaban", explicó Álvarez.
"Ahora se alimentan sobre todo con productos a base de harina y de azúcar, que no son saludables. No tienen conocimientos nutricionales", afirmó.
El doctor Heredia coincide en que una de las causas de los problemas de desnutrición en las comunidades indígenas es la falta de educación alimenticia. Por eso, cree que la solución no es sólo brindar comida y asistencia de salud, sino también educación nutricional y sanitaria.
En tanto, los defensores de los pueblos originarios esperan que la aprobación de la llamada Ley de Bosques, en 2007, -que frenó los desmontes- evite que el problema se siga agravando.


Un cachetazo de realidad
El pueblo argentino y sobre todo el poder sindical nacional le pusieron un freno al Gobierno Nacional. Las movilizaciones masivas impidieron que el Gobierno Nacional utilizara las instituciones judiciales para perseguir a adversarios políticos.  
Por Mario Baudry
 El jueves 10 de Febrero de 2011 se convirtió para la Presidenta Cristina Fernandez en un gran baldazo de agua fría, se despertó en forma abrupta de una larga siesta que venia durmiendo durante toda la temporada veraniega. 
El pueblo argentino y sobre todo el poder sindical nacional le puso un freno, le dijo hasta acá llegaron, en el uso desmedido y su manipuleo de las instituciones en perjuicio de sus adversarios políticos. La sociedad le hizo sentir el descontento con la utilización de cualquier método para hacer política.
 La detención de Geronimo “Momo” Venegas, en forma tan burda, grosera y por sobre todo ilegal, despertó en muchos argentinos un gran sentimiento de tristeza, no por la defensa del sistema sindical, ni por la existencia o no de algún tipo de delito, sino por la forma en que se realizo la medida.
 Ningún argentino pretendió con su protesta, proteger a un sistema sindical perverso, ni impedir que la justicia investigue a algún ciudadano, político o sindicalista, tan solo se cuestiono la forma, que pareció mas un apriete político que un acto judicial. 
La torpeza en las formas que utilizo la justicia, dejaron traslucir que se trataba de un ajuste de cuentas contra los opositores, encarcelando a uno de sus referentes.
 No solo se equivocaron en las formas, sino que además midieron mal al objetivo, por cuanto el “Momo” Venegas, no es un sindicalista más, es un militante rural de toda su vida, se crío en el campo, es un sindicalista de la vieja escuela, incapaz de perjudicar a sabiendas a sus trabajadores.
 Dentro del mundo político, nadie salía de su asombro, a nadie se le ocurriría pensar que el “Momo”, pudiera adulterar medicamentos para lastimas a su propia gente. Se lo podría haber acusado de cualquier delito, y podría haber generado dudas, pero nunca de perjudicar la salud de su propia gente.
 Si el ataque judicial hubiera sido destinado a cualquier otro sindicalista, nadie cree que esta reacción hubiera sido igual, salvo por Moyano o Barrionuevo, que por su propio poder sindical, también hubieran movilizado mucha gente.
 Los operadores políticos que manipularon la justicia, se equivocaron, evidentemente no conocía al “Momo”, y no midieron consecuencias.
 La preocupación llego a su máximo nivel en la Casa Rosada, prontamente ordenaron comenzar con los eperativos distracción, dispusieron adelantar la indagatoria y soltar al sindicalista, ante el miedo de que con el transcurso de las horas se paralizara el país.
 La Presidenta se dio cuenta con mucha desazón, con una cachetada de realidad, que ya no se puede gobernar a los argentinos de cualquier manera. Los ciudadanos comunes solo piden un poco de mesura.
 Para evitar mayores consecuencias negativas de la operatoria fallida, se invento rápidamente un incidente diplomático con EEUU, de consecuencias negativas para el país, aduciendo el ingreso de armas a nuestro territorio, con la simple escusa de que pueden ser utilizadas en un nuevo atentado terrorista.
 Este operativo, resulto tan ridículo como el montado desde el Ministerio de Seguridad Bonaerense con el caso Barreda, y con los nuevos testigos del caso de Julio López, que lo único que buscaron fue desviar la atención de la gente, aunque sea por un rato, del tema de la inseguridad.
 Lo ridículo de las operaciones políticas determinó, que la Presidenta perdiera credibilidad en la gente, y que el Ministro Casal, este en el ojo de la tormenta, hoy todos hablan de la operación política del Gobierno contra Duhalde y de la Inseguridad en la Provincia de Buenos Aires.
 Mientras reina la desmesura, los políticos medidos y de consenso como Scioli siguen subiendo en las encuestas, no por sus grandes logros, sino por la torpeza de los que tienen enfrente, y solo con hacer la plancha se encamina a una segura candidatura presidencial. (Revista LA TECLA)
 


  Tensión sin precedente 
Joaquín Morales Solá
LA NACION.Miércoles 16 de febrero de 2011 | Publicado en edición impresa.
No sería justo negarle al kirchnerismo la habilidad que tiene para batir sus propios récords. Nunca, desde el restablecimiento democrático de 1983, hubo como ahora una tensión tan grande en la relación entre la Argentina y los Estados Unidos, a pesar de que en 2005, en la provocadora cumbre americana de Mar del Plata, se llegó a niveles muy altos de malestar.
La embajada norteamericana en Buenos Aires ha sucumbido bajo el peso de la crisis. Está superada por la magnitud del conflicto. El subsecretario de Asuntos Latinoamericanos, Arturo Valenzuela, es ya una instancia que podría quedar también sumergida por el alud político. Nadie descarta que la próxima voz que se escuche sea la de la propia secretaria de Estado, Hillary Clinton; la influyente funcionaria podría hablar en público o podría llamar directamente a la presidenta argentina.
El canciller Héctor Timerman había dejado hace tiempo de ser un interlocutor confiable con Washington, sobre todo después de que, en medio de su pobre disputa con Mauricio Macri, acusó a los norteamericanos de enseñar la tortura y de adoctrinar a los latinoamericanos sobre cómo hacer un golpe de Estado.
Timerman es la recordación permanente de que Néstor Kirchner ha muerto. El ex presidente era audaz y su política exterior fue demasiado ideologizada, pero siempre les ordenó a sus cancilleres que conservaran los puentes intactos con las grandes capitales del mundo. Basta recordar a Rafael Bielsa y a Jorge Taiana, los cancilleres de Kirchner, que se pasaban el tiempo reconstruyendo silenciosamente relaciones internacionales maltrechas. "Yo puedo hacerme el loco, pero no el canciller", solía decir Kirchner cuando era presidente.
¿Qué otro canciller en la historia argentina (y cuesta encontrar uno en la historia del mundo) se puso a hurgar valijas en un aeropuerto internacional? ¿Para qué? ¿Qué puede saber él, o cualquier otro novato, de lo que contienen valijas que sólo conocen los expertos? Ningún militar o policía argentino experto fue citado o escuchado en Ezeiza para establecer qué cosas transportaba el gigantesco avión norteamericano, que había llegado a la Argentina como parte de un convenio entre los dos países. Pero había más de 50 funcionarios argentinos que abrían valijas como si fueran deslumbrantes cajas de juguetes. "Si esos 50 empleados hubieran estado en la base militar de Morón, no habría salido nunca de allí una tonelada de droga hacia España", deslizó, socarrón, un diplomático extranjero.
Maltrato
Timerman maltrató a los diplomáticos norteamericanos que fueron a Ezeiza como si el Twitter se hubiera trasladado a su boca. "¡Cállense! Yo sólo hablo con la embajadora. ¡Que ella me llame si quiere decirme algo!", los sacudió cuando trataron de explicarle el sentido o el destino de algunas cosas que fascinaban al ministro. Trataban de decirle que la morfina es una droga habitual entre las fuerzas militares norteamericanas, cuya aplicación en los heridos puede observarse hasta en las películas de guerra. ¿Medicamentos vencidos? Es probable que hayan existido, aunque algunos ejércitos los usan porque sólo merman sus efectos después de cierto tiempo. Había armas, y armas sofisticadas -cómo no-, pero venían a un entrenamiento de tropas de élite y no a tomar el té con los argentinos.
De todos modos, es probable que haya habido elementos cuyo ingreso no está permitido en la Argentina. Una silenciosa gestión diplomática, como sucedió con otro avión en agosto del año pasado, hubiera devuelto a los Estados Unidos lo que no era legal ingresar en la Argentina. Timerman dijo que la Argentina había sufrido dos graves atentados terroristas (el de la embajada de Israel y el de la AMIA), lo cual es dramáticamente cierto, y que por eso debía cuidar lo que pasaba a través de sus fronteras.
Pero, ¿qué tiene que ver eso con un avión oficial de los Estados Unidos que estaba cumpliendo un convenio binacional, firmado y reconfirmado en fechas muy recientes? En definitiva, lo que el gobierno argentino debe decidir en estas horas, cuando Washington le reclama la devolución inmediata del material incautado, es si va a tratar a los Estados Unidos como un Estado terrorista o como un país aliado y amigo. Resulta extremadamente raro que Cristina Kirchner se haya volcado por semejante política frente a la administración de Barack Obama, un presidente a quien quiso llegar y frecuentar casi con desesperación. Es cierto que Obama no le retribuyó el gesto ni la admiración fue mutua, pero ninguna política exterior, ni interior, debe manejarse según los humores o el despecho.
Los severos roces de estos días tendrán consecuencias inevitables. Washington cree que el gobierno argentino le tendió otra vez una trampa, como sucedió con George W. Bush en Mar del Plata hace seis años. La trampa consiste en hacerles creer a los norteamericanos que todo marchará bien en la Argentina cuando deben cumplirse acuerdos preexistentes. Sin embargo, los norteamericanos fueron zamarreados y maltratados cuando llegaron a la Argentina. El sábado, diplomáticos de los Estados Unidos se metieron en el avión militar para asegurar su inmunidad hasta momentos antes de que abandonara Ezeiza. Desconfianza en estado puro.
"Si no les gustaba o si el momento era inoportuno, el convenio pudo cancelarse antes de la fecha indicada. Es inexplicable que hayan dejado que se cumplieran los plazos para hacer semejante escándalo", dijeron en Washington.
Cristina Kirchner quedó dolida porque Obama la omitió en su gira por América Central y América del Sur, pero no está haciendo más que darle la razón con el escándalo de estas horas. Un avión grande como un edificio con armas y tropas, cumpliendo un cordial acuerdo entre los dos países, no era la mejor noticia después de que Timernan lo acusara a Macri de mandar unos cuantos policías metropolitanos a tomar clases a una escuela norteamericana en El Salvador. Para peor, WikiLeaks distribuyó en los últimos días los primeros documentos del Departamento de Estado que versaban abundantemente sobre la corrupción en la era de los Kirchner.
Un rencor sobre otro rencor terminó en la más grande crisis diplomática con Washington de los últimos 27 años. De paso, el Gobierno metió la mirada de los argentinos en esos gestos nacionalistas y la apartó del tráfico de drogas a España, de la inflación y de los avatares judiciales que detectaron lavado de dinero negro en la última campaña presidencial. Política doméstica llevada al centro del escenario internacional. Eso no es nuevo en tiempos kirchneristas, aunque nunca se había llegado tan lejos.
La recomposición de la relación con Washington llevará tiempo aún cuando haya un cambio de gobierno en diciembre. Los norteamericanos ya no desconfían sólo de un gobierno, sino de las condiciones culturales de la dirigencia de un país. "Si hubiera un próximo gobierno más previsible y amistoso, ¿qué nos garantiza que el gobierno siguiente no será igual que el actual? ¿Qué nos asegura que todo no volverá a ser imprevisible algún día?", preguntan. Sorprendidos y cansados, le dan ya a la duda categoría de misterio.
Más de un millar de personas, entre chicos y grandes, bailaron, jugaron y se divirtieron a pleno con las actividades recreativas del carnaval. La espuma fue la vedete de la noche. Además de Teresa Parodi actuaron en el escenario bandas como RCA, La Nueva Banda y Comparsa La feliz.
Durante el Sábado acompañaron la escena musical bandas como Frack, Juan Esteban, Banda Luna. Con un cierre singular “la elección del mariposón y el mejor disfraz” se despidió un exitoso evento en donde el clima acompaño como pocas veces lo hace.
La brutal guerra interna del peronismo
Joaquín Morales Solá .Domingo 13 de febrero de 2011
.ALGO anda mal en una democracia cuando un ex presidente denuncia que todos los opositores están en libertad condicional. Esa anomalía del sistema político (y del sistema de libertades) empeora aún más cuando un ex jefe de ministros del actual gobierno asegura en público que lo vincularon con causas judiciales sólo para callarle la boca. Eduardo Duhalde y Alberto Fernández no son iguales ni están en lo mismo, pero han cometido el pecado de ir contra la corriente más radicalizada del kirchnerismo, que parece haber cobrado una creciente influencia en la Presidenta. 
Este sector del kirchnerismo es también marginal dentro del peronismo. No cuenta con el aprecio de gobernadores ni de intendentes justicialistas. Eso explica su desesperación por descerrajar una fenomenal guerra interna dentro del partido gobernante. La conflagración sin límites del peronismo es la novedad más importante de los últimos días, escamoteada a veces por el protagonismo de jueces, por polémicas electorales o por el cruzamiento de furiosas acusaciones. Esas luchas no son nuevas. Es lo que el peronismo ha hecho siempre cuando presintió que el poder podía cambiar de manos.
Esa guerra ya provocó el doble procesamiento del recaudador oficial de la campaña presidencial de Cristina Kirchner, Héctor Capaccioli, por el delito de haber lavado dinero negro para esa competencia electoral. Si se tiene en cuenta, además, que Antonini Wilson declaró ante la justicia norteamericana que trajo 800.000 dólares que Hugo Chávez aportaba a la campaña de la Presidenta, los candidatos opositores de 2007 podrían preguntarse si perdieron en buena ley. El único obstáculo para llegar a la verdad es, dentro de una graciosa ironía, el propio juez. Norberto Oyarbide ha conseguido lo que pocos jueces consiguen: que nadie le crea. Personal gastronómico confirmó a la oposición que Oyarbide comió hace poco en el restaurante El Mirasol con el secretario de Justicia, Julián Alvarez, que milita en La Cámpora.
Capaccioli llegó al gobierno recomendado por Alberto Fernández, es cierto, pero se quedó en la administración después de la renuncia del ex jefe de Gabinete y se distanció de éste. Capaccioli trabó entonces una buena relación directa con Néstor Kirchner, según grabaciones telefónicas en poder de Oyarbide. De todos modos, resultaría insólito que cuestiones de dinero de la campaña de su esposa hayan pasado por manos que no fueran las del propio Kirchner, obsesivo como era. Aníbal Fernández salió en el acto a vincular a Capaccioli con su antecesor y tocayo, porque sabía que agradaría a la Presidenta.
Cristina Kirchner nunca le perdonó a Alberto Fernández su renuncia. Al revés de Néstor Kirchner, que hablaba con él por teléfono de vez en cuando, la Presidenta nunca volvió a hablar con su primer jefe de Gabinete. El martes pasado, Alberto Fernández se cruzó en un programa de televisión con Martín Sabbatella. La Presidenta debería fijarse en el aumento de los precios si está pensando en su reelección , dijo Fernández, mientras Sabbatella llenaba de elogios a Cristina. Cristina los vio y, al día siguiente, lo elogió a Sabbatella en público por sus conceptos. No dijo nada de Alberto, pero fuentes oficiales señalan que la enfureció el contraste de esas palabras. Un día más tarde, la cacofonía oficial puntualizaba que Capaccioli y Alberto Fernández eran la misma cosa. Fernández hubiera cometido un pecado grave, pero perdonable, con aquellas declaraciones; lo torna irrecuperable para el kirchnerismo, en cambio, su confesada cercanía con Daniel Scioli.
El problema de esta guerra es que los combatientes se disparan a los pies. Lavar dinero negro para una campaña presidencial es un delito grave en cualquier país serio del mundo. Sin embargo, en la Argentina es muy difícil lavar dinero a través de la estructura oficial de una campaña electoral; las contribuciones deben entrar mediante cheques y los pagos deben hacerse también con cheques. Es posible, no obstante, que dinero donado haya sido blanqueado recientemente o que se use dinero negro por vías paralelas a la estructura oficial de la campaña. Graciela Ocaña, que siguió, incansable, los pormenores de la causa de Capaccioli y de los medicamentos truchos, asegura que Alberto Fernández, jefe de la estructura oficial de aquella campaña, no figura en ningún lugar del expediente de Oyarbide.
Otra ironía es que el kirchnerismo acusa al ex jefe de Gabinete, mientras todavía están en el Gobierno Julio De Vido o el secretario de Obras Públicas, José López, ambos con formales denuncias judiciales sobre corrupción. Dos actuales funcionarios, procesados junto con Capaccioli, continúan en la administración de Cristina. Sucede algo parecido con Gerónimo Venegas. El líder del sindicato de los peones rurales no es seguramente ajeno al uso del sistema de las obras sociales por parte de los dirigentes gremiales, aunque hay que reconocer que Venegas provoca solidaridades en muchos dirigentes políticos del peronismo. Los supuestos pecados de Venegas colocaron en el corredor de la muerte a toda la dirigencia sindical. De ahí la improcedente presión gremial sobre la Justicia; nunca debió haber piquetes ni explícitas amenazas.
La pregunta que debe hacerse es por qué Venegas, un duhaldista duro y decidido, fue encarcelado sin ninguna garantía previa. Hugo Moyano tiene dos causas abiertas en poder de dos jueces por el manejo de las obras sociales de los camioneros, pero nunca fue siquiera citado a declarar. Oyarbide jamás ordenó la detención de Ricardo Jaime y hasta le permitió salir del país a fines del año pasado; la carga de las pruebas sobre Jaime es ya insoportable para el ex funcionario y para el propio juez.
El juez tiene facultades para apresar a un sospechoso sin llamarlo a indagatoria previa, pero sólo si cuenta con enormes pruebas y tiene dudas fundadas de que podría fugarse. No parece ser el caso de Venegas, porque el propio fiscal de la causa pidió de inmediato su excarcelación. La indagatoria es, después de todo, el derecho a la defensa que todo ciudadano tiene ante la Justicia. Ni aun en los casos más patéticos un juez debe olvidar que la República ha puesto en sus exclusivas manos el derecho a decidir sobre la libertad de las personas.
Venegas lleva a Duhalde como Alberto Fernández conduce a Scioli. Duhalde podría ser un arquitecto político de la candidatura presidencial de Scioli o de la de Mauricio Macri, si se convenciera de que otro está en mejores condiciones que él de batir al kirchnerismo. Scioli ha sido maltratado en los últimos días como un anticristo, las colectoras fueron autorizadas por la propia Presidenta y por una letanía coral de cristinistas, y el kirchnerismo marginal (Luis D'Elía, Emilio Pérsico, Carlos Kunkel) lo azotó en público.
Hay dos alternativas posibles: o Cristina decidió emprender el camino de su candidatura a la reelección, eliminando a su posible delfín, o está obsesionada con disciplinar al delfín mientras decide qué hará ella. Lo cierto es que a Scioli le están cerrando todas las puertas. El gobernador tampoco tiene muchas opciones: o acepta el encierro (y la posibilidad de la derrota provincial) o se aleja sin retorno del kirchnerismo con su propio proyecto presidencial. En ese fárrago se encierra el núcleo de la guerra.
El peronismo cree, como siempre, que el poder es un derecho divino. No fue así en 1983 ni en 1999, cuando las luchas internas del partido terminaron en gobiernos no peronistas. Jugar con causas judiciales en las que se investigan dinero negro, crímenes y corrupción sindical y política es acercarse demasiado al fuego. Una derrota podría esconderse detrás de las dispersivas colectoras. Parece una guerra, como escribió Silvina Ocampo, cuyas metas los guerreros alcanzarán cuando ya las metas sean otras.
 
Perón dijo: "Somos todos peronistas"; ¿lo diría también hoy?
Mariano Grondona
Domingo 13 de febrero de 2011 |
Al volver al país en 1972, Perón brindó una conferencia de prensa en cuyo transcurso se le preguntó por las fuerzas políticas que competían por el favor de los argentinos. Perón mencionó a los radicales, los socialistas, los conservadores y otros partidos menores, pero ignoró al peronismo. Cuando un periodista le marcó esta aparente omisión, Perón contestó: "Ah, no?es que peronistas somos todos".
 
Con esta respuesta, el viejo caudillo, que volvería a gobernar la Argentina en 1973 y moriría al año siguiente, quizá quiso decir no sólo que el peronismo había impregnado la cultura política de peronistas y no peronistas por igual sino también que el movimiento que él había fundado era el único con una verdadera vocación de poder , capaz de gobernar a un país de otra manera ingobernable. Con el paso de los años, los hechos parecieron darle la razón. Ni Frondizi desde 1958, ni Illia desde 1963, ni Alfonsín desde 1983, ni De la Rúa desde 1999, pudieron completar sus mandatos. No les fue mejor a militares como Onganía a partir de 1966 y las "juntas" que se instalaron con Videla y Massera a partir de 1976. En los casi cuarenta años que han transcurrido desde la muerte de Perón, sólo dos protagonistas han logrado gobernar por un tiempo considerable: Menem, de 1989 hasta 1999 y Kirchner, de 2003 hasta su muerte en 2010. Ambos, peronistas. Y cuando a Kirchner le tocó perder en las elecciones de 2009, su verdugo fue Francisco de Narváez, otro referente del peronismo.
 
Y no es que el peronismo no se haya dividido mil veces. Sus peleas internas amenazaban acabar con él, pero aquí cabría recordar de nuevo a Perón cuando dijo que "los peronistas somos como los gatos: cuando gritamos creen que nos estamos destrozando, pero en verdad nos estamos reproduciendo". En 1967, durante una conversación que tuvimos en Madrid, me atreví a decirle que el problema era que su movimiento tenía demasiados votos y que, si su techo no hubiera sido del 65 por ciento sino, digamos, del 40 por ciento, la política argentina habría sido más llevadera. Sonrió, comprensivamente. El hecho es que, aun cuando se divide, el peronismo, ya sin Perón, vuelve a tocar aquel mágico porcentaje de los dos tercios. En las elecciones de 2003, los tres candidatos peronistas que compitieron por la presidencia, Menem, Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá, volvieron a rozar, sumados, este alto techo. Con las maniobras que hoy se despliegan hacia la elección de 2011 en torno de protagonistas como Cristina Kirchner y Daniel Scioli, ¿vuelve a proyectarse la vigencia del panperonismo ?
 
El "enigma Reutemann"
 
¿Hay uno o dos peronismos? Mientras vivía Kirchner, su sed de poder cortaba al peronismo en dos, el kirchnerismo y el antikirchnerismo. Ahora que su viuda, gracias a una postura menos agresiva, ya no suscita el mismo antagonismo, ¿se derriba la barrera que en tiempos de Kirchner dividía al peronismo? La pregunta es válida no bien se atiende a dos distritos clave: Córdoba y Santa Fe. En Córdoba, la precandidatura de José Manuel de la Sota a la gobernación incluye un acercamiento con el kirchnerismo "suave" de la Presidenta. En Santa Fe, el peronismo no kirchnerista giraba en torno de Carlos Alberto Reutemann. Pero éste se ha visto desgarrado entre dos opciones. En lo nacional, su oposición a Néstor Kirchner quedó cristalizada en una frase que ahora se conoce aunque fue pronunciada hace un año: que Kirchner dejará al país "como un campo minado". Pero en lo provincial, el adversario de Reutemann ya no es el kirchnerismo sino el gobernador socialista Hermes Binner. La animadversión entre ambos es tajante. Esto ha inclinado a Reutemann a aceptar un acercamiento con el kirchnerismo local, en particular con su precandidato a gobernador, el diputado Agustín Rossi. Por su rivalidad con Binner, ¿será capaz Reutemann hasta de sostener a Rossi?
 
Churchill dijo alguna vez que la Unión Soviética era "un enigma envuelto en un misterio". Esta frase podría aplicarse, hoy, al enigma Reutemann . Si bien las conversaciones entre el parco Reutemann y el extravertido Rossi parecen avanzadas, cuesta imaginarse un pacto eventual entre ellos, primero, porque si Reutemann "entregara" Santa Fe al kirchnerismo pondría en riesgo su propia irradiación nacional, a menos que otra versión que también circula, la de una fórmula Cristina Kirchner-Reutemann, tuviera algún asidero.
 
Una segunda razón para dudar apunta a esta otra pregunta: siendo Santa Fe una provincia decididamente opositora a partir del conflicto de los Kirchner con el campo, ¿seguirían sus votantes a Reutemann si éste cambiara, al fin, de bando? La misma pregunta podría dirigirse a De la Sota, cuyas sigilosas maniobras para obtener el apoyo de la Casa Rosada tropezarían con la valla opositora del pueblo cordobés, también adverso al kirchnerismo desde la crisis del campo. Pero tanto en Córdoba como en Santa Fe se plantea otra cuestión, esta vez de fondo: ¿en qué consiste, al fin y al cabo, el peronismo federal?
 
De Scioli a Oyarbide
Cuando arreciaban las pasiones que había suscitado Néstor Kirchner, el peronismo antikirchnerista se presentó ya no sólo como la fracción que se le oponía dentro del movimiento justicialista sino también como "otro" peronismo, republicano y ya no autoritario. ¿Se reconciliaría esta versión aggiornada del peronismo con el pluralismo republicano que alentó en sus años finales el viejo Perón? ¿O sólo nos hallaríamos ante una nueva versión de las recurrentes rencillas internas de un movimiento cuyos miembros, por ahora hostiles, podrían converger en cualquier momento? ¿Son entonces los peronistas, como advirtió Borges, "incorregibles"? La única que mantiene este escepticismo sobre la presunta vocación republicana del peronismo federal es Elisa Carrió, quien advierte que los peronistas siempre terminan por amigarse.
 
Cristina Kirchner, ¿apunta por su parte a encarnar un nuevo kirchnerismo , menos agresivo, más cordial? ¿Cómo entender entonces la embestida que, con la ayuda de la idea sospechosa de las "listas colectoras", se alienta contra Daniel Scioli desde la Casa Rosada? ¿Cómo podremos resolver otro enigma por ahora tan indescifrable como el de Reutmann, el enigma Scioli? ¿Es Scioli un acompañante fiel de Cristina, o lo suyo es algo así como un semikirchnerismo dispuesto a dar el salto cuando llegue la ocasión? Si Scioli se prepara para aspirar a la presidencia cuando suene su hora, detrás de él podrían asomar, al lado de un considerable apoyo electoral, el "núcleo duro" del peronismo federal que encarnan Eduardo Duhalde, Alberto Rodríguez Saá y hasta Mauricio Macri.
 
La decisión del juez Oyarbide de encarcelar al "Momo" Venegas obliga a incluir al polémico magistrado, ya sin dudas, en las huestes kirchneristas. Después de absolver a los Kirchner de la acusación de enriquecimiento ilícito en tiempo récord, Oyarbide procesó a Macri por las escuchas ilegales sin ninguna prueba y, si bien procesó a los dos máximos sospechosos de corrupción Ricardo Jaime y Héctor Capaccioli, no los puso en prisión en tanto que apresaba a Venegas aun "antes" de haberlo indagado, vulnerando las reglas del debido proceso. Mientras las huestes de Venegas se desplegaban tumultuosamente, con apoyo de Hugo Moyano, para protestar contra la que denunciaban como una nueva arbitrariedad de Oyarbide, éste daba marcha atrás liberando a Venegas por orden directa de la Casa Rosada, quizá temerosa del poder de la calle. Esta nueva "interna" del peronismo indica que la lucha por el poder en dirección de octubre ya ha comenzado


Las colectoras de la vida o la muerte
La campaña electoral parece haber comenzado con todo el ímpetu que se presumía iba a tener. Todos los políticos se prepararon durante el verano para lo que será un año complicado y de mucha tensión. El miedo a perderlo todo: legisladores, municipios y concejales. Cómo jugarán los intendentes
Por Mario Baudry
Los sectores ultrakirchneristas sueñan con ver nuevamente a Cristina Fernández de Kirchner como Presidenta de todos los argentinos; en principio, dicen que es la única que puede mantener el modelo y, con el fin de cumplir su objetivo, utilizan todos los recursos disponibles para sumar votos en las elecciones. Aunque nada dicen de su propósito real, legítimo al fin, que es la supervivencia de todos los ultrakirchneristas, en virtud de que con cualquier otro candidato presidencial no tendrían los espacios de poder que tienen con Cristina.
La pregunta que todos se hacen en los mentideros políticos es quiénes ganan y quiénes pierden con las listas colectoras. Las paradojas del destino, que pone a dos grupos antagónicos nucleados en un mismo sector político, pero con realidades muy distintas: una realidad es la nacional y otra, muy diferente, es la provincial. Esta situación de hecho los ubica nuevamente en veredas opuestas.
La única diferencia es que el gobierno provincial cuenta por primera vez con el apoyo de los intendentes del Conurbano y de varios distritos del interior bonaerense, porque éstos ven peligrar su poder territorial.
La realidad marca que a los intendentes del Conurbano no los une el amor por el gobierno provincial, sino el espanto de perder en sus distritos.
Los ultrakirchneristas quieren sumar votos a una candidatura de Cristina de todas las formas posibles, lo que resulta legítimo dentro del juego de la democracia. Y en este contexto, pretenden darle la boleta con el nombre de Cristina a todo candidato a gobernador que así lo desee.
El objetivo es tratar de ganar en primera vuelta, dado que en segunda vuelta, ven muy cercana la posibilidad de una derrota. Desde el gobierno provincial, advierten preocupados esta situación, porque entienden que el caudal de votantes que Scioli atrae desde el progresismo puede licuarse, con lo que perdería entre 6 u 8 puntos porcentuales y podría, incluso, costarle la Gobernación.
Igual suerte corren los intendentes, que ven en sus distritos un grave peligro si el voto del peronismo se divide en varias boletas. En el mejor de los casos, van a perder varios cargos de concejales y, en el peor escenario, pueden perder distritos.
La situación se torna grave, por el hecho de que son elecciones ejecutivas y todos se juegan su supervivencia, aunque el elemento central de esta discusión es hasta dónde están dispuestos a jugar los intendentes del Conurbano, si es que finalmente cumplen con las amenazas de romper con Cristina en el caso de que haya colectoras.
A los analistas políticos les resulta muy difícil encontrar un punto de equilibrio que les permita a todos los sectores involucrados arribar a un acuerdo con la menor cantidad posible de heridos.
Si existen las colectoras, Cristina Fernández tiene más chances de presentarse a una elección presidencial. Pero el Gobernador ve peligrar su candidatura; van a perder muchos diputados, concejales y algunos intendentes.
En cambio, si no hay colectoras, Scioli va a una elección muy tranquila, casi un trámite, y los intendentes tienen una mejor situación para defender sus distritos. Pero como contraprestación, la Presidenta tiene muchas menos chances de llegar a ganar en primera vuelta.
Todo esto cobra sentido si realmente Cristina Fernández se presenta como candidata a Presidenta, hecho que ella aún no ha manifestado, ya que espera a ver las encuestas que se realizarán entre mayo o junio para tomar la decisión que, seguramente, cambiará todo el panorama político argentino.


Todo vale contra Scioli y Macri
Joaquín Morales Solá Domingo 06 de febrero de 2011
Dicen que Daniel Scioli sabe algo sobre el destino de Cristina Kirchner que nunca cuenta. Es una inferencia de varios amigos del gobernador que han visto sólo su reacción cuando le preguntaron si tenía más información sobre el futuro de la Presidenta. Sea como sea, los tiempos de Scioli se encogen rápidamente desde que Mauricio Macri decidió hacer pública su definitiva vocación presidencial. La política ha llegado más lejos, en verdad, de donde Macri quería ir, pero ahora está en el ruedo y no le queda otra alternativa que caminar hacia adelante. Ya está. Sean estos los tiempos o no, debo empezar la batalla de octubre , se convenció, mientras retoca su imagen del candidato, dice, más distinto de los Kirchner.
¿Será Cristina o será Scioli el contrincante de Macri? ¿Scioli se enfrentará a la Presidenta y a Macri al mismo tiempo? Todas las preguntas terminan en la misma e irresuelta incógnita: ¿qué hará Cristina? El núcleo duro del kirchnerismo presiona sobre ella, y presionará más aún con el correr de las próximas semanas, para que libre el siguiente combate presidencial a suerte y verdad. Es explicable: ese sector es minoritario dentro del peronismo y, sin la continuidad de la Presidenta, volvería al desierto político, quizá definitivamente. Cristina está en tiempos recientes más encerrada en sus dudas. Sus funcionarios la perciben más introspectiva que antes. Tal vez está madurando la decisión más importante y solitaria de su vida , deducen.
Los elementos de su reflexión no son pocos. Está el legado, por un lado, que dice haber recibido de su marido muerto. Y está, también, la vocación por el poder inscripta en el mapa genético de los Kirchner. Pero Cristina participó activamente de las discusiones de por qué debía ser candidata presidencial en 2007. La principal razón que esgrimió entonces Néstor Kirchner, y sus colaboradores más cercanos, era que el ex presidente se enfrentaría, en caso de ser él, con su último mandato constitucional y que el peronismo se le sublevaría al día siguiente. Una situación idéntica debería desafiar Cristina Kirchner en caso de ser reelegida.
La cartografía electoral se está construyendo con tres tercios. Uno es el kirchnerismo, acompañado por un núcleo importante del peronismo. Otro es la centroderecha, que va desde Macri hacia otras franjas del peronismo. Y el último tercio lo integra el no peronismo, que se pasea entre el radicalismo y Elisa Carrió, y atraviesa la izquierda no kirchnerista. Si finalmente fuera así, la Presidenta nunca podría cosechar en primera vuelta más del 35 por ciento de los votos. La aguardarían una segunda vuelta electoral y una composición parlamentaria aún más adversa que la actual. Con la actual relación de fuerzas en el Congreso, el oficialismo kirchnerista ya no pudo sacar ningún proyecto de ley que haya considerado fundamental.
Merodea también la natural especulación humana sobre qué espera de su propio porvenir. La aversión de Cristina a la derrota es mucho más fuerte que sus ganas de seguir siendo presidenta, que también las tiene. Esta es la otra conclusión a la que llegan todos las que la conocen o hablan ahora con ella.
El universo kirchnerista se divide entre los fanáticos y los peronistas. Los primeros la quieren a ella y detestan a Scioli, del que recelan desde el principio de las cosas. Son las franjas que vienen de la izquierda peronista, de las luchas setentistas y que reconocen cierto liderazgo en el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini. Los peronistas se respaldan más en el ministro de Planificación, Julio De Vido, que siempre se confesó sólo peronista, pragmático y posibilista.
Un rumor reciente indicó que los fanáticos preferían a Carlos Reutemann como delfín antes que a Scioli. Son injustos: la lealtad de Scioli a los Kirchner llegó a veces hasta límites inexplicables. Pero aquellos insisten: las colectoras bonaerenses son prueba de que buscan fulminarlo. La propia Presidenta se aleja cada vez más del peronismo en el ejercicio del gobierno; confía sólo en su propia colección de políticos que vienen de ninguna parte.
De Vido buscó, en cambio, quién era "más confiable y ganador": es Scioli, concluyó, peronista al fin. No hay mayores diferencias políticas o ideológicas entre Reutemann y Scioli, pero el kirchnerismo suele librar batallas innecesarias sólo por una cuestión de gusto.
WikiLeaks terminó con esa embrionaria pelea. Podrá reprochársele a Reutemann que no exponga ante los argentinos las opiniones que les contó a los diplomáticos extranjeros, pero nadie puede negarle sinceridad en el cable que se filtró ni una dosis enorme de veracidad a su análisis. La herencia cultural y metodológica del kirchnerismo será un duro legado para cualquier gobierno que lo suceda. Figuran en esa herencia los grupos piqueteros que desafían al Estado, una sociedad acostumbrada a los subsidios (ya sean los indirectos que reciben las clases alta y media o los directos que van, sin compromisos educativos o laborales, hacia los sectores más pobres), el escándalo permanente del espacio público y los desvaríos de una economía imprevisible. Es un resumen, arbitrario si se quiere, de lo que dijo Reutemann y del Santo Modelo.
Reutemann venía siendo un eventual aliado inmejorable para Macri o para Scioli. Será Cristina, pero será Scioli si no fuera ella , deslizó Reutemann sobre fines del año último. También tiene buena relación con Macri, pero éste no habló con él en los últimos tiempos ni le propuso nunca la vicepresidencia. Las supuestas tratativas las hizo, por su cuenta y riesgo, Francisco de Narváez. Sin embargo, la sola versión de una fórmula entre Macri y Reutemann enloqueció de inquietud al oficialismo. Nos barrerían , confesó un alto exponente del kirchnerismo.
Reutemann está bajo la nieve de Nueva York, de vacaciones con su esposa, mientras aquí su nombre se bambolea de un lado al otro. Es probable inferir, con todo, que el senador podría participar de una solución electoral no kirchenrista, en tanto ésta tuviera posibilidades de éxito y expresara algo más que las ambiciones personales de un hombre. No iría con Macri si éste no enhebrara una alianza más amplia con el peronismo y tampoco acompañaría a Scioli si éste se lanzara sin más estructura que las buenas mediciones de opinión pública, mejores que las de Cristina en verdad.
Scioli ha demostrado más independencia en los últimos tiempos que en los ocho años de kirchnerismo. Lo hizo en cuestiones internas y externas. Su ministro de Justicia y Seguridad, Ricardo Casal, acosado por el kirchnerismo viejo o nuevo, oportunista o auténtico, llegó al extremo de darle la razón a Macri en su extravagante polémica con en el canciller Timerman sobre el envío de policías argentinas a una escuela norteamericana creada por Bill Clinton, el ídolo político de los Kirchner. ¿Barack Obama apaña la tortura, como se infiere de la denuncia de Timerman? Un disparate.
Es raro, en fin, tanto frenesí propio de parte del gobernador. Quizás está dispuesto a saltar la valla o, tal vez, Scioli sabe algo sobre Cristina que, en efecto, nadie sabe. Si fuera así, no lo conoceremos por su boca. Cristina sí sabe que Scioli quiere ser presidente. Esa es una verdad.
Macri, en cambio, intuye que Cristina no se presentará a la reelección. El kirchnerismo duro y fanático ha comenzado, por las dudas, a operar contra los dos. Casal es la presa sciolista que quiere obtener para debilitar a Scioli. Una versión no confirmada asegura que los rumores sobre el testigo desaparecido Jorge Julio López forman parte de una intriga contra Scioli y su ministro. Timerman despachó acusaciones sobre Macri con la mirada puesta en las conspiraciones del setentismo, que ahora no tienen rigor ni vigencia. Es una campaña vacía y sucia, otra herencia de cierto kirchnerismo.
 
 
Cristina tendrá que cuidarse del poder de la calle
Mariano GrondonaDomingo 06 de febrero de 2011
Cuando un grupo se moviliza en el seno de la sociedad, su acción puede ser indirecta o directa . Es "indirecta" si el grupo movilizado apela a alguna instancia dotada de poder institucional, ya sea el Poder Ejecutivo, el Congreso, la Justicia, alguna autoridad local o el propio pueblo en el momento de votar. Así como las arterias son los canales por donde circula la sangre de un cuerpo sano, del mismo modo una democracia bien ordenada ofrece un amplio repertorio de vías legales que pueden llegar hasta el ejercicio del derecho de huelga o del derecho de reunión, para que los ciudadanos pueden dar salida a sus inquietudes. ¿Qué pasa empero cuando a un grupo se le cierran las vías "indirectas" o cuando, simplemente, no las acata? Que se vuelca a las calles . Así brotan diversas protestas no institucionalizadas como los cortes de rutas, las ocupaciones de tierras públicas o privadas, las manifestaciones masivas no autorizadas, las "huelgas salvajes", los "escraches", los saqueos o los "cacerolazos". Estas y otras expresiones similares de protesta pertenecen al campo inquietante de la acción directa . La proliferación de las acciones directas es un signo inequívoco de conflictividad política o social, porque indica que las rutas "normales" de la acción indirecta han sido inutilizadas. ¿Qué hace la sangre del cuerpo humano cuando las arterias que deberían canalizarla quedan bloqueadas? Recurre, como última instancia, a la "circulación periférica". En la vida política, la multiplicación de las acciones directas equivale a la expansión de la circulación periférica en un cuerpo colectivo que ha dejado de ser saludable.
Lo que está pasando en Egipto es una demostración rotunda del alcance de las acciones directas. Estas, que nunca son "legales", pueden ser "legítimas" contra una dictadura aunque nunca podrían serlo en una democracia. Por eso debería preocuparnos que la mayoría de los presidentes constitucionales que precedieron a los Kirchner hayan renunciado como víctimas de la acción directa. En esta lista de heridas institucionales se incriben los abruptos finales de los presidentes Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde, quienes renunciaron o acortaron sus mandatos en medio de convulsiones callejeras, quedando la salida ordenada de Carlos Menem en 1999 como la única excepción que confirma la regla.
El bumerán
En lugar de temer la acción directa al igual que sus antecesores, Néstor Kirchner acuñó una frase que llegó a convertirse en su consigna frente a las conmociones colectivas cuando dijo que no hay que criminalizar la protesta social . Para algunos, esta consigna contenía un fuerte componente ideológico en cuanto apuntaba a identificar a Kirchner no ya con la defensa del orden público a cargo del Estado democrático sino con los movimientos protestatarios que él mismo pretendía haber integrado. Kirchner, en efecto, llegó al poder como un "presidente enojado" no sólo con la clase política tradicional, continuando la famosa consigna popular "que se vayan todos", sino también con los organismos habitualmente a cargo del orden público, como las Fuerzas Armadas y la policía, a quienes los Montoneros y sus sucesores siempre definieron como enemigos. Y fue así como el kirchnerismo, una vez en el poder, aparte de desmantelar a las Fuerzas Armadas, cuando desplegó a la policía frente a los piquetes, los cortes de rutas y las ocupaciones de tierras o edificios, lo hizo más para proteger a los revoltosos que a los transeúntes.
Esta novedosa estrategia partía de la presunción de que los revoltosos no serían adversarios sino aliados del Gobierno. Y fue así como se llegó al extremo de que Luis D'Elía conociera la impunidad aun después de haber incendiado una comisaría. ¿Qué pasaría, en cambio, cuando los revoltosos se movilizaran ya no "a favor" sino "en contra" del Gobierno? Raúl Castells lo puede decir por su propia experiencia: que serían, eventualmente, encarcelados. La estrategia de Kirchner frente a las manifestaciones de la acción directa partía por lo visto de la premisa de que, siendo la mayoría de los movimientos protestatarios vulnerables a las maniobras de cooptación que desplegara el Gobierno, rara vez se independizarían de la red clientelística que los protegía y los subordinaba al mismo tiempo. De esta manera, la consigna de "no criminalizar la protesta social" quería decir, en los hechos, que Kirchner contaba con la posibilidad de seducir a los protestatarios en la gran mayoría de los casos, con lo cual el riesgo de tenerlos que contrariar algún día parecía alejarse más allá del horizonte político. ¿Qué pasaría empero si una parte importante de los protestatarios se mostrara finalmente inmune a la seducción? ¿Qué ocurriría si la maniobra de Kirchner se volviera un día, como un bumerán, contra aquel que la había lanzado?
De Néstor a Cristina
La estrategia de Néstor Kirchner frente al desafío de la acción directa empezó a dar signos de agotamiento el 20 de octubre de 2010, justo una semana antes de la muerte de su autor, cuando una patota ligada a la burocracia sindical asesinó al activista Mariano Ferreyra, del Partido Obrero. Este trágico episodio afectó profundamentre al propio Kirchner, cuya esperanza había sido no tener que pasar nunca por un episodio en cierto modo semejante al asesinato de los activistas Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, que acortó la presidencia de Duhalde. ¿Nos hallábamos quizás ante la hipótesis que Kirchner había esperado superar, que los temibles flujos de la acción directa terminaran por afectar a su propio poder?
A fines del año pasado, ya en los tiempos de Cristina, el negro paisaje de la multiplicación de las acciones directas volvió a dibujarse. Ocupaciones como la del parque Indoamericano y el Club Albariño, la toma de vías ferroviarias y, más recientemente, la usurpación de 430 hectáreas en Esteban Echevarría y otros episodios similares, se empezaron a multiplicar. ¿Eran todavía controlables mediante la estrategia de cooptación que había imaginado Néstor Kirchner, o anunciaban al contrario una seria multiplicación de los conflictos para cuando terminen las vacaciones?
El rebrote de los episodios de acción directa ya ha comenzado a preocupar no sólo a las centrales empresariales sino incluso a la Presidenta, en cuyas últimas alocuciones ha llegado a advertir a Hugo Moyano que tendrá que ponerles un freno a los desbordes. Es preciso subrayar, en este sentido, el concepto que utilizó Cristina para condenar los nuevos episodios cuando les dijo a los revoltosos actuales y potenciales que no deberían actuar ante ella, que ha sido su "compañera", como lo habían hecho contra los representantes de la demonizada década de los 90. Detrás de esta advertencia, ¿late todavía la esperanza de cooptar a los portadores de la protesta social?
El hecho es que, en tanto Cristina ha perdido en parte el apoyo emocional que siguió a la muerte de su esposo, el dirigente opositor que más ha crecido en las encuestas es Mauricio Macri, precisamente después de haber exhibido en el parque Indoamericano una actitud si se quiere "clásica" para frenar, con una apelación al orden público, la peligrosa expansión de las acciones directas, justamente en los comienzos de este año electoral. Las palabras que acaba de pronunciar la Presidenta, ¿sólo son entonces un intento de repetir la estrategia de cooptación que ha heredado de su marido, o marcan el inicio de un profundo replanteo en el kirchnerismo frente al renovado desafío de la acción directa?


Vale la pena leer la siguiente nota:
El debate por la educación en la Argentina
  ¿Más ciencias y menos letras?  
Santiago Kovadloff
Para LA NACION Viernes 28 de enero de 2011
La decadencia argentina lejos está de ser la única fuente inspiradora del libro que Andrés Oppenheimer consagró a lo que bien llama "la obsesión latinoamericana con el pasado". Pero creo que esa decadencia puede haber sido para él especialmente dolorosa, ya que es nuestro compatriota. Lo que sí parece haber impulsado la composición de su obra es el contraste cada vez más acentuado entre naciones de este hemisferio que empiezan a transitar con acierto los caminos del progreso y aquellas que no lo hacen o lo hacen generando contradicciones tan desconcertantes que, en verdad, no se sabe hacia dónde van. Al evaluar su trayectoria, Andrés Oppenheimer no oculta su impaciencia ante ellas, y ya desde el título de su libro, con una exclamación, las incita a no justificarse y a cambiar: ¡Basta de historias!
Con la agilidad que es usual en él, Marcos Aguinis celebró hace poco en La Nacion la aparición de este libro. Mi propósito hoy es otro. Aun así, no puedo menos que sumarme a quienes se congratulan con Oppenheimer por las oportunas reflexiones reunidas en ¡Basta de historias!
En el capítulo dedicado a nuestro país, el autor aborda las penurias y miopías de la educación nacional. Interesado en saber si realmente existe en la Argentina una fuerte demanda de programadores de computación, nos dice: "Visité al director del Departamento de Computación de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, Hugo Scolnik. Le pregunté cómo se puede explicar que haya tantos estudiantes de psicología y sociología que tienen grandes posibilidades de no encontrar trabajo, si -tal como me habían dicho el ministro Barañao (de Ciencia y Tecnología) y varios empresarios argentinos- era un secreto a voces que había escasez de programadores de computación, ingenieros y geólogos. Si es así, ¿por qué hay tan pocos jóvenes (600) estudiando ciencias de la computación? Scolnik respondió: «La gente le tiene mucho miedo a lo que son las ciencias exactas, las matemáticas y todo este tipo de cosas. Son más fáciles otras carreras, como literatura, filosofía y abogacía»."
La explicación del profesor Scolnik me sorprendió. La encontré superficial, prejuiciosa y, en esa medida, improcedente. Soy el primero en reconocer que el desarrollo indispensable de la Argentina reclama muchos más egresados en ingeniería industrial, geología y agricultura, por ejemplo, que licenciados y doctores en cualquiera de las llamadas ciencias humanas, políticas o de la información. Como certeramente señala Oppenheimer, el país desborda de graduados en psicología. Tantos son que abultan dramáticamente las ya dilatadas filas de profesionales subempleados o mal ocupados que se disputan poco menos que a dentelladas un mercado laboral cada vez más exiguo, cuando no han renunciado ya a ocupar un lugar en él. Las cifras aportadas por Oppenheimer son abrumadoras. "En la UBA se gradúan por año 1500 psicólogos y apenas 500 ingenieros. A nivel nacional, contadas todas las universidades públicas y privadas del país, la Argentina produce alrededor de 4600 psicólogos (anuales) y apenas 146 licenciados en ciencias del suelo por año. Es un dato aterrador, considerando que el país tienen una gran cantidad de industrias petroleras y mineras que constantemente requieren nuevos geólogos, y con mejor formación de los que están disponibles."
 
Está claro que el doctor Scolnik comparte con Oppenheimer (y yo, con ambos) el desvelo ante lo que ocurre. Lo que, en cambio, no me explico es que un hombre interiorizado en la realidad educativa del país como el director del Departamento de Computación de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, y dotado de indiscutible talento analítico, argumente tan ligeramente para explicar por qué es tanta la desproporción entre los estudiantes que prefieren las ciencias humanas a las exactas. Afirmar que ello se debe a que las humanidades son más fáciles que las ciencias exactas no sólo implica subestimar la dignidad de los intereses de quienes optan por ellas, sino ignorar la complejidad que entraña su estudio. Una cosa es administrar desde el Estado el número de postulantes a ingresar a una carrera y otra es considerar que ese número tiende a crecer porque el facilismo induce a estudiar derecho en lugar de física o sociología, en vez de ingeniería molecular. El profesor Scolnik confunde lo que no entiende o no le importa, con lo que carece de seriedad y rigor. Su explicación me trajo a la memoria unas líneas de Arthur Schopenhauer. En ellas, el filósofo alemán recuerda la impermeabilidad hacia la literatura "de aquel matemático francés que después de leer la Ifigenia de Racine preguntó, encogiéndose de hombros: Qu'est-ce que cela preuve? " (?¿Y esto qué prueba?')
Cada campo tiene sus exigencias y dificultades específicas, así como sus propios encantos, y requiere, para encararlos, vocación y un don de discernimiento sin los cuales es inútil empeñarse en su estudio. El interés personal no puede ser manipulado como si fuera un factor secundario a la hora de elegir una carrera. La afinidad subjetiva con una disciplina es un hecho determinante si se aspira a entender el interés que algo despierta en alguien. Insisto en subrayarlo: la promoción de las distintas carreras y el ingreso a las diferentes facultades no pueden resultar ajenos a las políticas de Estado. Para ello, los gobiernos deben estar atentos a las necesidades objetivas del país. Pero no por ello se debe despreciar el significado del interés que suscitan aquellas materias cuyo papel en la formación de la conciencia cultural de una nación es decisivo.
Sin mayor desarrollo de la ciencia y la tecnología, la Argentina no terminará de ser una nación moderna. Pero con ciencia y tecnología exclusivamente tampoco lo será, si por modernidad entendemos algo más que el mero eficientismo y la rentabilidad económica.
Una cosa es impulsar un crecimiento competitivo y otra, fortalecer la comprensión de los grandes desafíos espirituales que exigen considerar la eficacia necesaria a la luz de la ética imprescindible. Acaso esta interdependencia entre ética y eficacia sea difícil de lograr, pero sólo si se la busca el hombre puede sostenerse en el campo de la dignidad que infunde valor a la convivencia de cada cual con sus semejantes. La crisis primordial de nuestro tiempo no resulta del subdesarrollo científico y técnico. Florecen ciencia y tecnología donde crece el páramo filosófico y moral y político. Bien lo saben hoy, aunque no terminen de admitirlo, los países objetivamente mejor desarrollados de la Tierra. La desorientación de las llamadas naciones del Primer Mundo se traduce en conflictos económicos y financieros pero es, ante todo, de orden existencial. Su complejidad y los riesgos que conlleva superan ampliamente los aportes que pueden provenir del universo del cálculo. La idolatría del cálculo, justamente, ha contribuido a crear los problemas que él no puede resolver.
Todo ello, claro está, no exime a la Argentina de ninguna de sus obligaciones en lo que atañe a una mejora indispensable de su educación científica y tecnológica. De lo que sí se trata es de no caer en la unilateralidad tecnocrática ni en el triunfalismo que entiende que, en todos los órdenes, puede aplicarse la misma noción de progreso. Subestimaciones de las letras y el derecho como las que efectúa el doctor Scolnik no contribuyen más que a alentar esa vieja y estéril dicotomía entre ciencias "cabales" y disciplinas "fútiles", que desconoce ante todo la riqueza y la versatilidad expresiva de la subjetividad y, lo que es peor, sus más íntimas necesidades. Presumir que el estudio del derecho, la filosofía, la psicología y la literatura convoca más gente porque resulta más fácil que el de las ciencias matemáticas equivale a empobrecer la noción de lo complejo y a desconocer por completo el papel que desempeña el deseo en la elección de sus caminos. Quizá ninguna de estas disciplinas pueda impedir, por lo demás, la estremecedora asimetría entre ética y eficacia que hoy reina en el planeta. Pero todas ellas permiten que esa asimetría no sea olvidada en favor de un pragmatismo tan insensible como peligroso.


“Los oficialistas críticos no son de confiar”
 En una entrevista con La Tecla, por primera vez un ministro de Scioli responde a las críticas de Sabbatella. Además, el jefe de Gabinete cree que, “por respeto a Balestrini”, la carrera por la vicegobernación debe esperar. Oposición, internas, PJ, inseguridad y compromiso de los funcionarios.
Volvió de un descanso que “sirve para tomar impulso” de cara a un año “con mucha adrenalina”, y recibió a La Tecla en su residencia para ofrecer ciertas definiciones. Con el debido cuidado que impera en el sciolismo a la hora de hablar de candidaturas, Alberto Pérez se mostró a favor de la reelección de Cristina Fernández, y dijo que todo lo demás dependerá de la decisión de la Presidenta.
Crítico con los críticos del gobierno bonaerense, sobre todo si abrevan en el kirchnerismo, el jefe de Gabinete dejó frases para la polémica y la reflexión. Por ejemplo, pidió cautela en la carrera por la vicegobernación, y sostuvo que “los (funcionarios) que no estén a la altura de las circunstancias no van a poder seguir”.
-Este es un año electoral, ¿cómo ve el inicio de 2011 en lo político y cómo cree que se va a desarrollar?
-Lo veo, precisamente, como un año electoral, y hay diferentes niveles de instalación de esto y de manejo de los tiempos. Nosotros notamos que la oposición, los que no gobiernan, están más apurados, necesitan instalarse, necesitan mostrarse, y creo que a veces aceleran los tiempos políticos. Quienes tenemos la responsabilidad de gobierno debemos actuar con mucha prudencia, porque todos los días tenemos que resolver los problemas de gestión. Y como yo siempre digo, y dice nuestro gobernador, creo que la mejor campaña es hacer las cosas bien y cubrir las demandas que la ciudadanía plantea
a diario. Para lo electoral en sí mismo, y para las candidaturas, ya va a haber tiempo. Por supuesto que nosotros somos hombres y mujeres de la política y entendemos que esto hay que hablarlo, pero también entendemos que la prioridad es la gestión. Quienes aceleren los tiempos van a encontrarse en algún momento descolocados.
-En el oficialismo aparecen voces críticas hacia el Gobernador, ¿qué opinión le merecen?
-Yo desconfío de los oficialistas críticos. No tengo nada contra ninguno de ellos en lo particular, ni nada por el estilo, pero como concepto político, a los oficialistas críticos realmente no los comprendo. Uno, cuando está convencido de algo, lo acompaña, y lo acompaña con todo lo que tiene. Por supuesto que uno debe ser oficialista con críticas; el peronismo es crítico, de debate, revoltoso, rebelde, pero cuando va detrás de la conducción, acompaña y realiza las transformaciones que tiene que realizar. Los oficialistas críticos, por la experiencia que hemos tenido como proyecto político, no son de confiar.
-¿Habla de Martín Sabbatella?
-Ahí tiene un ejemplo. En el año 2009, cuando este proyecto político nacional, el mismo proyecto que hoy llevamos adelante con la Presidenta, fue a elecciones, él enfrentó a Néstor Kirchner; y hoy está dando testimonio de que quiere acompañar a la Presidenta y quiere ir en la lista. ¿Qué ha cambiado desde ese mo-mento hasta hoy? En este desconfiar mío pienso que en ese momento, como estábamos en el 30 por ciento, no le convenía apoyar, y hoy, que la Presidenta mide más del 50, le conviene apoyar. Porque el proyecto es el mismo y las ideas son las mismas; y en aquel momento se enfrentó nada más ni nada menos que a Néstor Kirchner. Como el único cambio que hubo fue el que mencioné, sin cuestionar a Sabbatella desde otro punto de vista que no sea el político, tengo derecho a pensar que quizá la conveniencia de acompañar hoy a alguien que supera el 50 por ciento es lo que lo mueve a querer ser ahora un aliado nuestro, o un oficialista crítico.
-Y es lo que lo mueve, por ahí, a enfrentar al Gobernador en una interna, ¿o usted no cree que haya internas?
-No es lo que está expresando él, que quiera ir a una interna con el Gober-nador; si fuese así no tendríamos ningún problema, pero no es lo que está manifestando.
-¿Y de Luis D´Elía, qué opina?
-No solemos opinar de los que hablan de nosotros.
-Está muy duro con Scioli.
-D´Elía me ha caído simpático siempre. No sé por qué nos está atacando tanto ahora, podría criticarnos sin atacarnos; seguramente le falte contención.
-¿Los grupos tranversales presionan porque buscan algo más en lo que viene, por ejemplo, en el armado de las listas?
-No notamos presión. Uno (Sabbatella) es alguien que quiere competir con el Gobernador, que pertenece a un universo de oficialistas críticos, del cual siempre tiendo a desconfiar, porque son oficialistas cuando les conviene estar cerca del oficialismo y son críticos cuando no les conviene. Y respecto de Luis D´Elía, me parece que son opiniones personales de él, nada más. Después, con los demás sectores de los movimientos sociales, del progresismo, de los diferentes espacios transversales que acompañan este proyecto, nos sentimos muy cerca. Tenemos una excelente relación con muchos sectores políticos que, sin ser de la orgánica del Partido Justicialista, nos acompañan. Fuente REVISTA LA TECLA 20-1-11


 Ricardo Casal, el "Nodoyuna" Bonaerense 
En el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, la interna policial, sigue siendo una cuestión del día a día, y el Superministro en lugar de enfrentarla sigue mirando para otro lado, simplemente porque cree que su guerra no es la interna policial, sino la que mantiene con la Ministra Garré
 Por Mario Baudry
Corrían los primeros días del año 2011, y la provincia de Buenos Aires veía como una ola de inseguridad, que iba ganando las tapas de los medios de comunicación, hechos que originaron un importante grado de nerviosismo en el Gobierno, a sabiendas de que no eran hechos casuales, sino parte de una interna policial donde todos se tiran con los muertos ajenos.
Mientras tanto Ricardo Casal el Superministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires descansaba plácidamente en la reposeras que había puesto en el frente de su casa de Pinamar, que da sobre el mar, frente al Balneario de CR, donde se lo veía distendido y alegre, con una vista hermosa del mar, era lógico, estaba seguro, tenía una hermosa casa producto de su trabajo de abogado y cuatro custodios de la Bonaerense, que están con él, a los que le alquilo una casa contigua para que estén cuidándolo en sus días de descanso en Pinamar.
Unos días antes de navidad, lo llama uno de sus asistentes para preguntarle “que había recibido un llamado de gobernación” diciéndole que “… los informes que mandaba todos los días Paggi al Gobernador, también debía mandárselos a la ministra Garre…”, el Ministro Casal estaba desconcertado, porque la primer pregunta que le realizo a su asistente fue, ¿de qué informes me hablas?, el asistente no le contesto, solo le dijo que no sabía, que le habían trasmitido eso, y que quería saber si le pasaba el teléfono y el mail de Garre al Jefe Paggi, el Superministro Casal después de varios gritos le dijo que no, que no pase ningún dato sin su previa autorización.
Ricardo Casal un rato después en soledad, se dio cuenta de la gravedad del hecho: lo estaban puenteando. Todos los días le pasaban un informe con el tema de seguridad al Gobernador que él no recibía, y ahora no solo eso, ese informe también lo iba a tener su archienemiga Garre.
En ese instante el Ministro comprendió, porque muchas veces el Gobernador lo llamaba para preguntarle por algún hecho de inseguridad, y se preguntaba ¿cómo se enteraba el Gobernador de ese hecho? Si él no se lo había contado. Casal se conformaba pensando que la gente de prensa del Gobernador era mejor que la de él, lo que no sabía era que antes de llamarlo a él por los hechos de inseguridad, lo llamaban al Gobernador, ahí comprendió que el siempre se entera después.
Ante esta situación, el Ministro Casal un hombre rápido en reflejos decidió tomar el toro por las astas, y darle una solución rápida, propia de un hombre de acción, tenía dos opciones, enfrentar a Paggi, por los informes que pasaba sin su autorización, despedirlo, y decirle que el Ministro es él, y no otro, y que la información solo se la debían pasar a él.
La otra opción era echar al mensajero para que nadie se entere de la situación comprometida en la que estaba. El Ministro Casal tomo la decisión más fácil y menos traumática de todas, la decisión que no lo obligaba a dar ningún tipo de explicación, y la que él pensó que a ningún Subsecretario le importaría, y que no lo enfrentaría con Paggi o con el Gobernador, y mucho menos con Garre. Casal corto por lo sano, hecho al pobre “Mensajero”, que lo único malo que había hecho era tratar de avisar a su jefe del pedido de Gobernación.
El Ministro Casal recordó sus años de juventud mirando “Los autos Locos” donde el intrépido de “Piere Nodoyuna” junto con su fiel asistente “Patán” trataban de atrapar al “Palomo Mensajero”, mientras con su distracción Penelope Glamur ganaba la carrera.
Mientras tanto en el Ministerio, los informes se siguen pasando, el Ministro siempre se entera en segundo término de las cosas, si es que se se entera. La guerra interna entre la cúpula sigue estando, y el asistente del ministro “El mensajero”, es un desocupado más que anda buscando trabajo. (Fuente Revista LA TECLA. 14.1.11)
mariobaudry@multimedioscna.com

El riesgo de las palabras indiscutibles
Jueves 13 de enero de 2011 Santiago Kovadloff  Para LA NACION
La tragedia de Tucson debería ser aleccionadora. No sólo para los Estados Unidos. Lo que allí sucedió pone sobre el tapete, una vez más, la necesidad de reconsiderar la relación entre las palabras y los hechos.
En los regímenes dogmáticos, el sentido de las palabras está congelado. En las democracias, ese sentido está sujeto a revisión periódica. Ello permite disidencia y debate. E impone la necesidad de ser persuasivos. En las democracias, no se convoca a la obediencia, sino al ejercicio de la convicción. Cuando ello no ocurre, cuando las palabras se vuelven portadoras de contenidos indiscutibles, la democracia tambalea. Y mucho cuando esa rigidez se traduce en hostilidad hacia quienes no se subordinan a los planteos dogmáticos.
Quienes presumen que entre las palabras y los hechos hay una distancia abismal ignoran o pretenden ignorar hasta qué punto los hombres están hechos de palabras. El episodio de Arizona podría haber pasado por una de esas tragedias con que las expresiones extremas de la patología individual sacuden a Estados Unidos. Lo que aconseja no entenderlo así es que ese crimen está enmarcado en un momento de intensa violencia verbal en la vida política de ese país. ¿Hasta qué punto lo sucedido no ha sido alentado por esa retórica que llama al antagonismo sin cuartel y que hoy contamina la expresión de tantos dirigentes políticos? No pretendo con esto establecer intransigentes relaciones causales. Sí advertir la interdependencia que hay entre las palabras que dicta el desprecio y los hechos que en ellas se inspiran.
La violencia verbal suele ser el preámbulo de la violencia física. Lo prueba el desarrollo de cualquiera de los totalitarismos conocidos. Una de las características sobresalientes de esa violencia verbal, en el orden político, es la concepción del adversario como enemigo. Las dirigencias intolerantes, las ideologías a las que repugna el espíritu crítico, están preñadas de imágenes agresivas y alientan, en las sociedades donde actúan, un creciente sentimiento de fragmentación cuyo eje es la distinción entre réprobos y elegidos. Donde esto ocurre prospera la intolerancia y abunda la sospecha que cae sobre todo aquel que se atreve a disentir. Es allí donde queda despejado el terreno para concebir la violencia física como complemento de una fe justiciera.
Palabra democrática
En un mundo signado como el actual por la multiplicación de los medios de comunicación, la incidencia de las palabras en la formación de la opinión pública es más profunda que nunca. Si su contenido está cargado de hostilidad, si la descalificación del adversario gotea incansablemente sobre la sensibilidad de oyentes, cibernautas, lectores y televidentes, muchos serán los enardecidos que quieran terminar, de una vez por todas, con el mal que se pregona.
Nada más lejos de semejante extremismo que la auténtica palabra democrática. En ella, la disidencia, la severidad de la discrepancia no bordearán jamás la orilla del desprecio. La palabra democrática lo es en la medida en que busca ser equidistante de los extremos. Y eso no va jamás en desmedro de su firmeza. En cambio, cuando la disidencia se convierte en intolerancia, arranca el ejercicio de la política al campo del intercambio imprescindible. Con ello, la acción de los hombres es devuelta al terreno del primitivismo. Y en él no hay otra ley que la de la fuerza bruta ni otra brújula que la pasión desenfrenada.
La lección de Tucson es clara. Quien concibe a sus opositores legítimos como seres despreciables y peligrosos por las ideas que defienden, se aparta del escenario democrático. El dogmatismo exige, para sobrevivir, la condena de toda diferencia.
El rédito político de la palabra beligerante radica en que sus simplificaciones cautivan a muchos. Bien lo saben los líderes que se postulan como iluminados. Bien lo saben quienes están dispuestos a dar sus vidas por esos liderazgos, en los que delegan la responsabilidad de entender y pensar. Lo sucedido en Arizona insiste en interrogarnos. En la Argentina contemporánea, estamos lejos de ver afianzado el diálogo entre oficialistas y opositores. Ese ámbito lo ocupa entre nosotros el monólogo; ese monólogo que suele desbarrancarse hacia la descalificación recíproca.
No puede sorprender esta pérdida de conciencia del valor dialógico de las palabras. La nuestra es una cultura de escasa sensibilidad hacia la reflexión. La pobreza conceptual del presente ha convertido a buena parte de la dirigencia democrática en vocera de un simplismo aterrador. El miedo al pensamiento arrastra a la simplificación extrema de los significados, el suelo donde irrumpe, tarde o temprano, la violencia verbal.

La Presidenta decidió profundizar el kirchnerismo
Joaquín Morales Solá. Domingo 2 de enero de 2011
Cuando se cumplían dos meses de la muerte de su marido, la Presidenta decidió hacer cosas que hasta Néstor Kirchner no se animaba a hacer. Firmó las medidas presupuestarias más arbitrarias de la era kirchnerista. Pocos días antes había tirado por la ventana a dos importantes funcionarios de su gobierno relacionados con asuntos judiciales. La presunta culpa de éstos fue que la Justicia empezó a dictar resoluciones contra los intereses políticos de la administración. No hay dos Kirchner, entonces, sino un solo modo de entender el gobierno. La única diferencia comprobable es que Cristina Kirchner carece de la capacidad de creación política que tenía su esposo. Lo que antes era una novedad permanente ahora es una simple repetición, que termina profundizando un modelo bonapartista de conducir una democracia teórica.
En rigor, los dos Kirchner gobernaron siempre la Argentina sin presupuesto. ¿Cómo lo hacían? Subestimaban las cifras del crecimiento y, por lo tanto, de los ingresos fiscales. A los pocos meses, el presupuesto aprobado por el Congreso se convertía en un papel inservible; en ese momento entraba en funcionamiento el pésimo mecanismo institucional de los superpoderes del Ejecutivo, y el presupuesto del Estado se convertía en un intrascendente presupuesto familiar.
Por eso, los superpoderes pasaron de ser una excepción a la categoría de permanentes, mediante una polémica ley, cuando Cristina Kirchner se acercaba a la presidencia de la Nación, todavía bajo el gobierno de su esposo. Un país que estuvo, de hecho, sin presupuesto durante siete años le permitió al oficialismo la construcción de una fabulosa maquinaria política y electoral con los recursos del Estado.
Nada, sin embargo, fue tan grave como lo que hizo la Presidenta en los últimos dos meses, cuando debía aprobarse el primer presupuesto del kirchnerismo sin mayoría automática en el Congreso. Impidió el tratamiento del presupuesto en el Congreso, que algunos partidos opositores estaban dispuestos a aprobar en líneas generales, con algunos cambios. El partido mejor predispuesto para eso fue el radicalismo, cuya conducción nacional tomó la decisión de ayudar al Gobierno en su aprobación. No. A todo o nada , ordenó Cristina, y se quedó sin presupuesto.
Era, en definitiva, lo que ella quería. En días muy recientes, la Presidenta usó sus facultades legales para extender la vigencia del presupuesto de 2010. No se conformó con eso: retocó y creó partidas, aumentó el monto de las reservas para pagar deuda pública, según el criterio discrecional del Ejecutivo, y terminó dibujando el mismo presupuesto que el Congreso no le aprobó. Preparaba el carruaje para el año electoral que acaba de comenzar. Aquella última decisión importante del año de Cristina Kirchner es claramente inconstitucional.
Ya son todas las cuentas del Estado las que se han convertido en cuentas corrientes personales de la jefa del Estado. Las reservas nacionales parecen haber ido a parar al fondo de su cartera. Una cosa es la discusión sobre el uso en cualquier caso de las reservas para pagar deuda pública. Ese es un debate abierto, que tiene sus defensores hasta en fuerzas opositoras. Otra cosa es la certeza irrefutable, según cualquier mirada de la ley, de que el Ejecutivo no debe decidir por sí solo sobre las reservas que acumula la nación.
El Congreso pasó a ser una reliquia de museo. Faltaba hacer un intento, al menos, para disciplinar a la díscola Justicia. Hace pocas semanas, la Presidenta se reunió reservadamente en Olivos con tres miembros de la Corte Suprema. Fueron su presidente, Ricardo Lorenzetti; su vicepresidenta, Elena Higthon de Nolasco, y Eugenio Zaffaroni. Se trataron cuestiones del Poder Judicial , dijeron fuentes de la Corte. Es decir, no se trató ninguno de los casos judiciales que interesan al Poder Ejecutivo. Resultaría extraño que esos jueces, que son independientes, aceptaran dialogar con la máxima expresión de otro poder del Estado sobre la situación de causas judiciales que, en la mayoría de los casos, se tramitan en instancias inferiores a la Corte.
Quizá también la Presidenta quiso rectificarse del desplante que les hizo a los jueces más importantes del país, cuando no los recibió durante los funerales de su esposo. No se lo impidió el dolor ni la falta de tiempo, porque había saludado con abrazos a Maradona y a Tinelli. Sea como sea, Cristina salió optimista de aquella reunión con los máximos jueces. Creyó que la Corte, a la que hace un año la Presidenta acusó de golpista, le resolvería los muchos problemas que tiene en la Justicia. El optimismo duró poco; un clima de final de época parece haberse instalado entre los jueces de primera y de segunda instancia, que todas las semanas dictan algún fallo contra funcionarios kirchneristas.
La Justicia resucitó en días recientes hasta el caso Skanska, una investigación sobre el pago de millonarios sobreprecios para la construcción del gasoducto del Norte, que había quedado en el olvido después de cuatro años de inacción. El juez Norberto Oyarbide procesó a dos ex funcionarios kirchneristas: Néstor Ulloa, que fue interventor del Enargas en el momento de los supuestos hechos de corrupción, y Fulvio Madaro, ex titular de Nación Fideicomiso. Hizo, al mismo tiempo, algo inesperado: citó a declaración indagatoria al actual secretario de Energía, Daniel Cameron, que también podría ser procesado por presuntas prácticas corruptas. Skanska es una empresa sueca que se encargaba de la construcción del gasoducto.
Paralelamente, tres fallos judiciales tumbaron al secretario de Comercio, Guillermo Moreno; dos fallos correspondían a su gestión de barrabrava en la empresa Papel Prensa y uno se refirió a su rol protagónico en la destrucción del Indec. En una de las resoluciones sobre Papel Prensa, tres jueces de una Cámara Comercial acusaron a Moreno de usar dentro de esa empresa las formas del nazismo. Aunque no es el único kirchnerista que practica esos métodos, sí es el primero en ser señalado y condenado por la Justicia. Dicen que Cristina Kirchner explotó de ira cuando leyó esa sentencia. Adiós, entonces, al secretario de Justicia, Héctor Masquelet, un hombre de Aníbal Fernández; la Presidenta acusó a Masquelet de inoperante frente a los jueces.
Pocos días después, echó también al procurador del Tesoro, Joaquín da Rocha, al que culpó de blando en la causa penal contra Papel Prensa. En rigor, Da Rocha sólo le había mejorado el contenido jurídico, dentro de la misma calumnia, de un desastroso borrador que había redactado el increíble secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, supremo inquisidor del periodismo independiente. Da Rocha y Masquelet cayeron también bajo la acusación de no haber sabido defender la nueva ley de medios, que está paralizada en su parte medular por la Justicia. Los artículos vigentes demostraron su inviabilidad económica: 12 canales de aire del interior ya están en venta. Seguramente serán comprados por empresarios cercanos al kirchnerismo, porque esos canales sólo serán viables con la plata fácil del Estado.
La Presidenta podría haber echado por ineptos a Duhalde y a Gabriel Mariotto (autor de la ley de medios) en lugar de Masquelet y Da Rocha , dijeron fuentes oficiales. Pero eso hubiera significado una autocrítica o una severa rectificación del rumbo oficial. Cristina Kirchner tiene un estilo personal diferente del de su esposo y cierta predilección por otras personas de la política. El resto, una concepción muy módica de la democracia y un método autoritario para gobernar, pertenece al mismo paradigma que acunó y crió a los dos Kirchner.

El discreto encanto de la democracia
Santiago Kovadloff Para LA NACION
Domingo 2 de enero de 2011
La democracia, ¿puede ser inspiradora para los argentinos? ¿Es capaz de despertar aún nuestras mejores ilusiones políticas? Los sucesos de este año parecerían indicar que sólo cuando brilla por su ausencia, la democracia republicana resulta idealizable. Cuando se afirma, cuando opera, invita a dejar de lado todo romanticismo, toda referencia a una pasión inspiradora. En la medida en que propone la mesura, en la medida en que privilegia los consensos, se aleja del arrebatamiento, de la exaltación, del extremismo ideológico en el que incurren las convicciones intransigentes.
La democracia republicana es, por un lado, un régimen basado en la sospecha; por otro, y en la misma medida, en la reivindicación de la ley. Como régimen basado en la sospecha entiende que el hombre, librado a sus impulsos, propende siempre a la desmesura. Es aquí donde irrumpe la ley. La ley viene a acotar la tentación del desenfreno y a castigar su apego a él. En consecuencia: ¿qué fervores románticos puede despertar un régimen que no idealiza al hombre, que no llama a la redención final y condena la santificación de la violencia mientras reivindica su incesante y siempre insuficiente perfeccionamiento? ¿Qué idealización puede merecer un régimen que privilegia los deberes de la investidura por sobre la inspirada potencia del hombre providencial?
La atracción que ejercen los liderazgos fuertes, personalistas y caudillescos consiste en que permite creer, a quienes lo necesitan, en alguien que estaría liberado de la necesidad de aprender y llamado por eso a desplegar un magisterio de excepción que no demanda de los demás otra cosa que obediencia. El líder, el conductor, es el que sabe. Acatar sus designios con devota subordinación sólo es posible en la medida en que - como escribe Freud - su figura sea objeto de una férrea idealización. La superior inspiración que se le atribuye justifica el derecho a la transgresión de la ley. Provee, adicionalmente, el alivio de verse liberado de la necesidad de la crítica y de los infortunios de la autocrítica. Brinda, en una palabra, el éxtasis de la certeza.
La democracia republicana, en cambio, no estimula el romanticismo. Al optar por el control recíproco entre los poderes que la conforman, opta por el equilibrio, busca el tono agrisado de los acuerdos y no los fulgores arrebatados de la unilateralidad. Le otorga al otro, al que no piensa como uno, un reconocimiento y una función indispensables en la construcción de la legitimidad. Rehúye, en suma, la apología del yo y llama a la convivencia.
No creo que sea posible enamorarnos de la ley. Pero sí lo es el reconocimiento de su necesidad. Las Tablas que dieron celebridad a Moisés suponen la previa existencia comunitaria de todos los abusos y transgresiones que ellas condenan. En la medida en que respeta la ley, la democracia republicana mantiene viva la memoria de los fracasos previos que recomendaron su empleo tanto como la conciencia de que es posible volver a caer en ellos. Porque se sabe débil, no incurre nunca en su autoidealización. Es insomne. Su vigilia es perpetua. Aspira a eludir la celada con que la tienta la serpiente del Génesis, ésa que asegura que está a nuestro alcance obrar como dioses inspirados



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